Cogiendo a mi hermanastra una putita caliente y sumisa
Cogiendo a mi hermanastra una putita caliente y sumisa
Cogiendo a mi hermanastra una putita caliente y sumisa
Hará unos tres meses que mi padre se volvió a casar y ahora vivimos en un chalé a las afueras con mi nueva familia. Sara la nueva mujer de mi padre también es médico en el hospital donde trabaja mi padre, normal con la cantidad de horas que pasa en el hospital que termine liado con alguna compañera. Sara no se vino sola a vivir con nosotros sino que se trajo a sus dos hijas, que lo primero que pensé al verlas fue menudas preciosidades, de tal madre tales hijas.
Helena era la mayor que tenía 18 años como yo y Rebeca era un año menos. Las dos eran unas preciosidades morenas con unos cuerpos de escandalo, bien delineadas ya que las dos hacían atletismos y se cuidaban mucho. Helena era una pija malcriada que siempre hizo lo que quiso y como estaba muy buena la tenían como una diosa, en cambio Rebeca era más callada y recatada, lo cual le daba un aire de niña buena que me ponía muy caliente.
Por suerte para mí el veranito llegó pronto y se le empezó a dar uso a la piscina que teníamos. Mis expectativas fueron cumplidas con creces, ver a las dos hermanitas en bikini eras una delicia. La pijita de Helena tenía unas piernas largas las cuales le encantaba lucir vistiendo un pequeño bikini que solo tapaba la mitad de esas preciosas nalgas. Rebeca más modosita pero al igual que su hermana sugiriendo que estaban bien dotadas con unos pechos bien redondeados aunque no demasiado grandes, perfectos para mi gusto. Voy a reconocer que me la machaqué alguna vez recordando como salían de la piscina con el cuerpo todo mojado y se paseaban por el jardín, vista que puedo deleitar desde la ventana de mi cuarto que da a la piscina.
Como ya conté Helena era una malcriada que trataba a la gente como sus criados y yo no fui menos, también con antipatía como si hubiese fastidiado su vida feliz que tenían las tres solas antes. Ya que nuestros padres estaban casi todo el día en el hospital, nos pasábamos la mayor parte del tiempo los tres solos al venir del colegio, por lo que dividimos las tareas de la casa entre los tres. Como esperaba Helena no hacía nada de sus tareas y se pasaba todo el día a su bola en la habitación o tomando el sol, por lo cual, la pobre Rebeca siempre le tocaba hacer las tareas de su hermana.
Pasados unos días se me terminó la paciencia de ver como la pija de Helena no ayudaba en nada y se lo eche en cara. Como era de esperar la niñata muy chulita me dijo que yo no le daba órdenes y que a Rebeca no le importa hacer sus tareas también. Helena miró a Rebeca y esta rápidamente disculpó a su hermana, diciendo que a ella no le importaba. En ese momento no entendí la actitud de Rebeca pero con el tiempo lo entendería todo, más adelante también lo entendereis vosotros.
Con el cabreo me fui para mi cuarto y no dejé de darle vueltas a cómo darle una lección a la niñata de Helena para que se le bajen los aires de grandeza que tiene. Tengo que reconocer que la imaginación se me fue de las manos con fantasías de sumisión de ese cuerpazo tostado por el sol. Con el calentón que tenía me vino a la cabeza lo buena que tendría que estar desnuda y la idea de espiarla me vino a la cabeza para quedarse. La idea de espiarla en la habitación la veía imposible ya que siempre cierra la puerta y la puesta de Rebeca está justo enfrente, con que tenía muchas posibilidades de que me cazase. Mientras la observaba tomando el sol por la ventana, me acordé de que siempre tenía la misma rutina, una baño en la piscina al cansarse del sol y directa al baño de nuestro piso para ducharse, lo cual hace siempre con mucha calma. Me puse a buscar la cámara de video para colocarla en el baño y así grabarla mostrando todo su cuerpo antes de entrar en la ducha.
La encontré y solo tenía media carga de la batería, suficiente me dije, mientras pensaba lo bien que me lo iba a pasar esta noche machacándomela mientras veía el video de la malcriada. Me puse a esperar en mi cuarto hasta que escuché que se tiró a la piscina y salí corriendo para el baño con la cámara. Nada más entrar me entraron las dudas de donde esconder la cámara, si la encontraba me metería en un buen problema y vi la solución perfecta. Como siempre Helena no recogió el montón de ropa sucia que vamos dejando, el lugar perfecto, ya que la pija ni se acercaría a ella. Coloqué la cámara entre la ropa sucia apuntando hacia la ducha y salí corriendo antes de que ella saliese de la piscina.
Como de costumbre Helena se tomó su tiempo para ducharse, aunque esta vez se me pasó más despacio, por las ganas de ver que se había grabado. Como no escuché ningún grito supuse que no la había encontrado y que mi venganza seguía su curso.
Por fin salió del servicio y fui corriendo antes de que pudiese entrar Rebeca, la cual es más espabilada que su hermana y pudiese encontrar la cámara. La cámara estaba justo donde la dejé y para mi alegría aun tenia batería, conque grabó todo el tiempo que Helena estuvo en la ducha. Volví para mi habitación y descargue el video en mi ordenador, la intriga de saber que se grabó pudo conmigo y le dí al play.
Pasaron unos cuantos minutos hasta que se vió entrar a Helena por la puerta y se colocó de espaldas a la cámara, con que se podía ver un plano perfecto de su increíble culo solo un poco tapado por ese bikini diminuto q un poco más y es un tanga. Ahora que podía recrearme bien en su figura, me daba cuenta que está mucho más buena de lo que pensaba, con esa piel morena y cuerpo esbelto. Empezó a desnudarse y pude ver las marcas del bronceado que le dejó el bikini. Ese culito era perfecto, redondito y cuando se dió la vuelta pude ver sus pechos que no eran muy grandes pero muy redondos con unos pezoncitos pequeños. La perspectiva era perfecta para ver su depilada entrepierna con unos rosados labios cerraditos, que daban ganas de pasar la lengua una y otra vez. Casi sin darme cuenta empecé a masturbarme, la imagen era mucho mejor que cualquiera de mis fantasías con la niñata desnuda. Lo real gana mil veces a la imaginación.
Durante un rato se estuvo mirando en el espejo y entró en la ducha. La cristalera de la ducha dejaba ver perfectamente su silueta mientras se duchaba o más bien parecía que estaba bailando. Decidí pasar hacia adelante el video para ver cuando saliese de la ducha y así no cortarme el rollo de la increíble paja que me estaba haciendo. Al poco rato Helena salió de la ducha pero no cerró el grifo, supuse que sería para coger alguna de sus cremas, pero entonces fue cuando me llevé la gran sorpresa.
Helena se sentó en el suelo apoyada en la ducha y empezó a masturbarse con una mano, mientras con la otra se acariciaba los redondeados pechos. La imagen de la chavala toda mojada masturbandose hizo que se me pusiese aun más dura y empecé a masturbarme con más ganas. Se retorcía de placer en el suelo mientras se pellizcaba los pezones, su cara era de puro y descontrolado placer. Empezó a escucharse unos leves gemidos y rápidamente cogió una toalla y se la metió en la boca, para que nadie pudiese enterarse en casa de lo que estaba haciendo. Cuando ya estaba a punto de correrme, Helena me sorprendió con un último numerito. Se arrastró sin dejar de masturbase hasta un cajón y cogió un cepillo de los diente eléctrico, que pensaba que estaba estropeado. Lo enchufó y se lo acercó a su clítoris y su cara de placer se volvió de éxtasis puro. Empezó a convulsionar teniendo un orgasmo que no podía controlar y yo me corrí con la mejor paja que me había hecho nunca.
No me podía creer lo que había conseguido grabar, el video con el que más había disfrutado en mi vida de pajillero. Helena volvió a meterse en la ducha y al cabo de unos minutos salió para secarse y marcharse del baño. Después de una paja aun la tenía dura solo de pensar del tesoro que había conseguido. Decidí hacer copias del video por si acaso y lo escondí dentro de la memoria del ordenador. Ya me quedó resuelto el misterio de porque siempre tardaba tanto en salir de la ducha la muy guarrilla y con un desenlace muy interesante. Tenía en mi poder una mano de poker ganadora, pero sí se sabía jugar. Tenía que pensar bien cómo conseguir utilizar este video para poner a la perra de Helena donde se merece.
Pasaron algunos días y aún no se me ocurría como chantajear a Helena, lo único que se me ocurrían eran castigos y humillaciones que hacerle. No hace falta contar que su vídeo fue mi favorito todas las noches, mientras me masturbaba. Decidí entrar en webs de relatos de dominación para inspirarme un poco y como de costumbre se me fue de las manos y acabe mirando cómo castigar con azotes. La actitud de Helena no cambió, seguía igual de malcriada y maleducada conmigo, lo cual encendía más en mi las ganas de vengarme de ella.
Al cabo de una semana nuestros padres nos dicen que se marchan a unas conferencias y que aprovecharán para quedarse unos cuantos días más, ya que aún no fueron de luna de miel. Rebeca preguntó si podía irse el finde a casa de una amiga y nuestros padres accedieron. En ese momento en mi cabeza solo podía pensar que era el momento perfecto para mi venganza, los dos solos, era una oportunidad que no podía dejar pasar.
Por fin llegó el día que todos se marcharon de casa y nos dejaron a Helena y a mí solos. Aún no tenía decidido cómo actuar pero por si acaso copie el video en la memoria de la televisión del salón, para que se viese bien en la pantalla gigante. Me olvidé de contaros que todo lo que tenía Helena de cachonda le faltaba de lista, con que siempre andaba suspendiendo alguna asignatura. Esta vez le habían quedado tres asignaturas, por lo que nuestros padres la habían castigado sin salir hasta la recuperación.
Estaba sentado en el sofá cuando veo bajar por las escaleras a Helena con un vestido ceñido y muy corto negro, toda lista para irse de fiesta. Voy a reconocer que no apostaba ni un duro a que la niñata cumpliría el castigo sin que estuviesen nuestros padres vigilandola. Me acerqué a ella y le pregunté:
– ¿A dónde piensas ir así vestida?
– A ti que te importa. – me contestó poniendome cara de desprecio.
– Te recuerdo que estás castigada sin salir de casa.
– Yo hago lo que me dé la gana y a ti no te tengo porque dar explicaciones de mi vida. – me decía mientras cogía dinero del sobre que nos dejaron nuestros padre para gastos.
– Lo siento pero tu madre me dijo que no podías salir de fiesta hasta que recuperases los exámenes. – le dije mientras le quitaba el sobre del dinero.
– Pero, ¿tú quién te crees que eres para decirme lo que puedo hacer? – su chulería me estaba empezando a cansar. – Que te den, yo me voy de fiesta.
Helena se giró para coger su abrigo, mientras mi cabreo estaba en aumento y mis ganas de vengarme ya eran incontrolables.
– ¿Quién me creo? Pues el que te va a enseñar educación y a respetarme. – la agarre del brazo y la coloqué sobre mis rodillas en el sofá. Helena no se podía creer la situación.
– Pero, ¿qué estás haciendo? ¡Suéltame ahora mismo! – gritaba mientras se retorcía para intentar librarse.
– Como solo sabes aprender por las malas, voy a hacer lo que tenían que haberte hecho tus padres hace muchos años.
