Cogida por mis alumnos en una excursion
Cogida por mis alumnos en una excursion
Cogida por mis alumnos en una excursión
Desde hacía unos días no andaba bien con el curso de quinto. Son chicos de entre 17 y 18 años y muy rebeldes. Además, mi ayudante Gabriel no me ayuda y por el contrario, les apaña cualquier tontería que hagan.
Las clases transcurren en un clima para nada cordial y hasta pensé en hablar seriamente con la jefa de preceptores para que cambien al ayudante porque ya estoy cansada de que no respete mi autoridad frente a la clase y que, por el contrario, se ponga siempre del lado de los alumnos.
Un día de estos voy a perder los estribos y tengo miedo de aparecer como una intolerante delante de ellos y de las autoridades del colegio, las que pueden llegar a suponer que no se cómo controlarlos.
Los jóvenes vienen muy alterados últimamente a clases, se comportan mal y no hacen caso a las indicaciones que los profesores queremos darles.
Muchas veces llegué a contar hasta diez para no reaccionar pero así como yo los rechazo por lo mal que se portan, se que ellos tampoco me quieren porque a veces, y se está dando cada vez más seguido, no puedo evitar tratarlos con cierta dureza.
Como una forma de reconciliarme con ellos, otra profesora me sugirió que los llevara un día al campo de deportes que está en las afueras de la ciudad y es un lugar que a ellos le gusta mucho ir.
Lo charlé entonces con las autoridades, las que me dieron su consentimiento y luego se lo propuse a los chicos, quienes aceptaron de inmediato.
Pasaríamos un día al aire libre, fuera de las cuatro paredes del aula y sin libros ni nada que se les parezca. Sería una especie de día de camping y cada uno llevaría lo que quisiera porque como nos habían autorizado ir un día lunes, no habría otra actividad en el campo y tampoco empleados para atendernos. Nos abrirían las puertas y nos dejarían solos a nosotros para disfrutar de las instalaciones.
Una profesora amiga se ofreció para ayudarme a controlarlos pero a último momento no pudo así que fui solamente con Gabriel, mi ayudante, que ya saben está más junto a ellos que a mi, pero no me quedó otra alternativa.
Ese día, los varones, que son mayoría, practicaron juegos de conjuntos (fútbol, basquet, voley) y las chicas se dedicaron más a charlar o a pasear por las instalaciones y hasta improvisaron un baile en uno de los quinchos del lugar.
Yo me había llevado un libro para leer y también estuve recorriendo el lugar, que es muy bonito y aproveché para tomar un poco de sol así el verano no me encuentra tan blanca.
Todo iba sobre rieles hasta que después de comer se me vino la noche.
No me había dado cuenta que los chicos habían ingerido alcohol en el almuerzo y más de lo que debían.
En determinado momento Gabriel me vino a buscar muy nervioso diciéndome que uno de los muchachos había sufrido un accidente en las duchas.
Pensando en la responsabilidad que me cabía, y pensando también como madre de hijos adolescentes, largué todo lo que estaba haciendo y corrí presurosa al vestuario sin medir las consecuencias de que entraba a un lugar en que había solamente hombres y que podían estar desnudos o en ropa interior.
A esta altura de mi vida no me iba a sorprender por ver un muchacho desnudo pero fue más que eso.
Cuando ingresé corriendo los chicos estaban en pleno baño y al verme, muchos se sonrieron y hasta alguno murmuró que no necesitaba entrar tan deprisa, que me iban a atender todos y que me iban a dedicar todo el tiempo que fuera necesario.
Me sorprendí con esas palabras y ahí reaccioné. Era otra de las trapisondas de Gabriel que se había puesto de acuerdo con los alumnos para que yo los viera desnudos y dispuestos a todo por el efecto del alcohol.
Cuando quise girar para retirarme presurosa del lugar me cerraron el paso y me dijeron que no me asustara, que no la iba a pasar mal y que si me portaba bien, además de ser gratificante lo que me harían, no me harían daño de ningún tipo.
Me puse muy furiosa y empecé a gritarles si se habían vuelto locos, que pensaran bien lo que iban a hacer, porque eso no quedaría impugne y no solo los iba a hacer expulsar del colegio sino que los haría meter presos.
