Jovencita cogida para pagar deudas
Jovencita cogida para pagar deudas
Había sido una mañana de mucho trabajo, recogía mis cosas para irme a casa cuando el tirano del jefe me llamó a su despacho :
-Mirna tienes que llevar a Don Beto estas medicinas, ha insistido en que seas tu quien se las lleves personalmente, sabes que es un buen cliente y no podemos arriesgarnos a perderlo.
Don Beto es un anciano de casi ochenta años, viudo y adinerado, que vive en una casa al otro extremo de la ciudad.
Contrariada acepté la orden de mi jefe, y acudí a su domicilio. Don Beto me recibió de forma muy cordial haciéndome pasar al salón de su casa.
-Te apetece un café?, preguntó con una amplia sonrisa.
-Muchas gracias, se lo acepto contesté con la mejor de mi sonrisas.
El anciano tenía ganas de hablar, tiene problemas de movilidad en una de sus piernas, y creo que los días se le hacen demasiado largos.
La conversación era muy amena y divertida ya que Don Beto tiene un gran sentido del humor. Fuimos tocando diversos temas incluida la crisis económica.
-La crisis afecta a todos, pero sobre todo a los más jóvenes, – comenté dándomelas de entendida-, mi novio trabaja de comercial y yo a media jornada, el alquiler se lleva más de la mitad de nuestro sueldo, además tenemos que pagar los gastos de la casa, comer,…, apenas nos llega para salir de vez en cuando.
En ese instante, una idea cruzó mi mente.
-Don Beto, no necesitará Ud. una asistente, alguien que le ayude con las tareas de casa o que le haga compañía?, trabajo a media jornada y tengo las tardes libres.
Don Beto me miró con cara de pena.
-Lo siento Mirna, tengo una señora que se encarga de las tareas de casa, limpia, hace la comida…..
Mi rostro delató una mueca de contrariedad, Don Beto siguió hablando: el hecho de que tenga una asistente no significa que no quiera tu ayuda, todo lo contrario dijo en un tono de voz peculiar que llamó mi atención.
-Es un tema delicado – carraspeó – soy un anciano pero eso no significa que tenga,…., tenga,…., ciertas necesidades que me cuesta satisfacer y tu… tu eres una mujer muy atractiva.
No salí de mi asombro, aquel viejo me estaba haciendo insinuaciones sexuales. Indignada me levanté del sofá.
-No soy una puta, exclamé airada mente levántandome.
-Siéntate, ordenó el anciano imperativamente, nadie me lleva la contraria. Ya sé que no eres una vulgar golfa, – prosiguió -, me excitas desde el primer día que te vi trabajando hace dos años, ¿porqué te crees que le he exigido al imbécil de tu jefe que vinieses tu con las medicinas?, pero aquí no va a ocurrir nada que tu no quieras.
-Es Ud. un mal nacido, contesté airadamente
Volví a levantarme y me encaminé hacia la puerta con intención de largarme.
-Tengo la solución a tus problemas económicos, al menos, escucha lo que te ofrezco,nada tienes que perder y sino te gusta podrás irte libremente y no habrá ocurrido nada.
Asiendo la manilla abrí la puerta con la intención de irme de aquel maldito lugar.
-Siéntate y escucha Mirna, ordenó Don Beto mientras sorbía su café mirándome directamente a los ojos.
-Sabes que me sobra el dinero y puedo ayudarte, pero quiero algo a cambio, me gustaría que fuese sexo pero pueden ser otros deseos.
-No le entiendo, contesté atemorizada.
-El morbo que me causas desde la primera vez que te ví, te pagaría de forma espléndida si satisfaces mi morbosidad, ahora mismo simplemente me conformo con ver, me gustaría ver tu ropita íntima.
-Como?, repliqué indignada.
-Venga Mirna, dijo el viejo, quiero ver tus braguitas y el sujetador, deseo ver lo que escondes debajo de tu falda y el jersey, que me muestras tus encantos y te pagaré por ello.
Me levanté dirigiéndome a la puerta, váyase a la mierda maldito viejo verde hijo de puta.
-50 euros, contestó el anciano.
-Pero Ud quién se ha creído que es?, contesté airadamente.
-100 euros, es mi última oferta, 100 euros solamente por ver tu ropa más íntima.
Me giré ruborizada bajando mi cabeza, sentimientos contradictorios me invadían, pero ese dinero nos permitiría a mi novio y a mí pagar el recibo de la comunidad de propietarios.
Mis defensas comenzaron a flaquear, vamos Mirna, cuando estás en la playa o en la piscina no muestras más de lo que puedes enseñarme ahora, insistía el viejo.
El pervertido sabía que cuanto más tiempo estuviese en su casa, cuantas más dudas sembrase en mí más cerca estaría de alcanzar sus objetivos
-Mira Mirna – dijo el anciano-, sobre esa mesa está mi cartera, vamos ábrela.
Temblando la abrí, había un abultado fajo de billetes.
-Coge 50 euros de propina por haber traído los medicamentos y deja otros 50 sobre la mesa, serán tuyos si me complaces y enseñas tu ropa más íntima, por cierto, llevas bragita o tanga?, inquirió directamente Don Beto.
-Tanga, contesté sin darme cuenta de mis palabras.
-De qué color?, ne.., ne,,.., negra contesté débilmente.
-Y el sujetador?, negro a juego con mi tanga susurré.
-Apenas te oigo Mirna, de que color me has dicho?.
-Negro, contesté en tono más alto.
Una sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro del viejo verde.
-Muéstrame tu ropa interior y esos otros 50 euros serán tuyos.
La duda me embargaba, me acordé de mi novio, tan bueno y cariñoso conmigo, tan trabajador, tan atento y honesto. Dignamente levanté la cabeza.
-Ud. gana Don Beto, le enseñaré mi ropa íntima pero con tres condiciones.
-Tu dirás muchacha, – contestó el anciano con una sonrisa triunfadora-
-Nada de tocar, nada de grabaciones y esto no saldrá de aquí.
-Acepto encantado, se jactó entusiasmado el anciano, muéstrate ante este viejo verde.
Don Beto sirviéndose un whisky muy caro se acomodó en su sofá, podías empezar por quitarte ese jersey que llevas y que oculta todo, – sugirió maliciosamente-.
El anciano paladeaba la bebida mientras me dirigía al centro del salón.
-Sácate el jersey, despacio,…., hazlo muy despacio,…, deja que un viejo verde pervertido como yo se deleite viendo tu deseable y joven cuerpo.
Aún estaba a tiempo de largarme pero no lo hice, aparte de la necesidad económica sentía un hormigueo en mi estómago, no podía ser cierto, estaba dispuesta a desnudarme delante de un horrible viejo por dinero.
Mis manos asieron la parte inferior del jersey y muy lentamente lo subí hasta sacarlo por encima de mi cabeza dejándolo sobre la mesa. Quedé en falda y sujetador delante del anciano.
Miré el rostro del pervertido, se dibujaba una mueca de lujuria, un enorme bulto se marcaba debajo de su bata.
-Que tetazas tienes Mirna, seguro que en la farmacia muchos hombres se quedan mirándola embobados, tu novio debe ser muy afortunado, se jactó el viejo cabrón.
Roja de vergüenza no pude contestar.
-Ahora súbete la falda, despacio muy despacio, mírame a la cara mientras lo haces, ordenó el pervertido humillándome aún más.
Mis manos descendieron hasta agarrar el borde inferior, lentamente la fui subiendo, Don Beto no perdía detalle, en su rostro se dibujaba una mueca de triunfo y perversión mientras una joven en sujetador le mostraba las rodillas y los muslos.
Don Beto metió su mano por debajo del batín acariciando su verga, su mano derecha subía y bajaba masturbándose con lentitud y parsimonia.
-El tanga, quiero ver tu tanga Mirna, para eso te he pagado, ordenó mientras se pajeaba.
Subí mi falda de forma indecorosa hasta mostrar al viejo pervertido el triángulo negro que ocultaba mi sexo. Los ojos del anciano se abrieron como platos.
-Tu tanga está húmeda, estás muy excitada mi querida Mirna, te calienta exhibirte ante un pervertido que desea follarte, verdad?, se rió el viejo mientras se la meneaba como un cerdo.
Era cierto, una enorme mancha de humedad marcaba mi tanga, contrastando el negro de mi ropa íntima con el color blanquecino de mis flujos.
-Enséñame tu culito, Mirna, enséñame lo quiero ver el hilo del tanguita oculto entre tus nalgas, ordenó Don Beto.
-No lo haré Don Beto, no lo haré, no me ha pagado Ud. para que se lo muestre, contesté con la poca dignidad que me quedaba.
Subí un poquito más mi falda arqueado las piernas, mostrando parte de mi arreglado bello púbico.
No pude contener la excitación y calentura, con la mano izquierda acaricié mi coño tapado por mi prenda más íntima exhalando un quejido de placer.
Al verme en tan indecorosa postura Don Beto se masturbó frenéticamente, estiró sus piernas mientras su espalda se arqueaba.
-Diosssss,…, me corro,…., ahhhh, gritó el viejo jadeando de placer.
