Adicta a ser violada, el mejor sexo de mi vida es forzado

Adicta a ser violada, el mejor sexo de mi vida es forzado

Hace un tiempo vivía en un barrio pesado y me sucedió algo que cambió mi vida para siempre. Mi nombre es Angy, tenía 18 años cuando sucedió esto, y para que tengan una idea, soy una chica morena clara y petite. La gente siempre me dice que fui bendecida por que aunque soy delgada, mis pechos son grandes y tengo bastante culo. Sobre si eso es una bendición o una maldición, lo decidirán ustedes.

Era un día de verano que iba caminando de regreso de estar con mi novio de ese entonces (él por flojera no me quiso acompañar) y ya se estaba atardeciendo. Acababa de tener sexo con él y me estaba apresurando para llegar a casa y así tomar una ducha. Mi novio era un degenerado que le gustaba venirse dentro de mí y siempre presionaba con tener sexo anal, pero yo siempre lo rechazaba, diciéndole que me parecía repugnante.

En fin, iba a mitad de camino, cuando un hombre me preguntó si podría ayudarlo a empujar su camioneta que se había averiado. No lo pensé mucho y me acerqué a ayudar. Era una de esas camionetas van de negocios que tienen una puerta trasera y cuando me acerqué, noté que estaba abierta. Supe inmediatamente que me intentaría secuestrar, pero ya era muy tarde, sólo sentí que el hombre me cargó por la espalda y me arrojó dentro.

Adentro estaba polvoriento y había una colchoneta sucia en el suelo, sobre la cual me recostó y se puso encima mío para no dejarme ir. Entonces pude ver mejor al hombre: tenía alrededor de 50 años, calvo, barba gruesa y descuidada, además de distintos tatuajes que parecían de pandillero. Un gran miedo me inundó y empecé a gritar:

– ¡¡¡AYUUUDAAA!!! – mientras lágrimas caían por mi rostro.

– Grita todo lo que quieras, el interior está aislado, así que nadie nos puede escuchar.

– Toma todo lo que quieras y déjame ir – dije, refiriéndome a mi cartera y celular.

– Justo eso voy a hacer… – dijo mientras pasaba su lengua por sus labios, saboreándose mi cuerpo.

Intenté escaparme, pero el miedo me había paralizado y ese hombre tenía el doble de fuerza que yo. Con una cinta de embalaje, hábilmente ató mi manos detrás de mí, dejándome aún más indefensa. Llevaba unos shorts de mezclilla, una mini tanga, y una sudadera encima nada más. Ni si quiera me había molestado en ponerme brasier o blusa.

– Vamos a ver lo que tenemos aquí, putita – dijo mientras alzaba mi sudadera, dejando ver mis pechos, – estás aún más deliciosa de lo que pensaba.

– Déjeme en paz, por favor, no….

Tomó mis pezones y los pellizcó, y yo dejé salir un gritito de miedo. Yo no paraba de llorar y verlo a los ojos de manera suplicante.

– Me gustan esos ojitos, pero qué tal si te concentras más en lo que sientes – entonces me dobló la sudadera atorada sobre mi cara.

Obviamente esto bloqueó mi vista y me asustó aún más no saber lo que iba a hacer. Sentí que sus manos me amasaban los pechos torpemente y los golpeaba. Luego sentí que sus manos iban hacía los botones de los shorts, que desabrochó rápidamente. En un jalón rápido me los quitó, rasgando mi tanga con el movimiento. Yo intenté mantener las piernas cerradas, pensando que podría evitar que me penetrara. Pero aún así, mi coño estaba visible y metió los dedos en mi entrepierna pegajosa (aún tenía el semen de mi novio…)

Tomó mis piernas, que yo intentaba mantener juntas, y las presionó sobre mi pecho. Con mi coño y culo a la vista, seguramente pudo observar el semen de mi novio escurriendo de mi coño.

– Puta barata, ya vienes utilizada, te voy a enseñar una lección – dijo con enojo en su voz.

Me dio unas nalgadas fuertes y apretó fuertemente mi culo con sus manos.

– Ya que te gusta esta posición, así te vas a quedar.

