El nerd me sigue cogiendo, soy un poco sumisa

El nerd me sigue cogiendo, soy un poco sumisa

El nerd me sigue cogiendo, soy un poco sumisa

El nerd me sigue cogiendo, soy un poco sumisa

Por fin había llegado el fin de semana, y como todos los sábados me tocaba broncearme.

Y aquí estaba yo, con el bikini blanco más sensual del universo, acostada en un camastro mientras mi piel lentamente agarraba un delicioso tono dorado. Sonreí con picardía mientras me untaba más bronceador en el estómago, pensando en lo sexy que me veía haciendo esto.

Porque para variar, sabía que tenía público.

«Otra vez ellos…” Me dije con una risita coqueta, viendo como a la distancia varios chicos se habían subido a un árbol para admirarme mejor. Y al sentir un delicioso calorcito exhibicionista por mis venas decidí darles un poco más de «show», por lo que con toda la sensualidad posible arquee mi cuerpo y vi como los pobrecitos casi se caían por la impresión.

No pude evitar reírme un poquito, con una carita de travesura.

Simplemente, me fascinaba ser el centro de atención. Nada me excitaba más que volver locos así a los chicos, era como una droga. Y como en estos momentos el jueguito estaba resultando demasiado divertido…

…Decidí hacerlos sufrir un rato más.

Y mi ataque fue implacable. Durante casi 15 minutos use lo mejor de mi repertorio: Vueltecitas, arquear la espalda, levantar la pierna, nalguitas paraditas, sonrisitas coquetas, ponerme boca abajo, de lado, untarme bronceador, etc.…

Y las reacciones de los chicos eran súper cómicas. Sus miradas eran de total lujuria, y hasta se peleaban entre ellos por ocupar los mejores lugares del árbol. Y el verlos luchar así por mí me tenía cada vez mas acelerada, aunque…

… No había considerado que el Sol estaba pegando muy fuerte, y entre tantos movimientos me fui cansando y me dio un poco de sueño.

Sera mejor descansar un rato, pensé con una sonrisita, además así evitare que se vuelvan locos.

Entonces me puse unos lentes de sol y me recosté, decidida a dormir un rato. Pero no llevaba yo ni un minuto así cuando de repente sentí que alguien me tapaba los ojos con las manos.

«Adivina quién es…» Dijo Beto con emoción.

«Ufff.. Es inconfundible la voz de ñoño y el tonito de estúpido…» Le recrimine poniendo una mueca.

«Siempre tan cruel, Megan.» Dijo en voz baja Beto, soltándome. «Luego te quejas que te trato mal, mi amor.»

«Mira… para empezar, estúpido, no me digas «Mi amor»» Dije torciendo la boca.

«¿Ah, las cosas van a ser así? ¿No recuerdas, Princesa, que apenas ayer te tenia con la verga en el culo mientras gemías pidiendo más?”

«S.si, pero… eso es diferente…» Dije sonrojándome sin querer. «Me estabas obligando.»

«No, Megan, te dije claramente que si te querías ir lo podías hacer… »

«Mira… yo…” Trate de responder, pero sus argumentos eran lógicos. No supe que decirle.

«Como sea, Meg, te traje un regalo.» Dijo Beto colocando una bolsa negra de plástico en el pasto y buscando algo en su interior.

«¿U.un…regalo?» Puse una sonrisita. «¡Me fascinan los regalos! ¿Qué me compraste?»

Beto no dijo nada y siguió buscando algo en la bolsa hasta que lo encontró. Y cuando sacó la mano vi que tenía en ella un collar negro de cuero, muy delgado y claramente para…

…Mascotas.

Beto se me quedo viendo con una sonrisa estúpida.

«¿P.pero… y eso que es?» Le reclamé.

«Es un collar, mi amor, -Dijo con orgullo- que va a dejarle en claro al mundo que me perteneces… Lo compre en internet hace unos días, y me explicaron que es para estos casos.»

«¿Para estos casos? ¿Qué tu estas idiota o qué? ¡No pienso ponerme eso!»

«No, princesa, claro que TE LO VAS A PONER. No te estoy preguntando si quieres. ¿O se te olvida cuál es tu papel aquí?» Respondió Beto visiblemente enojado.

Me asusté un poquito al verlo así. Sin duda Beto tenía el control de mi vida y hacerlo enojar no era buena idea. «N.no, mira… Beto, es que yo… mira, voy a la escuela, y… ¿Cómo me voy a ver con eso?»

«Megan, no se te va a ver mal. Tu eres linda de cualquier forma.» Dijo mientras colocaba el collar alrededor del cuello.

«Ay Beto… es que… » Dije angustiada. «Me da pena, me van a ver y…»

CLICK…

El collar quedo firmemente alrededor de mi cuello, cerrado por un pequeño candadito dorado.

«¡ Beto! ¡Te dije que NO, estúpido…!» Dije agarrando el collar con impotencia, tratando de abrirlo.

«Megan, si vuelves a mencionar el collar te juro que te pongo a mamármela aquí mismo. ¿Ok? Y por cierto, no te lo podrás quitar ya que solo yo tengo la llave.»

«B…bueno… está bien.» Dije bajándole a mi voz. «Ya no diré nada.»

Beto puso una sonrisita malvada. «Y espera que veas la plaquita…»

«¿P.plaquita? Ay Beto, no querrás decir que…»

Y entonces me la mostro. Una pequeña plaquita de metal que decía:

Megan Loera

Propiedad de Beto Balcázar.

Me quede helada. Era la mayor estupidez que había vivido nunca, y lo peor de todo era que no había forma de evitarla. Tendría que llevar el maldito collar y la ridícula plaquita a partir de ahora. Apreté las manos con coraje, mirando a Beto con todo el odio del mundo.

Pero a el no le importaba en nada mi situación, y sin preguntarme agarro con cuidado el collarcito y le coloco la plaquita, que quedo colgando muy coqueta al frente.

«Ay…no.» Dije con pesar. Y por si la humillación no fuera suficiente vi que los chicos en el árbol seguían muy atentos lo que sucedía conmigo.

«Megan, quita ya esa carita de preocupada. -Dijo Beto con una sonrisa.- Te tengo otro regalo. En un rato alguien va a venir a tu casa y quiero que escuches con atención lo que te diga.»

«P.pero…» Trate de responder.

«Esa persona va a traer algo para ti, y si haces lo indicado, te daré 10 fotos.»

«Oye, pero…»

Y antes de que pudiera preguntarle más cosas Beto me dio sorpresivamente un beso en la boca y salió corriendo a toda prisa hacia su casa.

«¿Qué traerá el nerdcito entre manos?» Me pregunte con la curiosidad quemándome por dentro. ¿Pero qué? ¿Quién vendría a verme? ¿Cuándo? ¿Por qué?

Entonces volví a sentir el collarcito en mi cuello y me olvide de todo, sintiendo un coraje tremendo. Me lo quería arrancar de golpe, sin importar las consecuencias. Esta vez Beto había ido demasiado lejos. Si bien hasta ahora tenía claro que ser dominada me gustaba, otra cosa era ser la mascota del nerdcito en público.

Y eso si que no.

En público, NADA. ¡Y estaba dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias con eso!

Regrese furiosa hasta mi recamara y entré azotando la puerta. Entonces con mucha prisa me vi al espejo y al ver el collarcito alrededor de mi cuello me volvió a hervir la sangre. «¡Maldito Beto…!» Dije pateando una almohada del piso. “¡Lo voy a matar, a descuartizar, a quemar vivo, a…!”

De repente oí como sonaba el timbre de mi casa y con ansiedad me asome por la ventana, pero solo alcance a ver que alguien entraba aunque sin distinguirlo.

«¿Sera… la persona que Beto dijo?» Dije intrigada. Entonces oí que alguien subía por las escaleras y en pánico me di cuenta que aun estaba vestida solo con el bikini blanco.

Y de repente la puerta de mi recamara comenzó a abrirse lentamente.

Y durante un segundo me paralice, pensando que entraría el tipo más pervertido del mundo a violarme, hasta que un rostro familiar se asomó por detrás de la puerta y vi con alivio que se trataba de Claudia, la vecinita ñoña de enfrente.

«Hola Megan… «Me saludo con timidez.

«H..hola Claudia… «Dije poniendo una cara de confusión. ¿Sería ella la persona que Beto había enviado? ¿Claudia? ¿Qué relación había…? ¿O seria alguien más…?

Como sea, el que Claudia me estuviera visitando era algo rarísimo ya que nunca habíamos sido muy amigas. Eso porque nuestras personalidades eran completamente opuestas. Mientras que yo era extrovertida, sexy y el centro de la fiesta, Claudia era tímida y callada, siempre muy hacendosita con sus tareas. La típica chica cerebrito que se viste de forma anticuada y sale en el cuadro de honor.

«¿Me puedo sentar?» Preguntó en voz baja, sin atreverse a dar un paso.

«S.si, claro Claudia, estás en tu casa.»

«Gracias Megan.» Y acto seguido se sentó en el borde de la cama, mirándome en silencio.

Y una duda me asalto en ese momento…

Ahora que lo pensaba, a Claudia nunca le había conocido un novio. Y eso a pesar de que…

… era muy bonita.

Su rostro era como de niña, con unos ojos café súper intensos y una sonrisa tierna, flanqueados por un precioso cabello negro hasta los hombros, muy bien cuidado. Y aunque no era muy alta tenía un cuerpo bien proporcionado, con evidentes curvas en los lugares correctos.

Pero lo dicho: Su forma de vestir del siglo pasado la traicionaba.

Y hoy venia vestida con una combinación particularmente es-pan-to-sa, con una falda de cuadros hasta la rodilla, blusa blanca y zapatos y calcetines negros.

Ay Claudia, -Pensé con una mueca de reproche- Si tan solo aceptaras mis consejos de moda serias súper popular con los chicos.

«Megan… m.mira.. es que… te venía a decir algo.» Dijo ella de repente, tartamudeando y bajando la mirada.

«Si, dime.»

«E.es.. que, mira… »

Y justo entonces me di cuenta de algo: En el cuello Claudia llevaba el mismo collar que yo.

«¿Quién te dio eso?» Pregunté con ansiedad.

«M.mi Amo…»

La sujete de los hombros con fuerza y vi que se asustó un poco. «A ver, ¿Cómo está eso de que «Tu Amo»?

«Si…bueno… tú también tienes uno. ¿No?» Dijo señalando mi collar.

«No, yo… no, es un malentendido… mira…» Traté de cambiar el tema.

«No mientas, Megan, se que Beto es tu Amo…»

«Mira, Claudia, son estupideces. ¿Tú crees que YO tendría a un idiota como él de «Amo»?

«Si…» Dijo casi con miedo.

Me cubrí la cara con las manos, tratando de no desesperarme. «Ay Claudia, mira… ok, supongamos que Beto es mi «Amo». Ahora dime quien es el tuyo.»

«También él… » Dijo con una sonrisita tímida.

«Y… ¿Cómo es que se volvió tu «Amo?» Levante una ceja de forma inquisitiva.

«Es que… el tiene unas fotos… y… bueno, igual que a ti.»

«¡Ajá…! «Dije sintiendo como el pulso se me aceleraba. ¿Así que el nerdcito había capturado a otra chica más? Esto tenía que detenerse, hablaría con Beto muy seriamente y…

«Megan, es que… –Me interrumpió Claudia- Te quería decir también que mi Amo me envió a una misión.»

«Mira, Claudia, deja de llamarle «Amo» al estúpido ese, ¿Ok? Bueno… ¿Y cuál es esa misión?»

«Es… que…»

Se hizo un silencio incomodo.

«Ay Claudia, ¡Ya dime…!» Dije desesperada.

«Tengo que comerte.» Dijo de repente, cubriéndose la cara con muchísima pena.

Otro silencio incomodo.

«A…a ver si entendí. ¿Tienes que… comerme?» Dije alejándome un poquito de ella. Ahora entendía claramente porque Claudia nunca había tenido novio, y al estar frente a ella solamente con un bikini blanco comenzaba a ponerme nerviosa.

«S..si…” Dijo bajando la mirada. «¿Me…dejarás?»

«¿Estás loca o qué? ¡NUNCA! Y ahora sal de mi recamara… «Respondí con altanería.

«Dice que te dará 10 fotos si aceptas…»

«Ni por mil, a mi no me gustan las mujeres y…»

«30 fotos.»

«Ah… ¿30?»

«Si, dijo que te podría ofrecer hasta 30.»

«Bueno… no sé, Claudia. No creo que sea algo…»

«Megan… mira, tu no tendrías que hacer nada. Solo acuéstate y déjame hacer todo yo.» Y Claudia me miro con una expresión que no dejó lugar a dudas que eso le fascinaría.

«Bueno… suponiendo que acepto. ¿Cuánto tiempo duraría el… proceso?»

«20 minutos…»

Caminé con ansiedad de un lado al otro de la habitación, pensando. Nunca había estado con una mujer, ni siquiera en fantasías o nada. Pero la oferta parecía inofensiva: 20 minutos de estar acostada en la cama dejándome querer, a cambio de 30 fotos. Y durante todo este tiempo podría imaginar que es un chico el que me estaba comiendo.

«Bueno… pero solo 20 minutos. ¿Ok? Y no me pienso quitar el bikini, va a tener que ser por encimita. ¿Entendido?»

«Si.» Dijo sonriente Claudia.

Con muchos nervios me senté en el borde de la cama y rápidamente Claudia se arrodillo en el piso frente a mí, colocando sus pequeñas manos en mis rodillas sin quitar esa expresión de lujuria tan sospechosa. Con un suspiro cerré los ojos, tratando de pensar en otra cosa…

«¿Ya, Megan?»

«Ufff… – Inhale profundamente- Ya…»

Entonces Claudia apretó sus dedos en mis rodillas y me hizo abrirlas un poco. Sentí como se acomodaba en el piso, y de repente…

Un suave soplo de aire entre mis piernas.

«Uf…» Di un saltito.

«¿Te gustó?» Pregunto Claudia.

«Eh… algo, bueno… sigue, ¿Ok?»

Y entonces otro soplidito, esta vez más cerca.

«Uy…»

«¿Ahora si te gustó?»

«N.no… no, pero… continúa…»

Entonces las manos de Claudia sujetaron con firmeza mis muslos interiores, abriéndome un poco más las piernas. Y antes de que pudiera protestar su boca se apretó agresivamente contra mi sexo, chupando y soplando con voracidad por encima de la telita del bikini. «MFmf……mfmf….mfmfmf….»

Y casi me desmayo, porque la sensación era…

…Sublime.

Me mordí los labios tratando de no gemir, pero era dificilísimo. La boca de Claudia daba fuertes empujones contra mi cuerpo, como si fuera una sanguijuela voraz mientras su lengua lamia vigorosamente las áreas alrededor de mi delicado botoncito.

Y la delgada tela de mi bikini no oponía ninguna resistencia, y para fines prácticos era como si su boca estuviera contra mi piel, con cada soplido y resoplido multiplicado por mil gracias a la humedad de mis partes.

Y no pude evitar poner una carita de angustia, ya que a este ritmo contener mis gemidos se estaba haciendo imposible.

«¿T..te gusta así, Megan?» Pregunto Claudia tímidamente, dejando su boca a un centímetro de mi clítoris.

«S..sigue…¿Ok?» Respondí con voz temblorosa.

Y ella obedeció felizmente, y sus labios volvieron a pegarse vorazmente a mi sexo, creando una poderosa succión mientras su lengua se retorcía como serpiente herida entre mis pliegues. Cada contacto me hacía saltar un poquito, por más que tratara de controlarme, y el placer se estaba volviendo insoportable.

Y mi voluntad se evaporaba con el pasar de los segundos…

…y así lo inevitable por fin pasó…

«AAhhhhh…..» Un tierno gemido se escapó de mis labios.

Claudia se detuvo por un milisegundo al oír esto, y entonces agarro el costado de mi bikini con los dientes y lo fue haciendo a un lado, dejando mi sexo completamente al descubierto.

«A.Claudia, espera… y.yo…» Trate de decir, sonrojándome.

Pero ella sabía perfectamente que me tenía en sus manos. Y sin pedir permiso colocó sus manos en mi vientre y suavemente me fue empujando hacia atrás, hasta que mansamente quede acostada en la cama.