Muchos trallazos de lefa caliente mancharon la fina bata de Don Beto, mientras quedaba exhausto en el sofá respirando de forma entrecortada.
Bajé mi falda y me puse el jersey con intención de irme, estaba caliente, muy caliente, pero traté de ocultárselo al viejo pervertido.
-Es la mejor paja que me he hecho en mi vida, tienes un cuerpo de escándalo Mirna, los 50 euros son tuyos cógelos putita mía.
-Yo no soy su puta, repliqué con orgullo.
-Acabarás siéndolo, Mirna, acabarás siéndolo, dijo extendiendo el billete.
No lo dudé, guardé el billete en mi bolso.
-Dos cosas Mirna dijo el anciano, aquí tienes mi tarjeta y tu mano, quiero tu mano.
-Mi mano?, contesté con sorpresa.
-Si, tu mano izquierda, te has acariciado el coño con élla y quiero olerla.
El viejo era un auténtico pervertido fetichista pensé para mis adentros.
-Si desea oler mi mano habrá de pagarme otros 50 euros.,contesté.
-Aprendes pronto putita, se jactó el anciano mostrando un billete de 20.
Lo cogí mientras extendía mi mano al viejo, Don Beto la olió con mucha intensidad lamiéndola con deseo.
Avergonzada salí de la casa de ese viejo verde degenerado.
Estuve toda la tarde inquieta y aunque me duela decirlo muy excitada esperando la llegada de mi novio. Ante su sorpresa, ya que nunca tomó yo la iniciativa, cabalgué a mi chico e incluso accedí a comerme su verga cosa que antes nunca había hecho.
Eran las cuatro y media de una tarde calurosa, mi novio estaba fuera de la ciudad en un seminario de ventas. Habían pasado más de dos semanas desde que estuviese con Don Beto, y había pensado bastante al respecto pero nuevos problemas económicos me asediaban, mi utilitario estaba en el taller, no le comenté nada a mi chico por no agobiarle pero la factura ascendía a casi trescientos euros.
Me encontraba en un bar próximo a la vivienda de Don Beto tomando café, en una mesa contigua dos adolescentes quinceañeros bebían refrescos, no me quitaban el ojo de encima, al cruzar las piernas de mi largo y floreado vestido la falda se había escurrido un poco y dejaba a la vista mis rodillas.
Los chavales hacían esfuerzo por ver algo más, me dí cuenta, menudos imbéciles pensé descruzando mis piernas para impedir que viesen más de lo debido.
Abrí mi bolso y extraje la tarjeta que el viejo me había dado, la doblé y desdoblé nerviosamente en repetidas ocasiones, a mi mente volvieron las imágenes de lo sucedido aquel día.
Me ví quitándome el jersey para quedarme en sujetador delante de ese viejo verde, subiendo mi falda hasta mostrar al pervertido mis piernas, mis muslos, mi tanga negro, mientras el muy cerdo se masturbaba delante mío.
Me sentí sucia y ultrajada pero lo que más me preocupaba es que también me había excitado, el exhibirme delante de ese anciano me provocó una gran calentura que tuve que aplacar con mi chico. Recuerdo lo sorprendido que se quedó, ya que fui yo quien lo follé cuando siempre es él quien toma la iniciativa hasta que consigue su propósito.
Mi móvil sonó y me sobresalté, los del taller insistían de malas maneras, mi coche ya estaba reparado desde hace días, querían cobrar su factura y además les ocupaba espacio. Como pude me los quité de encima diciéndoles que pasaría mañana.
Salí del bar y me acerqué al portal de la vivienda, aspiré profundamente y pulsé el telefonillo, Don Beto descolgó al tercer timbrazo
-Don…, Don Beto, soy Mirna,…., me preguntaba,…, si…., bueno…., yo…. podría subir a su casa, estoy…, estoy en el portal.
No obtuve contestación abriéndose la cancela. Subí en el ascensor, la puerta de la vivienda estaba abierta, no ví al anciano y pulsé el timbre. Escuché una voz al fondo : pasa estoy en el salón.
Crucé la casa hasta llegar al salón, Don Beto estaba aposentado en su sillón con su batínanudado a la cintura y una copa de coñac en sus manos.
-Hola Mirna, estás preciosa.
–Gra…., gracias, tartamudé débilmente.
-No te esperaba tan pronto, apenas han pasado diez días desde nuestro encuentro,se jactó el viejo.
Avergonzada no pude contestar.
-Me encanta lo elegante que vienes, esos vestidos veraniegos que llegan hasta los tobillos, esos botines que llevas dejan mucho a la imaginación, ¿Que te trae por mi casa?, preguntó el anciano irónicamente.
-Verá,…., yo…., bueno yo…, no podía contestar.
-Dinero – replicó Don Beto -, ¿cuánto necesitas?.
-Yo…, yo…, tengo el coche en el taller y me están a premiando para que les pague y me lo lleve.
-¿Cuanto?, preguntó imperativamente el viejo.
-Tres…., trescientos euros, contesté bajando la cabeza.
Un silbido salió de los labios del anciano.
–Es mucho dinero mi querida Mirna, pero creo que podremos arreglarlo aunque tendrás que ofrecerme algo más que el otro día, dijo en tono irónico dando un corto sorbo a su coñac.
Me ruborizé como un tomate, por mi mente volvió a pasar la escena de la última visita. Don Beto abrió su cartera, extrajo un fajo de billetes de 50 euros.
-Aquí hay 300 dijo mientras dejaba el dinero sobre la mesa, ahora siéntate en ese butacón enfrente de mí.
Me senté muy nerviosa cruzando las piernas.
-Recuerde Don Beto mis tres reglas: no tocar, no grabar y no contar esto a nadie, susurré con voz entrecortada.
-No estás en condiciones de exigir mi querida Mirna, – replicó-aunque tu visita me hace muy feliz, por hoy las acepto,tengo ganas de charlar pero lo primero de todo deseo que te desabroches muy lentamente el vestido.
-El…, el… vestido, balbuceé.
-Vamos que no tenemos todo el día.
Con parsimonia fui desabrochando todos los botones delanteros hasta llegar a la parte baja de la falda.
-Ahora deseo que lo abras mirándome a la cara.
Mis manos asieron las solapas de la prenda y lentamente lo fueron abriendo, mostré al pervertido mi sujetador azul, mi vientre plano, mis manos abrieron el vestido a la altura de mi cintura exhibiendo mis piernas, mis muslos y finalmente mi tanguita azul. La cara del viejo verde era una mueca de placer, sudaba copiosamente y se relamía los labios,su bata apenas podía ocultar una enorme erección.
-Eres una belleza Mirna, tu novio es muy afortunado, pero soy yo, un viejo pervertido, quien está disfrutando de tu cuerpo.
Voy a hacerte unas preguntas y quiero que las contestes pero antes abre tus piernas para mí.
Lentamente fui abriendo mis piernas, el vestido se escurrió por los laterales de mi cuerpo, mis muslos quedaron expuestos, el tanga azul apenas cubría mis inglés marcando los labios vaginales de mi coño, los ojos del anciano parecían querer salir de sus órbitas.
-Eso es Mirna, eso es, abre del todo tus piernas para este viejito, deja que disfrute.
En esa indecorosa postura Don Beto comenzó su interrogatorio.
-¿Que años tienes?, 28 contesté.
-Se que tienes novio,¿Desde cuando estás con él?, desde los 20 años.
-¿No has tenido más novios?, no, es mi novio de toda la vida.
-¿Donde os conocisteis?, en la facultad.
-¿Es bueno tu novio en la cama?, dudé unos segundos, quizás demasiados, a mi me deja muy satisfecha.
El viejo verde pervertido me miró con cara de lujuria, mascullando por lo bajo un: si seguro irónico.
-¿Con qué frecuencia follaís?, 2-3 veces por semana.
-¿Cuál es tu posición preferida en la cama?, cabalgar y montar a mi chico.
Toda una amazona se jactó el anciano.
-¿Te ha follado el culo tu noviete?, NUNCA contesté horrorizada, me da miedo, tiene que ser muy doloroso.
-¿Cuál es el sitio donde más te gusta follar?, en el coche respondí, esa sensación de que alguien pueda verte es muy excitante.
-¿Has tenido sexo con otras mujeres?, no aunque una vez en una fiesta en la universidad, algo bebidas y jugando a las cartas tuve que besar a una chica.
-¿Te gustó?, fue algo diferente, una sensación distinta.
-¿Estás caliente Mirna?, ¿te excita estar mostrando tu hermoso cuerpo a un viejo pervertido?, ¿te excita tener tus piernas abiertas para mí?
-No, contesté débilmente.
-¿Seguro? Mirna se sincera con este viejecito, noto una mancha de humedad en tu tanga, mírame a la cara Mirna, mírame.
-Si,…, si,…, balbuceé.
-Si que Mirna,…., quiero escucharte decirlo.
-Siiiiii Don Beto,…., siiiiiiii,…, estoy muy caliente, me excita contestar a sus preguntas mostrando mi cuerpo a un degenerado, a un viejo verde.
-¿Necesitas masturbarte?
Como respuesta baje mi mano derecha a mi tanga, Don Beto me había derrotado, cuando dijo que era su putita y yo lo negué, tenía razón, por dinero estaba dispuesta a entregarme a aquel cabrón.