Antes de que pudiera actuar, amarró mis piernas juntas por los tobillos con la cinta. Cuando terminó, me soltó y pareció alejarse un poco. Pensé que todo había terminado. Pero no, escuché que se desabrochó el pantalón y después me quitó la sudadera, por lo que pude volver a ver. Tenía una polla mucho más grande que la de mi novio y estaba dura com una roca, sólo dejé pasar saliva de la impresión. Me tomó del pelo y me hizo arrodillarme frente a él. Me golpeó con su polla la cara, lo cual me dio un asco tremendo. Cerré la boca para que no me hiciera chuparla.

– Créeme, vas a querer chuparla y dejarla resbalosa para lo que viene después – dijo con maldad y me dio una cachetada.

Como no vi opción, abrí la boca y dejé que me follara por ahí, pensé que mientras más rápido se viniera, más posibilidades de irme tendría. Me cogía del pelo violentamente y empujaba mi cabeza hasta el fondo. Con la polla en mi garganta sentía arcadas y no paraba de babear. Estuvo así unos minutos que parecieron eternos y luego me aventó sobre la colchoneta boca abajo.

Levanté mi cabeza para ver lo que iba a hacer, pero él me la aplasto sobre la colchoneta. Estaba encima de mí y pude sentir su polla resbalosa entrando entre mis nalgas. Sentí la punta en la entrada de mi coño que por alguna razón estaba empapado.

– ¿Disfrutas, puta? Me gusta que hayas encontrado tu lugar.

Estaba esperando a que me penetrara, pero él sólo movía la punta de su polla por mi coño y clítoris. Mi cuerpo me estaba defraudando porque no pude evitar dejar salir un gemido. Lo escuché reír y entonces sentí la punta en mi ano.

– NOOO, POR FAVOR… – supliqué.

Y me ensartó toda su polla en el ano.

– AAAH, NOOO, ME ROMPEE.

Pero en lugar de parar, comenzó a embestirme violentamente. Sentía que me desgarraba toda. El dolor era demasiado, gritaba y lloraba pero él solo incrementaba la fuerza.

– Llora, zorra, así me gusta – dijo jadeando.

Rápidamente me colocó boca arriba con mis piernas sobre su hombro. Me seguía retorciendo del dolor en mi ano, cuando volvió a agitar la punta de su polla sobre mi coño. No sé cómo, pero a pesar del dolor en mi culo, empecé a gemir por la estimulación que me hacía en mi coño. Se sentía tan rico y por la situación, dejé de pensar claramente.

– Aaah… aaah – gemí fuertemente.

Sentí la punta de su polla ahora ir de mi clítoris al ano y yo solo pude seguir gimiendo.

– Vamos de nuevo, perra.

Y de momento volvió a insertar su polla en mi culo, lo cual fue un poco menos doloroso que la primera vez. Pude empezar a percibir como entraba y salía de mí rápidamente. Mi ano se sentía todo abierto y un poco más relajado. Sentía una mezcla de dolor y placer, no lo podía creer. Colocó su pulgar en mi clítoris y yo perdí el control de mi cuerpo. Gemía y gemía, como nunca antes. Me sentía cerca del orgasmo, pero no podía dejar que sucediera, me estaban violando.

Su polla entrando y saliendo de mi culo, mi coño empapado y su pulgar acariciando fuertemente mi clítoris. No pude más y me dejé ir. Tuve un orgasmo que me hizo temblar como nunca antes, y él seguía sosteniéndome con fuerza y dándome más duro. Lo escuché respirar más fuerte y en el último instante, sacó su polla de mi ano. La ensartó en mi vagina que seguía contrayéndose y expulsó toda su leche en el fondo de mi coño.

Quedamos recuperando nuestra respiración un momento. Salió de mí y yo me volteé de lado, dándole la espalda. Una sensación de culpa y suciedad me invadió. ¿Cómo dejé que esto pasara? Mientras tanto, sentí resbalar por mi nalga el semen del hombre que me acababa de violar.

Después de unos momentos, se levantó y fue al puesto de conductor y condujo durante unos minutos hasta que se detuvo. Ya tenía la mente clara y pensé en que cuando me liberara, iría directamente a la policía para denunciarlo. Antes de desamarrarme, tomó mi tanga, que había roto, y la pasó por mi coño empapándola de la mezcla de jugos que emanaban.