«¿Podrías… levantar las piernas, Meg?» Pregunto tímidamente.

«S.si…» Dije débilmente, poniéndome roja de la vergüenza.

Y de nuevo su hambrienta boca busco mi sexo y su tierno rostro se hundió entre mis delicados vellos negros, para entonces meterme de golpe su atrevida lengua hasta lo más profundo de mí ser. Inmediatamente arquee violentamente la espalda y mi respiración se aceleró muchísimo, a la vez que comenzaba a sudar de forma incontrolable.

«AAAhhh…..» Gemí tiernamente.

Y ese gemido prendió muchísimo a Claudia, que no descansaría hasta hacerme venir. Entonces comenzó a taladrarme el coño como si su lengua fuera un pequeño pene, retorciéndola en mi interior mientras bebía mis abundantes jugos como desesperada. Y mientras tanto sus labios chupaban, lamian, jalaban y frotaban cada milímetro de mi sexo, sin descansar ni un segundo.

Y debido a eso mis gemidos eran cada vez más descarados, hasta el punto en que comencé a preocuparme que alguien en mi casa pudiera oírlos. Entonces apreté las sabanas con impotencia, porque sabía que no podía quedarme callada.

Pero el exquisito placer entre mis piernas era francamente insoportable.

Abrí mi boca y pasé mi lengua de forma lujuriosa sobre mis labios, sintiendo como mi respiración sonaba como la de una hembra en celo. Pero el hecho de saber que era una chica la que me tenía así…

…Me estaba matando.

Y la curiosidad quemaba. Quería voltear a verla, pero… ¿Soportaría ver un rostro femenino entre mis piernas? ¿A Claudia?

Oh Dios, no… no debo voltear a ver…

No debo…

Oh Dios…

Pero lo hice.

Con mucho nerviosismo voltee a ver a Claudia, y al ver su cara entre mis piernas quede como hipnotizada. Su bello rostro tenía los ojos cerrados y ella movía su cara de lado a lado, comiéndome a placer, con su nariz descansando entre mis delicados vellos púbicos. Y su boca y mejillas estaban completamente empapadas con mis jugos.

Y yo simplemente no le podía quitar la vista de encima.

Ver ese hermoso rostro apretándose contra mi sexo, devorándome…. Uff, me había acelerado muchísimo. Sentí un delicioso calorcito recorriendo todo mi cuerpo, aumentando mi temperatura un par de grados más, mientras Claudia obedientemente seguía concentrada en su amorosa labor, sin detenerse ni un segundo.

«Ah…» Gemí nuevamente, sonriendo ligeramente al sentir un toquecito en mi clítoris.

Y entonces Claudia abrió los ojos y me sorprendió espiándola. Con mucha pena volteé rápidamente a otro lado.

«¿T.te gusta… verme, Meg?» Pregunto sensualmente.

«No… bueno… s.si…» Dije con la cara roja de vergüenza, mientras poco a poco volvía a verla a los ojos. «Si… me gusta.»

«A… a mí también me gusta. Mírame a los ojos… ¿Ok?»

Y obedecí.

Mis ojos se clavaron en los suyos mientras Claudia desabrochaba los hilos de mi bikini, quitándomelo. Y entonces comenzó a darme largas y lentas lamidas por mis hinchados labios, terminando siempre con un simpático toquecito en mi clítoris.

«AAAAAAAAhhhhhhh…..» Cerré los ojos y puse una carita de angustia, arqueando la espalda. Con desesperación jalé las sabanas de mi cama, mordiéndome un labio para no gritar en éxtasis. Claudia estaba yendo directamente por su premio, y a este ritmo lograría hacerme venir en segundos.

Y de repente paso algo tremendo…

Alguien tocó la puerta de mi recamara: ¡Toc, toc!

«¿Hija? ¿Está todo bien?» Pregunto mi Mama con preocupación desde el pasillo.

«S.si, Mami… t..todo está bien. No pasa nada… «Respondí con muchísimos apuros, mientras Claudia seguía atacando sin piedad a mi delicado botoncito. Traté de separarla un poco de mí, pero fue imposible.

«¿Segura? ¿Está todo bien con tu amiga?» Preguntó mi Mamá de nuevo.

Con angustia vi a mi «amiga» sujetándome con fuerza de la cintura, apretando su rostro contra mi sexo de una forma brutal. Era evidente que no se despegaría por nada en el mundo de su exquisito postre. Y vi con muchos nervios que la puerta de mi recamara no tenía el seguro puesto. Si mi Mama entraba vería una escena terrorífica…

Aquí estaba yo, acostada en la cama con las piernas en el aire y la cara de Claudia entre ellas.

Oh Dios. Por favor, que no entre o le va a dar un infarto.

Y así pasaron varios tensos segundos, hasta que finalmente…

«Bueno, niñas, las dejo… Pero no hagan tanto ruido. ¿Ok?» Dijo mi Madre y aliviada oí como bajaba las escaleras de la casa.

«Uff… que susto, casi pensé que nos descubriría.» Le dije a Claudia con una risita coqueta.

«Si, hubiera sido muy incomodo, Meg. Sobre todo por lo que te estoy a punto de hacer…»

«¿Q.que?»

Claudia chupo sugestivamente su dedo medio frente a mí y sin pedirme permiso ni nada lo bajó hasta sentí como presionaba mi ano ligeramente. Y al ver mi cara de sorpresa aprovechó para metérmelo poco a poco.

«¿A..Claudia? ¿Qué…haces…? N.no…oh Dios… uf…¡P.por ahí n.no!… ahh…» Apreté las sabanas con fuerza, mordiéndome los labios.

Y mi voluntad desapareció…

Me retorcí de la forma más lujuriosa sobre la cama mientras su boca volvía a apretarse agresivamente contra mi sexo y mi ano era bombeado por su cruel dedo. Y entre mil gemidos y jadeos pude ver que el plan de Claudia era llevarme al más intenso orgasmo de mi vida, ya que cada vez que estaba a punto de venirme…

Ella se detenía, cortándome la inspiración.

Era como una montaña rusa que subía y subía sin parar, y la caída sería terrible. Y así me fue trabajando por 10 minutos más hasta que llego el punto en el cual me tenia temblorosa, empapada y dispuesta a matar por venirme.

«P..por favor, Claudia….l.lo necesito…» Suplique entre gemidos.

«Pero… si apenas llevamos 10 minutos, Meg.. faltan 5 mas..» Respondió con una risita, lamiéndome suavemente con su lengua rasposa. «Además, sabes muy rico. No quisiera dejar de comerte nunca.»

Y su dedo aceleró brutalmente sus movimientos contra mi ano, haciéndome saltar.

«AAhhhhhh…..p..por favor… Claudia, ..n.necesito sentir.. ¡Ya!..Mmmm..»

«Bueno… lo hare pero si me das algo a cambio…»

«S..si, lo…que sea…d.dime… ahh…..»

«Que me des otros 20 minutos…»

«S..si, si… «Dije cerrando los ojos, aliviada por lo fácil que parecía el trato. 20 minutos más de dejarme querer….

«Y quiero que me des tu bikini al terminar…»

Con una expresión de angustia dije que si también. A pesar de que este bikini era carísimo, si ese era el precio a pagar por más placer pues adelante. Y apenas termine de decir eso…

La boca de Claudia dio el golpe final.

Con una succión increíble, casi dolorosa, sus labios formaron una «O» alrededor de mi clítoris y su lengua comenzó a darle toquecitos rápidos. Eso mientras su dedo bombeaba mi culo a una velocidad de miedo.

«AAAAAAAAAAAAAAAAAhhhh….MMMMMMMMmmmmm» Una exquisita oleada de calor orgásmico se originó entre mis piernas y recorrió violentamente todo mi cuerpo, sacándome el aire, mientras yo me retorcía en la cama y un par de lagrimas resbalaba por mis mejillas.

«A.asi, Meg…así…» Dijo suavemente Claudia mientras se bebía mis jugos, sin detener su lengua nunca.

Todo mi cuerpo temblaba, pero justo cuando parecía que el placer bajaría de intensidad la boca hambrienta de Claudia y su dedo lograban llevarme de nuevo a la cúspide. Era algo exquisito, sublime y delicioso, y entre gemidos y jadeos fui perdiéndome en un mar de sensaciones eróticas hasta que después de varios segundos quede completamente exhausta.

Y debilitada hasta el extremo baje lentamente mis piernas hasta que estuvieron en los hombros de Claudia, mientras las deliciosas contracciones en mi coño perdían poco a poco su intensidad. Unas gotas de sudor resbalaron por mi rostro, y entonces con mucha dificultad voltee a ver de nuevo lo que sucedía en mi coño.

Y Claudia seguía ahí, con la cara empapada por completo, frotando su nariz entre mis vellos mientras sonreía tiernamente.

«¿Te…gustó, Megan?» Preguntó con una cara de ilusión.

«Uf… s.si.. Claudia, si.. No estuvo tan… mal como pensé…”

Claudia se rio suavemente. «Y eso que aún faltan 25 minutos más….»

«Uff….» Respire profundamente, sonriendo. «Se siente… delicioso.»

«G.gracias, Meg… n.no sabes cuánto tiempo soñé esto.»

Mi vanidad entro inmediatamente en modalidad DIVA. «¿Ah…si?»

«Si. Siempre que te veía salir a tus porras, o asoleándote o hasta en misa, cuando vas con esas falditas, yo…»

«Ah, ¿Me has estado espiando entonces?» Dije de forma juguetona.

«N.no, no… yo solo… es que tu eres muy bonita. Y siempre quise… hacer esto.»

Cerré los ojos mientras ponía una expresión picara. «Creo que ya estoy lista, Claudia… sígueme comiendo…»

«S.si… » Respondió ella con una sonrisa tímida, y acto seguido su boca volvió a pegarse descaradamente a mi sexo. Pero esta vez ya no tenía yo ningún complejo o duda. El que otra mujer me estuviera comiendo me había encantado, y en mi mente solo estaba el hecho de que Claudia pasaría mucho tiempo en mi recamara a partir de ahora.

Si, sin duda, pensé con una sonrisita. La llamaré a cada rato.

Y con un gemidito tierno me entregué de nuevo al placer…

*** Una hora después ***

Las cosas habían cambiado bastante. Ahora Claudia era la que estaba acostada en la cama, boca arriba, mientras yo me sentaba en su cara y mis manos se recargaban firmemente en su cabeza.

«Megan… ya no puedo…m.mas.. me duele la boca..» Dijo de repente Claudia desde abajo, con una mirada de angustia. La pobre había estado comiéndome más de una hora seguida y tenía la cara completamente empapada y pegajosa, con algunos de mis vellos en el rostro.

«Uf… si, tienes razón. Ya fue mucho.» Dije mientras me restregaba descaradamente una última vez contra su cara, sintiendo las débiles contracciones de un orgasmo que lentamente moría. Entonces puse una carita simpática y me levante con cuidado, dando un coqueto saltito al suelo. Claudia se incorporo poco a poco, agarrándose la mandíbula con una mano mientras ponía una expresión de ligero dolor.

«Auch… -Dijo mirándome con una cara de felicidad- Me duele un poquito.»

Nos reímos las dos un poco por lo ocurrido, y entonces tome unos Kleenex de mi buró y lentamente le limpie el rostro, dejándola como nueva.

«Ya, estas limpiecita Claudia. No me gustaría que mis papas te vean salir de mi recamara con mis jugos en la cara…»

Ella se rio un poco ante eso y entonces se levanto de la cama y recogió la parte de de abajo de mi bikini del suelo. Y al ver su cara comprendí que necesitaba que le diera también la parte de arriba, así que con un movimiento simpático me lo quite y se lo di. Ella los guardo rápidamente en una bolsa de su falda y se me acerco para darme un tierno beso en la mejilla.

«G.gracias, Meg…» Dijo apenada.

«De nada. Fue muy divertido.» Dije cerrándole el ojo, acompañándola hasta la puerta. Pero justo cuando estaba por salir le dije:

«¿Claudia?»

«¿S.si, Megan?»

«Hm.. ¿Tienes algo que hacer mañana en la noche?»

«Bueno, iba a estudiar para el examen, y…»

«Si, es que.. ¿Sabes? Me gustaría que vengas mañana para ayudarme a… bueno, a que me ayudes con una tarea.»

«¿Una tarea? ¿De Matemáticas?»

«No, tontita. ORAL.»

Claudia se sonrojo muchísimo. «Ah sí, que tonta yo. Aquí estaré.»

«¿Segura? No quisiera que tus calificaciones bajen por mi culpa ehh… »

«S.si, segura. Solo tienes que hablarme y aquí estaré, Meg. Siempre que… lo requieras. ¿Va?»

«Va…» Dije con una expresión coqueta.

Y con eso nos despedimos.

De un salto me acosté en la cama, muy emocionada, pensando en lo que acababa de suceder. Me había fascinado la experiencia de ser comida por una mujer, y ahora cada que necesitara una boca dispuesta solo tenía que llamar a Claudia y estaría en un minuto en mi recamara, lista para comerme todo el tiempo que yo quisiera.

Sin duda, este regalo de Beto había sido increíble. Y era tanta mi emoción que ya ni me molestaba el collarcito, que seguía apretado contra mi cuello.

Y así, sin poder pensar en nada mas…

Me fui quedando dormida… Soñando en que mañana vería al maldito nerdcito.

*** 3am, recamara de Megan ***

Estaba profundamente dormida, cuando de repente sonó mi celular.

Ring…..ring…..ring……ring….

Y aunque entre sueños traté de ignorarlo el maldito aparato seguía sonando insistentemente. Finalmente no pude más y contesté…

«¿Bueno?» Dije adormilada.

«¡Megan, necesito que vengas inmediatamente a mi casa, es importante!» Dijo Beto con prisa en la voz.

«Ay Beto… Ajum… ¡Son las 3 de la mañana! ¿No puede esperar?»

«¡No, es urgentísimo que vengas!»

«Ay… bueno. Espérame, ya voy.»

«Gracias, princesa. Aquí estaré.»

Click.

Me quede unos segundos más acostada, tratando de despertarme mientras mil preguntas recorrían mi mente.

¿Por qué Beto me había llamado a esta hora? ¿Y si le había pasado algo?

Y mi curiosidad y nervios aumentaban con el pasar de los minutos, hasta que se volvieron casi insoportables. Entonces me senté en el borde de la cama y revisé rápidamente que mi linda pijamita de seda blanca estuviera presentable, pero con el movimiento la plaquita en mi cuello hizo un sonidito metálico y volví a acordarme del collarcito.

«Estúpido Beto.» Suspiré con irritación, pasando mis dedos por el collar. No había nada que odiara mas en este mundo que el collarcito pero tendría que vivir con él hasta que se me ocurriera algo para convencer a Beto. Pero eso sería en otra ocasión, ahorita tenía que ir a ver que le había sucedido.

Entonces agarré uno de mis ositos de peluche de la cama y bajé las escaleras de mi casa hasta llegar a la entrada. Pero al abrir la puerta sentí un poco de miedo, ya que el vecindario se veía súper tétrico con todas las casas apagadas y ni un solo movimiento en la calle.

Entonces apreté con fuerzas el osito y caminé rápidamente hasta la casa de Beto. Y apenas llegué entré como desesperada por la cocina y luego subí muy sigilosamente las escaleras, tratando de no despertar a sus papas, hasta que finalmente llegue a su recamara.

«¿ Beto?» Dije en voz baja, asomándome. Y ahí estaba él, jugando como si nada frente a su Xbox.

«Megan, pasa y cierra la puerta con seguro.» Me respondió con una sonrisa, apagando la tele.

Obedecí rápidamente y entonces me dijo: «Que bueno que llegaste, me urge metértela por el culo. Toma el lubricante de mi buró y acomódate boca abajo en la cama, en posición fetal.»

«¡¡¡¿QQQQQQQQQQQQQQUEEEEEEEEE?!!!»

«Shhhhhhhhh… calladita, Meg, vas a despertar a todos. Y sí, lo que oíste, necesito tus nalgas.»

«¡¿Esa era la maldita urgencia, estúpido?! ¡Y yo que venía preocupada porque algo te hubiera pasado!»

