Cogida por un maduro enfrente de mi esposo.
Cogida por un maduro enfrente de mi esposo
Cogida por un maduro enfrente de mi esposo
Mi nombre Soy Mirtha de nuevo. Permítanme que les confiese que siempre, incluso antes de conocer al que hoy es mi marido, me he sentido atraída por hombres maduros. Me gustan educados, inteligentes, naturales y atractivos.
Para Robert mi esposo y para mí, las fantasías son parte integrante de nuestra intimidad y mientras suceden unas, pueden empezar o cobrar fuerza otras.
Hoy quiero contarles algo que nos ocurrió unas semanas después de nuestro primer trío
En los días previos a lo acontecido en ese relato le comenté a mi chico, una noche al llegar a casa, que tenía un nombre nuevo para incluir en futuros encuentros. Robert se mostró interesado ya que era la primera vez que yo proponía un candidato. Me sirvió, antes de la cena, una copa de mi vino favorito y preguntó por el afortunado. Al contarle de quien se trataba lo recordó de inmediato porque habían coincidido alguna que otra vez en varias cenas de mi empresa.
Su nombre era Fabio , un maduro de cincuenta y tantos, de un metro ochenta y pico de estatura, pelo corto y canoso, barba cuidada, ojos marrones, en forma, fuerte, un tatuaje a modo de brazalete en el brazo, educado y muy atractivo.
Nos conocimos en el estudio en el que trabajo. Es buen cliente, seguro de si mismo pero a la vez cortés y amable. Siempre me ha caído muy bien e intuía que era mutuo.
Ultimamente las visitas de Fabio a la oficina habían sido más habituales de lo normal por un proyecto en el que nos había contratado. En las reuniones se mostraba mucho más abierto y receptivo a mis comentarios, y más de una vez le pillé observándome detenidamente sin quitarme los ojos de encima, cosa que me había llamado la atención.
Robert escuchó atentamente toda mi explicación en silencio y tras acabar, sirviéndome una nueva copa, me preguntó a bocajarro:
-¿Te lo follarias?. Puede que así cumplas la fantasía que has tenido desde tu adolescencia-.
-Si mi vida, si surgiese la oportunidad la aprovecharía-contesté.
-Me gustaría verlo. Quiero ver como la cumples pero sin interferir. No me conocías cuando la tuviste y me resultaría muy morboso ser testigo. Ya sabes que siento debilidad por verte follar- propuso de forma seductora.
-¿Estas seguro?.- consulté dubitativa.
-Si- interrumpió-Estoy seguro, me da mucho morbo. Sólo tenemos que respetar las normas.- aseveró con voz tranquila.
Esas reglas, creadas junto con nuestras fantasías y que varían según las características de estas, son los límites que podemos alcanzar con las personas que pasan a formar parte de nuestros juegos. La más importante, no hacer nada sin que el otro lo sepa y dé su conformidad.
Después,durante la cena, la conversación dio mucho más de si. Estábamos seguros que un maduro podría ser un gran amante debido a su experiencia y eso, añadido al hecho de que Robert iba a ser un mero espectador convertía
mi fantasía en algo nuevo y morboso, en algo nuestro. Debía tantear el terreno para saber si era posible hacerla realidad.
El proyecto que Fabio había contratado requirió mucha más dedicación de lo que se esperaba en un principio. Eso motivó que, como responsable del proyecto, nuestro contacto fuese aún más estrecho, y que en ocasiones me tuviese que desplazar hasta su oficina coincidiendo muchas veces a solas, e incluso hasta altas horas de la noche.
Dichos instantes los aprovechábamos para ir descubriendo más el uno del otro. De las cosas que más me gustaban de él era su naturalidad y lo espontáneo que se mostraba. He de admitir que me ponía algo nerviosa, pero eran esa clase de nervios que en un instante se transforman en excitación, resultando realmente morboso.