Me dijeron que no me alterara, que lo que me iban a hacer me gustaría, que era una putita, que los provocaba continuamente con mis polleras cortas y mis escotes pronunciados y que ahora me iban a dar lo que me merecía y que seguro mi esposo no me daba.
Que siempre los trataba mal, que parecía una histérica en mis reacciones y que ello se debía a que no debía coger bien, por eso que entre ellos me conocían como «Malco», que en la jerga que utilizan quiere decir «mal cogida».
Seguí gritándoles pero me dijeron que no me esforzara porque nadie me iba a escuchar, que la música que habían puesto (y era cierto por el volúmen que le habían dado) taparía cualquier cosa.
Además, como las chicas estaban en otra parte del predio no se enterarían de nada y tampoco había personal del lugar que me escuchara porque el que nos abrió la puerta estaba muy lejos y no había otra persona por ahí.
Así que pensé que estaba perdida y no me equivoqué.
Estaba parada rodeada por ellos, todos desnudos y acariciándose sus penes y escuchando barbaridades como que estaba caliente, que me iba a gustar, etc y me dieron unas ganas de llorar que ni les cuento.
De las palabras pasaron a los hechos y empezaron a manosearme por todos lados y a querer quitarme la ropa.
Me resistía como podía pero eran muchos y mis fuerzas fueron enflaqueciendo.
Me pidieron que no reaccionara porque iba a ser peor y temí mucho que me golpearan y decidí hacerles caso, muy a pesar de mis principios.
Cuando me desnudaron totalmente no solo me tocaban sino que empecé a sentir sus lenguas por mi cuerpo.
No me salían palabras y no entendía lo que me estaba pasando.
Sabía que era un grupo difícil pero jamás pensé que llegarían a este extremo.
Me tocaban y besaban los pechos, me tocaban, besaban y mordían suavemente mi culito.
Uno de ellos que supongo estaba más excitado que los otros se metió parte de un pecho en su boca, comenzó a succionarme el pezón y me lo mordía de tanto en tanto, lo que me provocaba cierto dolor pero no reaccioné.
Otro se arrodilló, abrió mis piernas y comenzó a comerme la concha. Esa era la palabra justa porque lo hacía con desesperación.
Yo tenía los ojos entrecerrados y cuando los abría lo único que veía eran chicos desnudos, acariciándose sus vergas.
No puedo hacer nada, pensé. En cierta modo me lo busqué porque si decían que usaba polleras diminutas y escotes por demás provocativos no habían mentido ya que me gusta vestir así y provocar en cierta medida, ya que me excita ver la cara de los chicos cuando me inclinó en sus pupitres y parece que se quieren meter dentro de mis blusas o remeras. Además, muchas veces los había visto regodearse con mis cruces de piernas bajo el escritorio, ya que como tiene una abertura adelante podían ver más de lo que yo pensaba o pensaba, ya que muchas veces, tengo que reconocerlo, cuando sabía que estaban mirando trataba de mostrar más de lo que debía. No se, es mi forma de ser. Me excita ver a un hombre caliente conmigo, cualquiera sea su edad y ahora parece que estaba pagando las consecuencias.
Siguieron manoseándome entre todos y se turnaban con mis tetas y mi concha. Me apoyaban sus penes por todo el cuerpo y debo confesarles que eso me hizo calentar un tanto y no pude remediar que mis pezones se endurecieran y los chicos se dieron cuenta, ya que empezaron a gritar que a la profe le gustaba lo que le estaban haciendo porque se estaba excitando (y no mentían).
De pronto, uno de ellos me preguntó si no me animaba a chuparles la pija. Me hablaba como si estuviera programado de antemano lo que iba a suceder (y creo que fue así nomás).
Me estaban violando realmente pero ellos no lo veían así dada mi pasividad.
Me arrodillé entonces y se formó una fila para que los mamara. No podía creer lo que estaba a punto de hacer ¡Chuparles la pija a mis alumnos! Pensaba que si ello se llegaba a saber estaría perdida, aunque realmente lo estaba por algo que les contaré más adelante.
Tomé una pija con mi mano y me la llevé a la boca. Me la metí casi toda y se la chupé. Los chicos gritaron alborozados como si hubiera sido gol de su equipo de fútbol preferido.