La niñata no se podía creer la situación y yo no me podía venir atrás ahora, si quería lograr mi venganza. Sin dudarlo le dí el primer azote en su redondeado culito, que hizo que Helena dejase por un momento de quejarse. La cara de Helena cambió ya que vió que esto iba en serio y continue dándole azotes uno tras otro, mientras ellas intentaba escaparse. Tengo que reconocer que la sensación de azotar aquel precioso culo era increíble y me estaba provocando una erección brutal.
– ¡Para por favor! – su voz ya no era tan engreída y desafiante, dejando paso a unos sollozos.
– Hoy vas a aprender una lección que nunca olvidarás, niñata malcriada. – le dije mientras le daba dos azotes bien fuertes en sus nalgas.
– Me voy a chivar a mi madre y te vas a enterar, cabrón. – gritó de pronto toda enfadada mientras intentaba soltarse de mi agarre.
A estas alturas ya solo me quedaba una opción, endurecer el castigo si quería domar a esta fiera. Le subí la minifalda dejando al aire su precioso culito que ya empezaba a estar enrojecido, el cual solo protegía un minúsculo tanga negro. Para que viese que esto iba muy en serio, decidí arrancarle de un tirón el tanga y comencé a azotar sus nalgas otra vez. Helena pareció darse cuenta de que esto no era una broma y empezó a dejar de intentar escaparse. Su cara de rabia fue dejando paso a sollozos y lágrimas.
– ¡Por favor, no lo volveré a hacer! – me suplicaba entre azotes.
– ¿Hacer el qué? – le pregunté, mientras paraba de azotarla para escuchar su respuesta.
– Salir de fiesta.
– Respuesta incorrecta. – le conteste a la vez que le daba dos azotes bien fuertes y Helena daba un respingo ya que no se los esperaba.
– ¡Obedeceré! ¡Te obedeceré! – me contestó entre lágrimas.
– No se si creerte, nunca me has mostrado respeto como para obedecerme ahora. Seguro que se te olvida pronto y vuelves a las andadas. – le respondí mientras acariciaba su enrojecido culito. Estaba ardiendo, al igual que mi mano de tantos azotes que le había dado.
– Lo prometo, no te volveré a faltar el respeto. – sus respuestas eran desesperadas por encontrar la aprobación y que se terminase aquel castigo.
El castigo me parecía suficiente ya que su culo estaba muy dolorido y tampoco me quería pasar, pero no podía dejar marchar así, aun no me había mostrado la sumisión que deseaba por parte de esta pija malcriada. Recordé un relato de azotes que leí y decidí ponerlo en práctica.
– Bien. Para que este castigo termine me tienes que demostrar que sabes obedecer. – la cara de Helena al oír la palabra “termine” se iluminó y empezó a asentir con la cabeza. – Te voy a dar diez azotes y tu los vas a contar.
– No me azotes más por favor, no aguanto más.
– Y después del número quiero que digas: Gracias, me lo merezco por mal criada. ¿Te ha quedado claro? – le interrumpí con seriedad.
– ¿Solo diez y termina esto?
– Si no te equivocas, solo diez. Si te equivocas al contar o no dices toda la frase volveré a empezar con los azotes, hasta llegar a diez. ¿Te ha quedado claro, niñata?
– Si, si, lo hare. – me dijo limpiandose las lagrimas con unos de los cojines del sofá.
Me preparé para darle el primer y sin ninguna piedad se lo di en sus nalga desnuda. Helena dio un quejido y muy obediente contó el azote y dijo la frase que le había ordenado. Nada más terminar la frase le aseste el segundo azote en la nalga contraria y la niñata respondió correctamente a su castigo. El tercer azote decidí dárselo más fuerte, lo que consiguió que Helena soltase unos cuantos sollozos antes de decir su castigo. Las fuerzas ya flaqueaban en la pijita pero no podía tener piedad ahora sino perdería todo lo que logré. El cuarto azote cayó con ganas en el culito de Helena, lo que le hizo empezar a llorar. Espere un poco pero la niñata no dejaba de lloriquear sin decir su frase, por lo que decidí imponerle el castigo.
– ¡Volvemos a empezar!
– No. Perdón, ya lo digo bien. – me respondió dejando de llorar en el momento que escucho que volvía a empezar. – por favor, no aguanto más. ¡Me duele mucho!
– Fui muy claro lo que sucedería si no cumplias con tu castigo.
– Me voy a chivar de que me estas pegando, se te va a caer el pelo. – su cara de dolor y llanto volvió a una cara de odio y rabia.
Helena había vuelto a recuperar toda su rabia que había perdido con los azotes y volvía a mostrarse retadora. Decidí que era hora de usar mi as bajo la manga, ahora o nunca. Solte a Helena y esta cayó sobre la alfombra a mis pies. Antes de que se levantase encendí la tele que ya tenía el video preparado. Helena no se podía creer lo que estaba viendo.
– Que bien te lo pasa en el baño guarrilla.
– Cabrón me grabaste. – me comenzó a insultar y amenazar con que se lo diría a su madre, mientras se colocaba el vestido.
– Tu no le vas a contar nada a nadie, si no quieres que toda la ciudad se mate a pajas con tu video y medio internet.
Se abalanzó sobre el mando de la televisión y le dio a borrar el video. Me miró con cara de victoria y se empezó a reír.
– ¿Y ahora qué? Ya no tienes video, te vas a enterar cuando hable con mi madre.
– Pero piensas que soy tan tonto como tu y que no he hecho copias del video? Las demás copias están bien guardadas. – le dije entre risas mientras sacaba el móvil y le mostraba otra copia del video.
– No te atreverías a subirlo, la gente sabría que me has espiado y te meterias en un problema. – me respondió con su último recurso para ganar esta batalla.
– Al final sería tu palabra contra la mía y yo nunca he roto un plato en cambio tu siempre dando problemas. En cuanto al video no te preocupes, está listo para subir como los videos que circulan por la red de guarrillas que se desnudan para sus novios. Serías otra guarrilla más, que parece que se ha unido a la moda. – al escuchar estas palabras Helena volvió a empezar a lloriquear y a temblar.
– ¿Que quieres?
– Ya te lo dije te voy a dar una lección para que aprendas educación y a obedecer.
– No me azotes más, por favor. ¡Ya me duele mucho!
– Me da igual que te duela, por eso es un castigo. Continuaremos con el castigo que estábamos y luego ya se verá lo que haré contigo. – le dije mientras subía el sonido del móvil para que escuchase sus gemidos del video.
– ¿Entonces diez azotes sobre tus rodillas? – me contestó la niñata mientras se limpiaba las lágrimas.
– Eso era antes de ponerte chulita. Todos esos insultos que me dijiste tienen un precio. – los ojos de Helena se abrieron como platos, pensando en que aún podía ser peor.
– Me dijiste que continuábamos el castigo y dijiste que eran diez azotes.
– Si, te dije que eran diez azotes si decias bien tu frase, pero no dije cómo iban a ser esos diez azotes. – Helena seguía aún en el suelo aterrorizada esperando como iba a ser su castigo.
– ¿Y cómo serán?
– Bien, primero te colocarás sobre el apoyabrazos del sofá, se terminó tener que agarrarte. – Helena se levantó del suelo y se dirigió hacia el sofá con la cabeza gacha. – Y lo harás desnuda.
– ¿Desnuda? Ni de broma. Eres un salido. – me contestó con rabia.
– Y me sigues faltando el respeto. Tu no aprendes niñata. – Helena se dio cuenta de su error y empezó a pedir perdón. – Quitate la ropa, colocate en el sofá y prepárate porque los cinco últimos azotes serán con el cinturón por los insultos.
– ¿Con el cinturón? No por favor, eso tiene que doler mucho.
– Colocate como te he dicho o iré aumentando el número de azotes con el cinturón. – le dije mientras me sacaba el cinturón de piel que llevaba.
Cuando Helena vio el cinturón toda su rebeldía desapareció y empezó a quitarse el vestido. Como dije el video era mejor que la imaginación, pero sin duda verla en persona desnuda ganaba a todo. Se fue colocando como le dije en el reposabrazos del sofá, mirándome con cara de cervatilla asustada.
– ¿Recuerdas lo que tienes que decir con cada azote? – le pregunté mientras dejaba el cinturón delante de suya en el sofá.
Me respondió con la cabeza y se agarró a uno de los cojines intentando taparse un poco, ya que estar desnuda le estaba dando mucha vergüenza. Me acerqué a ella y sin previo aviso le dí el primer azote en su hermoso culo. Helena se apretó contra el cojín y dijo su frase sin ningún error. Los azotes fueron cayendo sin interrupciones, parecía que había aprendido la lección de que no podía confundirse en su respuesta, si quería poder sentarse mañana. Cuando llegó el turno de usar el cinturón decidí hacerlo con calma para que pudiese pensar en lo que le venía ahora. Su cara volvía a estar con lágrimas, las cuales le habían hecho correrse el rimel que se había puesto para salir de fiesta. Me miró mientras cogía el cinturón y se agarró fuerte al cojín.
Levanté el cinturón y le propiné un correazo que acertó en las dos nalgas, el cual le hizo soltar un grito a la niñata de Helena. Empezó a lloriquear e intentó decir su frase entre sollozos. Decidí darle un poco más suave el segundo azote, que ya tenía muy enrojecido el culo. Otro chillido entre llantos salió de la boca de Helena, mientras se frotaba el culo para intentar calmar el dolor punzante que le provocó el cinturón. La miré en silencio y se dio cuenta que estaba esperando su contestación y rápidamente la dijo con la voz entrecortada por los sollozos. El tercer azote con el cinturón volvió a acertar en las dos redondeadas nalgas y hizo que Helena mordiese el cojín para ahogar su chillido de dolor. Con la respiración entrecortada dijo su frase mirándome con unos ojos en los que ya no quedaba ni rastro de la rebeldía y rabia que veía hace un rato.
Como había leído en algunos relatos de dominación siempre hay que dar una de cal y otra de arena, para que no te vea solo como un monstruo que la castigas. Decidí parar el castigo ya que estaba muy satisfecho con los resultados que estaba teniendo.
– ¡Ponte de pie! – Helena me miraba desconfiada, pensando que aún le quedaban dos dolorosos correazos para terminar su castigo. – Has obedecido muy bien y has aceptado sin tonterías tu castigo. Por lo que te voy a perdonar los dos últimos azotes.
La cara de Helena se relajó y se puso de pie con las manos frotando su dolorido culo. Yo dejé el cinturón en la mesa, lo que hizo que Helena dejase de llorar, pero desconfiando un poco.
– Como eres una niña malcriada, continuaremos tu castigo como se les hace a las niñas pequeñas. Te vas a colocar cara a pared con las manos en la cabeza, sin moverte hasta que yo te lo diga. ¿Te quedó claro o volvemos a los azotes?
– ¿Me puedo vestir? No quiero estar desnuda. – dijo mientras intentaba taparse con los brazos.
– No he dicho que te puedas vestir. Conque haz lo que te dije o volvemos al castigo de antes. – le contesté muy serio mientras me acercaba al cinturón.
Al verme acercarme al cinturón Helena corrió a colocarse cara a la pared como le dije. La estampa era increíble, viendo ese culito todo rojo y la niñata sumisa como solo había pasado en mis fantasías. Decidí ir un rato a la cocina desde donde podía ver a mi nuevo juguete, que de vez en cuando se miraba si enrojecido culo. Tenía una erección brutal y cada vez que miraba para Helena se me ponía más dura aún. Había conseguido vengarme con creces de la pija de mi hermanastra pero ahora quería que fuese mía.