A Beto se le enterneció la mirada por un segundo. «¿En serio te preocupaste, Megan?»

«Eh… no, claro que no. Nada. Y al ver esto, menos. ¡ Beto, eres un idiota! Me voy a mi casa…»

«Un momento, Princesita, si mal no recuerdo tu me perteneces. ¿O ya lo olvidaste?»

Esto era el colmo. Apreté los puños con coraje y sin poder controlarme lancé el osito de peluche con todas mis fuerzas y le atine a Beto exactamente en la cara. Y al ver como se iba para atrás me sentí súper feliz, casi a punto de gritar de alegría…

Pero…

Me había olvidado de sus lentes, los cuales salieron volando y cayeron hechos pedazos al suelo.

«Megan, ¿Pero… en que estabas pensado?» Dijo Beto agarrándose la cara con dolor mientras buscaba en el suelo sus lentes. Y cuando los encontró me miro con un odio que no le había visto nunca.

«P.perdoname, Beto, yo… se me olvidó que… tus lentes…» Dije apenadísima.

Beto tomó sus lentes del suelo, ahora llenos de grietas y doblados, y volvió a mirarme sin decir nada. Y yo me sentía la peor de todas, súper chiquitita, con la cara roja de vergüenza.

«Esto cambia las reglas, Meg… esos lentes eran carísimos.» Dijo Beto mientras sacaba un par de repuesto de su cajón.

«Ay.. Beto, perdóname… por favor, yo… no quería..»

«Pero lo hiciste, Meg, y tendré que castigarte.»

«¿Q.que… piensas hacer?» Le pregunte con miedo, arrinconándome yo sola contra la esquina del cuarto.

«Para empezar, el sistema de las fotos se termina. Eres mía por completo. ¿Lo has entendido, Princesita?»

Bajé la mirada asintiendo, reconociendo mi culpa. «S.si.. Beto..»

«Muy bien, Meg. Y en esa misma línea te exigiré obediencia. Una mala cara, insulto o lo que sea… y subiré TODAS las fotos a la red. En otras palabras tendrás que ser una novia fiel, amorosa y obediente para mí. Sé que no me amas pero eres buena actriz, así que convénceme. ¿Entendido?»

«S..si.. si, lo entiendo..» Dije con la cara roja de pena.

Entonces Beto sonrió ligeramente y me puso una mirada picara. «Y una cosa mas… en privado me gustaría que me llames «Mi Señor»»

«¿Qué? Beto, eso es… absurdo. Por favor. Es lo más tonto que he oído en… »

«Ah… ¿No quieres obedecer?» Respondió Beto en un tono desafiante.

«N.no, yo… yo no dije eso… solo dije que… «Me asusté.

«¿No dijiste eso, QUE?»

Me mordí los labios antes de responder, tratando de contener mi indignación ante las ridiculeces que Beto me estaba obligando a hacer. Pero aún así él tenía el control de mi vida, por lo que…

«Mi Señor.» Dije apretando las manos con impotencia.

«Excelente, Princesa. Ahora por favor, quítate la ropa y acomódate en la cama para que pueda culearte.»

Sentí un inmenso coraje en mis venas y quería tirarle un vaso o lo que sea a la cara. Pero haciendo un gran esfuerzo logre calmarme, consciente de lo que estaba en juego. Entonces con mucho pudor me quite la pijamita de seda, quedando desnuda excepto por el collarcito en mi cuello.

Beto sonrió de la forma en la que un Lobo sonríe al ver una oveja indefensa y lentamente se me acercó. «Te ves lindísima con ese collarcito, Meg… ¿Te gusta?»

«No…» Dije secamente.

Y Beto no dijo nada. Con total calma caminó hasta su computadora y vi que revisaba carpetas con mis fotografías en ellas.

«¿Q.que haces?» Pregunté con nervios.

«Ah, nada… solo estoy pensando cual carpeta subir primero a la red.»

«¡No! –Dije corriendo a su lado- ¡Por favor, no lo hagas! E.el collarcito… ¡Me encanta! Esta divino… G.gracias, mi Señor, por darme ese regalo.»

«Bueno, así está mejor… ahora, Meg, quiero verte en la cama y con la colita bien parada. ¿Ok?»

«S.sí, mi Señor.»

Y entonces fui a tomar la botellita de lubricante y regresé al frente de la cama. Entonces con mucho cuidado puse mis rodillas en el borde y me hice bolita hacia delante, con mi rostro descansando en la colcha y los brazos a mis lados, dejando así mis firmes y redonditas nalgas completamente expuestas ante cualquier ataque.

«Muy bien, Princesa, ¡Que obediente eres!» Dijo Beto quitándome la botellita de la mano. Entonces sentí un frio y viscoso líquido cayendo directamente sobre mi ano y luego un par de dedos entró en mí, lubricando y estirando las paredes internas de mi culo sin muchas delicadeces.

«Ahh….» Gemí tiernamente, dando un saltito coqueto.

«¿Te gusta?»

Asentí con la cabeza, sin decir palabra. A estas alturas y después de mil gemidos hubiera sido absurdo negar que ser sodomizada me ponía a mil, y Beto lo sabía. Y hoy en especial el lubricante se sentía riquísimo y disfrute como nunca mientras los dedos de Beto continuaban su delicada misión, entrando y saliendo de mi cuerpo de forma desvergonzada por varios minutos hasta que quede lista.

Y entonces vi de reojo que Beto se quitó la ropa y con mucha calma caminó hasta ponerse detrás de mí. Un delicioso escalofrió me recorrió la espalda al sentir la punta de su verga apretándose contra mi ano.

«¿Estas lista, Megan?»

«S.si.» Dije débilmente contra la colcha.

Y con eso Beto comenzó a penetrarme lentamente.

«Ah…..mm…..» Gemí con ternura, sintiendo un calorcito delicioso en mi piel. Si bien al principio me había costado mucho trabajo ahora lograba manejar muy bien él ser penetrada analmente. Casi parecía que mi cuerpo reconocía la venosa lanza que a cada rato penetraba, y mordiéndome un labio me di cuenta que el placer era más intenso en cada ocasión.

Si, ¡Ufff! Sin duda. Cada vez era más sabroso.

Cerré los ojos, sonriendo con picardía al sentir como el venoso falo de Beto entraba más y más en mí hasta que con un empujón final quedo completamente en mi interior. Y la sensación era exquisita, ya que lo podía sentir en mi estomago moviéndose lentamente, frotándose contra mis intestinos de la forma más sucia y pervertida posible.

Y no pude evitar abrir la boca con un gesto lujurioso, pasando mi lengua por mis labios. Francamente, me estaba volviendo adicta a esto.

Y un movimiento de Beto contra mis nalgas me puso aun más caliente. Mi pobre ano me ardía deliciosamente, estirado al límite, pulsando y apretando con muchísima fuerza la base de la verga de mi…

…Señor, mientras sus vellos me hacían cosquillas en las nalgas. Y casi sin darme cuenta comencé a mover mi cuerpo de atrás para adelante, muy sutilmente.

«Oh…D.dios…» Dije en voz baja, apretando los puños. Podría estar así, clavándome yo solita, por días enteros. Y el hecho de que era la carne de Beto la que estaba en mi interior me aceleraba aun más.

«Uf… Megan, veo que te estás moviendo solita, eh.» Dijo Beto con una sonrisa, deslizando sus manos por debajo de mí para agarrarme los pechos, jalándolos, estirándolos, apretándolos y sobándolos sin piedad.

«S.si….ah» Gemí sugestivamente.

«Y esta noche me estas apretando riquísimo, Meg, y quiero que siga esa presión cuando te este montando. ¿Ok?»

«S.si, mi Señor…» Respondí obedientemente, apretando mi ano con más fuerza.

«Uff… así, Meg, así…» Dijo Beto con apuros, fascinado con la terrible presión que estaba ejerciendo sobre su miembro. Y sin avisarme ni nada comenzó a culearme agresivamente, apretándome los pechos con más fuerza mientras su verga se convertía en una de esas maquinas que extraen petróleo, entrando y saliendo sin piedad.

Slap…slap…slap…slap…slap…

Y mi reacción fue inmediata: De gata en celo. Ni siquiera traté de fingir inocencia ni nada.

«Ahh….mmm…. cógeme, Beto..mmm….mmm….a…así, mi Señor, así..» Gemí con ternura, sintiendo como un par de gotas de sudor de Beto caían en mi espalda.

«Ah…M.megan.. oh Dios..uff…que culo.. uf…uf…» Dijo con muchísimos apuros Beto, reventándome el ano con una actitud animal, primitiva, sin poder contenerse.

Y no sé qué estaba pasando en mi mente, porque a pesar de la humillación solo quería complacer a Beto en todo. Y así mis instintos de mujer tomaron el control y comencé a apretar mi culo cuando su verga entraba y relajarlo cuando salía, tratando de darle todo el placer posible. Y al oír los jadeos de Beto detrás de mi supe que lo estaba volviendo loco y eso me aceleró aun más.

Y quizás él ser usada así, tan vilmente…

… Era algo que me prendía de una forma terrorífica. No sé que le pasaba a mi mente en esos momentos pero me volvía una hembra en celo, sedienta de carne y leche.

De repente volví a la realidad al sentir como la cama se zarandeaba violentamente de atrás para adelante, causando un escándalo.

Slap…slap…slap..slap…slap…slap…

«¡M.. Beto! La cama… estás… haciendo mucho ruido.» Dije con voz suave, mordiéndome los labios mientras disfrutaba como me cogía.

«N..no me importa, uff.. ¡Qué culo Megan!.. oh Dios, que culo.. ufff. ¡Lo estas apretando riquísimo!» Dijo con apuros Beto, soltándome los pechos para agarrarme ahora de las caderas y así poderme montar más rápido.

«¿T.te…gusta tanto mi… culo… ¿Mi Señor?» Pregunte con vanidad.

«Uf… uff… uf… S.si, es.. lo aprietas de.. una manera, Meg.. uff…uf……» Respondió Beto con apuros, moviendo sus caderas con tanta violencia contra mis nalgas que sentí que le daría un infarto en cualquier momento.

Sonreí coquetamente. «¿T.tanto así..?»

«S..si.. oh Dios.. Megan, tu..culo, oh Dios.…uf…uf…»

Cerré los ojos, respirando agitadamente. El agresivo golpeteo de su verga en mi estomago me tenía como hipnotizada, y en mi mente solo había un pensamiento primitivo: Que Beto me hiciera suya llenándome de su semilla, como cuando en la selva los machos marcan así a su hembra.

Solo así me sentiría completamente «humillada»…

…Y feliz.

Y entonces desde el fondo de mi alma me llegó un arranque de sinceridad y dije: «M. Beto.. m.me encanta… cuando me das por… el culo…»

Y eso fue suficiente para él.

Entre ruidosos gruñidos Beto se apretó violentamente contra mis nalgas, agarrándome agresivamente de las caderas mientras que yo me quedaba quietecita, gimiendo dulcemente mientras sentía como su miembro se hinchaba y relajaba una y otra vez contra mi ano, bombeando cantidades industriales de semen a mi interior.

«Oh… D.dios…» Dije poniendo una carita coqueta, apretando aún más mi cuerpo en posición fetal. Me sentía vencida, sometida, cogida y esclavizada, y…

Se sentía delicioso.

Nos quedamos así durante varios minutos, inmóviles y en silencio, hasta que de repente Beto se separo de mí con mucho cuidado y de forma simpática pude sentir como mi colita se cerraba poco a poco. Entonces me levanté con dificultad y Beto caballerosamente recogió mi pijama del suelo y me la dio.

«Megan, hoy estuviste… ¡Wow! ¡Nunca habías apretado así tu culo! Y… estuvo riquísimo.»

«G.gracias, mi Señor. –Dije bajando la mirada, apretándome las nalgas por la brutal cogida recibida.-A mi también… me gustó.»

Beto se apretó contra mí y me dio un voraz beso en la boca. Entonces tomó el osito de peluche del piso y me lo dio. «Regresa a tu cuarto, Princesa, y mañana quiero verte aquí temprano. ¿Ok?»

«Si.» Dije mientras me terminaba de poner mi pijama.

«¿No te falta algo?»

«P.perdon. Si, aquí estaré… mi Señor.»

«Excelente… – Dijo abriéndome la puerta de su cuarto- Buenas noches, Meg.»

«Buenas noches… mi Señor.» Dije de forma complaciente, pero apenas cerró la puerta se me borró la sonrisa. Bueno, tampoco estaba enojada. La verdad me la había pasado súper bien ahorita y…

Entonces entendí.

Lo que me molestaba no era que Beto me hiciera hacer cosas estúpidas, o que me diera un collar, o lo que sea. Lo que me molestaba era….

Que me gustaba que me humillara. Ya ni siquiera era la dominación lo que me prendía, sino que esta situación se había puesto peor.

Y apenas llegué a mi recamara cerré la puerta con llave y me quite la pijama, para entonces tirarme a la cama y masturbarme con la más absoluta desesperación. Me retorcía como gata en celo una y otra vez mientras recordaba como Beto me acababa de humillar, y el saber que su semen ahora estaba en mi cuerpo multiplicaba por mil la vergüenza…

… y el placer.

«Oh Dios, no.. » Dije con impotencia, sintiéndome la más sucia mientras mis dedos aceleraban sus ataques entre mis piernas. «Estoy….loca.. ah…mmmm…M. Beto ….uf..cógeme… Beto..mm…»

Y el sentir el collarcito contra mi cuello fue la gota que derramó el vaso. Tuve un orgasmo tan poderoso que casi me desmayo, y tuvieron que pasar 10 minutos para que me pudiera recuperar. Entonces agarré el osito de peluche y me abracé a él, llorando.

El saber que mi cuerpo y mente respondían sexualmente a la humillación era terrible, y con cada encuentro con Beto la poca dignidad que me quedaba desaparecía un poco más. Y llore aún más al saber que este camino solo tenía un final posible…

Ser la esclava total de Beto.

Y no pude más. Yo no quería eso. ¡No, no quería!

De verdad no.

Pero mi cuerpo y mente tenían otro plan. Y así entre sollozos y lágrimas me fui durmiendo.

Porque muy en el fondo sabia que aunque no quisiera aceptarlo…

1er Acto: Un día genial para Megan.

Me mordí los labios con actitud traviesa mientras avanzaba por los pasillos de la escuela, muy divertida viendo las caras que ponían los chicos al verme pasar en mi sexy uniforme de porrista, y sus torpes intentos de saludarme.

«W-wow, Megan.» «¿A dónde vas?» «¡Mira, que guapísima se ve!»

«Hola Chicos. -Les respondía con sensual indiferencia una y otra vez, aunque con mi vanidad a mil. ¿Y cómo no sentirse sexy vestida así?

Me fascinaba la forma en mi mini faldita azul se mecía con atrevimiento de un lado al otro con cada paso, mostrando muy brevemente mis panties blancas por debajo, mientras que mi delicada blusita azul se apretaba alrededor de mi cuerpo como si fuera una segunda piel, dejando mi coqueto ombliguito a la vista de todos, haciéndome ver aún más apetecible, si eso era posible.

Y hasta el collarcito negro se veía ultra sexy alrededor de mi cuello, y la sola idea de lo que representaba me arrancó otra sonrisita traviesa, ya que en estas últimas semanas mi vida había dado un giro de 180°.

«Pero bueno, -Me dije con un suspiro. -Debo concentrarme, porque hoy es el gran día.»

Esto porque hoy sería mi primera ocasión para dirigir al equipo de porristas cómo capitana del equipo, en uno de los partidos oficiales de la escuela.

Claro, desde siempre mi objetivo había sido llegar a ser la No1, no solo por la oportunidad que daba de lucirse frente a todos, sino por el status que representaba. No era lo mismo decir «Allá va una chica guapa mas.», que decir «Mira, está guapísima y además es la capitana».

Se podría decir que toda la escuela giraba en torno a ese título. O bueno, -Pensé con una mueca traviesa. -Al menos eso quería creer yo.

Además, este partido era la ocasión perfecta para reivindicarme ante mi «publico», porque el estar con Beto había dañado muchísimo mi popularidad, y eso tenía que cambiar ya.