Mi respiración era agitada y tenía la boca seca, pastosa, estaba más excitada de lo que he estado en toda mi vida, introduje mi mano dentro del tanga, mi prenda íntima estaba húmeda y pringosa. Sorpresivamente de un manotazo Don Beto retiró mi mano.
-Ahora no Mirna, – ordenó el anciano-no quiero que te masturbes, vete a mi dormitorio, es la siguiente puerta quiero que te pongas lo que hay encima de la cama.
Salí de la habitación humillada, horrorizada, avergonzada de mí misma, si Don Beto hubiese querido me habría follado ahí mismo, y lo peor de todo es que me hubiese entregado sin condiciones a ese pervertido.
Entré en su dormitorio, era muy lujoso acorde con su nivel de vida, muebles rústicos y muy antiguos reflejaban la riqueza del dueño de la casa. Encima de su cama con un cabecero de forja había un un conjuntito de ropa interior, tanga y sostén a juego de color rojo y negro, unas medias a medio muslo del mismo color, junto con una especie de kimono y unos zapatos.
Me saqué el vestido y mi ropa más íntima, me puse el tanga, trasparente dejaba a la vista mi coño y los labios vaginales, me giré ante el espejo, el finísimo hilo quedaba oculto entre mis nalgas.
Cogí el sostén, las copas eran transparentes dejando a la vista mis pequeñas y rosadas areolas, mis sensibles pezones, empitonados y duros como las piedras se marcaban en la prenda.
Miré los zapatos, negros con un tacón altísimo, fino de aguja, me los calcé eran justo de mi número.
Finalmente me puse el batín, muy suave, carísimo y de seda, me quedaba especialmente corto, me giré y me ví reflejada nuevamente en el espejo, por detrás mi culo quedaba a la vista, parecía una puta, la vergüenza me sacudió, pensé en mi chico y me entraron ganas de llorar, sentí asco de mi misma.
Volví al salón, Don Beto sentado en su butaca exclamó un GUAUUUUU de admiración, lo sabía eres una auténtica putita de lujo querida muchacha, ójala estuviese aquí tu noviete para verte, se jactó irónicamente el anciano.
No tuve el valor de replicar al viejo.
-Baila para mí Mirna,…, baila para tu viejito mientras te vas quitando la ropa,…., hazme un striptease como hacen las putas en los burdeles.
Más bajo no podía haber caído, el pervertido me había humillado con su interrogatorio, la palabra puta resonaba en mi mente, pero eso ahora mismo no me importaba, estaba dispuesta a hacer lo necesario para obtener el dinero con el que pagar mi coche.
Una canción muy sugerente comenzó a sonar muy bajo, me moví pausadamente a su ritmo, contineando mis brazos y piernas.
-Vamos Mirna,…., más sensual,…., no te voy a pagar para ver esto,…., seguro que puedes hacerlo mejor,…., esfuérzate y complace a este anciano.
Bailé lo más sensual que pude y supe, mirando a los ojos del viejo pervertido, humedeciendo mis labios con la lengua, mordiendo mis labios y atusando mi pelo, debajo de la bata de Don Beto se apreciaba su descomunal erección.
Desabroché el cinturón del quimono, me giré y discretamente lo bajé enseñando mi hombro mientras le sonreía maliciosamente, lentamente me lo quité lanzándoselo al pervertido. Don Beto se lo llevó a la cara oliéndolo.
-Que tetazas tienes zorra, se trasparenta todo, quítate el sujetador de una puta vez no aguanto más, ordenó el viejo verde pervertido.
Mis manos asieron los corchetes y tirando de él los desabroché la prenda cayendio al suelo, ocultando mis pechos con las manos.
-Las tetas, puta, énseñame tus tetas quiero verlas zorra, AHORA, ordenó Don Beto.
Muy lentamente, las retiré mostrándoselas al viejo pervertido.
-Que tetazas de vaca lechera para amamantar a tus hijitos – aulló el anciano -, todos en la farmacia desean ver tus tetas, tu jefe, Guillermo tu compañero, los clientes, pagarían por ver tus tetas, y yo, solo yo puedo ver esos pezones y areolas sonrosadas. Gírate quiero ver tu culo de putita.
Lentamente, posando las manos en mi cintura me giré, mis nalgas quedaron a la vista del viejo verde.
-DIOSSSS que puto culazo tienes zorra, que culazo, no se ve el hilo del tanga, algún día te lo partiré, follaré tu tremendo culazo aunque tenga que pagar una fortuna, y el imbécil de tu novio sin catarlo todavía, exclamó el viejo.
Sus insultos, sus vejaciones conmigo y con mi chico, lejos de ofenderme me excitaban aún más, sensualmente me incliné, mis tetas quedaron colgando en esa postura, mientras mis manos retirando el filo hilo del tanga, abrieron mis nalgas para Don Beto, mostrándole la sonrosada entrada de mi ano.
-SERAS ZORRA, me estás enseñando todo sin que te lo pida,mírame puta,…., mira como me tienes.
Me giré, Don Beto había desabrochado y abierto su batín, estaba completamente desnudo, su barriga era enorme y muy peluda, sus tetillas gordas y fofas, sudaba copiosamente, lo que me impactó fue su tremendo pollón, mediría unos quince cms parecido al de mi chico, grueso, enormemente grueso ligeramente curvado, con unos grandes y peludos testículos.
El degenerado se masturbaba delante de mí, su mano subía y bajaba por el grueso mástil y estaba pringosa de líquido preseminal, gemía de gusto.
-El tanga,…, dame el tanga ya,…, ordenó Don Beto.
Lentamente lo bajé sacándolo por mis tobillos y se lo lancé. El viejo lo llevó a su rostro, olió y lamió con lujurua la zona que cubría mi coño.
-Huele y sabe a puta, mi querida Mirna,sientate en la butaca y masturbarte conmigo, estás muy caliente y se que lo deseas.
Don Beto envolvió con el tanga su enorme verga pajeándose de forma brutal.
Me senté en la butaca enfrente del viejo verde degenerado, abrí mis piernas hasta posarlas en el posabrazos, quedé totalmente abierta de piernas como en la consulta del ginecólogo mostrando mi húmedo coño a ese cabrón.
Mi mano izquierda acarició y tiro de mis pezones con mucha fuerza haciéndome exhalar un gémido de placer, la mano derecha descendió hasta la entrada de mi sexo, noté como los flujos manchaban el bello púbico de mi recortado coño, manchando mis muslos hasta la entrada de mi ano.
Me penetré con dos dedos acariciando mi hinchado clítoris haciendo círculos.
-Así Don Beto,…., le excita ver como se hace un dedito su putita?, pregunté ya sin dignidad jadeando como una perra.
Don Beto no contestó, en el salón sólo se escuchaban nuestros jadeos y gemidos y el chof chof de mis dedos acariciando mi sexo. Nuestras miradas se cruzaron mientras nos dábamos placer.
-Eres una puta Mirna,…., eres mi puta murmuró el viejo.
Don Beto gruñó desesperado, cinco o seis trallazos de lefa salieron a borbotones manchando su fofa barriga, mi cuerpo se arqueó, tuve muchos espasmos, junté con fuerzas mis muslos aprisionando mi mano hasta hacerme daño, y estallé en el más largo e intenso orgasmo que haya tenido en mi vida.
Estuvimos varios minutos recuperándonos sin decir nada, Don Beto tras limpiar su tremenda barriga de los pegotes de lefa se puso su batín.
-Pasa al cuarto de baño del dirmitorio y aseate querida niña dijo Don Beto en un tono paternal.
Cerré la puerta y me duché, mis muslos estaban pringosos de mis flujos, me vestí, acicalé y volví al salón.
No cruzamos palabras, un simple gracias por mi parte cuando Don Beto me entregó los 300 euros y otros 20 de propina, y un ven cuando quieras por la suya.
No hacía dos días de mi última visita a Don Beto, mi novio continuaba en el curso de ventas y un nuevo imprevisto económico surgió: la maldita caldera del gas.
Hablé con el casero, no se haría cargo de la reparación, somos nosotros quien la usamos y nosotros tendríamos que repararla, además el malnacido ni siquiera tenía seguro.
Los técnicos me pasaron un presupuesto, 540 euros, no tuve valor para decírselo a mi chico, bastante preocupado estaba con su seminario de trabajo.
Apenas concilié el sueño esa noche, me debatía en un mar de dudas, estaba siendo infiel por dinero a mi novio con un viejo octogenario, por otro lado, intentaba justificarme pensando en que no había tenido sexo con él, es cierto que le había mostrado mi cuerpo, nos habíamos másturbado juntos pero en ningún momento me había puesto la mano encima.
Otra circunstancia era la que realmente me preocupaba, no podía negar la evidencia, los insultos, las vejaciones de Don Beto, el hecho de recibir dinero por exhibir mi cuerpo a un viejo verde me excitaba, sentía la imperiosa necesidad de masturbarme para aliviar mi calentura.
En la pausa del café y desde el teléfono el bar de enfrente de la farmacia, – por nada del mundo quería que Don Beto tuviese mi número de móvil- llamé al anciano.