En esas conversaciones me confesó que era divorciado y que no buscaba relaciones formales. Tenía una hija un poco más joven que yo y le apasionaban las motos. Las mujeres le gustaban tímidas, atractivas, apasionadas y femeninas.- pero las que me interesan,…ya están casadas- explicó seguro de si mismo mientras yo tomaba buena nota.
Había días que, en su oficina, sin apenas tiempo, nos veíamos obligados a improvisar y comíamos o cenábamos sándwiches fríos de máquina . Con el transcurso de las días, cansados de lo mismo, decidimos salir a comer algo juntos.
Unas cervezas y unas tapas eran el entorno idóneo para seguir averiguando si Fabio podría ser nuestro candidato. Con esa intención fui al baño para retocarme con el pintalabios rojo y arreglarme un poco el pelo. Recogí el bolso del despacho que me habían dejado, y antes de salir aproveché para desabrocharme un botón de mi blusa.
Durante la comida hubo muy buen rollo entre nosotros. Realmente nos caíamos bien y no resultaba nada forzado.
El efecto del botón consiguió su objetivo y de vez en cuando se le escapaba la mirada a mi escote, cosa que a mi me encantaba.
-Míriam, si algo bueno tiene este proyecto es que me permite disfrutar más de ti y de tu compañía. -coqueteó Fabio repentinamente .
-Mi compañía la puedes tener sin que me mateis a trabajar mi jefe y tu.- contesté entre risas y ruborizada.
– Si ves que el trabajo te estresa seguro que un masaje te sentaría de maravilla….-.
– Fabio , ¿también sabes dar masajes? Por qué si es así me apunto-.
-Yo me ofrezco a darte uno o los que hagan falta.- respondió mientras nuestras risas resonaban al unísono.
-Pues…te tomo la palabra, me debes un masaje.-dije guiñándole un ojo.
-No se yo si a tu marido le haría la misma gracia….- intervino intrigado.
– Robert no es celoso, disfruta viéndome disfrutar.- expliqué pausadamente.- ….y si no quieres salir de la oficina hoy también a las tantas deberíamos pagar e irnos. Se nos ha hecho muy tarde.- dije con una sonrisa para zanjar la conversación.
Ese día marcó un antes y un después en nuestro trato. Cuando estábamos acompañados todo era muy frío y profesional, pero cuando trabajábamos solos el ambiente era distinto. Cualquier ocasión era buena para un guiño, recordarle que me debía un masaje o aproximarnos buscando el roce de nuestros cuerpos.
Me gustaba apoyarme en la mesa y que mi culo quedase expuesto a sus miradas lujuriosas. Llamaba con la excusa de consultarle algo relacionado con el plano simplemente para poder sentirle pegado a mi, y él entendiéndolo perfectamente aceptaba encantado el desafío.
-¿Cuando me vas a dar el masaje?- pregunté de forma seductora mientras rozaba mi mano para indicarme un lugar del plano.
-El masaje a estas alturas lo mismo nos sabe a poco.- respondió atrevido,-Sobre todo si te pones ese perfume- recalcó apartándome el pelo y oliendo mi cuello.
Ese comentario inesperado me excitó. Solté un ligero gemido al sentir su respiración tan cerca de mi oreja, desvelando las ganas que sentía de tenerle en mi interior.
-Estoy encantada con que no seas capaz de controlarte- dije tentándole.
-El deseo que siento por ti es incontrolable Mirtha. Tocarte y no follarte sería un pecado- explicó- mientras me besaba con ternura el cuello.-
-Mmmmmmm-gemí de nuevo, mientras volvía a sentir sus labios posarse en mi piel, y su cintura empezar a frotarse contra la parte baja de mi espalda.-Pero…..-.
-Perdona, es cierto. Eres una mujer casada, Robert tiene mucha suerte de tenerte- dijo interrumpiéndome y apartándose varios centímetros de mi.
-No, no es eso.. Robert está al corriente y conforme con lo que hay entre nosotros. Me gustas y quiero algo más que un masaje.