Después de dejarla un buen rato mirando para la pared, tocaba la hora de someter a mi nuevo juguete y disfrutar de ese increíble cuerpo que me estaba volviendo loco. Volví a poner el video en la pantalla del salón y Helena se giró rápidamente al oírlo.
– No, por favor, quita eso.
– ¿Quien te dijo que te movieses? – rápidamente volvió a colocarse con las manos en la cabeza como le había ordenado.
– Perdón, pero por favor quita ese vídeo.
– Date la vuelta. – le ordené mientras me acercaba ella. – ¿No te gusta escuchar los bien que te lo pasas en la ducha?
– Me da verguenza que lo veas. Por favor, ¿me puedo vestir? – se le notaba muy ruborizada mientras yo estaba disfrutando de las vistas que me ofrecía.
– No y tranquila que ya he visto el video unas cuantas veces, aunque reconozco que estás mucho más buena en persona.
Agarre sus manos por encima de su cabeza y la apoye en la pared. Helena volvió a poner cara de sorprendida mezclada con miedo por lo que le podría venir ahora.
– Dime qué estabas haciendo en el baño.
– ¿El qué? – contestó toda ruborizada.
– Explícame con detalle lo que estabas haciendo.
– No, por favor me muero de vergüenza.
– Os haces lo que te digo o volvemos a los castigos como antes. – le dije a la vez que le daba un pellizco en una de sus redonditas tetas.
– Ahhh, para, lo haré. Me estaba masturbando. – dijo la pija entre quejidos por el escozor que le había producido el pellizco.
– ¡Con detalle! – le ordene mientras le daba otro pellizco en la teta que le hizo dar un chillido.
– Me estaba acariciando con los dedos entre las piernas porque estaba muy cachonda. Me quería correr.
Sin previo aviso metí los dedos de la mano que no estaba asando para agarrar sus brazos entre sus piernas y empecé a acariciar sus rajita. Helena se sorprendió e intentó cerrar las piernas, pero se lo impedí separando sus piernas con mis pies. Su cara era una mezcla de sorpresa, rabia y aunque ella lo negaba placer.
– ¿Qué haces? Para por favor, ya me has humillado suficiente.
– Creeme niñata aun te mereces muchas humillaciones más. – le dije a la vez que aumentaba el ritmo de mis caricias en su rajita, la cual empezaba a humedecerse. – Parece que te está gustando, que ya te empiezas a mojar.
– No me gusta, para por favor, esto ya es pasarse. – me contestó entre sollozos.
– Conque no te gusta, pues para que veas que soy bueno te voy a dejar elegir cómo seguirá tu castigo. Podemos volver a los azotes, que parece que hicieron muy buen efecto antes o podemos seguir con este nuevo castigo. Tu decides.
– No me castigues más, por favor. No quiero ninguna de las dos. – suplicaba entre lágrimas.
– Pues entonces elegiré yo por ti y creeme no te gustará. – le dije mientras acariciaba su mojado clítoris, lo que le hizo estremecerse.
– Por favor no me azotes más. – dijo mientras intentaba disimular que se estaba empezando a estremecer de placer con mis caricias.
– Entonces di lo que quieres. Quiero oir como lo pides.
– Por favor quiero esto. – me contestó Helena mientras se mordía el labio inferior de la boca.
– Y qué es esto? Pidelo bien o volvemos a los azotes. Última oportunidad. – metí dos dedos dentro de su mojada rajita, lo que hizo que le empezasen a fallar las piernas.
– ¡Ahhh, dios! ¡Por favor, no pares de masturbarme!
La giré y la puse contra la pared, frotándole toda mi polla erecta en su rico culito y mastubandola sin parar. La niñata se estaba volviendo loca, sus espasmos cada vez eran más fuertes y sus jadeos aumentaban cada vez que le metía los dedos. Estaba apunto de correrse la muy guarrilla mientras meneaba el culo frotando mi polla en los pantalones. Sus gemidos se aceleraron y un espasmo recorrió todo su cuerpo, haciendo que las piernas le fallaran cayendo de rodillas al suelo. Se había corrido y ahora se encontraba toda extasiada a mis pies, mirándome con una cara que mezclaba el placer y la vergüenza de lo que acababa de pasar.
– Te has corrido bien guarrilla. ¿No piensas darme las gracias, niñata?
– Gracias. – pudo decir con la respiración acelerada y sin mirarme por la vergüenza. – ¿Puedo vestirme ya, por favor?
– Aún no guarrilla, que no se ha terminado tu castigo. Esto solo ha sido parte de tu castigo, para que veas que si obedeces no serán tan malos los castigos que te esperan. – Helena estaba desconcertada, con miedo de los que le podrá venir aun.
– ¿Qué quieres? – me pregunto con cara de no querer saber la respuesta que tenía en mente.
– Ahora me toca disfrutar a mi, ¿qué se te ocurre para contentarme y librarte de unos azotes?
– ¿Quieres correrte tú también? – dijo Helena en voz baja con vergüenza.
– Ves como eres muy lista cuando quieres niñata. Quiero que me la chupes.
La cara de Helena parecía que acababa de despertar de un sueño al sonar un despertador. La agarre del brazo y la lleve hacia el sofá, notando que aun le fallaban un poco las piernas del orgasmo de hace unos minutos. Me senté en el sofá y le indiqué que se pusiese delante mía, lo cual la niñata dudo en si hacerlo.
– Como me hagas perder el tiempo cojo el cinturón y te aseguro que no te vas a poder sentar en unos cuantos días. – la palabra cinturón resonó en la cabeza de helena y rápidamente ocupó el lugar que le dije. – Muy bien, ¿a ver qué sabes hacer guarrilla?
– Nunca he hecho algo así. Por favor, me da asco meterme eso en la boca.
– Con lo guarrilla que eres de fiesta, me extraña que nunca lo hayas hecho. Menuda calienta pollas estás hecha niñata. – Le decía cruelmente mientras acercaba su carita a mi entrepierna.
– Por favor…
– ¡O me la chupas ya o cojo el cinturón, elige ya! – interrumpí dándole un tirón en el pelo.
Helena empezó a lloriquear, pero obedientemente empezó a desabrochar mi pantalón. Yo estaba muy cachondo con la situación y tener a esa preciosidad de rodillas para chuparmela me la estaba poniendo muy dura. Cuando Helena sacó mi polla toda erecta, se le notó una cara de sorpresa al verla apuntando hacia su cara.
– Que, ¿te gusta lo que ves?
– Nunca había visto una sin ser en una peli y es más grande de lo que pensaba, no me va entrar en la boca. – decía toda avergonzada mientras miraba mi polla.
– Tu tranquila que con práctica te entrará toda en esa boquita de pija que tienes. – le contesté mientras le empujaba la cabeza para que se la metiese en la boca.
La mejor de las sensaciones, estaba siendo mucho mejor de como me había imaginado, aunque solo me estaba chupando el capullo y sin parar de hacer ascos. La agarre del pelo y la forcé a que se tragase más polla, lo que le provocó una arcada al tocar su campanilla. Se la saqué de la boca para que respirase un poco pero no le solté el pelo. Parece que no le gustaba nada y empezó a resistirse un poco, pero con el calentón que tenía no lo iba a permitir. Le volví a empujar la cabeza para que se tragase mi polla y que continuase con esa increíble mamada que me estaba haciendo. Volví a poner el video en la pantalla del salón, lo que pareció que no le hizo mucha gracia a la guarrilla. Me estaba costando mucho controlarme para no correrme en el momento, la niñata tenía muy buenas habilidades que si perfeccionaba un poco podría ser una chupa pollas increíble.
Ya no podía aguantar más, estaba a punto de correrme. Me puse de pie y agarre a Helena por el pelo para que siguiese chupándomela con más ritmo. Se la saqué de la boca y me corrí en su cara. Helena cerró los ojos imaginándose lo que le venía encima. La imagen era increíble, toda mi corrida sobre la carita angelical Helena, mietras ella intentaba limpiarse un poco los ojos para poder abrirlos. Cogí el móvil y le saqué unas cuantas fotos, la pobre estaba tan agotada y humillada que no dijo nada.
– Así estas muy guapa guarrilla, te queda muy bien mi corrida por la cara.
– Quiero limpiarme. – dijo con mucho asco.
– Pero para limpiarte te lo vas a tragar. – Helena se quedó congelada y empezó a decirme que no con la cabeza y a lloriquear otra vez.
– Eso sí que no, ya me está dando asco tenelo por la cara.
– Mira perrita esta es la última vez que te lo digo, obedeces o cojo el cinturón.
Helena no se podía creer lo que le estaba diciendo y se dió por vencida, ya que no quería volver a pasar por los azotes con el cinturón, que aún le escocían en el culo. Despacio empezó a arrastrar con el dedo toda mi corrida hacia la boca y a tragarsela con una cara de asco que parecía que iba a vomitar. Estaba alucinado de lo bien que me había salido todo, había conseguido domar a la malcriada de mi hermanastra y la había convertido en mi putita. Sin que me diese cuenta ya eran las tantas de la madrugada, con que decidí dejar descansar a mi nueva perrita, la cual estaba en el suelo sollozando y viéndose en el video que aun seguía puesto en la televisión.
– ¿Vas a borrar el vídeo, por favor? He hecho lo que querías, te juro que no se lo diré a nadie.
– El video y las fotos que te saqué con la carita toda llena de leche las borrare cuando hayas aprendido la lección. – le conteste mientras apagaba la tele.
– He aprendido, no volveré a ser maleducada y te obedeceré. – me suplico.
– Esta ha sido tu primera lección niñata y aun te quedan muchas más. Ahora vas a ir a tu habitación y me vas a traer tu móvil y tu portátil.
– Mi móvil, ¿por qué? – Me pregunto toda asustada.
– Ves, por cosas así necesitas seguir recibiendo lecciones. Tu solo obedeces y si no lo haces volveré a ponerte sobre mis rodillas. ¿Te ha quedado claro?
Sin decir ni una sola palabra Helena se puso en pie y fue a coger su móvil a su bolso que lo dejó en la cocina cuando se estaba preparando para salir. Lo sacó de su bolso y dudo un poco en darmelo, pero rápidamente se lo saqué de las manos.
– ¿Cuál es la contraseña para desbloquearlo?
– ¿Para que… – se cayó al recordar lo que le podía pasar por no obedecer. – 6789.
– Muy bien, ahora me traerás tu portatil y me pondrás las contraseñas de tu Facebook y tu Twitter.
Helena subió a su cuarto sin decir nada solo algún sollozo. La imagen de verla desnuda por la casa me la estaba volviendo a poner dura, menudo escándalo de cuerpo tiene la niñata. Al poco rato me trajo su portátil y me colocó las contraseñas, para que pudiese ver todas las fotos que tenía.
– ¿Puedo limpiarme la cara y vestirme?
– Sube a darte una ducha y luego a dormir, que mañana vas a tener un día muy largo y necesitarás las fuerzas.
Me dió las gracias y se fue para arriba con su vestido negro en la mano. Me senté en el sofá a descansar un poco, ya que estaba agotado. En la cabeza no me dejaban de venir ideas para seguir humillando a mi perrita y guarradas que le quería hacer a ese cuerpazo. Borré el vídeo de la memoria de la televisión, no vaya a ser que lo viese alguien y se me terminó la diversión. Cuando subí a mi habitación pasé por la habitación de Helena, la cual ya estaba dormida y yo decidí ir a hacer lo mismo, ya que al día siguiente a primera hora quería empezar con el castigo de la malcriada de mi hermanastra.