-Buenos días Don Beto, saludé intentando aparentar seguridad.
-Hola muchacha, ¿cuanto dinero necesitas?, respondió a bocajarro.
Toda la seguridad que intenté fingir desapareció en ese mismo instante.
-Yo,…, yo,…, la caldera…, verá Ud, balbuceé.
-¿Cuanto?, insistió con tono severo.
-Qui…, quinientos cincuenta, señor necesito quinientos cincuenta euros.
-Es mucho dinero, pásate por casa esta tarde a las cinco y veremos como lo arreglamos, ponte una falda.
Colgó sin que me diese tiempo a contestar. Después de comer recorté mi vello púbico, abrí el armario buscando que ponerme, escogí un vestido vaquero de una sola pieza con cremallera delantera, unas deportivas y un conjunto de sujetador blanco y tanga con los laterales trasparentes a juego, me observé delante del espejo, el hilo del tanga quedaba oculto entre mis nalgas, un escalofrío sacudió mi cuerpo
Pulsé el telofonillo del portal, la cancela se abrió y crucé el umbral. Mientras subía sentí mariposas en mi estómago, los pezones duros y tiesos como piedras y humedad en mi sexo, no podía evitarlo, el morbo de estar a solas con ese viejo degenerado me excitaba.
Don Beto me recibió como siempre, sentado en su butaca con una copa de licor y fumando un gran puro.
-Buenas tardes Don Beto no debería Ud fumar, le reproché.
-Deja de decir chorradas, – contestó malhumorado- quinientos cincuenta euros es mucho dinero y vas a tener que ganártelos con creces putita mía.
-No soy su puta, – contesté alzando la cabeza-.
Don Beto se rió estruendosamente.
-Seré directo, hoy pongo yo las reglas, – continuó -, nada de grabar, nada de contar lo que aquí pase, pero hoy quiero tocar.
Mi rostro palideció al instante, intenté protestar pero el viejo se adelantó.
-Estas son mis reglas, si quieres aceptas sino ya te estás llendo.
Las dudas me atormentaron, volví a pensar en mi novio, lo apurado y preocupado que estaba frente a lo urgente y necesario que era arreglar la caldera.
-A…, acepto, susurré débilmente.
-No te oigo, se recreó el viejo degenerado.
-Acepto.
-¿Aceptas el que?, no te escucho bien putita, sabes que los viejos somos algo sordos, – se rió el malnacido-.
-Acepto sus reglas.
-Entonces ¿aceptas que te toque, que acaricie tu cuerpo a cambio de dinero? , preguntó en tono de mofa.
-Si, acepto, ud gana.
Don Beto aspiró profundamente su puro y lo aplastó en el cenicero.
-Me encanta el vestido que llevas, marca tus formas, las tetas, tu vientre plano, tu tremendo culazo, y esa cremallera delantera invita a que te la bajes muy lentamente y le muestres todo a este viejo verde pervertido, ¿VERDAD Mirna?.
-Si señor, murmuré.
Mi respiración era entrecortada, noté mis pezones duros y tiesos causándome leves molestias, sentí palpitaciones y humedad en mi sexo, el morbo podía conmigo.
-¿De qué color es tu ropita interior?, putita mía.
-Me he puesto para Ud un sujetador blanco y un tanga a juego con transparencias en los laterales, deja a la vista mi cadera.
-¿Te lo has puesto para mí, para tu viejito?.
-Si para Ud Don Beto, espero sea de su agrado.
Don Beto sudaba copiosamente mientras una enorme erección se adivinaba debajo de su batín. El degenerado torpemente se levantó del sofá y cojeando se acercó.
-Veamos, es hora de bajar esa puta cremallera, ¿lo hago yo o lo haces tú?, querida mía.
-Le ruego lo haga Ud ya que me va a pagar por ello.
-Eres una pequeña zorra, dijo Don Beto haciendo ademán de besarme.
-Besos no Don Beto, besos no,esas no son las reglas.
Don Beto me miró con cara de sorna, su mano derecha asió la cremallera y comenzó a bajarla muy lentamente hasta la altura de mis pechos, abrió ligeramente el vestido viendo mis senos ocultos por la copa del sujetador.
-Tienes unas tetas preciosas y hoy van a ser mías he pagado por ello, se jactó el viejo verde con voz entrecortada.
El anciano continuó bajando la cremallera recreándose con la visión de mi vientre, el ombligo y la parte superior de mi tanga blanco. Miré la sudorosa cara del anciano, su rostro estaba desencajado.
Agachado a la altura de mis rodillas el viejo verde terminó de desabrochar la cremallera. Tomé la iniciativa y ante el estupor del anciano fui yo quien abriendo mi vestido le mostré mi cuerpo.
-Que cuerpazo de puta tienes, – exclamó el viejo-podrás ganarte la vida follándote al que quieras.
Torpemente el anciano se levantó poniéndose detrás mío, sus manos retiraron con delicadeza mi melena poniéndola en el lado derecho de mi cuello.
-Es hora de quitar ese vestido Mirna, dijo mientras sentía sus manos sobre mis hombros.
Don Beto muy lentamente tiró de los hombros hasta que la prenda cayó a mis pies. Las manos del viejo verde acariciaron mis brazos descendiendo muy lentamente, nuestras manos se entrelazaron y con mucha parsimonia tiró hacia arriba poniéndolas a la altura de mi cabeza.
Cerré los ojos, el morbo, la lujuria, el placer, el sentirme sometida a los deseos de ese viejo verde pervertido invadían mi cuerpo mientras notaba su débil respiración .
Sus manos acariciaron mis caderas, mi vientre y muy lentamente, con deleite saboreando mi delicada piel, fueron subiendo hasta mis pechos. Sentí su dedo índice acariciar la copa del sujetador hasta llegar a mi abultado y duro pezón, lo acarició de forma circular provocándome un pequeño espasmo de placer.
-Ahhhh,…, ahhhh, gemí débilmente.
A mi espalda podía oír la entrecortada respiración del viejo, el aliento de su tabaco y su olor a sudor.
Sus manos agarraron mis tetas sobándolas por encima de las copas del sujetador.
-Que tetazas, todos las desean y soy yo, tu viejito quien las disfruta y no el idiota de tu noviete, murmuró a mi oído el anciano.
Mi coño estaba empapado de flujo vaginal, notaba pequeñas punzadas como pequeños orgasmos, algo que nunca había sentido con anterioridad. Llevé mis manos a la espalda y desabroché los cierres del sujetador.
El pervertido no desaprovechó la ocasión, sus ásperas manazas se introdujeron por debajo de las copas del sostén amasando y estrujando con fuerza mis pechos.
-Mías,…, por fin son mías, jadeaba entrecortadamente el anciano en mi oído.
-¿Le gustan mis tetas Don Beto gustan?, pregunté morbosamente al viejo asqueroso.
-Tienes unas tetas de vaca lechera, son las tetas de una puta, de una zorra, todos quieren ver tus tetas, exclamó con voz ronca tirando con fuerza de mis sensibles pezones.
-A quienes les gustan mis tetas, dígamelo Don Beto, a quienes, pregunte invadida por el placer.
-A todos, pero sobre todo a tu jefe, no sabes la de pajas que se ha hecho, me lo ha contado muchas veces.
Tuve que morderme la mano para evitar un gemido de placer. El viejo seguía ordeñando y amasando mis tetas con rabia, con mucha fuerza, con ira mientras susurraba a mi oído lo puta, perra y zorra que soy.
Puse mis manos sobre las de Don Beto haciendo más fuerza aún, notando el martilleo de sus dedos en mis pezones.
En esa indecorosa postura el viejo amasó y magreó a su antojo las tetas que antes sólo había acariciado mi novio.
Sentí la tremenda verga del anciano degenerado puntear mi culo, fuera de mí introduje la mano por debajo de su batín y del slip, su verga tiesa y dura estaba húmeda y pringosa de líquido preseminal, mis manos quedaron manchadas, muy lentamente comencé a masturbar al anciano.
-Joder que manera de pajear, que bien lo haces putita harás que acabe pronto, jadeó Beto mientras amasaba mis tetas.
En la habitación se escuchaban nuestros gemido entremezclados, olía a sudor pero sobre todo a sexo.
Don Beto me empujó hacia el sofá arrodillándose ante mí, sus manazas asieron de mis tobillos tirando con fuerza, mi espalda quedó a la altura de la parte baja del sofá.
-Abre las piernas para tu viejito, ábrete de piernas para mí ordenó Don Beto.
Muy lentamente obedecí, sentí las manos del anciano degenerado sobre mis rodillas, sus manos subieron muy lentamente sobando la parte interna de mis muslos, me abrí todo lo que pude de piernas como si estuviese en la consulta del ginecólogo, su cara quedó a la altura de mi sexo oculto por mi empapado tanga.
Sentí su dedo índice acariciar mis labios vaginales por encima de la prenda íntima.
-Ahhhh gemí, abriendo aún más mis piernas ofreciendo mi sexo a ese malnacido.
-Maldita zorra, ójala pudiese verte tu noviete ahora, bien abierta para mí.