.-expliqué de forma sensual y calmada.- Mi fantasía ha sido siempre acostarme con un hombre maduro y mi marido quiere ver como la cumplo…..si tú estás de acuerdo- dije tímidamente.
Fabio retrocedió un paso más. Pude ver en su cara una expresión que contenía, a partes iguales, una mezcla de sorpresa y satisfacción mientras meditaba su respuesta.
En ese instante me agarró de la cintura con su fuerte brazo tatuado y me acercó hasta él. Miró fijamente a mis ojos, sonrió y besándome los labios dijo- Por supuesto que si-.
Dos semanas después el proyecto terminó y para celebrar su éxito mi jefe organizó una fiesta. Estos actos siempre se hacen en el estudio, sirviendo un catering como cena ligera, y al que nuestras parejas están invitadas.
Sin embargo, para mí no iba a ser un acontecimiento más porque la ocasión iba a propiciar el encuentro entre Fabio y Robert.
Desde que le conté a mi chico lo que ocurrió aquel día, deseábamos que llegase el momento en que coincidiésemos los tres. La idea de acostarme con mi madurito, aderezada con los detalles de nuestros tonteos en el trabajo, donde nos rozábamos y besábamos, hacia que follásemos como locos.
Elegí un vestido negro camisero de botones que resaltaba sutilmente mi figura. Decidí no cerrarlo del todo, dejando a la vista parte de mi escote y muslos. Debajo, un conjunto de tanga y sujetador de encaje a juego, y unas sandalias de tacón, del mismo color, atadas a la pantorrilla.
Para terminar dejé mi melena castaña suelta. Me maquillé resaltando mis ojos marrones con un sombreado oscuro delineándolos con un lápiz negro. Un poco de color rosa en mis mejillas, los labios de rojo, y uno de mis perfumes favoritos, Coco Mademoiselle. La ocasión lo merecía.
Al llegar a la fiesta todo era muy formal, saludos, risas, historias y conversaciones de trabajo que se interrumpieron a nuestra llegada para saludarme y felicitarme por un trabajo bien hecho.
Fabio se acercó dándome dos besos – Estas guapísima Míriam,.- exclamó hipnotizado. – Gracias Fabio .- respondí devolviéndole los besos.-¿Te acuerdas de mi marido?-.
-Si, por supuesto- interrumpió mientras Robert y él se daban la mano. Me sentía la protagonista del momento. Estaba radiante y excitada por pensar en todo lo que podría ocurrir entre nosotros.
Los dos se enzarzaron en una conversación sobre motos, viajes y las últimas veces que se habían visto. Se notaba que se caían bien, y tenían gustos semejante, además compartían algo común: su deseo por mi.
La fiesta siguió su rumbo. Un discurso de mi jefe, aplausos y más conversaciones, unas veces animadas y otras intrascendentes.
Pasado poco más de dos horas, y viendo que mis compañer@s se marchaban, propuse a Robert invitar a Fabio a tomar algo, cosa a la que accedió.
– Fabio esto empieza a ser aburrido y la gente se está yendo, ¿te apetece que nos tomemos la última copa en otro sitio?- pregunté cogiéndole del brazo.
-¿Os apetece que sea en mi casa?. Tengo un vino muy bueno que me gustaría que probaseis.- respondió casi de inmediato.
Mi cara se iluminó. Parecía una buena idea, así no tendríamos que pensar a que local tendríamos que ir ni dar vueltas eternamente buscando aparcamiento. Sólo quedaba por saber la respuesta de mi marido .-Bueno yo no bebo- dijo pensando exactamente lo mismo que yo,- pero siempre puedo acompañaros con otra cosa-.
Tras unos minutos, y habiéndonos despedido cordialmente de mi jefe y de los que salían a nuestro paso, nos encontrábamos en el coche, siguiendo a Fabio hacia una velada que prometía risas y buen vino.