Me pasé casi toda la noche viendo las fotos que tenía en su móvil la guarrilla y en su ordenador, menuda calienta pollas estaba hecha. Un montón de selfies en bikini para lucir ese increible cuerpazo que tiene la niñata y otras muy acaramelada con sus amigas, que también son unas calientapollas de cuidado. Tenía que aprovechar el día para gozar de ese cuerpo, que mañana ya volvía Rebeca y aun me quedan muchas ideas para mi venganza.
Me fui para su cuarto y me encontré a Helena ya despierta con sus pijama corto, mirando en sus cajones. Como un resorte de alejo de mí al verme entrar en su habitación y una mezcla de vergüenza y rabia aparecieron en su cara.
– Buenos días guarrilla. – le dije mientras me acercaba a ella arrinconándola contra el espejo de su armario. – ¿Qué tal dormiste?
– ¿Qué quieres? – me contestó con rabia, sin mirarme a la cara.
– Menudos humos tenemos por la mañana, ¿qué pasa aun te duele el culo de ayer?
– Me hiciste daño ayer. – su rabia se abría paso para intentar no mostrar debilidad.
– Te lo mereciste por no saber obedecer a la primera niñata. – le dije mientras le agarraba su carita suave y morena. – Me apetece que me la chupes otra vez, ayer lo hiciste muy bien guarrilla.
– Ni de coña, pervertido. No te pienso volver a chupar nada y esto se termino. – Me gritó mientras me golpeaba la mano con la que le estaba acariciando la cara.
Parecía que durante la noche había recuperado toda su rabia y chulería, algo que tenía que cortar ahora mismo si quería tener a esta niñata chupandome la polla el resto del fin de semana. La agarré con fuerza del brazo y la lancé contra su cama. Me puse encima de ella para inmovilizarle los brazos y ponerla boca abajo, mientras intentaba escaparse. De un tirón le bajé el pantaloncito del pijama y las braguitas, para dejar su precioso culo al aire. Helena no dejaba de gritar y patalear imaginándose lo que le venía ahora. Aún tenía algunas marcas del castigo de la noche anterior, las tres tiras de los azotes con el cinturón aún se podían distinguir con claridad. Con sus dos brazos bien inmovilizados a su espalda empecé a azotarla con la mano, repartiendo el castigo entre sus dos redondeadas nalgas. Que sensación más placentera estaba siendo volver a azotar ese culito que me estaba provocando una erección brutal. Helena no dejaba de lloriquear y patalear intentando librarse del castigo, lo cual estaba haciendo que su cara de rabia empezase a volverse más sumisa.
Con el entusiasmo del momento se me paso llevar la cuenta de los azotes que le estaba dando, pero entre el enrojecimiento de su culo y el poco forcejeo que estaba ofreciendo Helena, decidí parar a ver si ya había desaparecido la rebeldía.
– ¿Ya has recordado lo que aprendiste ayer?
– Si, lo siento. – Me contestó entre sollozos. – No volveré a desobedecer, lo prometo.
– ¿Y que vás a hacer ahora, si no quieres que vaya a buscar el cinturón? – la palabra cinturón hizo que Helena diese un respingo.
– No, el cinto no. Te la chuparé. – dijo con voz muy baja, tapándose la cara contra las sábanas.
– No te oigo. ¿Qué es lo que quieres hacer? Quiero oírte bien.
– Quiero chupartela. – dijo toda avergonzada.
Solté los brazos de Helena y esta rápidamente se empezó a frotar su culo rojo, que le ardía de los fuertes azotes que le dí. Me senté en el puff y comencé a grabarla con el móvil.
– No me graves, por favor. – me suplicó tapándose por la vergüenza.
– Quítate el pijama, quiero ver ese precioso cuerpo que tienes.
– Otra vez desnuda no, te la chuparé pero no quiero estar desnuda. – decía Helena mientras se aferraba a su pijama.
– Si me sigues haciendo perder el tiempo me enfadaré y te obligaré a tragartelo. ¿Seguro que te gusto ayer?
– ¿Si me desnudo, no me lo tendré que tragar?
– Si me haces una mamada mejor que la de anoche, me conformaré con correrme en tu cara.
Helena dudo unos segundo pero empezó a quitarse el pijama. Aun sigo sin creerme que tuviese a ese cuerpazo a mi merced y que fuese a disfrutarlo complaciendo mis fantasías. La guarrilla de arrodilló delante mía y empezó a bajarme el pantalón del pijama, mientras acariciaba mi endurecida polla. Empezó a pajearme la polla con movimientos suaves que era una delicia, pero yo lo que quería era disfrutar de su pequeña boquita, con que le empuje la cabeza contra mi polla para que empezase a chuparmela. Esta vez la guarrilla si que se lo estaba currando, que casi no tuve que empujarle la cabeza como la noche anterior. La mamada estaba siendo increible y de vez en cuando le obligaba a mirarme para que se le viese bien en el video, lo que me estaba poniendo brutisimo. Cuando estaba a punto de correrme me puse de pie, ya que quería un plano perfecto de mi guarrilla recibiendo mi corrida en toda la cara. Helena cerró los ojos y recibió todo su premio en la cara, ni una gota fuera. La escena era increíble, la guarrilla de rodillas desnuda a mis pies toda lefada.
– Pufff. Cada vez lo haces mejor guarrilla y la cámara te adora, luego te enseñaré el video.
– ¿Puedo lavarme? – me pregunto toda avergonzada intentando limpiarse con las manos.
– Si, date una ducha rápida que nos vamos a ir de compras.
– ¿De compras?¿A dónde?
– Luego te lo cuento niñata, ahora dúchate y ponte uno de tus vestido de tirantes de verano. – le decía mientras me dirigía a mi cuarto a cambiarme. – No tardes.
Cuando terminé de vestirme Helena ya estaba casi lista. Se había puesto un vestido de tirantes de estampados que le quedaba muy bien, aunque tengo que reconocer que con ese cuerpo que tiene cualquier vestido le queda muy bien.
– Voy a ser claro con que escucha bien, que no te lo voy a repetir. – Helena se giró para atenderme. – Lo que más ganas que tengo es quitarte la chulería y lo malcriada que eres a base de azotes. – la cara de la niñata volvió a mostrar temor por lo que podría seguir diciendo. – Pero si eres obediente me conformaré con disfrutar de tu cuerpo.
– ¿Que te la vuelva a chupar?
– Ese puede ser uno de los castigos, pero puede haber otros como meterte mano y creo que eso ayer te gusto mucho. – la cara de Helena se puso toda roja.
– ¡No me gusto!
– Pues bien que gemías y te corristes tanto que te fallaron las piernas. ¿Me vas a decir que no preferiste ese castigo a los azotes?
– No me gusta ninguno, pero si, lo prefiero antes que los azotes o chupártela. – Helena estaba tan avergonzada por lo que estaba diciendo que no sabía donde meterse.
– Me lo imaginaba guarrilla. Pues para librarte de los azotes tendrás que obedecerme y complacerme. – le dije mientras le agarraba la cara para que me mirase a los ojos. – Porque si no lo haces y me canso de ti, tus videos acabarán en internet.
– No por favor, dijiste que los borrarias. – me suplicó.
– Bueno, te iré diciendo las reglas que tendrás que cumplir si no quieres que te siga ardiendo el culo y lo que tendrás que ir haciendo para tenerme contento.
– Si obedeceré.
– Nos vamos a ir al centro comercial que tienes que comprar unas cuantas en Decathlon y luego al volver seguiremos con tu adiestramiento.
– ¿A Decathlon? ¿Qué voy a comprar? – Helena estaba sorprendida.
– Cuando estemos alli te lo diré. ¿Estás lista ya?
– Si, ¿pero me podrías devolver mi móvil?
– Toma, que ya vi todas las fotos. Como te gusta insinuarte en los selfies. – le dije mientras le devolvía el móvil. – ¿Pero créo que aún no estás lista para irnos?
– Si, la chaqueta la tengo en la silla del salón.
– No me refiero a eso. Te recuerdo que te dije que te pusieses un vestido de tirantes y no mencioné nada más. – Helena estaba totalmente descolocada, no se imaginaba de que le estaba hablando.
– Ya llevo un vestido de tirantes.
– Y por lo que puedo ver también ropa interior y yo no dije nada de que te la pusieras. – la niñata se quedó alucinada sin poder creérselo.
– ¿Quieres que vaya sin ropa interior? ¿Estas de broma, con este vestido tan corto?
– Quítatela o nos quedamos y me paso todo el día azotandote. – le dije mientras le daba un tirón del pelo.
– Vale, vale, me la quito.
Helena empezó a quitarse las bragas y el sujetador toda avergonzada y las dejo sobre la cama. Nos marchamos a por el autobús para ir al centro comercial y a Helena se le veía muy incómoda, preocupara porque no se le pudiese subir la falda del vestido. En el autobús no sabía cómo sentarse, se pasó todo el trayecto acomodándose la falda y mirándome con cara de rabia, lo que hacía que me entrase la risa. Cuando llegamos a Decathlon la cara de rabia de Helena pasó a intriga, ya que no se imaginaba lo que le podía obligar a comprar.
– Al final de este pasillo. – le señale entrando en el pasillo de deportes de equitación.
– ¿Aquí? – la pijita estaba alucinada, ya que no se podía imaginar que sería.
– Si, a tu derecha. Quiero que elijas uno.
– ¡Una fusta! – Helena estaba flipando. – ¿Quieres que elija una? ¿Para qué?
– Tu que crees, para castigarte cuando desobedezcas.
– Pero… – las palabras no le salían de la boca de lo alucinada que estaba.
– Eliges una o elijo yo esta. – le dije mientras le señalaba una muy larga que era una vara que tenía una cuerda trenzada en la punta.
– Esa no, eso parece un látigo. – me suplicó mientras se ponía a elegir entre las fustas. – Esta.
– ¿Que pone en la etiqueta?
– Fusta para equitación junior.
– Acaso eres una niña. Elige una acorde a tu cuerpo de mujer. – le dije señalando la sección contigua donde había fustas más grandes.
– ¡Que vergüenza! ¿Está bien esta? – me preguntó enseñándome una fusta que cumplía muy bien mis expectativas.
– Así me gusta mi gatita, buena elección. Ahora ve a pagar que tenemos que hacer más recados.
– ¿Yo? Que vergüenza comprando esto. Seguro que van a pensar mal de mi. – me dijo toda sonrojada.
– Y seguro que acertarían guarrilla. ¿Quieres comprar algo más para disimular?
– Si por favor, lo que sea.
– Bien. Quiero que te compres unos leggins claritos, que te vayan tan apretados que se te marque la rajita. Pruebatelos y yo decidiré si te hace falta una talla menos.
Helena no sabía donde meterse de la vergüenza y recordando lo que le pasaría si no obedecía empezó a caminar hacía la sección donde estaban los leggins. Cogió un par de tallas pequeñas y se metió en el probador. Por suerte a esas horas casi no había nadie por el Decathlon, con que decidí que iba a humillar un poco a mi perrita dentro del probador, eso seguro que le hacía pasar mucha vergüenza, con el miedo de que alguien la escuchara. Abrió un poco la puerta y me dijo en voz muy baja que ya se los había probado. Sin dar tiempo a reaccionar a Helena entré en el probador y cerré la puerta. Helena estaba con el vestido subido y con la cara roja de vergüenza.
– Quítate el vestido que quiero ver bien como te quedan esos leggins. – le dije mientras me sentaba en el banco del probador.
– Así puedes verme, se me marca todo de lo apretados que los llevo.
– Si crees que no te voy a poner sobre mis rodillas para darte unos azotes dentro de este probador estás muy confundida, niñata. – le dije mientras la agarraba del brazo.