Las manos de Don Beto asieron el tanga por los laterales, levanté mi espalda para que el viejo verde degenerado sacase mi prenda más íntima por los tobillos, el anciano la llevó a su nariz aspirando mi olor y lamiendo mi humedad.
-Hoy volverás sin bragas a casa, dijo irónicamente mientras guardaba la delicada prenda en el bolsillo de su batín.
Don Beto acercó su cara a mi coño, sentí un leve soplido de aire cálido mientras un espasmo de placer sacudió mi cuerpo. Las manos del anciano se deslizaron por mi pelvis haciéndome levantar la cintura hasta apoderarse de mis nalgas.
-Que culazo tienes Mirna,…., que culazo…., es mío y solo yo voy a disfrutarlo.
Sentí otra vez la respiración entrecortada del viejo sobre mi sexo, con mis propias manos abrí los labios vaginales invitando a ese malnacido a que me lo comiese.
La lengua de Don Beto profanó mi vulva provocándome un largo y profundo suspiro. Su lengua rápidamente encontró mi clítorix estimulándolo con movimientos circulares, mi coño estaba empapado mientras Don Beto lamía y saboreaba mis flujos.
Mi novio me había comido el sexo un par de veces de una forma bastante torpe, nada comparable con el placer que me estaba procando el anciano degenerado.
Mordí un cojín del sofá para amortiguar mis quejidos de placer, con mis manos aplasté la cara de Don Beto contra mi sexo mientras sentía su lengua dentro de mi cueva y sus manos amasando con furia y deseparación mis nalgas.
Oleadas de placer invadían mi cuerpo, los dos sudábamos copiosamente, sentí que las fuerzas me abandonaban, sin ningún control mi espalda se arqueó, noté fortísimas palpitaciones en mi vagina, me deje ir jadeando gimendo como una perra en celo. Tuve el mayor y más intenso y prolongado orgasmo que haya tenido en toda mi vida.
Quedé totalmente abiertas de piernas en el sofá, derrotada, humillada y sin fuerza, estoy segura que llegué a orinarme.
Don Beto con dificultades se puso en pie, su rostro estaba totalmente desencajado en una mueca de lujuria, torpemente abrió su batín bajando su slip.
El flujo preseminal manchaba su gruesa y venosa verga y sus tremendos testículos, con los ojos semicerrados y vencida por el cansancio pude ver como el viejo verde degenerado se masturbaba delante mío.
-No aguanto más, toma mi leche caliente maldita zorra, es toda para tí Mirna, gritó el pervertido mientras se la machacaba desesperadamente.
Incontables trallazos del semen del anciano mancharon mi vientre, mis tetas, mi cara y mi pelo.
Don Beto se sentó a mi lado acariciando paternalmente mi cabeza que descansaba sobre su peluda y fofa barriga, no se el tiempo que estuvimos así.
El anciano finalmente se levantó.
-Voy a prepárate el baño, te dejo toallas y un secador.
Me miré en el espejo del baño, mi cuerpo estaba manchado del semen reseco del viejo verde , pensé en mi novio y lloré amargamente.
Tras la ducha volví al salón, Don Beto tenía preparados unos canapés que no acepté, conté el dinero había mucho más de lo acordado.
-Y esto?, pregunté.
-Te lo has ganado Mirna, además hoy volverás a casa sin bragas dijo riéndose el malnacido mientras sacaba mi tanga del bolsillo de su batín.
Dejándole con la palabra en la boca y tras un lacónico adiós me fui.
Hacía casi un mes desde la última visita a Don Beto, nuestra situación económica sin ser boyante tampoco era mala. Mi chico había venido algunos coches cobrando buenas comisiones, por mi parte había recibido una paga de beneficios.
Mi turno había finalizado, guardé la bata del trabajo en una bolsa para echarla a lavar en casa, me disponía a salir cuando mi jefe me llamó a su despecho.
– Mirna lleva estos medicamentos a Don Beto, lo está esperando, – ordenó-.
Algún gesto debió delatarme.
-¿Algún problema? – inquirió severamente-
No,…, no…, ninguno balbuceé.
Internamente maldije al tirano de mi jefe, además ese día no había llevado el coche, tendría que hacer dos transbordos.
Sentada en el autobús mi mente volvió a recapacitar. Por un lado mi maravilloso chico y nuestra relación, por otro, las necesidades económicas. Sin dinero no podríamos pagar el alquiler y sin vivienda tendríamos que ir a vivir con nuestros padres, en ciudades diferentes. Pero lo que más me atormentaba era que estaba siendo infiel a mi novio con un viejo verde, con un pervertido, a cambio de dinero.
Por mi cabeza pasaron las escenas vividas en su casa, yo mostrándole mi cuerpo, permitiendo sus caricias, nuestras más turbación es y su enorme y gruesa verga.
Sentí pequeños espasmos en mi sexo y mis sensibles pezones marchándose en mi jersey. Pocas veces me había masturbado pero desde que me exhibiese ante ese viejo verde tenía que hacerlo al menos un par de veces al día para aplacar mi calentura.
Llegué a su casa y pulsé el telefonillo, la cancela se abrió. Mientras subía en el ascensor sentí humedad en mi tanga, maldita sea Mirna, contrólate, es un viejo pervertido dije para mis adentros.
La puerta estaba abierta, aspirando profundamente entré, Don Beto estaba en el salón, con su batín anudado, al verme esbozó una amplia sonrisa.
-Que cargada vienes querida niña.
-Buenas tardes Don Beto, le dejo aquí sus medicinas, lo otro es mi bata de la farmacia para lavar.
-Cuanto tiempo sin verte, ha pasado, ¿cuánto?, un mes., me tienes abandonado, parece que ya no necesitas a tu viejito.
-Lo cierto, Don Beto, es que mi novio ha cobrado unas comisiones y yo una paga extra en la farmacia, así que hoy no ocurrirá nada aquí, tengo que irme – contesté secamente-
En el rostro del anciano se dibujó una mueca de pena.
-No te vayas Mirna por favor, – imploró,-,es tarde ¿has comido?.
-No todavía no.
-Pues entonces deja que te recompense por las molestias, come conmigo, he hecho arroz, pescado al horno y flan de postre, hay demasiada comida y no quiero tirarla.
La oferta no era mala, una nutritiva comida frente a un rápido sandwich en casa. Ante la alegría de Don Beto acepté.
En la cocina, mientras ponía la mesa el anciano descorchó una botella de buen vino vertiéndolo en dos finas copas.
-Don Beto no querrá emborracharme, comenté graciosamente.
-Nunca he hecho nada en contra de la voluntad de una mujer, su tono fue agrio.
La comida estaba realmente deliciosa y así se lo dije.
-Las obras de arte, los buenos puros y licores, las mujeres hermosas y la cocina son mis grandes debilidades y no precisamente en este orede son mis grandes debilidades, – contestó jocosamente-, por favor Mirna en el cajón de abajo del frigorífico está el postre, sácalo por favor.
Me incliné para cogerlo, al girarme Don Beto se irguió rápidamente.
-Don Beto, no me estaría ud mirando el culo, pregunté indignada.
El anciano se rió: no he podido evitarlo querida, al agachar te tu pantalón se ha escurrido, por cierto, ese tanga color lila que llevas es muy sensual.
Me sonrojé como un tomate.
-Como son los hombres, – le eché graciosamente en cara-, siempre pensando en culos y tetas.
-Como tu jefe, sabes que a menudo tomo café con él, está obsesionado con el culo y las tetas de sus empleadas, en especial contigo. Me ha confesado que muchas veces se encierra en su despacho y se másturba fantaseando que te abre las piernas y te folla.
Me puse colorada como un tomate, lo cierto es que desde que entré a trabajar en la farmacia el muy hijo puta, a la mínima ocasión, intentaba rozarse conmigo.
-Venga, venga,…, deje de decir tonterías,.., vaya ud al salón, mientras recojo y preparo café, – dije dando por terminada la conversación-.
Llevé el café sentándose al lado del anciano, Don Beto farfulló algo sobre las noticias, todo desgracias y tragedias apagando el televisor. Decidí dar conversación al anciano.
–¿Don Beto se ha casado ud alguna vez?.
-Estas loca – exclamó con una sonora carcajada -, soportar una esposa toda mi vida, no se lo deseo ni al peor de mis enemigos, además me gustan demasiado las mujeres.
-¿No se ha enamorado nunca?.
Su semblante se volvió sombrío.
-Una vez,…, una vez me enamoré,…, contestó débilmente,…, hubiese entregado mi vida por élla, pero,…, pero…, una cruel enfermedad se la llevó.
Me arrepentí profundamente de haber preguntado, su tristeza era notoria.
-Bueno ahora tu Mirna, se que tienes un novio muy afortunado, ¿como os conocisteis?.
-Nos conocimos hace ocho años en la facultad, él estudiaba una ingeniería y yo farmacia, miraditas en los pasillos durante un tiempo, hasta que un día tomando café se sentó a mi lado, hablamos y bueno hasta ahora.
– Y ¿la vida en pareja que tal?.
-Al principio muy bien, ahora con las apreturas económicas algo peor.
-¿Y tu Mirna, como te sientes?.
Mi semblante palideció.
