Jubilado de gran verga me coge cada que quiere

Jubilado de gran verga me coge cada que quiere

Jubilado de gran verga me coge cada que quiere

Jubilado de gran verga me coge cada que quiere

Alberto  era un buen trabajador, que tras haber acabado su período laboral obtuvo su más que merecida jubilación a la edad de los 65 años. Se haya casado con María una mujer algo más joven que él, con la que había tendido dos hijos, ya independientes. Vivía con su mujer en una casa unifamiliar de dos plantas, en uno de los lugares algo apartados del pueblo, en plena zona rural, que disponía de un pequeño jardín que la mujer tenía bien cuidado y sembrado de flores. Más allá de los linderos del citado jardín, pero a continuación de su casa, había adquirido un huerto o trozo de terreno que se expandía hasta una zona de matorrales. Tras la jubilación, ese huerto le servía de distracción y entretenimiento, donde tenía sembrado varios frutales, verduras y otros productos del campo, así como sembrada patatas, maíz y algunas verduras.

Junto a su casa, residían unos vecinos, casi de su misma edad, a los que conocía de tiempo, y con los que mantenía una convivencia pacífica, como buenos vecinos. Estos tenían una hija, que desde pequeña había sido bastante conflictiva, y sumamente rebelde. No en vano fue expulsada del colegio en varias ocasiones por mal comportamiento, y sus padres se quedan de que les costaba educarla. La citada joven, dado su carácter bastante explosivo y rebelde, tuvo varios altercados con Alberto   y su mujer dada la proximidad de ambas viviendas. La joven se llamaba Verónica, la cual, pese a su genio, no dejaba de ser joven bien parecida, aunque se baja estatura.

Cuando la joven alcanzó la época de la adolescencia, tras insistir sus padre, marchó a estudiar a una ciudad cercana, para matricularse en unos módulos de administración, ya que estos no se impartían en el pueblo. La misma se fue a vivir con su abuela materna, ya de avanzada edad, la cual residía en su lugar de estudios. Tras su marcha, tanto los padres como sus vecinos gozaron de cierta tranquilidad, ya que aquella joven era una verdadera fuente de conflictos.

La casa de los vecinos disponía igualmente de un jardín y un pequeño huerto trasero. Sin embargo, el huerto de aquellos, pese a ser más pequeño, estaba prácticamente abandonado y lleno de maleza, al no ser cuidado por sus propietarios.

Alberto  , alternaba por las mañanas, unas horas de paseo y buscar el periódico, con la asistencia a un gimnasio cercano, que le ayudaba a mantener su excelente forma física. Desde siempre se había destacado por se un buen deportista y especialmente gimnasta, por lo que cuando no puedo competir, siguió acudiendo al gimnasio para realizar ejercicios de mantenimiento. Era un hombre con un cuerpo más bien delgado, pero bastante alto, pelo semirubio, ahora con ciertas canas, y de piel bastante morena. Pese a ser un trabajador de oficina, sus músculos se denotaban claramente fornidos, y así los supo mantener tras su jubilación.

El hombre acostumbra da pasar un rato en un pequeño despacho que tenía en el ático de la casa, realizando algunos trabajos de carácter administrativo, donde luego leía el periódico y las noticias, al tiempo que se conectaba a internet.  Las tardes normalmente las destinaba a realizar tareas en el huerto.

Un buen día, mientras estaba en su jardín, escuchó música a bastante volumen que provenía del jardín del vecino, extrañándole, dado que aquellos siempre habían sido muy buenos vecinos y de pocos jolgorios. Dado la sonoridad de dicha música, se acercó para ver que rompía la tranquilidad de aquella mañana.  Al acercarse al límite con el jardín del vecino, observó a una joven que se encontraba haciendo una tabla de gimnasia acompañado de un aparato de música. Tras mirarla con detenimiento, se sorprendió al darse cuenta de que se trataba de la hija de los vecinos, Verónica.  La joven llevaba algunos años fuera de la casa de sus padres, y era evidente que aquella joven había crecido y ya no era la adolescente que el conocía. Pese a ser una joven de baja estatura, disponía de un cuerpo delgado, y con una forma anatómica que dejó anonadado a Alberto  .