– Vale me lo quitaré.
La niñata se quitó el vestido, quedando solo con aquellos leggins verde clarito que le marcaban perfectamente su tierno coñito. Estaba muy buena, pero lo que más me ponía era su cara de avergonzada y sumisa, con qué saqué el móvil y empecé a hacerle algunas fotos. Sin poder resistir la tentación empecé a acariciar con coñito con los dedos sobre esos leggins tan apretados, lo que hizo dar un respingo a Helena.
– No por favor, aquí no. – me suplicó agarrandome la mano.
– ¿Por qué? Si ya sabes que te va a gustar.
– Nos pueden oír, estamos en una tienda. – me dijo mientras empecé a soplar suave sobre sus pezones, lo que hizo que se le pusiesen muy duros.
– Pues tápate la boca y no te pongas a gemir como una loca.
La coloqué mirando al espejo, ya que no me quería perder su carita de placer mientras metía mis dedos dentro de los leggins para jugar con su clítoris. Helena lo estaba disfrutando como una loca, moviendo su cadera al ritmo de mis caricias, lo que estaba haciendo que su culito se frotase con mi polla. Empecé con la otra mano a acariciar sus pechos y con mucha suavidad comencé a besarle el cuello, lo que hizo que perdiese el control y se estremeciera de placer. Sin dudarlo el cuello era uno de sus puntos más fáciles para que se excitase con rapidez. Sin esperarmelo se giró y empezó a besarme sin ningún control, lo que aproveché para meterle los dedos de su coño. Helena estaba descontrolada, el placer había tomado control de su cuerpo y su respiración empezaba a acelerarse. Yo tenía la polla tan dura que parecía que me iba a reventar dentro de los pantalones. Un tremendo espasmo recorrió el cuerpo de mi perrita y rápidamente se puso las manos en la boca, para ahogar sus gemidos de placer. Se había corrido, tenía toda la entrepierna mojada y una cara de placer que intentaba ocultarme mientras me seguía besando.
– Ahora te toca agradecérmelo. – le susurre al oído.
Aún la lujuria tenía el control de su cuerpo y sin tener que forzarla se arrodilló para bajarme los pantalones. Esta vez tenía una actitud juguetona y empezó a darme lametones en la polla como si fuese un helado. Sin duda la mejor mamada, pero aun le seguía costando tragarse mi polla con que le ayude empujándole un poco la cabeza. De lo excitado que estaba no le costó mucho hacerme llegar al límite y agarrándole del pelo hice que me mirase.
– Quiero que te lo tragues todo, ¿no querrás salir de este probador con toda la cara con mi corrida?
Helena me miró con cara de rabia y aumentó el ritmo de su mamada lo que hizo que me corriese brutalmente. La guarrilla no dejó que cayera ni una gota fuera de su boquita, lo que le produjo un par de arcadas.
– Muy bien, ves como cuando quieres no tengo que azotarte.
– Perdí el control, yo no soy así. – me dijo toda avergonzada.
– Eso ya lo iremos descubriendo con tu adiestramiento. Ponte el vestido y ve a pagar.
– Que vergüenza, he mojado los leggins. No puedo llevar esto a que me lo cobren. – me dijo mientras me enseñaba una mancha en la entrepierna de los leggins.
– Deja esos en alguna esquina y coge otros de iguales. También quiero que compres esto. – le di un rollo de cuerda roja de 10 metros de escalada.
– Una cuerda, ¿para qué? – me preguntó toda sorprendida mientras se ponía su vestido.
– Por si te portas mal y es necesario atarte. – le conteste con una sonrisa mientras salía del probador.
Helena se dirigió al mostrador para pagar con bastante vergüenza y más cuando se dió cuenta que iría sola, ya que yo me fuí hacia la puerta desde donde podía verla.
– Que vergüenza he pasado, la chica se me quedó mirando cuando vio lo que que quería pagar. – me dijo toda ruborizada mientras salíamos de la tienda.
– Será por la cara de viciosa que tienes. – le dije riendome.
– ¿Nos vamos a casa ya, por favor? No me gusta caminar con este vestido y sin ropa interior.
– Hablando de ropa interior, vas a ir a hacer un último recado.
– ¿Cual? – me preguntó con cara desconfiada.
– Quiero que te vayas a comprar un conjunto de lencería que sea muy sexy. Que solo con verte con el puesto se me ponga muy dura. – le susurré al oído, lo que hizo dar un respingo a Helena. – Te dejaré ir sola, pero me mandarás una foto de los modelitos que te pruebes y yo decidiré.
– ¿Compro eso y nos iremos para casa?
– Si y date prisa, no querrás encontrarte con alguien conocido y que note que vas sin ropa interior.
La cara de Helena volvió a ponerse roja y sin quejarse se dirigió hacia una de las tiendas de lencería del centro comercial. Yo me fuí a dar una vuelta por el centro comercial a ver si veía algo interesante para mis próximos castigos para la pijita de Helena.
Mientras esperaba que Helena me mandase las fotos, me puse a dar una vuelta por el centro comercial, a ver si encontraba algo interesante para usar en los castigos de mi perrita. Me encontré una tienda de chorradas para regalos y decidí entrar, que estas tiendas siempre tienen alguna cosa picante para las despedidas de soltero. Me encontré en una estantería unas esposas forradas de piel, que hicieron que mi imaginación se volviese loca con todos los usos que le podría dar. Me estaba comprando dos juego de esposas cuando me llego un mensaje de Helena al móvil. Era una foto de mi perrita en el probador con un conjunto de lencería fina negra que le quedaba perfecto. La segunda foto era un conjunto de color negro y encajes blancos, con un liguero y medias negras, que me están dando ganas de entrar en ese probador. El último conjunto que me mandó era de color rojo, pero ya me había decidido por el segundo que me mandó y así se lo dije, metiendole prisa para marchar para casa.
Llendo para la entrada donde quedé con mi perrita pasé por delante de una farmacia y me acorde que si quería follarme a mi perrita hoy necesitaría condones. Mejor prevenir que luego lamentar. Nunca los había comprado antes, con que no tenía mucha idea, pero me vino a la cabeza que los estriados daban más placer, con que los pedí. Ahora si que estaba listo para encontrarme con mi perrita y disfrutar de su cuerpo.
Al cabo de un rato apareció Helena en la entrada del centro comercial y nos dirigimos hacia la parada del bus. Algo no me cuadraba con la actitud de la niñata, estaba como más relajada, pero supuse que sería por el orgasmo que tuvo hace poco en el probador. Ya en el autobús me dí cuenta que la niñata aún no se había quejado o preocupado por colocarse la falda como cuando vinimos al centro comercial. Mirando las bolsas que llevaba Helena me vino a la cabeza la respuesta, la niñata tenía puesto el tanga nuevo que acababa de comprar. Decidí no decir nada y esperar a llegar a casa donde tendría la excusa perfecta para estrenar la nueva fusta. Cuando llegamos a casa Helena entró rápido dirigiéndose hacia el piso de arriba.
– Espera un minuto niñata. ¿A dónde vas tan rápido? – le grité antes de que empezase a subir las escaleras.
– Tengo que ir al baño y de paso a dejar las bolsas en mi habitación. – me dijo sin mirarme a la cara.
– Primero quiero que me enseñes todo lo que compraste. Ve poniéndolo sobre la mesa.
– Subo y te lo enseño ahora. No tardo nada. – la cara de Helena era un libro abierto, se le notaba que la había pillado.
– Te voy a dar la oportunidad para que recapacites.
– No sé de qué estás hablando. – su voz empezó a sonar nerviosa.
– ¡Quítate el vestido!
Helena sabía que la había pillado y con miedo de lo que le podía pasar ahora, se empezó a quitar el vestido. Como sospechaba llevaba el tanga nuevo puesto.
– ¿Qué te dije que quería que llevases puesto? – le pregunté muy serio.
– Sólo el vestido, pero es que no lo podía soportar, me estaba muriendo de vergüenza. No quería que nadie se diese cuenta que no llevaba bragas.
– A parte de desobedecerme, me quisiste engañar llendote al baño a quitarte el tanga, antes de que me diese cuenta. – le dije mientras me acercaba a la bolsa donde estaba la fusta. – Pues con esta estupidez te acabas de ganar poder estrenar tu juguete nuevo.
– No por favor, no lo volveré a repetir. Lo siento. – empezó a suplicar entre sollozos.
– Quítate el tanga y échate sobre la mesa. – le ordene mientras empezaba a abanicar la fusta delante de ella.
– Te la chupo otra vez, pero no me azotes. – me suplico arrodillándose delante mia.
– De esta lección no te vas a librar niñata. Cuanto más tardes en colocarte más fustazos te daré los azotes.
Helena viendo que no me echaba atrás, se quitó el tanga y se colocó como le dije en la mesa. La mesa de cristal estaba fría lo que le hizo dar un respingo cuando sus pezones tocaron la superficie. Con el pie le separé las piernas, lo que me dejó un vista perfecta de su rosado coñito bien depilado. Se agarró a los bordes de la mesa y no dejaba de mirarme con cara de cachorrillo buscando que me apiadase de ella. Avaniqué un par de veces la fusta, lo que hizo que silvase en cada movimiento, lo cual hizo que por reflejo Helena apretase el culo. El primer fustazo cayó sobre su desnudo culo, lo que hizo que Helena diese un salto y se saliese de la mesa.
– ¡Vuelve a colocarte en la mesa! – le dije muy serio, señalándole con la fusta el sitio.
– ¡No! Duele mucho, no quiero más. – me dijo llorando mientras se frotaba el culo, en el que acababa de aparecer una línea roja.
– ¡Ponte en la mesa o será peor!
Helena se levantó del suelo e intentó salir corriendo hacia las escaleras, pero al pasar a mi lado le conseguí agarrar del brazo. La sujeté fuerte y la llevé hacia la mesa, la perrita no paraba de patalear intentando escaparse. La coloqué sobre la mesa y me acordé de las esposas que había comprado. Sin soltarla rebusqué en las bolsas y las saqué, lo que hizo que Helena se quedase congelada ya que no se las esperaba. Le puse una en cada muñeca y las amarré a unos aros que tenía la mesa a cada lado, lo que le impedía levantarse de la mesa. Ahora más tranquilo cogí la cuerda y le até un tobillo a cada pata para que no pudiese patalear ni cerrar las piernas. Helena no se podía mover, por lo que cambió sus forcejeos por súplicas y promesas de portarse bien. Sin hacerle caso cogí la fusta y comencé a azotarle su precioso culo. Con cada azote la niñata gritaba más, lo que empezó a molestarme.
– Como sigas chillando así solo vas a conseguir que te azote más fuerte. Si te comportas el siguiente azote será más suave, pero si chillas será peor. ¿Te quedó claro?
Helena me cotestó con la cabeza ya que los llantos no le dejaban casi hablar. Decidí darle el siguiente azote más suave, que no quería marcarle mucho el culo. Las cinco líneas rojas de los azotes que le había dado se veían marcadas como a fuego en su culito. El azote cayó y esta vez Helena se apretó la boca contra el brazo para que no se le escapase el chillido. En los siguientes tres azotes la perrita obedeció muy bien con lo que decidí terminar el castigo.
– Espero que hayas aprendido la lección.
– Si lo siento, no volveré a desobedecerte. – me contestó entre lloriqueos.
– Bien, ahora te voy a soltar. Quiero que vayas a buscar tu crema hidratante y la llevas a tu cuarto.