-Mu mal Don Beto,…, muy mal,…, me siento como una mierda, estoy engañando a mi chico, traicionándolo por dinero, me siento como una prostituta.
-Pues yo lo que veo es una gran mujer, una mujer decidida y orgullosa que hace todo lo que puede porque su relación no se hunda por culpa del dinero, – dijo intentando animarme –
– Tengo miedo Don Beto, tengo miedo.
-Tienes miedo a que cuando se acabe el dinero yo quiera más, ¿verdad?, que no me conforme con ver y acariciar tu cuerpo sino que quiera poseerte.
Debo reconocer que el maldito viejo sabía de psicología.
-Pero hay otra cosa que te preocupa más, quiero que seas sincero conmigo Mirna, esta situación te excita,¿ verdad?.
-Esta ud loco, contesté dignamente.
– Sinceridad Mirna, te excita exhibirte ante un viejo verde, desnudarte y que te desnude para mí, que acaricié tu cuerpo, tu culo, tus tetas de vaca lechera.
No pude o no quise contestar, humillada bajé mi cabeza, la mano derecha del anciano se posó sobre mi rodilla izquierda moviéndose en pequeños círculos.
-¿No contestas putita?, me interrogó mientras seguía con sus caricias. Te invade el morbo Mirna, estás descubriendo nuevas sensaciones, un mundo que no conocías, te invade el deseo, aparte de ser una hermosa mujer eres una hembra formidable, los hombres giramos la cabeza al verte pasar, miramos con perversión tu culo, tus tetas, tus piernas, tu coño, nos masturbamos fantaseando contigo, todos deseamos follarte, tu jefe, tus compañeros de trabajo, tus vecinos yo.
La mano de Don Beto acarició la parte interna de mis muslos subiendo lentamente hacia mis inglés, cerré los ojos y mordí mis labios para apagar un leve gemido, mis brazos sin fuerza descansaban en el lateral de mi cuerpo.
La mano de Don Beto acarició mi sexo por encima del pantalón, me estremecía, mis piernas de forma involuntaria.
Don Beto acercó su boca a mi oído.
-Ahora me perteneces, siento la humedad de tu sexo, estas muy caliente, sabes que deseas ofrecerte a ti viejito.
La mano del pervertido se introdujo por debajo de mi jersey, con lentitud exasperante jugó con mi ombligo acariciando mi vientre, hasta llegar al nacimiento de mis pechos, la áspera mano agarró con fuerza mi teta pelluzcando el pezón.
Un gemido de placer resonó en la habitación.
-Ahora vas a coger a coger la bata del trabajo, vas a ir a mi dormitorio, quiero que te desnudes y te quedes sólo con la bata y el tanga tan bonito que llevas, ¿lo vas a hacer verdad?, vas a entregarte a este pervertido, lo estás deseando, ¿me equivoco?.
Asentí con la cabeza, mientras me levantaba para cumplir sus deseos una sonora nalgada se estampó en mi culo. Me estremecía mientras manchaba mi ropa íntima con mis flujos.
Apresuradamente, entré en el dormitorio de Don Beto, me saqué mi jersey negro, las botas y el pantalón, desabroché el sujetador dejándolo sobre la cama. En el espejo se reflejaba mi figura, mi sexo oculto por el húmedo tanga lila y mis sonrosados pezones, empitonados y muy duros provocándome pequeñas molestias por la sensibilidad.
Al pie de la cama los zapatos negros de altísimo tacon de aguja usados en la sesión anterior y que me quedaban como un guante.
Me puse la bata del trabajo subiendo la cremallera, la prenda llegaba hasta un pelín más abajo de la cintura, para nada ocultaba la braguita y mucho menos mis nalgas. En la solapa bordado mi nombre con los apellidos, licenciada en farmacia Y PUTA pensé interiormente.
Volví al salón, el viejo seguía sentado el sofá, el batín totalmente abierto, su slip manchado de líquido preseminal apenas podía contener una tremenda erección, los ojos del depravado se abrieron como platos.
-Ven con tu viejito, ordenó Don Beto.
No hubo preámbulo alguno, de pie ante el viejo sus ásperas manos acariciaron mis nalgas, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo mientras cerraba los ojos.
-Menudo culazo tienes putita,…, menudo culazo exclamó el anciano mareando mis nalgas.
Sus manos se movían con desesperación, tan pronto acariciaba mi culito como apretaba los cachetes con mucha fuerza provocándome espasmos de placer, lo sobó, acarició y magreó a su entero abajo.
Una fuerte nalgada me provocó un espasmo de placer, le siguieron tres, cuatros nalgadas más que resonsrin toda la habitación.
-No Don Beto,…, por favor no me deje señales mi novio se dará cuenta, – supliqué débilmente -.
-Diossss, – aulló-el degenerado, menudo culazo de puta tienes. ¿De quién es dime de quien es?, Mirna de quien es tu culo.
-Su…,…., suyo Don Beto,…, mi…, mi culo es suyo.
-Siiiii…. aulló el viejo fuera de sus cabales, es mío y solo yo voy a disfrutar de él.
En la habitación se escuchaban nuestros jadeos y un fuerte olor a sudor y sexo la invadió. Como un poseso Don Beto magreaba con dureza mis nalgas, sus manos tiraron con fuerza del lateral del tanga, mi prenda más íntima se incrustó en mi coñito y en el ano provocándome un nuevo espasmo de placer.
Torpemente Don Beto se levantó, pude apreciar su tremenda y fofa barriga, asiendo mi mano me llevó hasta la mesa del salón.
-En forma de L,…., zorra,…, en forma de L túmbate en la mesa y saca tu hermoso culo para este viejo verde, .., ordenó Don Beto.
En esa indecorosa postura y aunque llevaba puesta la bata del trabajo sentí el frío del cristal en mis tetas Dee reojo me percaté que el degenerado sacaba una gran caja de color negro del aparador.
Don Beto, con mucha torpeza, se arrodilló detrás mío, sentí sus manos abriendo nuevamente mis nalgas quedando mi ano a su entera disposición.
-Mi culo no por favor,…., se lo suplico,…, mi culo no Don Beto grité desesperadamente.
Intenté incorporarme, una nueva nalgada resonó, la obesidad y evidente torpeza del viejo ocultaba una tremenda fuerza, me inmovilizó.
-Calla zorra no voy a partirte el culo…., de momento gritó Don Beto.
El viejo verde asió mi los laterales de mi tanga bajándolo hasta mis tobillos.
-Otro día más que volverás sin bragas a casa, se rió el anciano.
Sentí nuevamente sus ásperas manos recorrer mi cuerpo, acariciando las piernas y la parte interior de mis muslos, con fuerza tiró de ellos abriéndome aún más para él. Las manos llegaron hasta mi cintura y tirando de mi bata de trabajo la subió hasta la mitad de mi espalda.
En esa degradante postura la lengua del viejo verde recorrió mi rajita hasta llegar a la entrada de mi sonrisado ano, lamió y ensalibó con lujuria y perversión mi cerrado anillo.
-AHHHHHH, jadeé desesperadamente al sentir su lengua.
Un cúmulo de sensaciones desconocidas invadía mi cuerpo al notar su lengua, mi húmedo sexo manchaba el cristal de la mesa. MI chico en muchas ocasiones había pretendido practicar sexo, a lo cual, me oponia rotundamente mientras un malnacido me provocaba un intensísimo placer.
Mientras Don Beto la mía, sus manos abrieron aún más mis nalgas, su lengua profano mi ano humedeciéndolo.
-Más,…, más,…. Don Beto,…, más,…., jadeé totalmente entregada.
Sentí el dedo índice del pervertidos haciendo presión en la entrada de mi agujero, no tuve fuerzas para oponer resistencia, su dedo profanó mi intimidad causándome una tremenda convulsión. Un segundo dedo penetró mi ya dilatado ano provocando un nuevo gemido más largo y prolongado.
En el salón solo se escuchaban mis jadeos y el ruido del chof chof causado por los dedos de Don Beto follando mi ano virgen.
-Maldita Zorra, como se traga mis dedos tu puto culo,…, te lo voy a dejar bien abierto para tu noviete, – se ufanaba el malnacido-
La lujuria y el morbo sustituyeron al dolor inicial de la penetración, una nueva nalgada me provocó una oleada de placer aún más intenso, notaba fortísimas contracciones en mi vagina. Mi mano derecha se deslizó hasta mi lubricado sexo mientras el viejo pervertido follaba con maestría mi dilatado culo, desesperada rocé mi clítorix levemente. Me abandonaron mis escasas fuerzas, noté tremendas convulsiones, mis piernas se agitaron mientras arqueaba la espalda estallando en el orgasmo más intenso, profundo y placentero de toda mi vida.
-DIOSSSSSS,….., aullé totalmente fuera de mi.
Mis fluidos mancharon la mesa de cristal, sentí escurrir las gotas desde mi coño por la parte interna de mis muslos hasta las rodillas.
Don Beto se inclinó sobre mí, noté su obesa barriga contra mi espalda.
-Lo has disfrutado pequeña zorra,…., has disfrutado más que con tu noviete,…, ¿verdad puta?,…, aún no he acabado contigo susurró a mi oído lamiendo el lóbulo.