La misma, portaba esa mañana un pantalón malla donde se le marcaba claramente sus buena fisionomía. Pero, tras mirarla con detenimiento quedó embobado observando el buen trasero de aquella joven. No podía creer que aquella joven fuera la adolescente rebelde que el conocía.

Al resultar descubierto, la joven lo miró, observando que aquella muchacha seguía teniendo un rostro bastante bonito.  Al acercarse aquella hasta donde el se encontraba, se percató al momento de que continuaba manteniendo el mismo mal genio de siempre: ¿Qué hace ahí mirándome? ¿es que no puedo hacer gimnasia en mi propio jardín?

-Hola Verónica. Hacía tiempo que no te veía.  ¡claro que puedes hacer en tu jardín lo que quieras!, pero, ¿me había sorprendido la música?. ¿es posible que la bajaras un poco?

-¿Ya esta está este viejo cascarrabias con las suyas!- le contestó de malas maneras la joven ante la pretensión del vecino.

-Vaya, veo que has crecido y te has hecho una mujer. ¡Sin embargo tu mal genio parece no haber cambiado! le contestó el hombre ante la expresión de la joven.

Alberto   comprobó que la joven vecina que conocía de antaño había crecido y se había convertido en una joven bastante bonita de cara, visualizando unos pechos bastante grandes, que pasaron desapercibidos para sus ojos. Constató que solo llevaba un pequeño corpiño para sujetar sus pechos, y el pantalón malla. Sin poder evitarlo, el hombre fijó su mirada en la entrepierna de la joven, constatando excitado, que aquel pantalón le marcaba totalmente los labios vaginales a la joven.

Esta se percató de dicha mirada y le dijo: -¿Pero?. ¿Qué está mirando?… ¿Mira el viejo verde este?… ¿Qué pasa abuelo, le pone ver a una joven en pantalón malla haciendo deporte? – le contesto retadoramente.

El hombre se sonrojo al constatar que la joven lo había pillado mirando sus partes. No obstante, superando su primer desconcierto, le respondió: Verónica. No puedo evitarlo: Los ojos son para ver. Y ¿con esa vestimenta?

Pero la joven, se le acerca casi hasta el borde del muro delimitador de ambos jardines, le mira de arriba abajo y le pregunta: ¿Qué pasa viejo? ¿se le pone dura al verme?

-¡No hace falta que te pongas así Verónica!. Sigue con tu música y tu gimnasia. ¿Cuándo te tranquilices si quieres hablamos? Alberto  , no quiso seguir por la vía que había tomado la joven, especialmente estando tan cerca de casa de su mujer y de los padres de aquella. Por ello, decidió retirarse y dejar sola a la joven con su música, para formar un escándalo.

Fue su mujer la que le comento que los sus vecinos le habían dicho que la abuela materna había fallecido y la joven se había tenido que volver a vivir con sus padres. Pero, según parecía los padres de la joven estaban descontentos ya que su hija seguía con tan mal carácter como antes, y que se metía mucho con ellos. Alberto  , consciente de que su vida sexual se dedicaba algunos encuentros muy espaciados con su mujer, tras la menopausia de aquella, recordar la visión de la entrepierna de aquella joven, lo dejó excitado. El acostumbra a visualizar, en algunas ocasiones internet, en su ordenador personal para hasta llegar a masturbarse, y ahora, ver la presencia de aquella joven tan provocativa, pero de tan buena figura, lo dejó pensativo.