La casa de Fabio resultó un ático impresionante con vistas a Madrid y él, un magnífico anfitrión. Tras pasar a su amplio salón nos invitó a acomodarnos. Acto seguido sirvió su famoso vino que, no siendo una entendida, me pareció magnífico mientras contaba como y donde lo descubrió sin dejar de recorrer mi cuerpo con la mirada. Empezó en mis labios, continuó con las piernas y acabó posándola en el escote.
Robert, en un sillón individual frente a mi, no era ajeno a lo que estaba ocurriendo. Fingía prestar atención a la explicación cuando realmente observaba, con cariño e interés, como el alcohol empezaba a hacerme efecto y vigilaba estrechamente el repaso visual al que Fabio me estaba sometiendo.
Nuestro candidato, sentado a mi lado y sin dejar de mirarme, empezó a acariciar ligeramente mi pierna, deslizando su mano de arriba a abajo.
-Bueno pareja- dijo mientras volvía a llenar mi copa- propongo un brindis por las fantasías pendientes de cumplir -.
-Y por los maduritos interesantes – repliqué de forma desinhibida alzando mi copa.
El sonido de las copas al brindar supuso el detonante para dar rienda suelta a nuestros instintos. Fabio en un movimiento inesperado, pero muy deseado, se aproximó a mi boca besándome por primera vez delante de mi marido. El beso fue apasionado. Sus labios carnosos transmitían una sensación de calidez a la vez que su lengua se abría camino en mi boca y la mía le correspondía juguetona.
Aunque mis ojos permanecían cerrados saber que Robert nos estaba mirando contribuyó a que mis ganas de besarlo fueran mayores.
El beso era perfecto. Sentir a otro hombre en mi boca era demasiado excitante. Nuestras lenguas se enredaban sin parar buscándose sin descanso la una a la otra.
Mis manos rodearon su cuello y mis dedos jugaron en la nuca con el pelo corto. Chupeteé su lengua. El no se resistió y se dejó hacer. Sentí su mano colarse bajo mi vestido y, si antes me acariciaba suavemente, ahora me apretaba el muslo mientras ascendía con más decisión. Quería llegar a mi intimidad pero el vestido se lo impedía.
Noté el calor de mis mejillas y la humedad en mi entrepierna. Fabio se apartó de mí boca para besarme el cuello comenzando a desabotonar mi vestido. Cada beso y caricia de sus labios sobre mi piel era un botón más que se desabrochaba.
Excitada, también fui despojándole de su camisa hasta que descubrí su pecho y sorprendida me di cuenta que sentía más atracción física por nuestro anfitrión que la que podía imaginar. Acaricié su torso con ambas manos explorando lo que en unos momentos iba a disfrutar.
El sujetador ya asomaba cuando él se despegó de mi cuello para observarme con lujuria.-Míriam no sabes el tiempo que llevo deseando tenerte así- dijo con voz profunda y caliente.-Mmmmmmm…. Fabio me pones mucho- acerté a contestar.
Después del último botón consiguió soltarme el vestido, logrando, con un suave tirón de mangas, que cayese y mis hombros quedaron completamente al descubierto.
Nunca antes había estado ante él en ropa interior. Estaba tan humeda que temí mojar su elegante sofá gris. Deseaba tenerle en mi interior.
Besé su cuello, olí su perfume y dejé caer su camisa por detrás de sus hombros. Una vez libre de ella, comencé a desabrochar su cinturón ansiosa por tenerlo desnudo junto a mi.
Levantó su culo para ayudarme a bajarle el pantalón. Se quitó los zapatos valiéndose únicamente de sus pies y me volvió a besar con pasión y deseo. No teníamos prisa pero nos podían las ganas.
Su slip permitía ver un gran bulto que daba la sensación de poder escapar en cualquier momento provocando en mi una nueva oleada de humedad. Me mordí el labio nerviosa cuando, dándome un leve empujón, me recostó en el sofá sin ninguna oposición por mi parte.