Otro de ellos tomó mi otra mano y me hizo pajearlo. Se ve que ya estaba muy excitado porque en un par de movimientos acabó en mi mano.
Y así fue sucediendo la cosa. Tenía una pija en la boca y un par en mis manos. Casi todos a los que se las chupé me acabaron dentro, salvo uno que otro que demoraba y el que le seguía en lo cola lo hacía salir.
Escuchaba las cosas que se decían y estaban enloquecidos y yo, tengo que reconocerlo, me excitaba cada vez más. Ya me estaba humedeciendo toda.
Fui turnándome pija tras pija en mi boca.
Seguía con los ojos entornados y cuando los entreabría mientras tenía la boca ocupada veía mi mano pajeando a uno de ellos y me sentía la más puta, la más sucia de las mujeres, pero a su vez una sensación extraña me invadía. Esos vándalos se estaban abusando de mi pero no me disgustaba del todo sentirme, estaba haciendo gozar a un montón de muchachitos a la vez y una sensación rara se apoderó de mi. Me sentía feliz por ello y no se cómo explicarlo.
De pronto uno de ellos propuso que fuéramos a la otra parte del vestuario, donde estaban los bancos donde uno se sienta mientras se está cambiando.
Propusieron ir hacia ese lugar porque el lugar de las duchas donde nos encontrábamos era resbaladizo y no quería que nadie saliera lastimado si se caía, cuidándose y cuidándome a mi a la vez.
Uno me tomó de un brazo, me hizo parar (recuerden que los estaba mamando arrodillada) y me llevó hacia uno de los bancos donde me hizo poner en cuatro patas y al borde del mismo.
Así fue que me dijeron que mientras yo seguía chupándolos me iban a coger así no me quedaba con las ganas.
Eran unos desgraciados pero tenían razón, era lo que más quería en ese momento, que alguno me la pusiera porque ya no daba más y había tenido un orgasmo, que traté de disimular, mientras los mamaba, aunque el muchacho que tenía la pija en mi boca en ese momento de algo se dio cuenta pero no alertó porque lo mordí un poco y quiso sacarla rápido.
Mis piernas estaban abiertas, mi torso inclinado apoyando las manos sobre el banco y mi boca con la pija dentro del que estaba sentado en el banco. Estaba mi culito al borde exponiendo mi concha para el que quisiera hacerse dueño de ella.
Uno de ellos gritó que quería ser el primero en penetrarme y los otros no se opusieron. Sentí como apoyó la punta de su verga en mi vagina, empujó y la metió toda dentro de mi, que como la tenía humedecida no ofreció resistencia (además la posición favorecía la penetración).
No pude evitar emitir pequeños gemidos. Estaba en la posición donde más siento la pija cuando me cogen y es una de mis favoritas cuando lo hago con mi esposo.
El que me estaba cogiendo disfrutaba del momento tanto o más que yo porque estaba alborozado y parecía que me quería partir en dos.
Acabó furiosamente y por más que les había pedido que no lo hicieran dentro de mi no se cuidaron y uno a uno fueron depositando su leche calentita en mi concha ardiente.
No quería tener sorpresas porque no fuera ser que uno de esos muchachos me dejara embarazada después de todo.
Muchos de ellos mientras me cogían por la concha me metían un dedo en el culito y eso me provocaba más sensaciones de placer.
Hasta ese momento ninguno había pensado usar ese agujero hasta que a uno se le prendió la lamparita y dijo en voz alta que me iba a coger por el culo, porque estaba seguro que me gustaría y que esto y que lo otro.
Así fue que le pedí que lo hiciera despacio, con paciencia, que tratara de lubricarme con algo y no se bien qué me pusieron, además de saliva porque cuando me penetró no sentí mayor dolor.
Al igual que los otros que habían llenado mi vagina de semen éste acabó en mi culito y era tanta la leche que la sentí chorrear caliente por mis piernas.
Estaban como locos. Gritaban y bailaban a mi alrededor.
Era increíble. Yo sentía mi vagina palpitar y con la sensación de que nunca habían sacado la pija de ahí.
Lo que me estaba pasando era extraordinario. Tenía pijas en la boca, en la concha y en el culo y por más que mis alumnos me estaban violando, no me sentía a disgusto.