Y la ocasión pintaba perfecta, porque hoy me tocaría dirigir a mis chicas en uno de los partidos del equipo titular de la escuela, «Los Espartanos», aunque nosotras los conocíamos por el apodo de «Los Guapos», ya que solo ejemplares masculinos del más alto nivel podían jugar ahí.

Pero no solo era su atractivo físico lo que los hacía especiales, sino que además realmente jugaban como los dioses, y era de sobra conocido que metían por lo menos 10 goles por partido, humillando siempre a sus rivales.

«En fin, -Pensé sin poder contener una mueca malvada. –Todo se ve perfecto, nada me puede salir mal este día.»

Seguí avanzando por los pasillos hasta que después de atravesar casi toda la escuela llegué a la cancha de futbol, la cual se veía imponente este día, rodeada de gigantescos arboles verdes y con sus tribunas metálicas a reventar de gente, principalmente chicas, que con pancartas y gritos buscaban llamar la atención de «Los Guapos», los cuales practicaban alegremente en la cancha sin camisa, guapísimos todos, con sus fuertes y musculosos pechos brillando por el sudor a la luz del sol, dándoles una apariencia como de dioses griegos.

Me quede sonriéndoles como tonta durante algunos segundos sin poderles quitar la vista de encima, hasta que…

…Volteé a ver al otro equipo.

Y de inmediato mi peor pesadilla se hizo realidad. Eran «Los Cometas cósmicos», mejor conocidos como «Los Nerds».

El equipo de Beto.

Y francamente era una visión miserable. Era un puñado como de 15 ñoños de todos los tipos y formas, sin condición física, y vestidos con un ridículo uniforme morado que traía en la camisa un logotipo como de nave espacial o algo. Y frente a ellos estaba Beto dando instrucciones con unos diagramas, muy orgulloso.

«N-no, no puede ser, ¡¿Tenían que jugar precisamente este día?!» Me dije cubriéndome la cara con las manos, queriendo matar a Beto.

Pero ya estaba aquí y tenía que hacer frente a la situación, por lo que con todo mi aplomo fui avanzando por el campo hasta llegar con mis amigas, las cuales estaban practicando sus rutinas…

…Y coqueteando descaradamente con Los Guapos en cada oportunidad.

Pero yo me encargaría de ponerlas en orden.

«¡Hola Megan!» Me recibieron con cara de sorpresa a la vez que torpemente se formaban frente a mí, aunque al fondo vi que Michelle no estaba nada contenta. Bueno, -Pensé con una sonrisita malvada. -Yo tampoco lo estaría si me hubieran quitado la capitanía, aunque al menos intentaría fingir un poco.

«¿Están todas listas? -Les comencé a dar órdenes. -Vamos a empezar con la 540, luego la rutina 58 y para terminar la 12. Quiero que todo salga perfecto. ¿Entendido?»

«Pero Megan, -Me interrumpió Michelle con sarcasmo. -Nada mas tengo una pequeñísima duda. ¿Vamos a echarle porras a «Los Guapos» o a tu «noviecito»?»

Maldita perra.

«Ay Michelle, amiga, ya sabes que tenemos la obligación de echarle porras siempre al equipo oficial, o sea, «Los Guapos». -Le respondí con total hipocresía. -Además, también sabes que el caso de Beto es especial, son sus últimos meses de vida y tengo que hacer mi buena obra.»

«Ah, que linda. Tu siempre tan buena.» Me contestó con una sonrisa falsa.

«Sip. Soy un Alma blanca y pura.» Le respondí con una expresión de total inocencia, pero en ese momento vi como uno de los chicos en la cancha venía corriendo hacia donde yo estaba, y conforme se acercaba vi de quien se trataba: Miguel Schneider, el más guapo jugador de futbol de la escuela, junior profesional y uno de mis tantos pretendientes.

Y un narcisista y pesado total, siempre obsesionado consigo mismo, amante de los espejos y su dinero.

Aunque debía admitir que hoy se veía aun más sexy que de costumbre, con su largo cabello rubio meciéndose con el viento, mientras sus penetrantes ojos azules me distraían de su espectacular y bien torneado cuerpo.

«¡Hola Megan! –Me dijo con su seductora sonrisita. -Debo decirlo, te ves increíblemente sexy con ese uniforme. ¿Vamos a tomar algo a mi casa después del partido?»

«Hola Miguel, -Respondí de forma seca. -No, ya sabes. Vengo con Beto.»

«¿Sigues con ese pendejo?» Dijo en un tonito burlón, lo que generó muchas risas a mi alrededor.

«Por favor, Miguel, –Lo miré con visible molestia. -NO lo llames así. El es muy bueno conmigo.»

«Sí, claro. -Se rió Miguel, y con un gesto algo rudo me agarró de las caderas y me jaló hacia él. -¿Realmente quieres estar con eso, Meg? Ven a mi casa después del partido.»

«M-Miguel, no creo que sea conveniente –Dije luchando por separarme de él- El es mi novio y…»

Miguel se me acercó atrevidamente al oído y me dijo: «¿Pero el te hace todo lo que yo podría hacerte? Tu sabes, Megan, por horas y horas.»

«Miguel, ¡Suéltame!»

De repente un par de manos empujó a Miguel hacia atrás, tan fuerte que se dio un golpazo increíble contra el piso. «¡Deja a mi novia!» Lo amenazó Beto temblando de furia, como nunca lo había visto.

«M- Beto.» Dije sorprendida.

Y con mucho susto vi que Miguel se levantó con odio en la mirada, dispuesto a todo, y antes de que pudiera hacer algo me interpuse entre él y Beto. «¡No! ¡No le hagas nada, por favor!»

Pero Beto no cooperaba mucho, retorciéndose entre mis brazos: «No, suéltame Megan, tengo que defenderte.»

Miguel se rió agresivamente al ver la escena, y señalando a Beto le soltó una amenaza: «Estúpido, te veré en el partido, y ahí no tendrás a Megan para defenderte.»

Acto seguido dio media vuelta y furioso regresó a la cancha.

«Meg, ¿Estás bien?» Me preguntó Beto muy mortificado.

«Si, tonto. –Le respondí en voz baja- No me pasó nada, pero el tipo ese te va a matar. ¿Por qué tenias que hacer eso?»

«Megan, yo siempre te protegeré. ¿Lo entiendes? Siempre.»

Me quedé sin habla ante su actitud, aunque sintiendo un tierno calorcito por todo mi cuerpo. «P-pero, Beto …»

«Como sea, me alegra mucho que estés aquí para el partido. –Dijo Beto tomándome de la cintura mientras me guiaba a donde estaba su equipo.- Y preparé en la computadora una estrategia que puede funcionar para ganar el partido.»

«¿Rendirte?» Dije haciéndome la simpática.

«De hecho nuestras posibilidades son de 1000 a 1. Pero tengo tanta confianza en nuestra estrategia que te dedicaré el primer gol.»

«Y, ¿Cual es el plan genial para eso?»

«Mira, – Beto puso una expresión de orgullo. -Decidimos enfocar eso de manera científica, y llevamos meses practicando nuestras jugadas en secreto. Si soltamos los pases en el momento preciso, podremos avanzar y meter varios goles.»

«Ay Beto, eso suena complicado. –Puse una mueca de desconfianza. -Pero bueno, suponiendo que funciona, ¿Y la defensa?»

«Bueno, defenderemos en bola. Además, no tengo un plan B. Es eso o nada. No perdemos nada con probar, ¿No?»

En ese momento llegamos a la banca del equipo de nerds, y me divertí mucho al ver como la mayoría se quedaban boquiabiertos al verme tan de cerca, y algunos hasta se atrevieron a saludarme tímidamente.

Pero ya de cerca la situación se veía aun peor. La musculatura de los chicos era inexistente, así como su aparente coordinación muscular, y de su talento no quería ni pensar. No había forma en que alguno de estos le metiera un gol ni al arcoíris, y menos contra Los Guapos.

Pero por otro lado, el plan de Beto sonaba lo bastante idiota como para de hecho funcionar.

«Ay, al menos traten de meter algún gol, ¿No?» Le dije a Beto con expresión suplicante.

«Lo haré por ti, Meg. El primer gol te lo dedicaré.»

«Está bien.» Me reí con actitud juguetona, y de repente le di un beso a Beto en la mejilla sin saber realmente porqué, para entonces correr de vuelta a donde estaban mis amigas, las cuales ya estaban perfectamente alineadas en su posición, esperándome para comenzar las rutinas.

2o Acto: El partido del siglo.

En ese momento los dos equipos salieron a la cancha y se colocaron cada quien en su lado, a la vez que el árbitro platicaba con Beto y Miguel acerca de algunas cosas del juego.

Y sonó el silbatazo inicial…

Rápidamente uno de los guapos robó la pelota y comenzaron a avanzar a toda velocidad hacia la portería de los nerds, dejando gente tirada en el camino hasta que le llegó el balón a uno de sus delanteros, pero cuando el guapísimo tipo se dio la vuelta para tirar…

Beto se lanzó delante de él muy torpemente, pero logrando quitarle el balón.

«¡Maldición!» Gritó el chico pateando la tierra con impotencia, a la vez que Beto y los demás nerdcitos corrían por todos lados, compensando con entusiasmo su falta de talento.

Pero apenas unos segundos después Los Guapos volvieron a generar otra jugada, y ahora le cayó el balón a Miguel en posición de rematar, pero casi de inmediato le cayeron dos nerdcitos encima estorbando el tiro, que se fue desviado a un lado.

Y para sorpresa de todos los nerdcitos sacaron rápidamente el balón, aprovechando que Los Guapos no se la creían, y empezaron a dar pases milimétricamente calculados hacia la portería rival, hasta que el balón le cayó a un chico gordito, completamente solo frente al portero, aunque al final le salió un tiro súper débil y desviado que se perdió en un costado de la cancha.

«N-no puede ser. -Me dije muy sorprendida. -El plan de Beto, ¡Está funcionando!»

La gente en las tribunas tampoco se la creía, y el silencio era sepulcral. ¿Quién hubiera pensado que los nerdcitos lograrían armar una jugada contra Los Guapos, y mucho menos tirar a gol?

Rápidamente el partido se reanudó, pero la cosa siguió igual durante un largo rato, con los nerdcitos defendiendo heroicamente cada tiro mientras que de vez en cuando lograban tirar a portería, a la vez que Los Guapos se sentían cada vez mas frustrados y agresivos, hasta que de repente…

El balón le cayó a Beto, y antes de que pudiera reaccionar uno de los guapos se le barrió brutalmente, clavándole los tacos en la pierna. Beto dio un grito de dolor y cayó al suelo retorciéndose, aunque el árbitro no señaló nada.

«¡ Beto!» Grité muy mortificada, pero después de algunos segundos vi como lograba levantarse mientras se sobaba la pierna, y a la distancia me hacía una señal de que todo estaba bien.

Pero para Los Guapos eso fue solo el principio.

A los pocos minutos otro nerdcito volvió a tener otra oportunidad, y ahora fue Miguel el que llegó salvajemente a patearlo. Y de nuevo el árbitro hizo como que no vio nada, mientras Beto y sus compañeros reclamaban airadamente.

«¡Los están matando! -Grité apretando los puños con impotencia. -¡Arbitro, haga algo!»

«Ya, Megan. -Dijo Michelle con irritación. -Déjalos, ¿O esperabas realmente que los nerdcitos ganaran?»

Muy enojada fui a confrontarla. «NO, pero Los Guapos están usando tácticas sucias, ¡Eso no se vale!»

«Ay Meg, algún día entenderás que en el amor o la guerra, TODO se vale.»

Furiosa regresé a mi posición, tratando de mantener la calma aunque la carnicería continuaba. Heridos en su orgullo, los guapos estaban jugando sucio en cada jugada, golpeando y pateando a diestra y siniestra a los pobres nerds, que recibieron el castigo de sus vidas, hasta que finalmente…

Después de una entrada criminal, Miguel se quedó solo frente al portero, y un segundo después el balón se incrustó en las redes.

«¡¡¡¡Goooooooooooolll!!!» Se levantó el publico rugiendo, con todas las chicas coreando el nombre de Miguel.

Todas excepto yo, que preocupada veía como Beto trataba de animar a sus compañeros, aunque era evidente que no lo estaba logrando. Y apenas se puso el balón en juego volvió a caer otro gol. Y otro, y uno más, hasta que el marcador se puso ridículo: 8-0

Y los pobres nerdcitos estaban con una expresión en sus caras de total derrota, súper golpeados y sucios, y solo Beto seguía luchando.

«Ay, no. Que masacre. -Dije mordiéndome las uñas. -Pobre Beto.»

De repente sucedió lo impensable…

De forma totalmente fortuita un balón rebotó mal en el cuerpo de uno de los guapos y le cayó a Beto en los pies, que inmediatamente preparó su disparo. Y casi en cámara lenta vi como Miguel se lanzó frente a él con los tacos por delante, extendiendo el cuerpo para bloquearle el tiro, pero aun así Beto logro patear torpemente la pelota y…

Esta entró justo entre los dedos del portero y el poste, volviéndose el gol más agónico de la historia.

Pero un microsegundo después los tacos de Miguel impactaron de lleno a Beto y lo lanzó hacia el suelo de forma violenta.

«¡ Beto!» Salté en pánico, y sin importarme nada fui corriendo hacia él, pero antes de llegar a donde estaba tirado unas manos me sujetaron agresivamente de la cintura.

«¡Déjalo, Megan! –Me gritó Miguel mientras me apretaba contra su cuerpo- Ese estúpido no te merece.»

«¡Suéltame Miguel, eres un imbécil! ¡Lo lastimaste!» Grité como loca tratando de soltarme.

«¿Así que lo prefieres a él, Megan? Que decepción. -Dijo Miguel con su típico tonito sarcástico. -Pero claro, eres aun más estúpida de lo que aparentas. ¿Qué más se podría esperar de ti?»

Y con un empujón violento me tiró al piso, sacándome el aire con el impacto.

Pero entonces vi que Beto se había levantado, y con una furia tremenda le dio un golpe en la cara a Miguel tan fuerte que cayó fulminado al suelo, completamente noqueado, aunque inmediatamente los demás amigos de Miguel se le fueron a golpes de la forma más vil y cobarde posible, y aunque Beto luchaba ferozmente era una situación imposible de ganar.

«¡D-déjenlo, Beto, por favor, déjenlo!» Grité desesperada, tratando de arañarle la espalda a uno de los chicos que pateaba a Beto en el suelo, pero de repente el tipo se volteo rápidamente y sin fijarse me soltó un golpe…

Y mi mundo se puso negro.

3er Acto: Una pequeña dosis de amor.

Media hora después…

Abrí lentamente los ojos, reconociendo poco a poco la figura de la familiar lámpara que cuelga sobre mi cama, en mi recámara.

«¡Chicas, ya despertó!» Gritó emocionada Michelle, lo que causó una explosión colectiva de gritos de apoyo y unos segundos después los familiares rostros de mis amigas se asomaron sobre mí.

«¿Q-que pasó?» Pregunté mientras me sentaba lentamente en mi cama, sintiendo un poco de dolor de cabeza.

«¡Ay Amiga! –Dijo una de mis amigas con sincera preocupación.- Es que te metiste en la pelea de los chicos y sin querer uno de ellos te dio un golpe. Y déjame decirte que caíste como costal de papas al suelo, Meg, te diste un golpe durísimo.»

«¿E-en serio? –Dije aun aturdida, y apenas me toqué el lado izquierdo del rostro sentí un increíble latigazo de dolor.- ¡AAAAYYY!»

«No te toques, Meg, te va a doler mas. -Dijo otra de mis amigas. -Pero no te preocupes, solo tienes la mejilla un poquito roja.»

«Auch. Si, gracias. –Dije mientras unas lagrimas rodaban por mis mejillas, pero entonces mi mente volvió a lo sucedido. -¡ Beto! ¡¿Está bien?!»

Todas mis amigas se quedaron calladas, mirándose unas a otras con cara de culpabilidad.

«N-no me asusten. ¿Le pasó algo? ¿Está bien Beto?»

«Eh, mira Meg, es que… -Trató de decir algo Michelle. -Los chicos le pusieron una golpiza.»