Respiré y le miré fijamente a los ojos. Fabio respondió a esa mirada sonriendo, y levantó una de mis piernas sujetándola por el tobillo. Comenzó a desatar los cordones de mis sandalias mientras sus labios seguían el surco que estos habían dibujado en mi piel. Tenerlo en frente de esa manera me hacia sentir muy mujer.
Cuando me tuvo descalza comenzó a besar mis tobillos. Su boca, esta vez, iniciaba el recorrido inverso. Sentí sus labios subir por mi pierna, y yo, recostada y húmeda, dediqué una mirada a mi marido que contemplaba la escena empalmado, su pollón era imposible de disimular.
Fabio cubría cada centímetro de mi piel. Sentí su respiración cada vez más profunda a medida que se acercaba a mi entrada. Comencé a chorrear al tenerlo próximo a mi ingle. Situó la boca sobre mi tanga y empezó a comerme el coño estando aun cubierto por la fina tela de mi ropa interior.
El encaje del que estaba hecho no impidió que notase su lengua y sus dientes. Me retorcía de placer gimiendo suave y seguido.
– Estas riquísima nena, y eso que aún no te he probado del todo- exclamó de forma entrecortada.-Tu coño me tiene embriagado-.
-Mmmm… Fabio no pares….cómene…- pedí con la respiración agitada por mis gemidos.
De repente noté como sus dedos apartaban el tejido que me separaba de su boca recibiendo de lleno su lengua. La presión que ejercía sobre mi raja aumentaba a cada instante y mis labios, en respuesta, engordaban con cada caricia. Lamía con ansia. Lengüeteaba mi coño como un niño pequeño lo hace con su helado. Estaba muy mojada y el no paraba de beber los fluidos que brotaban de mi fuente.
El calor aumentaba por todo mi cuerpo. El sofoco empezó a escalar desde mi estómago, poco a poco hasta mi garganta. La sensación cada vez era más incontrolable y placentera. La presión continuaba hasta que sobrepasé un punto de no retorno. Agarré de la cabeza a mi amante mientras él, absorto en mi raja, continuaba lamiendo, resistiendo los movimientos rítmicos de mis caderas.
Entre tanto placer percibí un ligero ruido. Giré mi cabeza y pude ver a Robert observando a su mujer en el sofá de una casa extraña siendo devorada. Su mirada era lujuriosa pero con pinceladas de ternura y orgullo. Sus ojos se cruzaron con los míos mientras se palpaba sobre su ropa y no pude contenerme más. Una tensión indescriptible me invadió por completo llegando hasta el último rincón de mi cuerpo. Mis caderas se elevaron. El sofoco se apoderó de mi garganta y mi interior explotó como un volcán, haciendo que una enorme ola se dirigiese hacia la única salida posible -Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh……ahhhhhhhhhhhhhhh….ahhhhhhhhhhhhghh- gemí en un intenso orgasmo.
Al cabo de unos instantes, con mis jugos aún fluyendo, pude recuperar el aliento y ver a Fabio dedicándome una sonrisa con su barba brillante, completamente manchada de mi.
Tras esperar un momento, Fabio subió a mi boca para besarme tiernamente. Pude sentir el olor y el sabor de mi intimidad en sus suaves labios. La agitación de mi respiración no me impidió buscar su lengua para chupársela mientras mis manos acariciaban su pecho y poco a poco se atrevieron a tocar su slip notando una polla grande y sobre todo dura.
Llevé hasta el final mi atrevimiento y saqué su polla. Llegado ese momento dejarme llevar y vivir esta fantasía era lo que más me apetecía. Invadida por el morbo de la situación pedí a Fabio que se sentará en su sofá. Me arrodillé ante él, puse mis manos en sus rodillas, lo mire y comencé a besar sus muslos. Quería ir despacio para que se excitase más pero las ganas me podían y mi boca estaba deseosa de comerle entero. Mis labios llegaron a su polla y mi lengua comenzó a subir por su tronco hacia su capullo notando claramente las venas marcadas.