Durante los días posteriores, observó como la joven continuaba haciendo gimnasia en el jardín, y usando aquellas mallas que lo excitaban. La joven en varias ocasiones lo había visto rondando y para ponerlo de mal humor y buscarle las cosquillas, aumentaba el volumen de la música. Las provocaciones de aquella fueron en aumento, y en varias ocasiones, realizaba algunos ejercicios donde se abría completamente de piernas, mostrando al hombre la silueta de sus labios vaginales. Este, no le quiso decir nada, pero percibía que su excitación iba en aumento. Las posturas de la joven a la hora de realizar los ejercicios, simulaban a las formas de practicar sexo, sabiendo que lo hacía a propósito para provocarlo.

Un día, Alberto   se fue a trabajar en el huerto. Mientras estaba recorriendo el mismo, se dio cuenta de que alguien se encontraba subido a uno de los frutales que lindaba con la huerta del vecino. Al acercarse, se percata de que efectivamente había una persona subida al peral y que seguramente le estaba robando la fruta. Con cautela y sigilo se fue acercando hasta situarse bajo el peral. Había tomado el móvil con la intención de poder sacar una fotos a la persona, y cogerlo infraganti y así disponer de pruebas para poder denunciarla.

Al mirar hacia arriba quedo sorprendido al constatar que era la joven vecina. Esta llevaba puesta una falda de cuadros, y al tener las piernas abiertas para sujetarse en el árbol, éste pudo presenciar los precios muslos de la misma, y hasta las braguitas que llevaba de color rosa. No pudo resistirse y tomo unas cuantas fotos a la joven en esa posición.

Aquella, desde el peral, al darse cuenta, le dice: ¿Cuánto tiempo hace que esté ahí?

-Un rato.

-¿Qué pasa?. ¿Ha venido a verme las bragas? La está viendo bien…viejo verde… le contestó aquella de forma rebelde.

-perfectamente nena. Y tienes unos muslos muy bonitos. Le contesto sin dejar de mirar hacia arriba. Evidentemente la visión de aquellos muslos y trasero de la joven, le hicieron endurecer su pene, quien pronto comenzó a manifestarse en su pantalón.

La joven, al ver que el hombre permanecía inmutable bajo el árbol le pregunta: pero, ¿va a seguir ahí? ¿es que no piensa marcharse?  ¿no me diga que me ha sacado fotos?  ¡Pero que se ha creído…! ¡Lo voy a denunciar!

-¿Quién va denunciar a quién? ¿te has dado cuenta de que estas robándome las peras? Le comentó el mismo.

La joven se hizo la sorprendida contestándole: -¿Este peral es suyo? ¿Yo pensé que no era de nadie?

Mientras iba bajando, la joven observó como el hombre continuaba observando sus piernas y sus bragas con total atención. Al llegar al suelo le dice: ¿tiene que borrar esa fotos?  ¡eso es un delito!

-Las tome para denunciarte por robo. Te recuerdo que estas en mi huerto y me estas robando. Le comentó Alberto   de forma tajante.

La joven, recapacita, y al darse cuenta de que se había metido en lio bajó un poco sus humos: ¿De verdad me va a denunciar?

-¿Tu qué harías si fuera yo el que me metiera en tu huerto o tu jardín a robar? Le manifestó aquel.

Ella se encogió de hombros. El hombre entonces, le dijo: Vale por esta vez lo dejare pasar. Si quieres algunas frutas me las pides y, te la daré. Pero no puedes meterte en mi huerta sin más. Puedes llevarte las peras que has cogido.

Cuando se marchaba, ella le dijo: ¿va a borrar las fotos?

El vecino la miro sonriendo, contestándole: ¡quizás las guarde como recuerdo!

Ella le miró, y por primera vez, dirigió su mirada hacia el bulto del pantalón del hombre, diciéndole: ¿No pretenderá pajearse con las mismas?

El hombre le mire y le contesta: ¿podemos hacer un cambio? ¿Yo borro las fotos y tú me dejas tus braguitas? Así podre pajearme mejor percibiendo el olor de tu coñito.