«Ay no…»

«Pero aun así, cuando te vio tirada en el suelo el pobre se levantó y te llevó cargando hasta su camioneta. Él fue el que te trajo aquí, y nosotras veníamos siguiéndolos. La verdad fue un gesto súper lindo, y eso que el pobre venia muy lastimado.»

«¡Tengo que ir a verlo!» Dije levantándome intempestivamente de la cama.

«No, Megan, ¡Descansa y luego vas! -Dijeron mis amigas a coro, pero yo no las escuchaba. La preocupación me tenia vuelta loca, y a toda velocidad corrí hasta la casa de Beto, subí las escaleras y entré de golpe a su recamara.

Y lo que vi me dejó helada.

Beto estaba tirado en la cama, con varios moretones en sus brazos y piernas, y su camisa ensangrentada y hecha pedazos, aunque afortunadamente sin ningún impacto en el rostro.

«Ay no, Beto, Mateito. ¿Qué te hicieron esos idiotas?» Dije sin poder contener las lagrimas, sentándome a su lado.

«M-Meg, no te preocupes. – Dijo Beto con una sonrisa, colocando su mano en mi pierna.- Se ve peor de lo que es. Ya casi ni me duele.»

Y yo era una Magdalena, llorando como niña chiquita sin parar. «T-te… peg…pegaron p.por, m.mi culpa, M… Ma… Beto.»

Beto sonrió ligeramente, meneando la cabeza. «Pero valió la pena, Meg, ese idiota no debió empujarte nunca. Además, metí el gol que te prometí, ¿No?»

No pude mas y lo abracé con fuerzas, llorando un buen rato sin parar. El ver a mi Beto así de mal había activado algo en mi interior, y en estos momentos solo quería abrazarlo por horas, besarlo, quererlo, cuidarlo…

Pero entonces entendí que lo primero que había que hacer era limpiar sus heridas.

«M- Beto, -Le dije al oído, tratando de controlar mi llanto. -Estas súper sucio y se te van a infectar las heridas, vamos a la regadera a limpiarlas.»

«Pero Meg, es que eso va a doler muchísimo.»

«Confía en mí, no te va a doler. –Dije levantándome de la cama y dándole una mano- Ven, te ayudo a pararte.»

«Ay Meg, ¿Segura? ¿Por qué mejor no…?»

» Beto, PÁRATE.» Lo regañé muy seria.

«Está bien, ya. -Dijo Beto sin mucha emoción, pero apenas se intentó levantar puso una cara de dolor. -Auch. Como que se están enfriando los golpes y duelen cada vez mas.»

Pero pesé a todo logró pararse, y torpemente fue dando pasos hasta que finalmente llegamos a la regadera. «Ahora quítate la ropa.»

«Si, Megan.» Contestó con una risita simpática, y con cierta dificultad se fue quitando la ropa hasta quedarse desnudo. «¿Y tú no te vas a quitar también la ropa?»

Me mordí los labios con expresión de travesura, aunque entendí inmediatamente que con eso podría lograr que Beto olvide por un momento el dolor. Con un gesto sensual agarré los costados de mi blusita y me la quité en un segundo, y luego mi faldita le siguió junto con mis tenis, hasta que finalmente deslicé mis panties blancas por mis piernas hasta el suelo, quedándome completamente desnuda excepto por mi collarcito.

«Wow.» Dijo Beto con una expresión de total lujuria.

«Ya, ¿Contento?» Le respondí con una mueca simpática mientras abría la llave del agua caliente, y cuando estuvo de mi agrado tomé a Beto de la mano y nos metimos a la regadera, con el agua cayendo deliciosamente sobre nuestros cuerpos mientras el vapor inundaba el lugar.

«¡Auch! D-duele, Meg, el agua está muy caliente.» Se quejó Beto con actitud infantil.

«Ahora, quédate quieto.» Le dije mientras tomaba un jabón y comenzaba a enjabonar delicadamente sus brazos, espalda y luego su pecho, lavando amorosamente cada moretón, pero apenas llegué a su estómago Beto se retorció muerto de risa.

«Ahí no, Meg, m-me dan cosquillas.»

» Beto, ¡Ya quédate quieto! -Me reí inocentemente. -Ya ni porque me tienes enjabonándote aguantas nada.»

«Si. Sin duda, estoy siendo enjabonado por la más guapa mujer del universo.»

«Gracias.» Me sonrojé visiblemente, pero con actitud amorosa seguí enjabonándolo por todas partes mientras nos mirábamos en un sensual silencio, a la vez que las manos de Beto comenzaban también a recorrer mi cuerpo sin ningún pudor, pasando por mi cuello y pechos hasta llegar a mi cintura, luego a mi espalda y caderas, y finalmente a mis nalgas y piernas, para entonces repetir todo nuevamente.

Pero aunque yo quería que esto fuera nada mas un asunto «médico», el miembro de Beto estaba completamente firme entre mis piernas, y la situación se estaba saliendo de control.

Aunque, siendo franca, yo estaba igual de excitada que el. Nada más recordar todo lo que había hecho por mí me tenía en un humorcito muy, muy especial, y los juguetones chorros de agua resbalando por mi piel no estaban ayudando nada para apaciguar mi calentura.

«M- Beto, -Le dije en un tono aprehensivo para tratar de controlar la situación. -P-por favor contrólate, te tengo que lavar las heridas.»

«No puedo Meg, te lo juro. Eres… una tentación demasiado grande.»

«¿Sabes? -Le dije en voz baja. -Me gustó mucho ver cómo me defendiste. Nunca nadie lo había hecho antes.»

«Y lo haré siempre que sea necesario, Megan. –Contestó Beto con apuros, tratando de controlar el dolor que aun sentía.- Uff, y tus manos se sienten deliciosas.»

Nos quedamos en silencio un rato mas, con el agua caliente cayendo deliciosamente sobre nuestros cuerpos mientras nos mirábamos fijamente a los ojos, sintiendo como la temperatura entre los dos aumentaba de forma incontrolable, hasta que no pude mas y con una vocecita tierna le dije: «¿ Beto?»

«Dime, Meg.»

Me acerqué un poquito más a su cuerpo, apretando mis firmes pezones contra su pecho, y muy lentamente mis labios se apretaron contra los suyos en un tierno beso, con mi corazón latiendo a mil por hora mientras su varonil lengua entraba en mi boca y me sometía dulcemente, pero después de algunos segundos la cosa se salió de control y comenzamos a besarnos con total desenfreno.

«M.mfmf… M.Megan…mfmf…» Dijo Beto mientras me apretaba entre sus brazos sin importarle el dolor que sentía, y entre tiernos gemidos yo le correspondía totalmente. «MF…fmm… M. Beto …»

Casi parecía que nuestras bocas quisieran aparearse ahí mismo, y el espacio en la regadera comenzó a llenarse de gemidos, soplidos, lengüeteos, frases entrecortadas, y ni siquiera el agua cayendo sobre nosotros parecía apagar el fuego de nuestra piel.

Y las manos de Beto estaban totalmente descontroladas, apretándome con muchísima fuerza las nalgas, a veces tan fuertemente que me levantaba del suelo unos cuantos centímetros. Y luego me apretaban los pechos, se deslizaban por mi espalda, sobaban mi vientre, se metían entre mis piernas, y finalmente volvían a mi culo, que parecía ser el centro de todas sus obsesiones.

Simplemente, era un festival de manos y lenguas explorando todo lo explorable sin querer detenerse nunca, y así estuvimos casi 20 minutos trabados en tan salvaje lucha, hasta que entendí que tenía que hacer algo mas por mi «Héroe», por lo que con ternura me acerqué a su oído y le dije…

» Beto, te quiero decir algo.»

Beto sonrió ligeramente y acerco su oído a mi boca mientras me besaba los hombros, y casi susurrando le dije: «Quiero MAMARTE la verga, pero…»

«¿Pero…?»

«Ay Beto, -Puse una expresión de tierna angustia.- Es tu culpa, y-yo… mira, es que…»

Beto me dio un tierno beso en la mejilla. «Anda, dime.»

«N-necesito que… me lo ordenes.»

«Oh. – Beto abrió los ojos con expresión tonta. -¿Quieres decir qué…?»

«S-si. –Admití con una sonrisa, sin atreverme aun a mirarlo a los ojos. -No te burles, ¿Ok? Pero ordénamelo.»

«Y… – Beto puso una expresión maliciosa. -¿Cuando te diste cuenta que…?»

Apreté los puños, sintiendo esa deliciosa impotencia por mi venas, hasta que finalmente dije en voz alta: «Ay Beto, ¿Que me gusta obedecer? Me hace sentirme esclava. Humillada. Pero a la vez me excita, la maldita cosa me tiene a mil TODO el día.»

«Uff, Megan. –Dijo Beto con una tremenda expresión de felicidad, casi viniéndose ahí mismo al oírme decir eso.- Bueno, lo haré. Ahora quédate quietecita. ¿Ok?»

Obedecí al instante.

«Baja las manos. Ponlas en tu espalda»

Obedecí de nuevo, acelerándome cada vez mas. El sentir que alguien tomaba el control me estaba llevando al límite, y eso que no había pasado nada aun.

«Ahora, Meg, arrodíllate frente a mí y abre tu boca lo mas que puedas, pero siempre quiero que me mires a los ojos.»

Una exquisita sensación de humillación e impotencia golpeó como látigo mi cuerpo. Simplemente, todo mi ser respondía a la sumisión.

Lentamente mis rodillas tocaron el frio piso, con la poderosa verga de Beto justo frente a mi cara. Entonces mis labios se abrieron de par en par, pero no pude voltearlo a ver porque el agua caía fuertemente sobre mi rostro.

«M- Beto, el agua.» Dije con apuros.

«Si, perdón, ya estoy en eso. –Respondió Beto mientras rápidamente le cerraba a la llave y apagaba la luz del baño, dejándonos en el más absoluto silencio y oscuridad. Solo la débil iluminación que entraba por una ventanita y el débil golpeteo de unas gotas de agua al caer rompían la monotonía.

«Así estará mejor, Meg. Quiero oírte mientras me la mamas.»

«Ay, ¡No lo digas en voz alta!» Le reclamé con mucha vergüenza, como si hubiera un público escuchándome en aquel baño estrecho.

Beto me acarició suavemente el cabello, y entonces me dijo: «Megan, te ordeno que me MAMES la verga.»

Al oír eso un gemido se escapó de mis labios mientras la sensación de sumisión me quemaba por dentro, y entonces abrí aun más la boca y me fui acercando lentamente a su cuerpo, sintiendo como si una gruesa serpiente se estuviera deslizando lentamente entre mis labios hasta que llegó a mi garganta, y en ese momento apreté la boca y comencé mover mi cabeza lentamente de atrás para adelante en una deliciosa cadencia sexual.

Y mis ojos siempre clavados en los de Beto.

«Ufff, M.meg, oh D.dios, la mamas durísimo.» Jadeó Beto con apuros, agarrándose a la pared para no caerse, a la vez que los húmedos sonidos de mi boca reverberaban ruidosamente por todo el baño. «Mfmfmff… mfmfmff… mfmfmffm.»

Pero yo estaba en éxtasis.

Claro, no era la primera vez que me había alimentado de esta verga, pero en esta ocasión todo era diferente. Ahora no habían dudas en mi mente, ni rebeldía de ningún tipo, ni nada. Solo podía pensar una y otra vez en la imagen de mi valiente héroe enfrentando al enemigo por mí, y todo mi cuerpo respondía con total dedicación para él asumiendo mi papel de esclava-amante, con mi suave lengua retorciéndose sobre la áspera cabeza morada con cada movimiento, mis mejillas hundiéndose con cada succión, y mis ojos verdes perdidos en su mirada.

Yo solo sabía que quería comérmelo TODO, sentir su verga reventándome por dentro, dejarlo seco una y otra vez, para entonces volvérsela a mamar. Y casi como si me hubiera leído la mente Beto dijo: «Meg, mámala más d..duro.»

Al oír eso mi actitud se volvió aun más salvaje, y comencé a chupar como bebita la cabeza mientras usaba ahora mi mano derecha para masturbarlo agresivamente, a la vez que con la izquierda le masajeaba las bolas, logrando que Beto casi se desmayara de placer. «Ahhh Megan, por D.dios. T-tu boca, se siente riquísima.»

Todo eso fue demasiado para Beto, que no pudo resistir más y su verga comenzó a escupir brutales chorros de semen en mi boca, los que con total devoción tragué sin dejar escapar ni una gota, hasta dejarlo seco por completo.

«W-wow, Megan.» Dijo un tembloroso y débil Beto.

Con un gesto tierno le di un besito en la punta y entonces me incorporé de nuevo frente a él, apretándome contra su cuerpo mientras le decía al oído: «¿Te sientes mejor ahora? ¿Ya no te duele tanto el cuerpo?»

El se rió muy divertido. «P-por Dios, ¡Creo que me duele más ahora! Pero… valió la pena.»

Me reí inocentemente por su comentario mientras tomaba una toalla y lo secaba con mucho cuidado, poniendo especial atención en no lastimar sus heridas, y entonces me sequé yo también y tiré la toalla al piso, aunque Beto no me quitaba los ojos de encima.

«Uff, Megan, ese cuerpecito.»

«Ay Beto, -Puse una expresión de regaño. -Ahorita tienes que descansar. ¿Ok?»

Como si fuera un niño chiquito lo tomé de la mano y regresamos a su recamara, pero de repente Beto se dejó caer sobre mi y caímos torpemente en la cama, con su firme erección apretándose contra mis nalgas a la vez que él me respiraba sugestivamente contra el cuello.

«A.ay, Beto, que brusco» Me quejé tiernamente, pero Beto no dijo nada y con una actitud sexual agarró su miembro y frotó la cabeza rudamente entre mis nalgas. «Meg, me vuelves loco, no puedo mas… quiero penetrarte.»

«S-si, -Asentí con ternura, completamente a su merced y levantando instintivamente el culo. -M- Beto, cúleame ya, p-por favor.»

«Aunque…» Me dijo al oído.

«¿Aunque… qué?»

Sin avisarme Beto me tomó de las caderas y me hizo quedar boca arriba en la cama, y en un segundo se acomodó de forma dominante entre mis piernas, las cuales doblé en el aire instintivamente aunque muerta de nervios, porque apenas acababa de perder la virginidad.

«M- Beto, yo… -Le dije en voz baja. -N-no sé si… esté lista para…»

«Meg, -Me dijo Beto con mucha ternura. -Yo creo que estás lista.»

Asentí muy lentamente y contuve un tierno suspiro, sintiendo como Beto usaba una mano para colocar la punta de su verga justo en mi sexo, y con un movimiento sensual comenzó a penetrarme lentamente.

Y la sensación era exquisita, yo me ponía tensa debajo de él en mil agónicas formas mientras su carne continuaba entrando en mi indefenso cuerpo, pero él seguía enterrándome su miembro centímetro a centímetro sin parar, hasta que con un firme empujón me hizo completamente suya.

«Ahh… mmm, mm… -Abrí la boca suavemente, temblando al sentir como mi sexo se humedecía y se apretaba fuertemente alrededor del extraño cuerpo invasor, en deliciosas contracciones con cada respiración. –Ay Beto, s.se siente… súper rico.»

Pero los labios de Beto me silenciaron con un beso apasionado y sin darme tiempo a nada sentí la primera embestida, arrancándome un gemido, y entonces Beto comenzó a mover sus caderas lentamente de atrás para adelante contra mi sexo, acostumbrando mi cuerpo a su tamaño mientras aumentaba cada vez más su velocidad, hasta que el al cabo de unos segundos el ritmo era vigoroso y contundente, con la cama temblando debajo de mi a la vez que yo cruzaba mis piernas en la espalda de mi amante.

«M-Meg, -Me dijo Beto sin bajar la velocidad. -Mírame a los ojos.»

Obedecí inmediatamente, quedándome como hipnotizada por esos ojos que en este momento parecían de fuego, como diciéndome: «Eres mía, me perteneces.»

Y las poderosas embestidas seguían sin parar, y yo solo gemía y me retorcía contra su cuerpo, abriendo la boca de formas lujuriosas pidiendo más, sintiendo como el exquisito fuego sexual entre mis piernas amenazaba con salirse de control.

Pero nunca vi llegar el brutal latigazo orgásmico.