Nada más soltarla Helena se echó las manos al culo que el simple roce de sus dedos le escocía. Empezó a subir las escaleras con dificultad, ya que le ardía el culo con cada movimiento. Mientras tanto fui a la nevera a buscar las bolsas de frío que usábamos para las lesiones, que le vendrían muy bien para relajar ese culito.
Cuando llegué a su cuanto mi perrita estaba de pie esperándome con el bote de crema en la mano, con la respiración entrecortada por los lloros. Cogí el bote y le indiqué que se tumbase sobre la cama, a lo que obedeció rápidamente. Se le podían contar perfectamente cuantos azotes le dí en su pequeño culito. Tengo que reconocer que me dió pena la pobre niñata y me sirvió para saber que no le podía dar tan fuerte con la fusta, si no quería dejarle marcas. Empecé a ponerle crema sobre el culo dolorido con caricias muy suaves, lo que hizo que Helena se relajase. Cuando terminé de ponerle crema le coloqué las bolsas de frío, lo que reflejó un poco de placer en la cara de Helena. Me tumbé a su lado para consolarla un poco y sin esperarmelo se abrazó a mi pecho como si fuese uno de sus peluches.
– Gracias por la crema, ya no me escuece tanto. – me dijo mirándome con sus ojos llorosos.
– Ahora descansa un poco gatita.
De tanto llorar Helena se quedó dormida sobre mi pecho enseguida, la pobre estaba agotada. Yo decidí descansar un rato que también estaba cansado de forcejear con ella.
Cuando me desperté Helena aún seguía dormida sobre mi pecho completamente desnuda, así daba gusto despertarse. Ya era hora de comer, con que desperté a mi perrita, que no quería que se pasase todo el día durmiendo, que aún tenía mucha diversión reservada para esta tarde. La desperté con dulzura y le puse otra vez crema en su culo, el cual ya no ardía tanto y las marcas eran más suaves. Con el contacto frío de la crema Helena dio un respingo de placer que le recorrió toda la espalda.
– Ahora vamos a bajar a comer algo. Quiero que te pongas un tanga y una camiseta corta de tirantes. ¡Sólo eso!
Helena asintió con la cabeza mientras se levantaba de la cama con mucho cuidado, ya que aun le dolía el culo de los azotes. Bajé a la cocina y me puse a calentar la comida que nos dejaron preparada. Al poco rato apareció Helena vistiendo como le dije, lo que le hacía pasar vergüenza ya que no le tapaba mucho y la camiseta le marcaba los pezones.
– Pon la mesa. – le ordene señalando la mesa.
– ¿Aquí en la cocina? – le contesté asintiendo con la cabeza. – ¿Podríamos comer en el sofá, por favor?
– ¿En el sofá? ¿Por qué?
– Aun me duele el culo de los azotes y si me siento en esa silla me dolerá aún más. – me suplicó señalando las sillas sin cojín que teníamos en la cocina.
– Eso tendrás que ganartelo perrita. Si te portas bien te dejaré cenar en el sofá. Ahora pon la mesa que la comida ya está.
Obedientemente Helena colocó la mesa, mientras yo servía la comida. Cuando se fué a sentar lo hizo muy despacio y cuando su culo tocó la superficie de la silla, dio un brinco como si se hubiese sentado sobre brasas.
– Por favor, me duele mucho, no soy capaz de sentarme. Déjame poner un cojín o algo, haré lo que quieras pero por favor. – me suplicó mientras parecía que se iba a volver a poner a llorar.
– De acuerdo, coje un cojín, pero luego te recordaré tus palabras, harás lo que quiera.
Helena me lo agradeció y fue rápidamente a coger uno de los mullidos cojines del sofá. La comida pasó en silencio, sin que Helena levantase la vista de su plato.
– Bueno ahora quiero que recojas y friegues los platos, pero antes sube a tu cuarto y vuelve a ponerte crema en ese culito.
– Si, ahora. – me contestó mientras se dirigía a su cuarto, como si estuviese deseando volver a refrescar su dolorido culo.
Me puse a ver una peli mientras mi perrita fregaba los platos. La escena me la estaba poniendo muy dura, con ella en tanga en la cocina. Cuando terminó con los platos se acercó hasta donde estaba esperando que le diese alguna orden más.
– Ya he terminado de fregar los platos.
– Muy bien. Y yo que pensaba que con lo pija que eres, que no sabrías hacerlo. Ahora quiero que subas y ordenes tu cuarto y el mio. Cuando termines quiero que coloques todas las cosas que compramos hoy sobre tu cama.
– Si, lo ordenaré todo. – me respondió muy calmada.
– Le queda una media hora a la película, espero que termines antes, sinó habrá consecuencias. – le dije muy serio, a lo que Helena solo me respondió con la cabeza de la tensión de pensar en las consecuencias.
Antes de que terminase la película apareció Helena en el salón diciendome que ya estaba todo recogido. Apagué la televisión y le indiqué que se arrodillara delante mía.
– Vamos a dejar claras unas cuantas reglas, que como desobedezcas, volverás a disfrutar de la fusta y creeme que será peor que esta mañana. – esas palabras hicieron que la perrita se pusiese toda tensa.
– Si, las cumpliré. La fusta otra vez no, por favor. – me suplicó mientras se tocaba el culo.
– Lo primero te está prohibido desobedecerme o mentirme. Si lo haces ya sabes lo que te pasará.
– No te volveré a engañar lo prometo.
– Vestirás lo que yo te diga y ve acostumbrandote a ir sin bragas. No quiero perder el tiempo quitándotelas cuando tenga ganas de meterte mano.
– Me da mucha verguenza ir sin bragas y si alguien me ve. – me dijo buscando que me apiadase de ella.
– Como te gusta tanto sacarte fotos, me mandarás dos cada día bien juguetona. Por cada foto que no me guste o esté repetida te ganarás cinco azotes.
– ¿Fotos cómo?
– Haciendo guarrerías como tanto te gustan hacer en la ducha. – Helena se puso toda roja.
– ¿Y qué harás con ellas?
– Pues las añadiré a mi colección para cuando me apetezca hacerme una paja. – le dije con una sonrisa en la cara.
– ¿Alguna regla más?
– Si. Quiero que tengas siempre depilado el coño como ahora, me gusta como te queda. – le dije mientras le acariciaba con los dedos su entrepierna, lo que hizo que la niñata se ruborizase. – Bien vamos a ver como recogiste toda, antes de que te empieces a mojar con mis caricias, guarrilla.
Subimos a mi cuarto para inspeccionar que lo hubiese recogido todo y así fué, la cama hecha y toda la ropa colocada, hasta me ordenó la mesa del escritorio. Luego entramos en la habitación de Helena que solía ser una leonera con toda la ropa por el suelo, pero esta vez estaba todo recogido y sobre la cama todo lo que compramos por la mañana.
– Inclínate sobre la cama. – le ordene señalando su cama.
Helena se puso muy nerviosa y empezó a temblar, pensando que la iba a volver a azotar. Pero su cuerpo se relajó cuando me vio coger el bote de crema y se colocó como le dije al borde de la cama. Me estaba poniendo burrisimo ver a mi perrita en esa postura, en la cual se le notaba todo el coño a través del tanga. Empecé a ponerle crema en su culito y con suavidad dejaba que mis dedos se deslizasen hacia su rajita, lo que hacía que con cada caricia Helena disfrutase más.
– Vaya, con estos castigos no te oigo quejarte. – Helena intentó disimular su cara de placer.
– No me gusta, me da vergüenza.
– Ya verguenza. – le contesté entre risas, sin parar de acariciarla en su coñito que se empezaba a humedecer. – ¡Quítate la camiseta!
Sin separarse de mis dedos se quitó la camiseta muy despacio dejando al aire esas preciosas tetas que tanto me volvían loco.
– Girate perrita. – se le notaba la respiración acelerada. – Pon todo lo que hay en la cama en la mesa y coge las esposas.
La niñata obedeció y colocó todo sobre la mesa de su escritorio. Con cautela se acercó a mí con las esposas en la mano.
– Muy bien niñata, ahora túmbate sobre la cama y estira los brazos. – le ordene mientras acariciaba uno de sus pezones.
Esposé los dos brazos de Helena al cabecero de la cama y cogí un lapicero que tenía en su escritorio, el cual tenía un pompón de pelo muy suave. Helena se estaba imaginando para qué iba a usar ese lapicero, que empezó a morderse el labio con cara de placer. Le fui pasando el pompón desde las muñecas, bajando muy despacio, hasta sus tiernos pechos. Helena lo estaba gozando mucho, todo el dolor que pudiese sentir por los azotes de esta mañana estaba dejando paso a un éxtasis desenfrenado. Decidí parar las carícias para hacerla sufrir un poco, lo que rápidamente se vió reflejado en la cara de Helena, que con su mirada me suplicaba por que siguiese.
– Vamos a continuar con tu castigo, que por ahora te estás portando muy bien. – le decía mientras encendía una vela que tenía en la mesita de la cama. – Vamos a repasar lo que te dije antes. ¿Que me tienes que mandar todos los días?
– Fotos. – contestó con la respiración acelerada.
– ¡Se más concreta! – le ordene a la vez que le dejaba caer un par de gotas de cera caliente sobre sus tiernos pechos.
– Dios. – Gimió Helena cuando la cera hizo contacto con sus pechos, lo que la hizo arquearse. – Está caliente.
– Muy lista. ¡Responde a la pregunta! – Otras tres gotas le dejé caer sobre sus tetas, que volvió a hacer que Helena se arqueara.
– Dos fotos… porno. – su respiración estaba tan acelerada que no era capaz de hablar. – Sinó, me azotarás.
– Muy bien, gatita, ¿y que más te dije? – deslicé mis dedos por dentro del tanga y empecé a acariciar su húmedo clítoris, a la vez que le seguía dejando caer gotas de cera.
– No puedo… no puedo… desobedecerte. – Helena estaba llegando a su límite.
– ¿Qué te dije de este coñito? – aceleré mi masturbación lo que le hizo perder el control.
– Que… que te gusta… depilado… ¡Joder, me voy… a… correr!
Helena empezó a correrse sin control, gimiendo y con una cara de éxtasis, que me estaban dando ganas de clavarle la polla. Cuando terminó su largo orgasmo, Helena quedó agotada sobre la cama, mirándome con cara de placer y resoplando.
– Y luego dices que no te gusta, menudo orgasmo que has tenido. Mira como has mojado todas las sábanas guarrilla.
– No me pude controlar.- me dijo mientras intentaba recuperar el aliento.
– Ya lo he visto. Voy a tener que sacar la cera caliente sobre tus tetas de la lista de castigos, porque la única cara que te he visto poner ha sido de placer guarrilla.
– Dios que vergüenzas, cómo me pudo poner así que me tirases cera caliente.
– Bien perrita, ahora me vas a agradecer este orgasmo como tu sabes, pero en la ducha que hay que limpiar esas tetas. – Helena me hizo un gesto de aprobación como cuando estábamos en el probador de la tienda. La lujuria aún dominaba su cuerpo.
Solté los brazos de mi perrita, que aún seguía cachonda y eso que había tenido un orgasmo brutal hace unos minutos. Helena me seguía hacia la ducha como si estuviese esperando un premio. Le ordené que fuese abriendo la ducha mientras yo me quitaba la ropa. Cuando me quedé en pelotas Helena se quedó como hipnotizada mirando para mi polla, que tenía una erección brutal.
– Vamos a lavar esas tetas, aunque estas muy cachonda así con las gotas de cera. – le dije mientras le hacía un gesto para que entrase en la ducha. – Voy a ser muy concienzudo frotando esos pezones.