Sin haberme recuperado del tremendo orgasmo, Don Beto me giró sobre la mesa, mis fluidos mancharon mis nalgas, sus ásperas manos abrieron de nuevo mis piernas quedando mi recortado sexo a su entera disposición.
Con los ojos semicerrados ví como Don Beto abría la caja extrayendo un consolador de color rojo, largo y muy grueso con un mando. El viejo fue directo, noté el vibrador sobre mis labios vaginales.
Con desesperación abrí totalmente mis piernas entregándome al pervertido, mis brazos quedaron colgando del lateral de la mesa, Don Beto presionó el aparato tomando muy lentamente posesión de mi vagina hasta llegar al fondo de mi útero, donde nunca había llegado mi chico, provocándome un alarido de placer.
-Ahhhhh,…..,….. diossss,….., jadeé.
Con el consolador empalando mi coño, Don Beto con fuerza tiró de la cremallera de la bata, mis tetas quedaron expuestas a la lujuria y morosidad del viejo.
El malnacido accionó el mando del vibrador a mínima potencia dejándolo sobre la mesa, cerré los ojos y me abandoné, el aparato estimulaba con parsimonia mi hinchado clítorix provocándome un placer hasta ese momento desconocido.
Mientras el aparato se movía en mi interior Don Beto comenzó a magrear y amasar con fuerza, tan pronto tiraba de mis empitonados pezones como separaba los dos pechos.
Sentí muchísimas contracciones, pequeños orgasmos que no apagaban mi calentura, giré mi cabeza y con la mano derecha tiré del mojado slip del viejo.
A escasos centímetros de mi cara estaba el pollón del degenerado, el líquido presiminal manchaba el pedazo de carne casi de color negro, acerqué la cabeza Don Beto cogiendo su enorme verga la restregó por mi cara.
Abrí mi dulce boquita, con la que tantas veces he besado a mi novio, Don Beto agarrando mi cabeza la Metió hasta lo más profundo de mi garganta.
-Eso es Mirna,…, eso es,…., las putas como tú se las tragan enteras,…, – se jactó el anciano jadeando como un perro-
Sus insultos, sus humillaciones, sus vejaciones no hacían más que incrementar mi calentura. Don Beto accionó el consolador a máxima velocidad mientras follaba mi boca con dureza.
Me sentía sin fuerza, sin aire, tosí mientras mis babas y los fluidos del pervertido escurrían por mi boca.
Mi cuerpo se agitaba sin control, noté el semen del anciano subir por el tronco de su verga, su mano apretó con fuerza mi cabeza, estiré la mía y acaricié sus enormes y peludos testículos.
Las piernas de Don Beto temblaron, tres trallazos de su semilla fueron directos a mi estómago mientras, me ahogaba como pude saqué su verga de mi boca, incontables trallazos de su semilla mancharon mi boca, mis tetas y la bata del trabajo.
Al sentir su leche caliente sobre mi cuerpo estallé en un gran orgasmo, mi cuerpo se agitó sin control, cerré mis piernas con mucha fuerza, mi espalda se arqueó y grité, grite muchas veces alocadamente.
-Grita zorra,…., grita,…., que todos los vecinos sepan que eres la puta de Don Beto, aulló Don Beto dejándose caer en el sofá.
No recuerdo cuánto tiempo estuvimos en esa posición, Don Beto en el sofá recuperándose y yo sobre la mesa del salón totalmente abierta de piernas. Extraje el consolador de mi sexo y se lo tiré al viejo verde, Don Beto lo olió con una mueca de lujuria.
Mientras me duchaba lloré amargamente, había vuelto a engañar a mi novio y sin dinero a cambio.
Me vestí y volví al salón.
Don Beto sentado en su sofá paladeaba una copa de licor.
-Otro día de vuelta a casa sin bragas, – se jactó el malnacido-.
Recogí mis cosas y me fui. Al salir de su casa la puerta de enfrente se abrió, una anciana de pelo blanco se asomó:
-Zorra, puta, ramera me increpó.
-Cállese vieja cotilleo, le eché en cara mientras bajaba corriendo las escaleras.
Llegué a la parada del autobús, abrí mi bolso para pagar, encontré un sobre, al abrirlo un fajo de billetes de cincuenta euros y una nota.
Gracias putita mía, cómprate algo para tu viejito.
Llena de ira y maldiciéndome la rompí en mil pedazos tirándole a la papelera.
Habían pasado casi dos meses desde mi última visita a Don Beto, nuestra situación económica era crítica , mi chico no había vendido ningún coche y el maldito casero nos había subido el precio del alquiler.
En la pausa del café y desde el bar de enfrente de la farmacia llamé a Don Beto, al tercer tono descolgó y fui directa:
-Don Beto necesito dos mil euros.
El anciano silbó.
-Es mucho dinero mi querida Mirna, respondió, pasa esta tarde a las cinco, pero vas a tener que ganárselo con creces.
-Estoy dispuesta a todo, no le defraudaré se lo aseguro, – contesté con determinación -.
Comí en casa muy nerviosa, en la ducha recorté mi vello púbico, sobre la cama que comparto con mi chico, extendida, la ropa escogida.
Con la escusa de la próxima boda de unos amigos y con el dinero que me dio Don Beto había comprado un fino conjunto de sujetador y tanga de encaje a juego con unas medias a medio muslo todo de color negro, un entalladisímo vestido azul muy oscuro sin mangas hasta un poco más arriba de la rodilla, zapatos, un bolsito y un abrigo de entretiempo.
Montada en el autobús miraba distraída a través de la ventanilla. Reflejados en el cristal me percaté que dos obreros de la construcción no me quitaban el ojo de encima, la cortedad del vestido y el hecho de llevar las piernas cruzadas provocaba que mostrase mis muslos y el inicio del liguero de las medias.
Me encaré con los dos, ¿Pasa algo?, les pregunté enfadada.
Los hombres se giraron mientras uno de ellos susurraba: menuda zorra.
Llegué a mi destino, pulsé el telefonillo y la cancela se abrió. Don Beto me esperaba sentado en su sofá con su batín anudado a la cintura. Al verme sus ojos se abrieron como platos.
– Mirna estás,…., estás,… pronunció con admiración.
No le dejé terminar la frase.
-Déjese de tonterías – contesté dejando mi bolso y el abrigo sobre una silla-, ¿Ha contratado los servicios de una puta?, pregunté muy seria.
El anciano me miró sorprendido.
–¿Qué sí ha contratado los servicios de una puta?, insistí.
-Yo,.., bueno yo,…., si, – balbuceó el viejo-
-Si quiere follar conmigo Don Beto, será con tres condiciones, la primera siempre cobro por anticipado.
Con la boca abierta y muy torpemente el viejo se levantó y abriendo su cartera me entregó un abultado fajo de billetes, conté el dinero guardándolo en el bolso.
-En segundo lugar siempre follo con preservativo, – advertí-.
-No,…, no tengo, – balbuceó Don Beto -.
-Yo sí, contesté dejando un pequeño paquete sobre la mesa.
-Y la última – inquirió el viejo verde.
-Una puta como yo no folla en cualquier sitio, me acostaré con ud en su cama, contesté mientras salía del salón dirigiéndome al dormitorio del pervertido.
Por el pasillo tras de mí escuché el lento y torpe andar de Don Beto. En su dormitorio, ante la sorpresa del anciano, me eché en sus brazos.
-¿Desea besarme Don Beto?, pregunté muy mimosa.
El anciano no salía de su asombró, sentí su dura barba de tres días raspar mi mejilla, ladeé un poco la cabeza ofreciendo mi boca a ese viejo verde.
La lengua de Don Beto recorrió la comisura de mis labios, entre abrí la boca y me besó, su lengua profano mi boca mientras la saliba se mezclaba, nuestras lenguas contactaron mientras un escalofrío recorría todo mi cuerpo.
Fue un beso largo, profundo, sucio, profundo y obsceno, mientras las manos de Don Beto se deslizaban por mi espalda.
-Todavía no Don Beto, todo a su debido momento, – susurré en su oído -.
Me separé del viejo verde y con un leve empujoncito mío se sentó en su cama.
Levanté mi brazo izquierdo mientras que mi mano derecha bajaba la cremallera lateral del vestido cayendo a mis pies.
-JODER… exclamó el pervertido al verme en ropa íntima.
Mis manos desabrocharon el sujetador por su parte delantera, muy lentamente lo abrí mostrando sin ningún pudor mis pechos al anciano.
-DIOSSS QUE TETAZAS,…., QUE TETAZAS DE PUTA, – exclamó el viejo.
Apreté los pechos con mis manos, mordí mis labios provocando al pervertido.
-¿Le gustan mis tetas Don Beto?, ¿seguro que le gustan?, – pregunté muy melosa-.
-TU CULAZO ZORRA, QUIERO VER TU TREMENDO CULAZO, ENSEÑAMELO PUTITA, ordenó el malnacido.
Me giré de espaldas inclinándome en forma de L, exhibiendo mis nalgas a ese viejo asqueroso mientras mis tetas quedaban colgando.
-DIOSSSSS, gritó Don Beto, ese culo es mío y voy a partírtelo.
-Mi culo será suyo – contesté -, pero hoy no está incluído en el precio.