De repente me puse increíblemente tensa, apretando violentamente las sabanas con mis manos mientras me arqueaba sin control contra el cuerpo de Beto, sintiendo como un orgasmo tras otro me golpeaba sin piedad, llevándome al borde de la inconsciencia. «¡Ahhhhhhhhhhhhhhh!»

Pero también Beto estaba a punto, y con su respiración muy acelerada se dejó caer sobre mí a la vez que me enterraba su miembro hasta el fondo, temblando por el esfuerzo mientras su semilla entraba en mi cuerpo.

Nos quedamos así durante varios minutos, incapaces de movernos o decir algo.

Pero entonces sucedió algo que no esperaba: Beto comenzó a roncar suavemente contra mi oído, apretándose contra mi cuerpo como si yo fuera su almohada u osita de peluche.

«Pobrecito, -Sonreí con ternura mientras le acariciaba el cabello. -Está exhausto.»

Pero yo no me atrevía a moverme siquiera para no interrumpir su sueño. Es más, no quería hacerlo. Sentirlo adentro de mi era delicioso, y al recordar lo que había sucedido hoy, mas.

Aunque una duda daba vueltas en mi mente.

¿Me… estaba enamorando de Beto?

Puse una expresión de angustia mientras trataba de responder eso. No, no creo que sea amor, ¿O sí? Quizás nada mas siento por él una gran amistad, y… ¿O un gran agradecimiento?

¿Pero como sentirme agradecida si me había prácticamente hecho su esclava sexual? Aunque… bueno, tampoco es que yo hubiera puesto mucha resistencia que digamos. ¿Y si… en el fondo lo deseaba?¿O no?

Bueno, se que respondo sexualmente a la sumisión, pero… ¿Amor?

¡Qué complicado es todo esto! No sé lo que quiero. ¿Que soy para él? ¿Qué quiero ser para el?

¿Esclava? ¿Novia? ¿Amante?

Cerré los ojos y me apreté contra Beto, que ajeno a todo esto dormía como un bebé sobre mí, con su rostro en mis hombros y su miembro aún adentro de mi cuerpo, y con un gesto cariñoso le di un beso y traté de dormirme también, pensando en lo mucho que mi vida había cambiado desde que Beto había entrado en ella…

Aunque la pregunta seguía ahí, esperando ser respondida.

La mañana se veía espectacular, con los rayos de sol entrando a mi recamara con toda su intensidad mientras las cortinas se mecían suavemente por la deliciosa brisa, dándole a todo un aspecto como de película de Disney.

Y mi sonrisa no dejaba dudas: Me sentía súper feliz, radiante, la chica más sensual del universo, y con total vanidad salí de la ducha y fui completamente desnuda a mirarme al espejo, dando coquetas vueltecitas frente a él mientras reflexionaba sobre los últimos días.

Carajo, ¿Por qué siento así?

No sabía si era por el bonito gesto de Beto ayer en la cancha de futbol, o por todas las pequeñas travesuras sexuales que habíamos vivido las últimas semanas, pero sea lo que sea la imagen en el espejo era contundente…

Nunca me había visto mejor, casi como si cada célula de mi cuerpo estuviera rebosante de esa felicidad. Mi piel brillaba deliciosamente con la luz de la ventana, mis pechos se veían sensualmente firmes y curvilíneos, mis piernas y cinturita se veían aun mas estilizadas que antes, y hasta el color de mis ojos me parecía más verde que lo normal.

Sin duda, espectacular.

«Es más, -Me dije inclinando la cabeza con una sonrisa coqueta. –Hasta el Collarcito se ve lindo.»

Sin poder evitarlo deslicé mis dedos por el perverso Collarcito hasta llegar a la plaquita que tenía enfrente, y cuando la leí no pude evitar sonrojarme como si fuera la primera vez…

Megan Loera

Propiedad de Beto Balcázar.

Me mordí los labios sintiendo una mezcla de morbo y excitación. Sin duda, ¡Como había cambiado mi vida en estas semanas! Y todo se lo debía a él…

…A Beto.

La preocupación volvió de golpe a mi rostro. «¡ Beto! Ay, ¿Como habrá amanecido? ¡Tengo que ir a verlo ya!»

Con mucha prisa fui a mi closet y saqué de mis cajones una perversa tanguita morada, la cual deslicé rápidamente por mis piernas sin poder evitar sentir el usual calorcito en mi cuerpo, y entonces me puse unas mallitas negras y bra deportivo del mismo color, complementando todo con unos simpáticos tenis blancos y dejando mi cabello en una colita de caballo.

«Ojala le guste verme así.» Me dije con una sonrisita apurada mientras me veía una última vez al espejo, pero de repente alguien tocó a la puerta y salté asustada. «¿Q-quién es?»

«Claudia.» Me respondió una voz muy tierna.

Muy emocionada abrí la puerta y ahí estaba Claudia, sonriéndome con esa carita de niña buena que tiene.

«¡Hola Megan!» Me saludó con un tierno beso en la mejilla y rápidamente fue a sentarse en el borde de mi cama. Pero algo en ella se veía diferente…

Para empezar, su ropa no era anticuada como antes, ya que ahora venía vestida con una faldita verde limón y una blusita blanca sin mangas, complementado todo con su largo cabello café suelto hasta los hombros y unas sandalias muy lindas, lo que en conjunto la hacía ver como toda una muñequita.

Excepto, claro, por el collarcito negro que llevaba en el cuello, igualito al mío.

Pero eso no era todo, porque también traía una bolsita blanca y adentro de ella se podía ver que sobresalía la esquina de un librito negro, lo cual inmediatamente me dio mucha curiosidad.

«Claudia, ¡Que cambio! Te ves súper bonita así vestida.»

«G-gracias, Megan, -Me respondió con su usual timidez. –Bueno, he seguido tus consejos, y… bueno, ya ves.»

«Y, –Puse una expresión suspicaz. -¿No han dicho nada tus papas al respecto?»

Claudia se rió inocentemente. «Si, creen que es una fase por la que estoy atravesando y hasta que me querían mandar a un seminario católico, pero…»

«¡Un seminario!»

«…Pero no me dejé, aunque por lo pronto mi Mamá ya no me habla.»

Me senté en la cama junto a ella y con actitud comprensiva le dije: «Ni te preocupes, algún día entenderá.»

«Bueno, -Me miró con total admiración. –Quizás, aunque solo espero ser como tu algún día.»

Me enternecí al oírla decir eso y le di un ruidoso beso en la mejilla, aunque de nuevo volteé a ver con curiosidad lo que traía en su bolsita. «Por cierto, ¿Qué traes ahí?»

«Bueno, te quería mostrar algo.»

«¿Qué es?»

Claudia puso una expresión enigmática y lentamente sacó el librito de su bolsa, y cuando leí el titulo me quedé en shock:

El arte de la sumisión.

«¿Y eso?» Pregunté extrañada.

Claudia se mordió los labios con actitud traviesa. «Lo compré en internet.»

No pude ocultar mi interés por el librito, pero cuando intenté tomarlo Claudia lo alejó de mi. «¿Y de que trata?»

«Pues, de la sumisión.»

Juguetonamente intenté quitárselo de nuevo, pero con reflejos felinos Claudia lo volvió a alejar de mi.

«Ay bueno, ¿Y qué tiene de interesante?»

«¡Todo! Es un manual para la gente como nosotras.»

«A ver, no entendí eso de «Gente como nosotras».

«Megan, tu sabes perfectamente de lo que estoy hablando. O sea, sumisas. Esclavas.»

«Y-yo, -Los colores se me fueron al rostro. –Claudia, yo no soy eso, o sea…»

«Megan, -Puso una expresión suspicaz. – Beto me ha contado TODO lo que te ha hecho.»

«B-bueno, -Comencé a sudar de nervios. –Pero mira, eso no significa nada…»

«¿Ah no? –Claudia respondió con mucha seguridad. –Veamos, Beto te quitó la virginidad, te sodomiza a cada rato, te amarró la otra vez y hasta le suplicaste que te siguiera dando, te obligó a…»

«¡Ay ya! E-está bien, ya entendí.»

«¿Qué eres entonces?»

Meneé la cabeza en infantil negación.

«Megan, aceptarlo es el primer paso, ¿Va?»

«No sé si pueda, digo, es… humillante, ¿No? Admitir eso.»

«Bueno, yo no tengo ningún problema admitiéndolo.»

«P-pero no es lo mismo, es que… tu eres diferente, tímida y obediente, pero yo NO.»

«¿Ah sí? -Claudia se enojó un poquito. –Esto no tiene que ver con la personalidad, sino con el deseo de someterse. Y tú lo sientes tanto como yo, ¿No?»

«Ay, no se…»

«Megan, lo primero que te dice el libro es que hay que admitir las cosas. Es el primer paso. Y tienes que darlo.»

Bajé la mirada. «No puedo, es algo muy fuerte, admitir que tengo esos… deseos.»

«¿Deseos de…?»

«N-no me hagas decirlo.»

«Tienes que.»

Me cubrí la cara con las manos. «De obedecer.»

Claudia deslizó sus dedos por mi collar y con mucha ternura me dijo al oído: «¿De qué?»

«Ay, ¡Obedecer! ¿Contenta? Y ya no me hagas decirlo de nuevo.»

«No fue tan difícil, ¿O sí?»

Meneé la cabeza en negación, pero en el fondo me sentía aliviada, casi como si me acabaran de quitar un gran peso de encima. Quizás se debía a que con Claudia sentía esa confianza que solo se puede sentir con alguien que está en tu misma situación, alguien que te entiende al 100%, y…

…Que te ha comido por horas.

Me sonrojé inmediatamente al recordar eso, el rostro de ella entre mis piernas devorándome sin parar, mientras yo…

«¡Megan! -Claudia me sacudió de los hombros. -¿Te sientes bien? Es que te quedaste callada.»

«A-ah sí, yo, perdona, es que me acordé de algo.» Respondí sonriendo de forma obvia.

Claudia adoptó una actitud de travesura y volvió a meter la mano en su bolsita blanca. «Te tengo otra buena noticia: Te traje un regalo.»

«¡Un regalo!» Salté de emoción.

«E-espera, cierra los ojos antes.»

Cerré los ojos y me mordí los labios con anticipación, y mi curiosidad fue en aumento al oír como Claudia sacaba algo que sonaba metálico de la bolsa y se colocaba detrás de mí. ¿Sería una cadenita de plata? ¿Unos brazaletes? ¿Aretes?

De repente sentí algo frío rodeando una de mis muñecas, luego un clic, e inmediatamente lo mismo pasó en mi otra muñeca. Y cuando intenté mover mis brazos la situación fue evidente:

¡Estaba esposada!

«¡Claudia! -Le reclamé de inmediato. -¿!Que estás haciendo?!»

«P-perdona Megan, e-es que… -Claudia tartamudeó de nervios. -T-tengo que hacer esto.»

«¡¿Hacer qué?!»

«Q-que tu y… Beto, den el paso siguiente.»

«¡Claudia! ¿Como carajos va a ser posible nada si estoy esposada? ¡Quítame las esposas inmediatamente!»

«N-no puedo, -Claudia se puso aun más nerviosa. -L-la llave esta en el cuarto de Beto.»

«¿¡Qué?!»

De un salto me levanté y por todos los medios intenté quitarme las esposas, pero al cabo de algunos agónicos segundos quedó claro que estaba atrapada, por lo que con mucho esfuerzo intenté controlarme y le dije: «E-está bien, Claudia, ¡Tu ganas! Vamos a ver a Beto.»

«Si. -Respondió ella con visible emoción en su voz mientras se asomaba por puerta para asegurarse de que no hubiera nadie en el pasillo ni en las escaleras. -No hay nadie, sígueme.»

Sintiéndome la más estúpida del mundo fui detrás de ella hasta que bajamos a la sala, pero de repente…

«¡Megan!» Dijo mi Mamá con apuros mientras entraba por la puerta principal cargando unas bolsas del supermercado, e instintivamente me apoyé contra la pared para ocultar el hecho de que estaba esposada. -¿Me ayudas a bajar la compra del carro?»

«E-este, Mama, no puedo, Claudia me invitó a comer y ya me tengo que ir.»

«¡Claudia! -Mi Mamá colocó la bolsa en la mesa y se le acercó para saludarla efusivamente con un beso. -¡Que alegría que vengas! Tu mamá me ha contado maravillas de ti.»

«Ay, Señora, m-muchas gracias, yo…»

Sonreí con nervios y le di una pequeña patadita a Claudia para que no hiciera más conversación que la necesaria, pero mi Mamá notó algo raro en mi actitud y con suspicacia me dijo: «Megan, ¿Que traes ahí?»

«¿Ahí? ¿Donde?»

«Atrás de ti, muéstrame tus manos.»

«N-no puedo, es que…»

«Niñas, ¿Que están planeando?»

«No, Mamá, no puedo enseñarte lo que traigo porque…»

Claudia intervino justo a tiempo. «¡Porque es un regalo sorpresa para usted!»

La expresión de mi Mamá cambió de inmediato a total felicidad. «¡Ah niñas! Mi cumpleaños es en dos semanas, pero me alegra que se hayan acordado.»

«S-si, era una sorpresa. -Me encogí de hombros y junto con Claudia empezamos a alejarnos hacia la puerta. -Y ahora voy a llevarlo a envolver, ¿Ok?»

Mi Mamá puso una expresión de complicidad y muy feliz se dio la vuelta hacia la cocina. «Está bien chicas, fingiré que no sé nada del regalo, ¿Ok?»

«¡Si Mamá!» Respondí mientras salía corriendo con prisa hacia el jardín hasta llegar a la casa de Beto, con Claudia siguiéndome muy de cerca.

Segundo acto: Una iniciación descontrolada.

Entré como avalancha al cuarto de Beto para reclamarle, pero para mi sorpresa me lo encontré acostado en la cama con unas pijamas ridículas de ositos y leyendo el mismo librito que Claudia me había mostrado. «¡ Beto! ¡¿De qué se trata esto?!»

«¿Megan? – Beto puso una cara de total sorpresa ante el reclamo, y más cuando Claudia se asomó tímidamente detrás de mí. -¿Claudia? ¿Que hacen aquí?»

«Ay Amo, -Respondió ella con mucha diligencia. -Te traje a tu esclava No2 para la iniciación.»

«¿Qué? -Volteé a verla de inmediato. -¿Iniciación? ¿Esclava 2? ¡ Beto!»

«Meg, te juro que no sé, yo…»

Pero Claudia estaba muy emocionada con sus propios «planes», y sin hacernos mucho caso sacó de su bolsita varias velas y las prendió por todo el cuarto, y acto seguido cerró las ventanas, dejando la recamara de Beto como si fuera el lugar en el que se realizaría un sacrificio o algo.

«Ay Amo, -Dijo Claudia con mucha alegría. -Lea el capítulo 5 del libro que le di.»

«¡Pero si apenas me lo diste ayer! ¡Todavía ni leo nada!»

Con cierta impaciencia Claudia se acercó a Beto y muy animados empezaron a revisar cosas del libro, discutiendo cosas incomprensibles durante un rato, hasta que no aguanté mas y dije…

«¡¿Me puede alguien explicar que es esto?!»

Claudia se rio de forma encantadora. «Es fácil. Megan, ¿Te gusta obedecer?»

De nuevo los colores se me fueron al rostro. «Ay Claudia, no sé, yo…»

«Megan, tienes que dar el paso ahora.»

Me mordí los labios. «Ay, ya sabes que si.»

«Súper. -Continuó Claudia. Amo Beto, ¿Le gusta mandar?»

Ahora fue el turno de Beto de ponerse nervioso. «B-bueno, sí, pero..»

«¿No lo ven? -Claudia nos miró a los dos con expresión de angustia. – ¡Deben decírselo ya y dar el siguiente paso!»

Beto y yo nos quedamos mirando en silencio durante algunos segundos, y solo atiné a ruborizarme mientras el sonreía tímidamente.

«Ahora, -Claudia leyó muy emocionada del librito negro. -Lo siguiente debe ser la iniciación de la esclava de acuerdo al protocolo de 3 etapas.»

«¿Qué? -Puse una cara de susto. -¡¿Que carajos es eso?!»