– Un trofeo para mí – dijo triunfante y arrojó la tanga hacia el asiento del copiloto. – Te voy a desatar, pero antes de que pienses en algo tonto, mira eso – y señaló a una esquina de la camioneta.

Me quise morir cuando vi una cámara que había estado grabando todo. Más miedo, vergüenza y culpa me invadieron. Con una navaja soltó mis brazos y piernas. Me aventó mis shorts y sudadera, que me puse rápidamente.

– Piénsalo bien, puta, no quieres que tus papás y noviecito te vean venirte en la polla de un maleante… – amenazó mientras abría la puerta de la camioneta.

Salí rápidamente y me di cuenta que estaba en frente de mi casa, lo que significaba que el hombre me conocía. En cuestión de segundos arrancó la camioneta y se fue. Antes de entrar a mi casa me vi en el reflejo de un auto estacionado. Mi cabello estaba todo enredado, tenía maquillaje por todo el rostro, los ojos rojos y aún tenía baba en el rostro. Sin embargo, en mi rostro había una cierta satisfacción por el orgasmo que acababa de tener. Como pude, me arreglé y entré sigilosamente a mi casa.

Angy, otra vez andabas de guarra con tu novio, mírate, pareces puta. ¿Qué van a decir los vecinos de las condiciones en las que llegas?

— Mamá, no es lo que piensas…

— Jovencita me das vergüenza, yo no crié a una puta — dijo y en sus ojos noté como me desaprobaba.

No dije nada y me metí a mi cuarto. Comencé a llorar por la experiencia que acababa de tener, incluso mi propia madre me llamaba puta. Me metí al cuarto de baño y pude verme desnuda en el espejo de cuerpo completo. Estaba toda sucia y mis pechos y culo tenían marcas. Abrí mis nalgas y vi por el espejo el estado de mi ano. Estaba muy rojo y todavía abierto por la penetración. De mi coño seguían saliendo una mezcla de semen y mis propios jugos.

Me culpé a mí misma por disfrutarlo y decidí que no iba a hablar de ello con nadie. Terminé con mi novio por teléfono, quien solo me llamó zorra y colgó. Esa semana me aislé en mi cuarto, en la superficie me sentía como una víctima, pero en el fondo seguía fantaseando con aquella vez. Soñé varias veces que volvía a suceder y me despertaba muy intranquila, con una sensación extraña.

Al tercer día mis sueños sobre aquella experiencia eran tan repetitivos que no podía dormir. Así que me levanté y fui a la ducha. En la ducha, estaba lavando mis partes íntimas cuando el chorro de agua hizo que me estremeciera. Me senté en la ducha y comencé a masturbarme con el chorro pensando en el hombre follándome por el culo. Después de esa noche, supe que la única forma de volver a dormir después de esos sueños, era masturbándome hasta no poder más.

Mi excitación creció más y más, solo podía pensar en lo que ese hombre me había hecho. También sentía culpa por disfrutarlo, cada vez que me venía, me venían unos sentimientos de remordimiento. Pero después me sentía tan vacía que quería volver a sentir lo que ese hombre me había hecho sentir.

Después de esa semana comencé a salir de nuevo, mi último semestre de colegio comenzaba y debía comprar los útiles escolares. Fui al centro a comprar y se me hizo de noche, así que de regreso pedí un taxi. El taxista era un hombre alto y fornido, pero lo que más me llamó la atención fueron sus tatuajes. No pude evitar excitarme al verlo y pensar en el parecido que tenía con el hombre que me violó. Iba en el asiento de copiloto, yo vestía un vestido veraniego. Desde que me subí, el hombre no paraba de ver mis pezones que se marcaban, se veía que también era un cerdo.

El camino a mi casa llevaba unos 20 minutos pero vi que el hombre tomó un camino más largo sin avisarme.

— ¿Qué viene haciendo por aquí, señorita?

— Comprando útiles escolares — dije inocentemente.

— No debe andar vestida así de noche, puede provocar a algunas personas — dijo viéndome de arriba a abajo.

— Tal vez me guste provocar a ciertas personas — dije mientras alzaba un poco más mi vestido, dejando ver más mis muslos.