Clavé mis ojos en los suyos. Su rostro dejaba ver el placer que sentía, y eso me gustaba demasiado. Decidí poner todos mis sentidos en que aquella mamada fuese inolvidable para todos.
Mi boca subía y bajaba con un ritmo continuo mientras sentía en mi boca su miembro duro y caliente. Fabio apartó mi pelo suavemente y sujetó con ternura mi cabeza. Estaba extasiado con lo que le hacía y no quería perderse detalle.
Sabía que Robert me estaba mirando, en todo momento lo tenia presente y eso me hacía chupar aquella polla madura con más ganas. Un fino hilo de saliva escapaba de mi recorriendo el duro tronco de Fabio hasta mojar sus huevos mientras la metía y sacaba de mi boca con deseo , ensimismada, gozando con lo que hacía , conocedora del placer que estaba dando tanto a mi chico como a mi maduro.
Tenia muchas ganas de tener Fabio dentro de mi. Saqué su pene de mi boca y me levante suavemente. Intuyendo lo que sucedía, se incorporó un poco sentándose en el filo del sofá y, besando mi ombligo, puso sus dedos en el elástico de mi tanga bajándolo hasta que lo dejó caer suavemente a mis pies.
Sus besos cubrían mi tripa y sus manos se apoderaban de mis nalgas. Las apretaba despacio, masajeandomelas con delicadeza y suavidad. Se acomodó en el sofá mientras me acercaba lentamente más a él. Mis piernas se abrieron para rodear las suyas y me fui subiendo a su cuerpo. Cuando me di cuenta mis manos acariciaban sus hombros mientras las suyas rodeaban mis caderas.
Le miré a los ojos y nos besamos de nuevo. Sentía su lengua en el interior de mi boca a la vez que me desabrochaba el sujetador. Le ayudé con mis brazos y mis tetas quedaron liberadas,momento que aprovechó para acariciármelas. Gemí suave en su boca producto de sus caricias. Mis pechos se endurecían y la excitacion fue en aumento.
Noté como agarró su polla y yo que estaba más que preparada sólo tuve que buscarla con mi entrada e ir bajando. Me quedé quieta unos instantes. Giré la cabeza y miré a mi marido pícaramente y rebosante de complicidad. Robert me devolvió la mirada porque sabía lo que iba a presenciar, y ahí, sin dudarlo un instante bajé de golpe ensartándome la polla de mi maduro.
Fabio gimió al sentirme, yo también al tenerlo dentro después de tanto tiempo deseándolo. Sus manos bajaron de nuevo a mi culo acariciando primero mis caderas. Yo subía y bajaba sin pensar en nada, sólo cabía sentir y abandonarse al placer.
Nos acoplarnos a la perfección. Mi coño lo recibía como se merecía, perfectamente lubricada demostrando las ganas que yo le tenía.
Me follaba a Fabio con total libertad. Montaba su polla con desenfreno y mis tetas botaban sin control. Disfrutaba de su polla madura y el de mi cuerpo entregado totalmente al placer.
Acaricié su espalda y volvimos a besarnos apasionadamente. Después, comenzó a besar cada parte de mi cuerpo a su alcance con verdadera lujuria y a chupar mis pezones deteniendo por unos instantes el bamboleo de mis senos.
Succionaba con ansia y mis pezones se endurecían cada vez más.
-Así Fabio ..así..mmmm, cómeme- le susurraba al oído cada vez más excitada mientras dentro de mi notaba como se hinchaba su miembro .
Al cabo de unos instantes mi cuerpo, instintivamente, se estiró hacia atrás dejando mi interior completamente a merced de su polla, mientras mi pelo acariciaba levemente mi espalda. Acto seguido, mi amante, al notar que me dejaba llevar se hundió dentro de mi estremeciéndome y llevándome a explotar con un segundo orgasmo. – Ahhhhhhhhhh Fabio oo…Mmmmmmm……
Me quedé quieta, sentada sobre él, con su polla en mi interior y gozando de los restos de mi climax. Le miré y percibí en su mirada que quería continuar disfrutando de mi y de mi cuerpo. Le sonreí y agarró mi cara con sus manos para a continuación besarme, e introducir su lengua en mi boca buscando juguetear con la mía.