Beto le quitó el librito a Claudia y lo leyó con ansiedad, pero por su expresión supe que lo que sea que estuviera ahí escrito le estaba encantando. -Wow.»

Sin poder contener la curiosidad intenté asomarme a leer también, pero en el momento que me acerqué Beto cerró el librito con un gesto juguetón.

«Claudia, -Dijo poniéndose serio. -Mira, aprecio tu intención pero… no creo que Megan este de acuerdo, ella aun está muy segura de todo esto y además el protocolo se ve muy intenso.»

«¿Me podría decir alguien que es eso del protocolo?»

Claudia me miró de forma tranquilizadora. «Son 3 pruebas que tienes que realizar para demostrar que eres una buena sumisa, pero…»

«¿Pero qué?» Pregunté con visible interés.

«… Beto cree que no vas a poder con ellas.»

Sin poder evitarlo comencé a sudar ligeramente, con una mezcla de ansiedad y excitación por todo esto. El sentirme así, dominada, siempre me ponía de un humorcito muy especial, aunque claro…

No se los diría nunca.

«U-un momento, – Beto se puso muy nervioso. – Megan, yo no dije que no pudieras aguantar las pruebas, pero creo que…»

Claudia me cerró un ojo de forma traviesa y abrió el librito. «Ah Megan, pero a mí no me engañas y sé que ese tema te interesa. La primera prueba es… -Hizo una pausa dramática. -La rosa de 5 pétalos.»

«Y, -Pregunté con un poco de nervios, ya que eso de los 5 pétalos sonaba súper XXX, aunque noté que Beto observaba con muchísima atención mis reacciones. -¿Que es eso?»

«Es una prueba súper fácil, sólo tienes que relajarte y recibir un masaje por tu Amo, aunque no debe haber ningún contacto sexual entre ustedes en preparación para lo demás.»

Respiré aliviada.

«B-bueno, eso no suena tan mal.»

«…Pero tienes que estar completamente desnuda, esposada y vendada.»

Se me escapó un suspiro. «Uf, ¿Todo eso?»

Beto se me acercó con cierta timidez. «Meg, ¿Estas segura? Mira, no tienes que hacerlo, tu solo…»

Pero al tener a Beto tan cerca y recordar lo que había hecho por mi ayer, no dejaba ninguna duda en mi mente. Si esto lo hacía feliz, lo haría por él.

» Beto, no te preocupes, quiero hacerlo. Además, es solo un masaje, ¿No?»

«S-si, -Me sonrió cariñosamente. -La primera etapa, pero luego…»

«Ay Beto, no pasa nada. Quiero hacerlo, y además, suena divertido, ¿No?»

Claudia se puso en mi espalda y abrió las esposas.

«Bueno, si estás segura entonces, hagámoslo. -Dijo Beto con una ligera sonrisa. –Megan, desnúdate.»

Oír eso fue… tremendo.

El corazón comenzó a latirme con fuerza, clara señal de que mi cuerpo reaccionaba a mil en el momento que recibía una «orden», y más cuando ni Beto ni Claudia me quitaban la vista de encima con lujuriosa expectación.

Con mucha sensualidad agarré los costados de mis mallas y las fui bajando por mis piernas, y acto seguido agarré mi bra deportivo y me lo quité, quedándome sólo con la tanguita y los tenis, pero al verme así Claudia dejó escapar un sugerente «¡Uf, Megan!» y no pude evitar reírme un poco.

Pero todavía faltaba lo mejor, por lo que con algo de pudor deslicé mis dedos por los costados de mi tanguita y la fui bajando hasta el suelo, y al estar completamente desnuda las señales de excitación que mostraba mi cuerpo eran deliciosamente evidentes: Respiración acelerada, pezones firmes y una sutil capa de sudor por toda mi piel.

«Wow, Meg. –Dijo Beto con total fascinación. –Te ves tan… sabrosa.»

«Ay Beto, vas a hacer que me dé más pena.»

Con un simpático saltito Claudia volvió a ponerse detrás de mí, tomó mis manos y un segundo después oí el familiar «clic» que indicaba que me había esposado de nuevo.

A continuación fue a agarrar la silla de madera del escritorio de Beto y la puso frente a mí.

«Megan, súbete en la silla hasta quedar arrodillada y mirando hacia la cabecera, pero deja las rodillas juntas y la espalda arqueada.»

«¡Pero agarra bien la silla!» Le respondí mientras torpemente intentaba seguir sus instrucciones, hasta que después de algunos segundos logré quedar exactamente como ella me había indicado, sintiéndome absolutamente vulnerable en esa posición porque básicamente dejaba TODO expuesto, y más cuando sin avísame Claudia sacó de su bolsa uno de esos «cubre ojos» negros para dormir y me lo colocó.

Aunque debía admitir que la sensación era excitante.

Estar así, amarrada, vendada y expuesta me estaba poniendo como hembra en celo, y si me soltaban en estos momentos seguramente me lanzaría sobre Beto para violarlo.

Puse una mueca traviesa ante ese pensamiento, pero de repente Claudia deslizó con mucha delicadeza sus uñas por mi espalda, y la sensación fue tan exquisita que me arrancó un suave gemido. «Ahh.»

«¿Te gusta?»

Asentí rápidamente, y entonces sentí como vertía una gotas de un líquido viscoso sobre mi espalda, seguramente aceite para masajes, y un instante después reconocí las manos de Beto deslizándose sensualmente por mis piernas, cintura y espalda en un ciclo sin fin.

«Ufff, que rico.» Dije mientras me ponía muy tensa contra las esposas, y en ese momento la traviesa boca de Claudia se apretó juguetonamente alrededor de uno de mis pezones y empezó a succionarlo como si fuera una bebita.

«¡Claudia! P-pero… -Intenté decir con apuros. -¿No que… no se podía tener contacto sexual?»

«Pero esa regla solo se aplica al Amo.» Me respondió muy divertida mientras tomaba mi otro pezón entre sus labios y lo chupaba aun con más entusiasmo.

Sin poder hacer nada más me arqueé sobre la silla mientras las perversas manos y bocas continuaban la deliciosa sesión exploratoria con mi cuerpo, hasta que después de varios minutos…

«Ahora, -Dijo Claudia poniéndose un poco seria. –Para que esto funcione los dos tienen que verbalizar todo.»

«¿Verbalizar?» Gemí con apuros.

«Si, dile a Beto lo que sientes, y hazlo con muchos detalles.»

«B-bueno, esto… -Puse una carita de angustia. –S-sus manos en mi cuerpo se sienten… uff, súper rico. Me encanta como se deslizan por mi espalda, como me aprietan las caderas, me fascina como usa sus dedos en mi cintura…»

» Beto, ahora tu.»

«¿Yo? – Beto respondió con voz muy baja, absorto en su tarea de masajear mi cuerpo. -P-pero no sé qué decir….»

«Sólo dile a Megan lo que sientes al acariciarla.»

Beto podrá ser un genio, -Pensé con una sonrisa. -Pero no es nada bueno con las palabras.

Y efectivamente, dudó muchísimo antes de responder, al grado de que pensé que finalmente no diría nada, pero cuando lo hizo fue tremendo…

«Me… me fascinan sus piernas, -Dijo con mucha emoción. -La curvita que se le hace cuando dobla la espalda, y su piel se ve muy sexy cuando suda…»

Sonreí de forma obvia al oír eso, y lo mejor era que Beto no se detenía…

«…Me encanta su boca. La forma en que se muerde los labios cuando duda, sus ojos tan verdes, sus pechos, Dios mío, se sienten tan firmes y redonditos…»

Y yo estaba a punto de perder el control. Claro, yo sabía los efectos que tenía sobre Beto, pero oírlo de su boca era… uff, indescriptible.

Respiré agitadamente mientras me retorcía sensualmente sobre la silla, pero al verme tan prendida Claudia me dijo suavemente al oído: «Quietecita, ya casi estas lista.»

Ay Dios, no sé si pueda.

«Amo, -Dijo Claudia con un gesto juguetón. -Megan está lista. Es hora de la prueba 2: «La Mantis en llamas».»

«¿Q-que? -Abrí los ojos de par en par. -¿La Mantis de qué?»

«¡No te asustes! -Dijo Claudia con una risita mientras me ayudaba a volver a pararme, ya que aún seguía con el cubre ojos. –Ahora arrodíllate y quédate con las piernas ligeramente abiertas, la espalda arqueada y la boca ligeramente abierta.»

«Ay, ¡¿Pero en qué consiste la prueba?!» Volví a preguntar con ansiedad mientras me arrodillaba como Claudia había indicado, pero su respuesta fue aún más enigmática:

«La prueba -Otra pausa dramática. -Consiste en que el Amo debe darle cachetadas a su esclava con su miembro, y la sumisa debe aceptar esto como un privilegio y suplicar por poder darle más placer a su Amo.»

Me quedé en shock.

Y seguramente Beto estaba igual, porque no decía nada.

El reto sonaba diabólicamente perverso, a algo que llevaría esta peculiar relación que teníamos al límite de la perversión, pero…

Para dar ese paso se requería un nivel de confianza tremendo, y esta sería la hora de la verdad para Beto y yo. ¿Nos atreveríamos a darlo?

«Amo Beto, -Le dijo Claudia con simpatía. -Quítese ya esas ridículas pijamas y póngase frente a Megan.»

«Mis pijamas NO tienen nada de malo eh.» Repeló Beto con una mueca traviesa, pero por sus pisadas supe que estaba ahora justo frente a mí, con su miembro seguramente apuntando en estos momentos a mi boca.

«Ahora, -Oí como Claudia revisaba el librito. -Amo, tome con mucho cuidado a Megan del cabello y empiece a darle unas cachetadas con su miembro.»

Instintivamente abrí la boca y comencé a salivar, lo cual me hizo sentir la peor y más perversa de todo el universo, pero me quedé esperando porque después de varios segundos no pasaba nada…

«N-no puedo, -Dijo Beto con muchas dudas en la voz. –Meg, tratarte así se me hace muy… extremo.»

Suspiré suavemente, porque entendí de inmediato lo que estaba pasando.

Claro, hace apenas unos días Beto se había comportado sexualmente muy agresivo conmigo, y yo lo había disfrutado muchísimo y había reaccionado de forma súper perversa, pero…

…Desde lo que pasó ayer, era como si nos hubiéramos visto por primera vez.

Lo supe desde que entré a la habitación y nuestras miradas se encontraron, con una intensidad que no había experimentado antes.

Algo había cambiado.

Quizás se debía a que antes todo era lujuria pura, pero hoy…

…No sabría decirlo, pero había algo más.

Pero aún así, sabía que teníamos que dar el siguiente paso en esta «relación», o como sea que se llamara esto. Y si Beto estaba pensando que yo reaccionaría mal o me ofendería por este jueguito perverso, pues tendría que hacer algo para darle valor para atreverse.

» Beto, -Le dije con un débil suspiro. -Hazlo, yo… no me opondré.»

«¿Estás segura, Meg? No quisiera que…»

«S-si, -Asentí lentamente. -Hazlo ya.»

En ese momento los delicados dedos de Claudia se deslizaron por mi cabello y me obligaron a mirar directamente al frente, y un segundo después sentí como la verga de Beto me daba una ligera cachetada.

«Auch.» Me quejé suavemente, pero un instante después llegó otra cachetada, y otra, y otra más…

Esto definitivamente era humillante, pero de inmediato mis más bajos instintos se activaron de golpe. Sin importarme nada abrí aun más la boca y comencé a buscar esa carne que me golpeaba sin parar, saltando ligeramente cuando algo grueso y caliente impactaba mis labios, aunque sin entrar.

«E-eso es, -Dijo Beto con clara actitud dominante, tomando confianza. -Busca la verga, Megan, búscala.»

Dios mío, no puedo detenerme. Pensé con excitación mientras el perverso jueguito continuaba, yo buscando la verga de Beto mientras él la escondía de forma juguetona y me «castigaba» con sexuales cachetadas.

Y por su respiración supe que esto también le estaba excitando muchísimo.

De repente Claudia me mordió sensualmente el cuello y apretó mis pechos entre sus manos, señal de que también ella estaba perdiendo el control.

«¿Te gusta hacerle esto a Megan, Amo? -Preguntó Claudia con total malicia. -Tan linda ella, tan perfecta, con esa carita de princesa buena, y ahora aquí la tiene: Arrodillada y buscando como desesperada mamarle la verga.»

«S-si, -Respondió Beto con apuros. -Me… encanta esto, su boca. ¡Por Dios, quiero metérsela ya en la boca!»

«Y ella quiere mamar, ¿No es así Megan?»

«A-ay Claudia, -Me puse roja de la pena. -N-no lo digas así, ya sabes que…»

«Dilo.»

Asentí débilmente sin atreverme a más.

«No Megan, ¡Tienes que decirlo! Beto es tu Amo, dile YA lo mucho que deseas complacerlo.»

«M- Beto, -Tragué saliva y apreté mis manos con impotencia. -Méteme… la verga… en la boca.»

«Dios mío, Megan.» Alcanzó a decir Beto con emoción, y con un movimiento firme sus manos sujetaron mis cabeza y su poderosa anaconda se abrió paso entre mis labios, deteniéndose sólo cuando golpeó la entrada de mi garganta.

«¡Mfmfmfmfmfm!» Me puse increíblemente tensa al sentir todo eso en mi interior, retorciéndome contra las esposas mientras mi respiración se aceleraba al límite, pero…

…Instintivamente mi boca se apretó vigorosamente alrededor del extraño cuerpo invasor, y entonces Beto comenzó a montar mi cara a un ritmo lento pero contundente. «Mfmfmfmf… mfmfmfmf… mfmfmfmfm.»

«Amo, -Sonó la dulce voz de Claudia en mi oído. -No le había dicho esto pero para completar el paso 2 su semen no debe entrar aún en el cuerpo de su esclava.»

«¡P-pero Claudia, no sé si pueda aguantar!» Respondió con agitación mientras su verga seguía entrando y saliendo de mi boca a un ritmo constante, y

mis mejillas se hundían al máximo por la tremenda succión ejercida.

«Amo, -Volvió a sonar la vocecita de Claudia. -Recuerde también que debe decirle a Megan lo que siente al hacerle esto.»

«E-es una sensación… increíble. S-su boca… me aprieta tan fuerte que… me cuesta no venirme ya, se la traga toda, no sé cómo le hace.»

Me hubiera reído al oír eso de «Se la traga toda», pero hice lo único que podía dadas las circunstancias…

Mamársela aun más fuerte.

«Mfmfmfmf…mfmfmfmf…mfmfmfm.» Gemí mientras me aferraba con entusiasmo renovado a esa verga que me alimentaba, que golpeaba sin parar mi garganta y me entumía la mandíbula, y en ese momento Claudia se apretó a mi espalda y deslizó sensualmente sus dedos en mi coñito, masajeando mi intimidad mientras su ansiosa boca besaba y mordía mi cuello una y otra vez.

Casi me vuelvo loca, esto era demasiado placer.

Mis sentidos estaban completamente rebasados por lo que estaba sucediendo, y durante casi 15 minutos me entregué febrilmente a la exquisita sensación que me daba esa venosa carne deslizándose por mis labios, con las atenciones de Claudia siendo el complemento perfecto, hasta que…

«A-amo, -Dijo Claudia sin soltarme ni un segundo. -Es hora del paso 3.»

Beto me la sacó de la boca y respiré profundamente. «¡Ahhhh! Cof, cof.»

«¿C-cuál es el paso 3?» Preguntó Beto con evidente ansiedad, y sus dedos temblorosos alrededor de mi cabeza lo confirmaban.

«Ay Amo, ¡El paso 3! Ayer se lo mostré en el libro.»

«¿La noche de las 3 lunas?»

«¡Nooooo! –Claudia se rio de forma encantadora. –El paso 3 es «La guarida del Dragón».

Me reí ligeramente ante todo esa locura, ya que a estas alturas seguía sin entender nada. ¿Qué resultaría ser ahora esa prueba? ¿Me tendría que colgar de un candelabro y hacer malabares con fuego?

Entonces Claudia se puso atrás de mí y liberó mis manos, y un segundo después me quitó el cubre ojos, y vi que Beto se había sentado en la silla, con su miembro completamente erguido y apuntando imponentemente hacia arriba.