Me estaban cogiendo entre varios y no la estaba pasando del todo mal.
Volví a acabar y esta vez no pude disimular mi orgasmo y los muchachos se dieron cuenta y gritaron alborozados: «A la profe le gusta, a la profe le gusta que la cojamos. Es más putita de lo que pensábamos. Nos chupó la pija a todos y todos la cogimos por la concha y por el culo y ella se lo bancó como una lady.»
Ahí me sentí avergonzada y fue entonces que les dije que eso no iba a quedar así. Una cosa es pasarla bien y otra confesarlo en público.
Les repetí que los denunciaría, que si no había puesto resistencia era por temor a que me lastimaran (en un principio fue cierto pero después me gustó el jueguito) y que no era ninguna puta.
Fue entonces que entró en escena Gabriel, mi ayudante, el que creo no participó activamente de la fiesta aunque fueron tantas las pijas que me metieron en la boca, la concha y la pija que no pondría las manos en el fuego, pero debo de suponer que el muy turro me hubiera dicho algo mientras lo hacía y no escuché su voz para nada.
Tampoco lo nombraron los alumnos y eso me resultaba extraño.
Suponía que él también me tenía ganas al igual que los chicos pero se mantuvo al margen y cuando apareció me di cuenta de todo.
Estaba vestido y tenía una cámara digital en sus manos. Me miró con rudeza y dijo que yo no haría nada con los alumnos, que no los denunciaría y que me quedaría calladita, bien calladita.
Que había sacado fotos todo el tiempo (me las mostró en el visor de la cámara digital) y que cuidadito con lo que hiciera porque las divulgaría en la escuela, se las haría llegar al rector y lo que es peor a mi marido.
Pensé en putearlo en ese momento y hasta creo que lo hice.
Estaba perdida y lo malo es que no podía confiar para nada en que, aunque nadie hablara de lo sucedido, las fotos no se hicieran públicas y arruinaran mi carrera y principalmente mi vida conyugal.
Pero no me quedaba otro remedio que aceptar la extorsión que me estaban haciendo. No podía hablar con nadie (tal vez se lo contara a una de mis mejores amigas aunque dudada un poco de ello).
Me fui a duchar, busqué mi ropa y me vestí y cuando salí del vestuario ya estaban todos listos, incluso las chicas, que no se enteraron de nada (o al menos es lo que yo creo).
Lo medité profundamente y sin decirle nada a mi esposo (luego se lo haré saber) tomé la decisión de pedir licencia hasta fin de año en el colegio, ya que mucho no faltaba para finalizar las clases y podían nombrar una suplente.
De ahora en más mi vida va a ser un calvario porque no tengo idea en qué momento pueden aparecer las fotos en escena aunque ya no esté al frente de la clase.
De una sola cosa estoy segura, pase lo que pase, nunca olvidaré el momento que me hicieron pasar los chicos de quinto año porque no obstante haberlo hecho sin mi consentimiento previo, fuera de las palabras soeces que pronunciaron y de mi bronca inicial después disfruté de la situación aunque traté de disimular lo mejor posible.
Desaparecí de ese colegio y me dediqué por entero a mi profesión y a las clases en la otra escuela a la que concurría en las últimas horas de la tarde, tratando de olvidarme de lo que había pasado aunque siempre tenía la espada de Damocles pendiente sobre mi cabeza.
Y mis temores no fueron infundados. Lamentablemente no me había equivocado y un día, no muy lejano al de mi renuncia, sucedió lo que ahora les voy a relatar.
Lamentablemente creo que es algo de nunca acabar o mejor dicho, que no se cómo acabar con esa tortuosa relación, que a la vez que me produce una determinada excitación me hace poner muy furiosa y con ganas de hacer cualquier cosa, aún a riesgo de perder mi matrimonio, porque creo que si mi esposo se entera accidentalmente van a ser peor las consecuencias posteriores.
Había terminado las clases de ese día miércoles y me disponía ir a mis clases de pintura, porque no se si les comenté anteriormente que los miércoles, junto con unas amigas, tomamos clases de pintura y ya tengo un par de obras hechas que, según el profesor, están muy buenas y no parecen de una novata como yo, aunque siempre pensé que me halaga porque es muy adulador y simpático y además porque siempre noté que me mira de otra manera que a mis compañeras de clase.