Así el tanga por los laterales, y muy sensualmente lo fui bajando hasta sacarlo por los tobillos.
-Esta puta volverá a casa con bragas, le eché en cara ante su sonrisa de satisfacción.
Me giré nuevamente cubriendo mi sexo con las manos, las sentí húmedas y pegajosas de mis flujos, las separé muy lentamente mirándole a la cara, mostrando mi sexo a ese depravado.
Si mirada fue directa a mi coño.
-Estás mojada Mirna,…, te gusta mostrarte ante tu viejito,…, te excita estar desnuda ante tu viejito, – se jactó el anciano-.
Mordiendo mis labios volví a provocar al anciano.
-¿Quiere Ud que me quite las medias Don Beto, o prefiere follar e con éllas puestas?.
El pervertido se quedó con la boca abierta sin poder conquistar. Me puse a cuatro patas en el suelo y como una gatita en celo muy lentamente me acerqué al viejo. Mis manos se posaron en sus rodillas y abrí sus piernas, con mucha lentitud las palmas de mis manos acariciaron los fofos muslos del anciano hasta llegar al cinturón de su batín desatando el nudo y abriendo el batín.
Si barriga era tremenda, gorda, obesa, el blanco slip manchado de gotitas de precum apenas podía contener la poderosa erección de Don Beto. Mis uñas levemente arañaron la verga del viejo verde por encima de la prenda.
-Hummmmm exclamó el anciano con voz entrecortada.
-¿Que tenemos aquí?, pregunté con un vicioso tono de voz.
Así el slip por los laterales y mientras el anciano levantaba las caderas lo saqué por sus tobillos. La tremenda y gruesa verga del viejo quedó a mi vista, el precum mojaba el oscuro glande escurriendo hasta manchar los enormes y peludos testículos.
-Te gusta la polla de tu viejito, la deseas es toda tuya se jactó el pervertido.
Si tamaño era parecida a la de mi chico, peto se diferenciaban en que la del viejo era muy gruesa, tremendamente gruesa. La acaricié mientras el anciano exhala do un profundo suspiro echaba su cabeza hacia atrás apoyando sus manos en la cama.
-¿Quiere que me la coma o le apetece que lo masturbe con mis tetas?, – pregunté descaradamente-.
-Las….., las tetas,…, balbuceó Don Beto.
Con mis manos abrí mis pechos mostrando el canalillo, Don Beto se movió y yo me aproximé aún más a su entrepierna, noté el contacto de la poderosa verga entre mis tetas aprisionándola entre éllas.
Sentí el precum del malnacido manchando mis pechos, en ese instante perdí la noción de todo. Nada me importaba, ni mi chico, ni nuestras familias, ni el trabajo ni mi jefe. Mis cinco sentidos estaban puestos en la polla de Don Beto y en satisfacer sus deseos, darle placer, ganar el dinero que me había pagado.
Muy lentamente, y de forma rítmica moví mis pechos de arriba hacia abajo, masturbando al viejo verde.
-JODERRR – gritaba el anciano-, ESO ES PUTA,…, ESO ES PAJEAME,…, DIOSSSSS.
Miré directamente a la cara del anciano, tenía los ojos cerrados y su baba se escapa por la comisura de los labios, era asqueroso y muy morboso a la vez. La verga de Don Beto aparecía y desaparecía entre mis tetas mojando y manchando mis senos. Apreté con mucha fuerza atrapando el trozo de carne, incliné la cabeza lamiendo y chupando el oscuro glande.
-AGGGGGGGGG, gimoteó
El viejo se agitó como un loco, sus piernas temblaron, sentí el semen subiendo por el tronco de su enorme pollón, retiré mi boca a tiempo, e incontables chorros de su caliente lefa salpicaron mis ojos, la nariz, la barbilla y mis pechos mientras el anciano quedaba tumbado exhausto.
Su respiración era agitada y entrecortada, la enorme y fifa barriga del viejo subía y bajaba rítmicamente. Subí a la cama y me tumbe a su lado sintiendo como mis flujos manchaban las sábanas.
Acaricié su torso con dulzura jugando mis dedos con el vello de su pecho.
-Don Beto ud se ha corrido pero yo estoy muy caliente, susurré a su oído con voz de vicio.
El viejo verde pervertido no contestó, fui besando y acariciando su torso y la obesa barriga, la verga de Don Beto estaba flácida. Acaricié sus peludos testículos, mi mano derecha asió el trozo de carne y muy lentamente comencé a tragarme su polla.
Sentí a Don Beto agitarse mientras la gruesa verga poco a poco recuperaba su dureza.
-Eso es putita mía pónsela durita a tu viejito,…, hasta el fondo de tu boquita, – farfullaba-.
Tras varios minutos comiendo ese pedazo de carne al fin recuperó su dureza, a horcajadas me puse encima del viejo pervertido restregando su pollón contra mis labios vaginales, mientras miraba su rostro enfermizo sentí un prolongado espasmo de placer.
-El…, el condón,.., pónmelo Mirna, – gritó el anciano-.
No le hice caso, necesitaba sentir a Don Beto dentro de mí. El oscuro glande forzó la resistencia de mis labios vaginales, y centímetro a centímetro la gruesa verga del pervertido fue empalando mi sexo hasta llegar a lo más profundo de mi útero.
Durante breves segundos se hizo el silencio, sentía mi vagina totalmente dilatada y mi coño abierto acostumbrándose a la gruesa verga del anciano.
Lentamente fui moviendo mis caderas, primero de atlante hacia atrás y posteriormente en forma circular cabalgando al viejo verde
Nuestros gemidos, gritos y jadeos de placer inundaron el dormitorio siendo escuchados por los vecinos.
-ERES MIA Mirna,…, POR FIN TE POSEO…, farfullaba el viejo.
-Más Don Beto,…., más,…., deme más, – suplicaba-.
Me agarré al cabecero de la cama mientras movía mis caderas cada vez con más fuerza, sintiendo como el pervertido empalaba mis entrañas,llegando a donde mi novio jamás había llegado.
Mis tetas quedaron a la altura de sus manos, Don Beto las agarró y apretó con mucha fuerza, tirando de los pezones mientras pronunciaba palabras incoherentes.
Mi vagina se contraía sin ningún control por mi parte ordeñando la gruesa verga del viejo, Don Beto gritó mientras inundaba mi útero con su caliente esperma, al notar su semilla, las fuerzas me abandonaron, clavé mis unas en los hombros de Don Beto, sentí fortísima convulsiones mientras arqueaba la espalda, mi cuerpo estalló en un tremendo y prolongado orgasmo, el mejor, más intenso y placentero de mi vida.
No recuerdo el tiempo que estuvimos abrazados, la verga del viejo semental estaba flácida, lo desmonté y escurriendo su semen por mis piernas me duché.
El agua caliente no me reconfortó, al contrario, me sentía muy mal. Había traicionado a mi chico con un viejo verde pervertido a cambio de dinero y lo había disfrutado como una perra en celo. Me invadieron las nauseas y vomité.
Fui al salón, Don Beto se asustó al verme tan mal, me abrazó, no fue un abrazo libinidoso sino paternal, rompí a llorar desconsoladamente mientras el anciano acariciaba mi cabeza.
-No soporto verte así, ¿tu novio es ingeniero?.
Asentí con la cabeza, Don Beto se dirigió al aparador sacando un bloc de notas, escribió y me entregó el papel.
-¿Que es esto?, pregunté.
-Dile a tu novio que mañana a las 9 esté en esta empresa, su dueño es buen amigo y me debe favores, a nada que sea la décima parte de lo que eres tú mañana mismo tendrá un buen trabajo.
-Gracias balbuceé, entonces…., yo,…, yo no tendré más ….
-No pequeña, no tendrás que acostarte conmigo y ahora vete, es tarde tengo que hacer unas llamadas y acudir a una cita.
Dándole un beso en la mejilla me despedí. Al cerrar la puerta, se abrió la de enfrente asomándose una anciana de pelo blanco.
-Cierre la puerta vieja cotilla, me encaré.
Al día siguiente mi novio llamó a la farmacia, hizo una entrevista y una prueba, acababa de firmar el contrato y el sueldo era elevado. Telefoneé a Don Beto pero no me cogió.
A media mañana mi compañero Guillermo se acercó :
– Mirna,¿tu llevabas los medicamentos a Don Beto?.
Su tono de voz me asustó.
-Ha fallecido esta noche.
Me encerré en el baño a llorar hasta que el jefe me llamó a su despacho. Le mentí, le conté que Don Beto era una persona solitaria y que muchas tardes charla a con él y le hacía compañía. Mi jefe me abrazó para consolarme, sentí su verga contra mi vientre mientras su mano bajaba por mi espalda.
Me invadieron las náuseas y me alejé de él.
A su funeral acudimos 3 personas, mi chico, yo y su jeje.
Al mes recibí la llamada de una notaría. La noche anterior a fallecer Don Beto otorgó testamento nombrándome heredera de una cuantiosa fortuna.
Has pasado doce años de estos hechos, compré una farmacia, me casé con mi chico, somos felices y tenemos dos hijos, Beto es el mayor.