«Uff, ¡Gracias! –Sonreí mientras me estiraba de forma coqueta frente a Beto. -¿Y, en qué consiste esta prueba?»

«Es la más importante de todas. –Claudia leyó de nuevo del librito con solemnidad. –El Amo deberá permanecer sentado en la silla mientras la esclava lo cabalga, los dos frente a frente, y el Amo deberá mostrar su fortaleza sin venirse en ella, a pesar de que la esclava hará todo lo que sea para provocarlo.»

«A ver, ¿Cómo está eso? –Dijo Beto con visible preocupación. -¿No me puedo venir aún?»

«Nop. Aquí dice que no.»

«¡¿Y cuando lo podré hacer?! ¡Es la última prueba!»

«Ay Amo, -Claudia me miró con una expresión de travesura. -En eso consiste la iniciación, que el Amo demuestre control sobre su cuerpo.»

Miré muy divertida a Beto, que por su cara de angustia dejaba en claro que aguantar sería muy, muy difícil. Y yo no se lo pondría nada fácil.

«¿Y qué pasa si el «Amo» no aguanta la tentación?» Pregunté con malicia.

«La iniciación se cancela y tienen que pasar 3 días para intentarlo de nuevo, todo sin que el Amo vea a la esclava.»

«Carajo. –Dijo Beto con una frustración. –Que drástico suena eso.»

Me mordí los labios y con mucha sensualidad me subí en la silla sobre las piernas de Beto, cruzando los brazos alrededor de su cuello mientras lentamente bajaba hacia su miembro, y cuando este comenzó a entrar en mí se me escapó un tierno gemido a la vez que Beto me apretaba con fuerza contra su cuerpo.

«Ay Beto, no vas a poder aguantar. -Le dije de forma traviesa al oído, a lo que él me respondió con una cariñosa sonrisa. -Lo intentaré.»

De repente Claudia se apretó contra mi espalda y volvió a besarme apasionadamente el cuello, y la tensión sexual en el aire era casi insoportable, con los 3 mirándonos con el más descarado deseo, y entonces…

Empecé a mover mis caderas muy lentamente de arriba para abajo sobre el miembro de Beto, respirando agitadamente muy cerca de su boca mientras unas gotas de sudor resbalaban por mi rostro y hacían que mi largo cabello negro se pegara contra él.

«¿Así te gusta, Amo?» Le dije entre tiernos gemidos, pero Beto sólo atinó a ponerse visiblemente tenso, luchando por no venirse. «N-no Megan, no hagas eso, p-por Dios, no voy a aguantar.»

Pero la sonrisa traviesa en mi cara lo decía todo.

La sensación de su verga moviéndose en mi interior era, Dios mío, sublime. Mis tiernos labios se apretaban agresivamente alrededor de su poderoso instrumento mientras este entraba y salía de mi cuerpo, y Beto sólo atinaba a apretar mis nalgas con total desenfreno.

«M- Beto, -Volví a la carga. –¿Vas a culearme después de esto?»

«¡Megan! –De nuevo se puso muy tenso. –P-por favor, no me digas eso.»

«¿No lo quieres hacer? –Le dije al oído. –¿Perforarme el ano?»

«Dios mío, -Respondió con la voz entrecortada. –Nada deseo mas en el mundo. T-tener tu culo entre mis manos, y… enterrarle la verga hasta el fondo, sentir como me aprieta, oh Dios.»

«Si, muy duro, hasta el fondo, -Le lamí juguetonamente el cuello. -¿Y dónde lo harías?»

Beto apretó con mucho mas fuerza mis nalgas. «E-en el escritorio, tiraría todo y te empinaría contra el, y luego te agarraría del cabello mientras te culeo por horas.»

«Ufff.» Sentí un latigazo de calor al oír eso. –Pero, el escritorio esta lleno de tus cosas, como tu teclado y el monitor. ¿Los tirarías así por así?»

«Meg, -Me miró a los ojos con total lujuria. –Por ti soy capaz de todo.»

«N-no te creo.» Le respondí con una mueca desafiante. -Es tu computadora, no te atreverías.»

«¿Ah no?»

Eso fue el detonante.

Con total desenfreno Beto se levantó de la silla y me colocó con mucho cuidado en la cama, y entonces fue hasta su escritorio y sin importarle nada tiró todas las cosas que había encima al piso, entre ellas un monitor carísimo.

«¡Amo! –Protestó Claudia. -¡El protocolo! N-no puede hacer esto.»

Pero Beto estaba como poseído, y sin darme tiempo a nada me agarró agresivamente del cabello y me empinó rudamente contra la mesa, y entonces agarró la gruesa cabeza de su verga y comenzó a frotarla descaradamente entre mis nalgas.

«Oh Dios, oh Dios, oh Dios.» Me retorcí lujuriosamente contra el escritorio al sentirme tan sometida, y sin poderme contener gemí ruidosamente al sentir como algo muy grueso y caliente comenzaba a abrirse paso en mi ano. «¡AAAAAAAAAAhhhh!»

Pero Beto me mantenía agarrada firmemente de las caderas mientras su miembro entraba en mi cuerpo, y cuando estuvo toda en mi interior: «¿Así te gusta, Megan, hasta el fondo?»

«¡Ahhh, M- Beto, oh Dios.» Respondí en total éxtasis, pataleando infantilmente mientras el comenzaba a culearme sin piedad y el sonido de mis nalgas rebotando contra su cuerpo reverberaba en la habitación.

Hasta que de repente los dulces labios de Claudia encontraron mi boca y comenzamos a besarnos con voracidad, gimiendo tiernamente la una contra la otra mientras mi cuerpo seguía siendo profanado salvajemente.

La situación era decadente: 3 cuerpos entremezclados, sometiendo y siendo sometidos, el olor a sexo en todas partes…

«A-amo, -Dijo Claudia apenas pudiendo contener un gemido. -D-dígale a Megan lo que está sintiendo ahora.»

Mateó tardó en contestar, seguramente perdido en el frenesí con el que me sometía. «S-su culo, oh Dios, que culo. Me aprieta con muchísima fuerza, y… ella levanta las nalgas de una forma que… ufff.»

A pesar de todo lo que acababa de pasar, oír eso hizo que me sonrojara muchísimo.

«Megan, ahora tu, dile a tu Amo lo que sientes.»

Traté de calmarme un poco para responder, pero el escritorio se mecía violentamente de atrás para adelante con cada embestida, y poderoso golpeteo en mis entrañas hacía muy difícil concentrarse. Pero aun así, después de algunos segundos lo logré…

«S-siento como su… verga, entra hasta el fondo, me revienta los intestinos, y eso me fascina. ¡Oh Dios! M-me encanta como se desliza entre mis nalgas, como entra y sale sin parar…»

Eso fue demasiado para Beto.

Sus dedos me jalaron agresivamente del cabello mientras su cuerpo se apretaba brutalmente contra mis nalgas, y sólo atiné a retorcer mis piernas con impotencia mientras sentía como algo caliente y viscoso entraba con violentos chorros en mi cuerpo.

«A-ay, M- Beto.» Me quejé con dulzura ante el rudo trato, pero la sonrisa en mi rostro me delataba. Sin poder hacer más me quedé quietecita mientras Beto terminaba de poseerme de la forma más primitiva, un macho sometiendo a su hembra inyectándole su semilla, a la vez que Claudia me besaba apasionadamente y sujetaba mi cabeza entre sus manos.

De repente sucedió lo impensable.

Tercer acto: Descubiertos.

La puerta del cuarto se abrió de golpe y oí la aterrada voz de la mama de Beto: «¿¡Que le están haciendo a mi hijito!?»

La sangre se me congeló, y nunca como antes deseé que la tierra se abriera para tragarme. Y claro, sabía que la escena que la pobre señora tenía enfrente era realmente de escándalo: Velas, cortinas cerradas, una «orgía» perversa y un libro negro en el suelo.

«¡M-mama! N-no pasa nada, y-yo…» Intentó decir Beto mientras agarraba una almohada para cubrirse, a la vez que Claudia se tiraba al otro costado de la cama para esconderse, dejándome a mí directamente en el centro de la acción.

«¡Megan Loera! ¿Claudia?- La señora se cubrió la boca con una mezcla de sorpresa e indignación. -¿¡Ustedes?!»

«S-señora, -Intenté decir algo mientras torpemente me levantaba y Beto caballerosamente me cubría con una sabana, pero mi mente estaba en blanco. -N-no es lo que parece, mire, yo…»

Para empeorar las cosas el Papa de Beto se asomó por detrás de la señora. «Dios mío, ¿Que pasó aquí?»

«Papa, déjame explicarte, -Intentó decir Beto. -Nada mas estábamos en…»

» Beto Balcázar, -Lo interrumpió su Mamá con un gesto solemne, a la vez que su esposo le echaba aire a la señora de forma casi cómica. -Arréglate inmediatamente, y estas castigado un mes.»

«Pero mamá, deja que te explique, yo…»

«¡Ni una palabra más, Beto! -Lo calló la señora. -Y en lo que a ustedes respecta, Megan y Claudia, hablaré muy seriamente con sus padres por esta… ¡Atrocidad! ¿Cómo se atrevieron a pervertir así a mi hijo?»

«¡No por favor! -Suplicó Claudia sin poder contener el llanto. -¡Mis padres me matarán si se enteran!»

«P-por favor, -Dije también con muchísima vergüenza. –S-señora, no les diga nada a mis padres, le prometo que…»

«Vamos mujer, -El papá de Beto intervino a nuestro favor. -No es para tanto, solo se estaban divirtiendo con Beto.»

Pero la expresión corajuda de la señora no cambió ni un milímetro. «¡Salgan las dos de mi casa inmediatamente, YA!»

«¡Mama! – Beto confrontó fuertemente a su mamá. -¡Te juro que si le dices algo a sus padres me voy de la casa!»

«¡H-hijo! -La señora puso una expresión de pánico. -N-no estás hablando en serio, ¿O sí?»

«M- Beto, – Dije muy apenada sin atreverme a mirar a nadie, cubriéndome apenas con la sabana mientras Claudia se escondía detrás de mí. -Ya nos vamos, mira…»

«No te preocupes, Megan, -Me dijo al oído con mucha decisión. -Yo me encargo de que mi Mamá no diga nada. ¿Ok?»

Asentí débilmente mientras la señora nos echaba unas miradas de odio, y en ese momento Claudia y yo nos escabullimos entre ellos hacia la puerta de la recamara, para después bajar las escaleras y salir corriendo cada una en dirección a su casa, sin voltear atrás.

Cuarto acto: Todo cambia.

Llegué a mi recamara y sin poder aguantarme ni un segundo más me tiré sobre mi cama llorando desconsoladamente, abrazando a mi osito de peluche con un gesto infantil. Lo que acababa de suceder con la mamá de Beto había sido horrible, y la sola idea de que le fuera a contar algo a mis papas era…

Insoportable. Me moriría si ellos se enteraran de esto.

Ay Dios mío, -Pensé en medio de mil sollozos. -¿Y si a pesar de todo la señora les dice? No, por favor, no.

Ojala Beto pueda convencerla. Me lo prometió.

De repente alguien tocó a mi puerta, y después de secarme las lagrimas fui rápidamente al closet para ponerme unos shorcitos y una blusa, y entonces pregunté con muchos nervios: «¿Q-quién es?»

En ese momento mi peor pesadilla se hizo realidad.

La puerta se abrió y entraron mis Padres con una cara de total seriedad, lo que hizo que el corazón casi se me detuviera por el susto. Y sus siguientes palabras fueron aun peores: «Hija, necesitamos hablar contigo.»

Me cubrí la cara con las manos y volví a llorar, pero mi Mamá cariñosamente me abrazó mientras mi Papá decía en voz baja: «Megan, acaba de hablar la señora Balcázar, y dice que… -Se le hizo un nudo en la garganta. -Los encontró a ti, Beto y Claudia en un acto sexual. ¿Es eso cierto, hija?»

Con mucho esfuerzo intenté controlar el llanto, pero mi actitud decía todo: Era incapaz de mirar a mis padres de frente, casi como si tuviera las palabras «culpable» escritas en la frente.

«S-si, papa.»

Mi Papá suspiró pesadamente ante eso, aunque mi Mama seguía abrazándome con mucha fuerza, diciéndome al oído: «No te preocupes, no pasa nada.»

«¿ Beto te obligó, hija?»

«N-no Papá, no, -Le respondí de inmediato. -El no tiene la culpa.»

«Está bien, si tu lo dices te creo. -Dejó escapar otro suspiro. –Pero no quiero que vuelvas a verlo en tu vida, ¿Esta claro?»

«P-pero papa, ¡Te acabo de decir que el no tuvo la culpa! Yo fui la que…»

«¡Megan! -Mi Papá me miró con total seriedad. -Eso NO está en discusión, no vas a volver a ver a Beto NUNCA MAS, ¿Esta claro?»

«P-pero Papa…» Protesté con angustia mientras mi Papá salía del cuarto azotando la puerta, pero mi Mamá seguía sin soltarme y con mucho cariño me dijo al oído: «No te preocupes, intentaré hablar con él, ¿Ok?»

«¡Pero Mamá!, -Volví a llorar. -¿Porque mi Papa no lo entiende?»

«Déjamelo a mí, ahora quiero que descanses y duermas un rato, ¿Ok? Y en la tarde hablamos.»

«E-está bien.» Asentí débilmente mientras mi Mamá me limpiaba las lágrimas con un pañuelo, y acto seguido salió del cuarto mientras yo volvía a abrazar a mi osito de peluche, viendo como mi vida se caía a pedazos.

Y así pasé casi media hora, totalmente desconsolada y sin saber qué hacer, hasta que oí unos golpecitos en mi ventana…

De un salto fui a asomarme y respiré aliviada al ver que Beto estaba subiendo torpemente por las enredaderas de la pared, hasta que con un movimiento agónico logró meterse en mi recamara. «¡ Beto!»

«¡Shhhhh! Nos van a oír.» Me dijo respirando agitadamente por el esfuerzo.

«Ay Beto, -Me mordí los labios con preocupación y me arrodillé junto a él. -Mis papas están enojadísimos conmigo, y… no quieren que te vuelva a ver.»

«Meg, – Beto se levantó y sin darme tiempo a nada me abrazó con muchísima fuerza, casi sacándome el aire en un gesto protector. -P-perdóname, confronté a mi Mamá pero aún así le dijo a tus papas lo que pasó, y… me siento muy apenado contigo. Te fallé.»

«N-no, mira, ¡No fue tu culpa! Yo dejé la puerta abierta, y… no sé, no tuvimos cuidado.»

Pero Beto seguía muy afectado, y no era capaz de levantar la vista del suelo. «No Megan, yo fallé. Entré a tu vida y… mira esto, sólo logré que todo fuera peor. Soy un idiota, eché todo a perder.»

«N-no, Beto, no digas eso, yo…»

«Vengo a darte algo.» Dijo con cierta tristeza sacando algo de su pantalón: Toma este USB. Aquí están todas las fotos que te tomé, son tuyas de nuevo.»

«P-pero Beto…»

«Eres libre. Nunca debí haberme atrevido a someterte así.»

«N-no, Beto, yo…» Intenté responder pero eran demasiadas cosas a la vez, y al ver que no tomaba el USB Beto lo puso en el buró junto a mi cama, y aún con la mirada baja me dijo: «Megan, perdóname.»

«N-no Beto, -Volví a llorar como niña chiquita porque esto sonaba como una despedida, y sólo en este momento es que me daba cuenta de lo que Beto significaba en mi vida. -¡No hagas esto! P-podemos solucionarlo, mira, hablaré con mi Papa y…»

Pero Beto seguía muy mal, con los ojos a punto de llorar por todo esto, y sólo atinó a decirme.

«Meg, me tengo que ir.»

«¡NO!» Le supliqué con impotencia al ver que nada de lo que dijera lo hacía entender, pero antes de que pudiera hacer algo mas Beto se volvió a encaramar en la ventana y se fue corriendo, dejándome completamente sola y devastada, con mi vida al revés y sin saber que estaba sucediendo con mis sentimientos…

Pero una cosa era segura…

La sola idea de perder a Beto me estaba matando por dentro.