Bueno, no quiero distraerme ni distraerlos y sí ocuparme de lo sucedido ese día.
Cuando subí al auto para dirigirme hacia mis clases de pintura sorpresivamente y sin que me diera tiempo a reaccionar se subió por la puerta del acompañante uno de los cabecillas del grupo ese que habían abusado de mi en el camping aquél día.
Me miró, me sonrío y luego de decirme ¡Qué tal profe! Me pidió que arrancara despacio y parara en la esquina donde iban a subir dos más de mis ex alumnos o de sus compinches, según el lado con el que se lo mire.
Me negué rotundamente y le pedí casi a los gritos que se bajara inmediatamente de mi auto pero él, muy descaradamente me dijo que no me ofuscara, que si no le hacía caso la cosa iba a resultar peor para mi, que una copia del video que me habían hecho estaba en las proximidades de mi casa para a ser entregada a mi esposo si no recibían pronto una llamada y me mostró su celular, así que no tuve más remedio de acceder a ello.
Cuando subieron los otros dos les pregunté qué más querían de mi, si no habían obtenido todo ese fatídico día y por qué no me dejaban tranquila. Que no había hecho ninguna denuncia y me había retirado del colegio para que ellos no tuvieran que compartir más la clase conmigo. Que me habían hecho mucho daño y que desde ese día no podía conciliar el sueño. Que siempre pensaba en esos malos momentos vividos y que no había podido desde entonces dirigirle más la mirada directamente a los ojos a mis esposo. Que sentía que lo había traicionado aunque hubiera sido contra mi voluntad, y hasta me puse a llorar y les pedí, por último, que me dejaran en paz, que desaparecieran de mi vida que ya bastante daño me habían hecho.
Fue entonces que casi al unísono y risotadas de por medio me dijeron que no disimulara más delante de ellos, que me había gustado que me cogieran y que era más putita de lo que habían pensado. Que les había chupado la pija a todos y me habían cogido por la concha y por el culo y que me había compartado como una lady ese día.
Que pensaban que yo era una de esas que les gusta exhibirse y por eso llevaba puestas polleras muy cortas para mi edad o profundos escotes que dejaban ver buena parte de mis tetas, para así excitarlos y dejarlos bien calentitos, pero que en realidad, el día ese que abusaron de mi notaron que no la pasé tan mal y que por momentos hasta gocé con la situación.
Ahí me sentí avergonzada porque algo así me había pasado y a pesar de la brutalidad con que actuaron me hicieron pasar también unos buenos momentos, debo de reconocerlo.
Fue entonces que les pregunté qué querían de mi esta vez y me dijeron que extrañaban mucho mis mamadas y querían repetir.
Me puse muy nerviosa y casi tartamudeando les dije que evidentemente estaban locos, qué cómo podían pensar que iba a acceder a ello y simplemente sonrieron y me mostraron nuevamente el celular.
Pensé que estaba perdida y no me quedaba más remedio que acceder a sus bajos instintos, así que asentí bajando la cabeza y cerrando los ojos.
Me pidieron que parara en un lugar que no estuviera muy iluminado y así lo hice.
De las palabras pasaron a los hechos y empezaron a manosearme por todos lados y a querer quitarme la ropa, pero me opuse rotundamente y dije que solo se las chuparía pero que no me desvistieran.
Parece que los convencí porque siguieron tocándome pero sin intenciones de sacarme la ropa.
El muchacho que estaba sentado junto a mi en el asiento delantero procedió entonces a bajarse el cierre de su jean y sacó a relucir su verga que a esta altura estaba bien erecta y con su cabeza rojiza que parecía a punto de estallar.
Por mi mente pasaron mil imágenes en ese instante y no podía creer lo que estaba a punto de hacer ¡Chuparles la pija una vez más a mis alumnos! Porque a pesar de ya no estar más al frente del curso no dejaban de ser mis alumnos estos mocosos que habían interrumpido en mi auto.
Tomé la verga con mi mano y me la llevé a la boca. Me la metí casi toda y se la chupé. Los chicos que estaban en el asiento trasero gritaron alborozados y el que yo estaba mamando me tomó la cabeza con ambas manos como para que no abandonara mi tarea.