El hombre solo me vió con lujuria y rió. No podía creerlo, estaba coqueteando con el taxista. Sentí mi coño humedecerse y sin pensarlo más, levanté mi vestido dejando ver mi tanga. Puse mi mano entre mis piernas y comencé a mover mi cadera para frotar mi coño en mi mano. Sentí mis jugos inundar mi tanguita. Volteé a ver al taxista con ojos de necesitada y entendió lo que quería. Se orilló en una calle oscura y cambió su tono:

— Al asiento trasero — dijo de forma demandante.

Hice caso y me recosté en el asiento trasero con las piernas abiertas. Él salió del auto y entró por la puerta trasera. Yo tenía mis piernas abiertas y seguía tocándome por encima de la braga. Estaba lista para él, pero el hombre se sacó su cinturón y me golpeó con él.

— ¿Quieres saber lo que se merecen las putas? — dijo violentamente y me golpeó con el cinturón en las piernas, haciendo que me asustara.

— No tienes derecho a sentir placer a menos que un hombre te lo dé, ¿entiendes, putita? — soltó otro cinturonazo.

— Sí, señor, lo siento… no lo pensé bien. ¿Puede llevarme a casa?— no esperaba que el hombre fuera a golpearme.

— Cuando termine contigo irás a casa.

Tomó el cinturón y sin mucho problema amarró mis brazos a los costados de mi cuerpo. Con los brazos atados y una mezcla de miedo y excitación recorriendo mi cuerpo, supe que de nuevo estaba a merced de un hombre.

— Eres una putita muy caliente, ¿verdad? — dijo el taxista — te gusta que te traten como una zorra, ¿no es así?

Con una mano hizo a un lado mi tanga y comenzó a introducir su dedo en mi coño. Mientras tanto, con su otra mano bajó mi vestido, dejando mis pechos a la vista y comenzó a pellizcar fuertemente mis pezones. Se sentía tan rico y me dejé llevar, cerré mis ojos y en el momento menos esperado sentí una fuerte estocada en mi vagina.

— Aah — chillé de dolor.

Su polla era muy gruesa y sentí como abría mucho mi vagina. Dolía más de lo que recordaba y empecé a arrepentirme de todo. Pero pronto el dolor se convirtió en placer y comencé a gemir.

— Mmmm… aaah siii — gemía y gemía de placer.

— Así es, putita, grita para mí — dijo, aumentando la velocidad de sus movimientos.

Estaba muy cerca del clímax cuando se detuvo y me colocó boca abajo. Mi cabeza sobre el asiento y mi culo estaba parado. Estaba tan caliente, solo quería más. Algo se apoderó de mí y sin pensarlo, con mis manos que estaban atadas abrí mis nalgas y le dije:

— Rómpame el culo, por favor — las palabras salieron de mi boca y me arrepentí inmediatamente después de decirlo.

Sentí entonces la punta de su polla en la entrada de mi culo y cómo con un movimiento rápido y brutal, el taxista me penetró, llenándome por completo. Esto llevó mi mente a la anterior vez que había sido utilizada y solo pude volver a gemir y mi cuerpo se convulsionaba con cada embestida. Mi ano completamente abierto abrazando la polla del hombre, al mismo tiempo intentaba abrir más mis nalgas para sentirlo más profundo.

— Te gusta, ¿verdad, zorra? — jadeó, su voz llena de lujuria. — Te gusta que te follen como a una perra.

De nuevo estaba al borde del orgasmo y sentí al hombre entrar y salir de mí más rápidamente. Con un último empujón el taxista se vino dentro de mí y al sentir su leche en mi interior tuve un fuerte orgasmo que me dejó temblando.  Oleadas de sentimientos vinieron a mí, no podía creer que hubiera hecho eso.

El taxista me dijo que saliera del auto y me dejó en esa calle. Antes de que se fuera, me quité la tanga rápidamente y se la di.

— Gracias, putita. Cuando quieras que te traten como mereces, llámame — dijo dándome a cambio una tarjeta.

El taxista, con una sonrisa satisfecha, se retiró y yo me fui caminando a casa. Llegando a mi cuarto, me desnudé y con mi cámara tomé evidencias de cómo se veía mi cuerpo después de ser utilizado, haciendo hincapié en mi culo de puta, rojo, abierto y usado. La sensación de satisfacción fue la misma que en la anterior experiencia y no se comparaba a la del sexo normal o mis sesiones de masturbación. Sin darme cuenta, me había vuelto adicta a ser una puta.