Empecé a masajear los pechos de Helena, los cuales eran tiernos y firmes, con un tamaño perfecto para mi gusto. Verla mojada en la ducha me estaba volviendo loco y a ella por lo que parecía también. Empezamos a besarnos como en el probador, mientras con mis manos recorría todo su cuerpo. Ella también lo hacía pero cuando se encontró con mi polla, empezó a jugar con ella y no la soltó, hasta que le empuje la cabeza hacia abajo, lo que ella entendió perfectamente. Se arrodilló y me la empezó a chupar a un ritmo brutal que me estaba haciendo perder el control. Ya no aguantaba más, la agarré del pelo y la empujé contra la la pared de la ducha, separándole las piernas con mis pies. Me agarre la polla y empecé a frotarla contra la entrada de su tierno coño. Era estrecho pero con un poco de empuje se fue abriendo camino.
– ¡No para, no me la metas! Es mi primera vez, así no por favor. – me suplicó mientras intentaba moverse.
– Que esperabas que me conformare con tu boquita. – le dije al oído mientras le metía más la polla dentro de su estrecho coño.
– ¡Me duele!
De un golpe de cadera le metí entera la polla lo que hizo que Helena diese un quejido y apretase todo su cuerpo. Me estaba apretando la polla con su estrecho coño, lo que me estaba volviendo loco. La agarré por la cadera y empecé a bombear mi polla una y otra vez, intentando cada vez que entrase más en ese coño. Helena se quejaba, pero también empezaba a disfrutar con las embestidas. Estaba gozando como nunca me había imaginado, pero un poco de cordura me volvió a la cabeza y recordé que no estaba usando condón. Se la saqué de un golpe, lo que hizo dar un quejido a Helena y la agarré del pelo para obligarla a chuparmela otra vez.
– ¡Chupamela niñata! Seguiría follandote ese estrecho coñito que tienes pero no quiero dejarte preñada.
Le empecé a empujar la cabeza para que se tragarse toda mi polla, lo que le provocaba arcadas al llegar hasta la garganta. Ya no podía aguantar más, con que le empuje fuerte la cabeza contra mi polla para metersela hasta la garganta y me corrí. Al soltar a la niñata empezó a toser con los ojos llorosos, ya que se había atragantado con toda mi corrida.
– Así aprenderás a tener siempre condones, porque sinó te follare la boca.
– Casi me ahogas. – me dijo mientras tosía.
– ¿Qué, te ha gustado?
– Me ha dolido, eres un bestia. – me contestó lloriqueando.
– Es lo que tiene un castigo niñata. Pórtate bien y haré que te corras en vez de terminar en el suelo lloriqueando. – le dije mientras le obligaba a mirarme a los ojos.
– Me portaré bien, lo prometo.
– Ya veremos. Ahora límpiate y ponte un bikini sexy que vamos a disfrutar un poco del sol en la piscina
Dejé a Helena limpiándose en la ducha y me fui a mi habitación a vestirme. Estaba alucinado, se la acababa de meter a chavala más buena que conocía y estaba con ganas de más. Acababa de ser mi primera vez y la sensación era increíble, estaba con un subidón que me tenía la polla medio dura todo el rato, con ganas de repetir. Bajé a descansar un rato al sofá, estaba cansado, nunca pensé que vengarme de la niñata de Helena agotase tanto. A los pocos minutos apareció mi perrita con su bikini blanco que tanto me gustaba porque le hacía un culo increible y con el pelo aún mojado recogido en una coleta. Le hice un gesto para que se acercase y obedeció con la cabeza gacha.
– ¿A qué vienes esa carita niñata?
– Nada. – me contestó sin mirarme a los ojos.
– Te hice una pregunta, no me obligues a repetírtela mientras te doy unos azotes sobre mis rodillas. – le decía mientras me movía la cara para que me mirase.
– Me siento rara, avergonzada por lo que me hiciste.
– ¿Y qué hicimos? Quiero oírtelo decir. – la cara de Helena se ponía roja al escucharme.
– Follar.
– ¿No será porque te gustó lo que hicimos y no lo quieres reconocer?
– No. Me hiciste daño…
– Ya, ya, ya, pero bien que gemías y tu cara era de placer. – le interrumpí.
– No sé, no me podía controlar, pero no me gustaba. Por favor para ya, ya me has castigado suficiente y me has follado.
– Tranquila perrita, como te dije no voy a parar hasta que estés bien educada y aún te queda por aprender. – le dije despacio mientras me colocaba detrás de ella, lo que le provocó un escalofrío a Helena que le recorrió toda la espalda. – Y como te dije, los castigos dependerán de cómo te portes.
– Aprenderé lo prometo.
– Bueno ahora te voy a dejar que disfrutes de un rato de relax tomando el sol. – Helena me miró desconfiada como si esperase ahora una segunda parte que no le iba a gustar. – Pero antes te voy a explicar una nueva regla. ¿Te acuerdas de las anteriores?
– Si.
– Eso espero. A partir de ahora vas a tomar el sol haciendo topless. Ya no eres una niña para tener esas marcas del bikini estropeando la preciosa vista de tus tetas. – Helena al escuchar esto se echó las manos para intentar taparse las tetas con vergüenza.
– Vale, ya me da igual, que ya me las has visto. – me contestó relajándose.
– Te recuerdo que mis reglas las tendrás que cumplir siempre y el día que no lo hagas serás azotada. – esas palabras no le hicieron tanta gracia.
– Pero me verán los demás de casa, no le hará ni gracia a mi madre.
– Bueno, para que veas que soy bueno te dejaré a ti elegir si quieres hacer topless cuando no estemos solos, pero te voy a dar una semana para que desaparezca esa marca de tus tetas.
– ¿Una semana? Es poco tiempo si quiero hacerlo sin que me vean. Por favor dame más tiempo.
– No te voy a dar ni un día más. El sábado que viene me las enseñarás y si veo la más mínima marca del bikini, te castigaré tus tiernas tetas. – le dije mientras le pellizcaba el pezón a través del bikini.
– Ahhh, vale el sábado no tendré marcas.
– Muy bien, quítate el sujetador y ve un rato a la piscina.
Helena se quitó rápidamente la parte de arriba de su bikini blanco y salió hacia el jardín, para acostarse en una de las hamacas. Yo por mala suerte tenía trabajo que hacer, el cual tenía pensado obligar a mi perrita a que me lo hiciese, pero se me quitaron las ganas al recordar lo torpe que es con las matemáticas. Me marché a mi habitación desde donde podía ver a Helena tumbada tomando el sol. Viendo ese cuerpo tostándose al sol sin sujetador y con lo dura que tenía la polla, concentrarme para hacer los ejercicios fue casi un milagro.
El móvil de mi perrita no paraba de sonar, supongo que estaba contándoles por whatsapp a sus amigas porque no salió ayer de fiesta. Al cabo de un rato me llegó un whatsapp a mi móvil y que sorpresa me lleve al ver que era de mi perrita: “Hoy puedo salir. Es l cumple d Marta”. Leyendo este mensaje me fijé que la niñata había aprendido quién manda y era una buena situación para disfrutar otra vez de su cuerpo, pero esta vez fallándomela bien. Le conteste: “Pídemelo como debes perrita”. Me coloqué en la ventana para ver la reacción de Helena al leer el mensaje, de tal modo que ella no me pudiese ver.
Helena se levantó de la tumbona, como si no se hubiese creído lo que estaba leyendo. Miraba para mi ventana y volvía a mirar el móvil, esperando que el mensaje cambiase. Empezó a dar vueltas alrededor de su toalla, se paró a tomar aire y arrancó decidida hacia el interior de la casa. Rápidamente me coloqué en mi silla de escritorio de espaldas a la puerta, para hacer como si estuviese trabajando. A los pocos segundos apareció la niñata por mi puerta.
– Podría ir a la… – le hice un gesto de que esperase mientras seguía disimulando.
La hice esperar un poco, mientras veía como se desesperaba reflejada en el espejo que tenía en mi habitación.
– Bueno, ¿qué querías decirme? – le pregunté mientras me giraba hacia ella.
– ¿Puedo ir al cumpleaños de Marta?
– Te recuerdo que estás castigada por tu madre.
– Pero por favor, es el cumpleaños de mi mejor amiga, no puedo faltar. Por favor. – me empezó a suplicar
– ¿Y yo qué gano?
– ¿Qué quieres? – me pregunto Helena poniendo cara de conocer la respuesta.
– En esta vida quiero muchas cosas perrita. Pero la cuestión es, ¿tú qué me ofreces para que te deje ir a la fiesta?
– Ya sé lo que quieres pero olvídate. Eso no va a volver a pasar. – me contestó muy tajante.
– Me hace gracia cuando lo dices así. Ya no eres una niña, dilo por su nombre – le contesté riéndome.
– Quieres volver a follarme y eso no quiero. No me gustó.
– Bueno si estás tan decidida que no quieres nada de placer, podría pedirte volver a hacer algunas de las cosas que no te dieron placer hoy. – los ojos de Helena se abrieron como platos.
– ¿Azotarme? – me pregunto casi tartamudeando.
– Si. Yo creo que la experiencia de la fusta te vino muy bien y repetirla sería bueno para tu educación. – el cuerpo de mi perrita se tensó solo con decir la palabra fusta y como acto reflejo se llevó las manos a su culo, donde aún se podía apreciar los azotes de esta mañana.
– No, olvídalo, ya estoy harta de esta situación y que te aproveches de mi. – me gritó con rabia saliendo por la puerta.
– También puedes marcharte sin mi permiso y ver cuando estés con tus amigos las caras que ponen, cuando vean tus nuevos videos. – Helena se quedó congelada al oír mis palabras.
– No te atreverías.
– Sólo tengo que usar el whatsapp desde el ordenador con tu número, que pasa que ya no recuerdas que me diste anoche el teléfono. – el pánico recorrió el cuerpo de Helena y comenzó a lloriquear.
– ¡Es mentira!
– Compruébalo, sal por esa puerta y les mandaré tu último vídeo para que vean lo bien que la chupas. – Mientras le decía esto, busqué el video que le grabé esta mañana mientras me la chupaba y lo puse a pantalla completa en mi ordenador.
– Te la chuparé y me lo tragaré, pero follar otra vez no, por favor. – me suplicaba mientras se acercaba a mí.
– Vamos a tu habitación. – le dije mientras le indicaba que empezase a caminar.
Entramos en su habitación y podía notar lo tensa que estaba Helena, algo que me ponía mucho, pero esta vez quería que ella también disfrutase, para darle un buen aliciente para que fuese más sumisa y complaciente. Recordé como la calentaron mis besos por el cuello en el probador y colocándome detrás de ella empecé a dárselo suavemente. Hizo algún gesto de desaprobación pero rápidamente empezó a relajarse más, con cada caricia que le daba por sus pechos desnudos. Tenía los pezones muy duros y sensibles, el mínimo roce de mis dedos, tenían un efecto de placer en la expresión de Helena. La giré y empecé a besarla en la boca, lo que ella acompañó con caricias por dentro de mi camiseta. La Helena ardiente y cachonda estaba empezando a aparecer, lo que a mí me aceleró el calentón mucho más. Me quitó la camiseta que tenía puesta y continuó besándome cada vez más apasionadamente. La volví a girar para frotarle bien mi polla erecta en su cupito redondo, a la vez que le volvía a mordisquear el cuello.