Yo pensaba en ese instante que podía llegar a pasar la policía y descubrirme en esa posición y haciendo ese acto y llevarme presa junto con los muchachos. No deben olvidarse que estábamos teniendo sexo, aunque solo fuera oral, en la vía pública y ello está prohibido, aunque sabemos a ciencia cierta que la mayoría de las parejas lo hace o lo hizo alguna vez dentro de un automóvil.
Mis movimientos se aceleraron porque quería terminar y pronto con ello y así fue que el muchacho me sujetó fuertemente por la cabeza y tuve la certeza que estaba por acabar y no le había errado. Un chorro de leche caliente se derramó en mi boca y por la forma en que me tenía agarrada casi me deja sin respiración cuando la leche atravesó mi garganta.
Parecía que no terminaba nunca de salirle leche y hasta que no acabó del todo no me soltó. No fue para nada agradable y eso que, debo confesarlo, no me disgusta mamar una buena pija pero en otros momentos y otras circunstancias.
Inmediatamente abrió la puerta e intercambió el lugar con uno de los que viajaba atrás.
Este cuando se sentó junto a mí ya tenía su verga afuera y tomando una de mis manos me hizo pajearlo al tiempo que me tocaba las tetas con las suyas. Se lo notaba muy excitado y acabó en mi mano luego de un par de movimientos, pero me pidió que se la chupara y se la dejara bien limpita de leche, cosa que así hice.
Luego llegó el turno del tercero, que por lo que dijo y noté se había pajeado mientras veía lo que estaba ocurriendo adelante y no obstante ser joven tenía su verga en reposo.
Me pidió que se la chupara igual porque suponía que se la iba a hacer levantar y estaba en lo cierto porque apenas la introduje en mi boca y le di un par de lengüetazos esa pija empezó a crecer y crecer y tuve que acomodármela dentro de la boca para que no me incomodara.
Creo que fue la mejor mamada que hice porque me llevó su tiempo, no fui sujetada por la cabeza y lo pude hacer casi como a mi me gusta, digo casi porque lo hacía forzada por las circunstancias y no como cuando estoy con mi esposo haciendo el amor.
Creo que para una buena mamada no hay nada mejor que haberse masturbado un rato antes porque así la que lo está haciendo se toma su tiempo y puede hacerlo gozar más al que la está recibiendo (siempre que no se trate de una persona a la que le cuesta recuperarse porque en ese caso pueden pasar muchos minutos sin que suceda nada).
Cuando el muchacho acabó fue un torrente de semen el que me introdujo en la boca pero lo supe captar bien y no tuve mayores problemas.
Luego de haber atendido a los tres me dijeron que les había gustado mucho lo que les había hecho y que como me había portado bien por ahora la muestra del video quedaba para más adelante.
Fue ahí que sorprendida (aunque no tanto porque ya me la veía venir) les dije que pensaba que luego de lo que me habían obligado a hacerles acabarían de una vez por todas con el calvario por el que estaba pasando pero me dijeron que no, que era muy buena haciendo mamadas y que no podían dejar de quedarse sin ese goce, que no me obligarían a hacerlo todos los días pero que de vez en cuando me exigirían que se las chupara. Que no pretendían cogerme por ahora (¿por ahora me pregunté mentalmente?) aunque cuando lo habían hecho les había gustado mucho. Que sabían de mis movimientos y en cualquier otro momento aparecían así, de improviso, que no tuviera miedo porque no me iban a hacer daño y que no se me ocurriera denunciarlos porque el video se hacía público tanto en el colegio que había dejado como en éste en el que estaba ahora y en mi casa.
Dijeron también que generalmente iban a ser ellos tres, porque tanto Gabriel (mi ex ayudante) como los otros chicos no sabían lo que ellos estaban haciendo y pensaban que luego de lo del campo de deportes se había acabado todo.
Fue otra pesadilla para mi. Cuando se bajaron el auto ya era tarde para mi clase de pintura y además estaba sin ganas de concurrir.
Solo rogaba que ninguna de mis compañeras hubiera llamado a casa a preguntarle a mi esposo el porqué de mi ausencia.
Los muchachos habían vuelto a sus andadas y no creo que allí termine la cosa.
Si me vuelve a suceder, cosa que creo muy posible, se los vuelvo a contar.