Deseaba satisfacerle y de paso seguir gozando de él. Me levanté y apoyé mis rodillas en el sofá. Puse mis manos en el reposa brazos, y me agaché hacia adelante colocando mi culo en pompa..
-Fabio fóllame- dije enseñando mi raja completamente húmeda y brillante – ¡ Será un verdadero placer Mirtha, un verdadero placer!-contestó levantándose para ponerse detrás de mí sin tiempo a acabar la frase.
Posó sus manos en mi cintura y antes de darme cuenta ya estaba penetrandome de nuevo. En un instante pasé de desear todo a tener todo. Me tuve que agarrar con firmeza al sofá.Mi maduro estaba embistiéndome con verdaderas ganas. Al ritmo que me follaba sólo acertaba a gemir.
El ritmo era constante. Su polla percutía mi coño rítmicamente, follaba de maravilla y cada vez le notaba más hinchado y duro.
Imaginé, por mis sensaciones, lo que estaría ocurriendo en mi interior. Su pene recorriendo mi interior con total libertad, rozando mis paredes mientras mi cuerpo reaccionaba contrayendo mi coño.
Escuché sus gemidos. Ese ritmo no era fácil de aguantar sin correrse y su miembro empezaba a revelar que ese momento estaba cerca.
Borré ese pensamiento de mi cabeza. Si pensaba en el orgasmo de Fabio junto con lo que sentía en mi interior acabaría corriéndome otra vez antes que él.
Decidí hundir mi cabeza en el cojín, agarrarme con fuerza , y disfrutar de las embestidas de un hombre que me deseaba.
Desconozco cuánto tiempo pasó. No se si fueron minutos o segundos. Trataba de no sucumbir al calor y al placer que me estaba dando cuando sentí como acariciaban mis manos con dulzura y delicadeza.
Levanté la cabeza y vi a Robert. Me miraba con ternura y acariciaba mis puños levemente con sus dedos…
-Amor, no te escondas, disfruta…estás preciosa. Ojalá pudieras ver la carita que tienes. No puedes negar que lo estás disfrutando…no te escondas- dijo con una voz que transmitía dulzura pero a la vez convicción.
-Carl….los,….Gonza…lo…me…folla….muy rico….tengo su polla…dentro-Contesté mirándole a los ojos y contiendo todas esas sensaciones que empezaban a recorrer mi cuerpo.
-Lo sé mi niña. Pero no te escondas,no te contengas. Estás preciosa con la polla de otro hombre dentro-. En ese momento debido a la dulzura, morbo y seguridad que transmitían sus ojos y sus palabras no pude más.
Estoy segura que Fabio a pesar del ruido de sus embestidas, de su cuerpo contra el mío escuchó nuestra conversación. Nunca le he preguntado si fue el morbo de ver a un hombre hablando a su mujer mientras él se la follaba, o si por el contrario fueron sus embestidas, o una mezcla de ambas, pero el caso es que se corrió.
Empecé a sentir como la punta de su polla se hinchaba y empezaba a tener espasmos. El calor que había contenido volvía a recorrer mi cuerpo sin limitaciones . Nació, otra vez de mi estómago y me recorrió hasta la garganta hasta explotar en un tercer orgasmo mientras
notaba como un líquido caliente inundaba mi interior con un potente chorro seguido de una ola mas calmada y espasmos más controlados acompañados de gemidos mas profundos.
Miré directamente a Robert y le besé mientras gemía ahogadamente en su boca irremediablemente rendida al placer de saber que un maduro me había follado en su presencia, que habíamos cumplido nuestra fantasía, y que al llegar a casa me iba a echar un polvazo.