– Joder, eres un cabrón, sabes… que eso me vuelve… vuelve loca. – la respiración se le estaba acelerando.
– Créeme esto no va a ser lo único que te vuelva loca. – metí mis dedos por dentro del bañador y empecé a acariciar su clítoris, que estaba mucho más mojado que otras veces.
– Dios que vergüenza… no me puedo controlar.
Le baje la braguita del bañador para poder meter bien mis dedos en su rajita, lo que hizo que Helena no pudiese contener un gemido. Mi perrita se quito la braguita ya que le estaba molestando a la altura de las rodillas para poder abrir bien sus piernas y facilitarme que estuviese jugando con su coño. La empujé sobre su cama y me coloqué sobre ella inmovilizándole las manos por encima de su cabeza. La cara de Helena era puro placer, los meros soplidos suaves que le hacía en los pezones hacían que se revolviese de placer. Como me estaba encantado lamer esas tetas, que eran tan suaves que me daba ganas de darles un mordico.
– ¿Qué sigues diciendo que no te gusta este castigo? – le pregunté mientras mis dedos volvían a bajar a su clítoris.
– No me… ahhhhh… joder… ahhh. – empecé a masturbarla muy rápido en su húmedo clítoris para no dejarla que terminase la frase.
– Si quieres termino…
Sorprendiéndome Helena se me tiró encima y me empezó a besar totalmente fuera de sí. Metió su mano dentro de mi bañador y empezó a acariciar mi polla.
– ¡La quiero! – me dijo mientras se mordía el labio y miraba mi erecta polla.
– Guarrilla aun no te la has ganado.
Me sonrió y comenzó a darme besos por el pecho. La volví a girar y me puse sobre ella, recorriendo desde el cuello hasta su entrepierna con mi lengua. El contacto de mi lengua con su clítoris hizo que Helena arquease la espalda entre gemidos y gritos de placer. Estaba muy mojada y con cada pase de mi lengua perdía más el control, necesitando taparse la boca para no chillar de placer. Se retorcía de placer y cuando introduje un par de dedos en su coño, hizo llegar a mi perrita al límite. Estaba teniendo un orgasmo más fuerte que las anteriores veces y aun tapándose la boca con la almohada pude oír sus gemidos al correrse. Casi sin tiempo para recuperar el aire que le faltaba, Helena se me volvió a tirar encima y me quitó el bañador. Estaba fuera de sí, sin que le tuviese que decir nada empezó a chuparme la polla. Esta vez sí que lo estaba haciendo con ganas, tragándose toda la polla que podía en cada metida, lo que me estaba dando el mayor de los placeres. La agarré de la coleta para que me mirase.
– ¿Dónde pusiste los condones?
– Los… escondí – me contesto un poco atragantada por la saliva de chupármela como un loca.
– Te dije que siempre los tuvieses a mano. ¡Búscalos, rápido! – le ordene tirándole del pelo para que se alejase de mi polla, la que parecía que no quería soltar. – Voy a contar el tiempo que tardas en traerme uno.
– si ya lo traigo.
Empecé a contar en alto mientras Helena rebuscaba en el fondo de uno de sus armarios. La escena era una pasada, mi perrita a cuatro patas revolviendo en el armario, enseñándome todo su tierno y mojado coño. Hera como si tuviese un cartel luminoso que pusiese: “métemela”. Cuando llegué a la cuenta de catorce Helena se giró para darme un condón.
– Aquí tienes. – como poseída empezó a besarme.
– ¿Qué te dije que te pasaría si no tenías condones cuando quisiese metértela? – le pregunté tirándole del pelo para que me mirase a la cara.
– Que me castigarías. – me dijo intentando volver a besarme.
– ¿Y ahora te mereces un castigo?
– Si, te desobedecí pero no lo volveré a hacer. – me dijo con cara picara mientras agarraba mi polla.
La agarré y la puse contra el espejo de su habitación.
– Apoya las manos y separa las piernas. ¿Hasta qué numero conté?
– Catorce creo.
– Pues esos son los azotes que te daré, ¿de acuerdo?
Me contestó asintiendo con la cabeza mientras se colocaba para recibir los azotes. Estaba totalmente sumisa la niñata, seguro que no quería hacerme perder el tiempo y así volver rápidamente a donde lo dejamos. Decidí premiarla por este comportamiento y empecé a masturbarla, lo que hacía que le fallasen las piernas.
– Quiero que los cuentes y digas: “gracias, me lo merezco por mal criada”.
– Si… lo haré. – me contestó con la respiración acelerada por mis caricias.
Le di el primer azote suave, lo que se reflejo con una cara de placer por parte de mi perrita. Me miró con unos ojos que reflejaba que el placer estaba dominado su cuerpo y dijo su frase correctamente. Sin dejarla de masturbar en ningún momento le di otro azote suave como el primero, lo que hizo dar un gemido a Helena antes de decir su frase. Con el tercer y cuarto azote, el placer estaba haciendo que le fallasen las piernas a Helena con cada azote estaba cada vez más cerca de alcanzar otra vez su límite. Aceleré mis dedos que jugueteaban con su entre pierna y le deje caer el quinto azote.
– Ahhh… Cinco… Gracias. – se giró para mirarme. – Me lo… merezco… merezco… más fuerte… por favor. – me dijo entre gemidos.
No me podía creer lo que acababa de escuchar. Aceleré más mis caricias en su clítoris y le di un azote bien fuerte, que arrancó un grito de placer a mi perrita. Helena estaba fuera de control, se abalanzó sobre mí para besarme y con una mano empezó a masturbarme. La lleve hasta la cama y la tumbé boca arriba. Ya no aguantaba más, me puse el condón y acerqué la punta de mi polla a su coñito. Empecé a empujar para entrar por esa estrecha rajita.
– Despacio… por favor – le escuche entre los gemidos que estaba dando.
Despacio pero sin parar le metí toda mi polla, lo que no me costó mucho de lo lubricada que estaba.
– Dios… vas a hacer… que… que me corra otra… vez.
Empecé a bombear mi polla cada vez con más ritmo y Helena me agarraba de la cintura como si quisiese que le llegase hasta el fondo con cada envestida. Ya no entendía nada de lo que me decía mi perrita entre gemidos, que cada vez eran más acelerados. Cada envestida hacía que Helena arquease la espalda y me besase con locura. La giré y dejé que se colocase encima de mí, lo que hizo que Helena perdiese el poco control que le quedaba. Mientras ella cabalgaba sobre mi polla, empecé a jugar con su clítoris.
– No voy… a aguantar… si… si haces eso… – me dijo con lo poco de aguante que le queda para no correrse.
Yo también estaba llegando a mi límite, pero aun me quedaba una postura que quería disfrutar. Agarré a mi perrita y la puse a cuatro patas al borde de la cama, enfrente del espejo, así podría ver bien su cara. De una envestida le metí toda mi polla lo que le hizo dar un grito de placer a la niñata y gracias al espero pude ver que también una sonrisa de placer. La agarré por la cadera y empecé a follarla con intensidad. Helena se arqueó un poco para que me quedase a una altura perfecta, se notaba que la niñata quería que le diese bien. Casi como un acto involuntario la di un azote en su culo, lo que Helena respondió con un chillido de placer y me miró sonriendo a través el espejo.
– Otro… por favor. – le entendí entre gemidos.
Esa petición de mi perrita me puso a mil y comencé a follarla más fuerte y a darle algunos azotes. Helena estaba a punto de correrse y yo ya no podía aguantar más. Helena mordió la almohada para ahogar los gemidos que le estaban provocando el orgasmo, lo cual hizo que apretase el coño. Ese apretón en mi polla hizo que me corriese con el mayor de los placeres, cayéndome sobre Helena que estaba extasiada sobre la cama. Ninguno de los dos podía decir algo ya que nos faltaba el aire y estábamos sin fuerzas. Las sabanas estaban totalmente mojadas al igual que nuestros cuerpos del sudor. Helena se abrazó a mí con una cara de placer que no podía ocultar.
– Seguro que ahora dirás toda avergonzada que no te gusto el castigo. – Helena intento tapar su cara con las sabanas para no revelar lo excitada que estaba. – Bueno para terminar perrita, sácame el condón y límpiame la polla.
Helena me puso cara de pena para que no le obligase a hacerlo, pero obedientemente se acercó a mi polla. Con un poco de asco me saco el condón y lo tiro al suelo. Viendo todo el semen que quedaba por mi polla agarro la sabana.
– No perrita, con la boca. No estropees ahora lo bien que te has portado en este castigo.
Con cara de pocas ganas, Helena se metió mi polla medio dura en la boca y empezó a chuparla. Tengo que reconocer que esta niñata tiene un don para chuparme la polla, no sé si será por lo pequeña que tiene la boca o por los movimientos con la lengua que hace, pero estaba haciendo que se me pusiese otra vez dura. Helena se dio cuenta como estaba creciendo dentro de su boca y me miró sorprendida.
– Ni se te ocurra parar perrita, que lo estás haciendo muy bien. Tienes una boca de escándalo.
Helena se resignó y empezó a chupármela. Estaba a cuatro patas dejándome una vista perfecta de su coñito que lo tenía un poco enrojecido y como si me atrajese, se lo acaricié con los dedos. Helena dio un respingo y se giró.
– No por favor, necesito descansar, que ahora mismo me está ardiendo un poco. – me suplicó.
– Pues tendrás que compensarme que me apetece jugar con el otra vez.
Sin decir nada más volvió a chuparme la polla, pero esta vez tragándosela entera cada vez que se la metía en la boca. Le estaba costando, ya que le daba arcadas, pero a mí me estaba excitando una burrada e iba a conseguir que me corriese enseguida.
– Venga más rápido perrita, que esta vez… te estás superando. – me costaba hablar que estaba llegando a mi límite.
Helena empezó a acelerar su mamada y con la mano empezó a pajearme la base de mi polla, un truco nuevo que me estaba gustando. Me corrí con ganas dentro de la boca de mi perrita y esta no dejó caer ni una gota. Después de tragarse el premio que le había dado, lamió un par de veces mi polla para dejarla impoluta, gesto que me gustó mucho.
– ¿Te gustó? – me preguntó ansiosa por recibir mi aprobación.
– Lo has hecho muy bien perrita y te has ganado ir al cumple de tu amiga.
– Gracias. – me dijo toda aliviada.
– ¿A qué hora has quedado? – le pregunte mientras me levantaba de la cama.
– A las diez en la casa de Marta y así ceno algo con ella.
– Bien, yo también he quedado sobre la misma hora. ¿Ya has pensado que te vas a poner?
– Pues no mucho. –me contestó como insinuando que había estado muy ocupada como para pensarlo.
– Bien, pues quiero que te pongas tu lencería nueva con un vestido.
– ¿Las medías y todo? – me preguntó mirando al conjunto nuevo que tenía sobre la mesa.
– Si, y quiero que cuando te vea bajar por las escaleras se me vuelva a poner dura, con que elige un vestido corto que te quede bien sexy.
– ¿Corto? Se me verán las medias y son poco discretas.
– Niñata no estropees una buena tarde con tus tonterías ahora, obedece o a parte de salir con el vestido corto, saldrás con el culo rojo como un tomate.
– Si, si me pondré un vestido corto, perdón – me contesto rápidamente muy sumisa la niñata.
– Bueno ve a arreglarte. A las nueve y media te quiero lista en el salón para pedir un taxi y recoge esta habitación que parece una cuadra.
Me fui para mi cuarto a darme una ducha que estaba todo sudado y a ver si me relajaba un poco que aun tenía el corazón a mil latidos.