La joven pese a su liberalidad se sonrojó al escuchar las palabras de su vecino, las cuales no esperaba. Aquel hombre podía ser su padre. Sin embargo, había comprobado un bulto en su pantalón y además le estaba pidiendo sus braguitas para poder masturbarse con ellas. Pese a todo noto una cierta excitación. Ella había tenido varios encuentros con jóvenes de su edad, pero nada serio. Había visto que el vecino, encima se había empalmado y se le notaba en el pantalón. Algo alterada le contesta: ¿si quiere, me quito las bragas y le dejo que me huela directamente el coño? ¿Pero que se ha creído viejo verde? Luego le mira y en plan desafiante y algo despreciativo añade: ¿además para que las quiere? ¿no creo que aún se le levante?

El hombre vio que aquella conversación se ponía interesante y decidió seguirle la corriente a la joven: ¿a lo mejor te sorprendes preciosa? seguro que has tenido encuentros con jóvenes de tu edad. Pero no has hecho el amor con un hombre adulto como yo. ¡Te demostraría lo que es un verdadero macho!

La joven le miro. No se lo podía creer. Aquel hombre que parecía su padre, le estaba retando. Poco menos que le estaba desafiando a follar con el mismo. Pese a todo, intentó mantener su talante altanero y contestador, diciendole: ¿Vd. cree que tendría polla suficiente para mí? ¿estoy seguro de que apenas se le levanta?

El hombre estaba excitado con la conservación y el tinte que había tomado la misma, por lo que no tuvo reparo en decirle: ¿si quieres comprobarlo, la tengo a tu disposición?

La joven observó que aquel hombre estaba lanzado, y ante ello, intento marcharse, diciéndole: ¡que descarado! ¡Encima quiere mostrarme su pene!

Luego, la joven saltó los límites de la huerta y se marchó. Alberto   quedó bastante excitado y preocupado por lo ocurrido. No quería tener problemas con los vecinos, ni que llegara a oídos de su esposa. No obstante, descargo las fotos de móvil en su ordenador y las encriptó. Al día siguiente, su excitación fue tal que no tuvo reparos en visualizar las fotos y masturbarse con la imagen de las mismas.  Aquella joven lo estaba volviendo loco, pensó.

Aquella conservación y lo ocurrido en la huerta, igualmente habían hecho mella en la joven. Pese a ser un hombre mayor, no dejaba de gustarle. Era bastante apuesto, alto, había contemplado sus brazos, y los había visto fornidos. Igualmente había visto el bulto en su pantalón y era evidente que se había empalmado. Recordó que algunas de sus amigas le habían comentado haber tenido sexo con algunos hombre casados y que había sido alucinante. Un cosquilleo comenzó a formarse en las braguitas de la joven, quien por la noche se vio obligada a masturbarse frenéticamente.

Por otro lado, la joven, llevaba tiempo sin estar con ningún joven. Sin poder evitarlo, comenzó a pensar en el vecino. A la mañana siguiente, decidió excitarlo nuevamente. Esa mañana sus padres habían salido al médico, y se encontraba sola en casa. Bajó al jardín y puso la música para hacer gimnasia. Al rato apareció Alberto  , quien se hizo el que estaba podando unos rosales que lindaban con el jardín del vecino. Se quedo sorprendido al ver a la joven: aquella estaba tendida sobre una lona, y llevaba puesto para hacer gimnasia, un sostén blanco, tan corto y ajustado que parecía que se le iban a salir los pechos fuera, y por otro tampoco llevaba pantalón malla, simplemente tenía puesto unas bragas color blanco, donde claramente podía distinguirse el monte de venus.

Alberto   se quedó de piedra. No pudo por menos que contemplar a la joven. Aquella se había percatado de su presencia, y sin decirle nada, comenzó a hacer ejercicios de estiramiento, mostrando en varias ocasiones sus pechos, casi en su totalidad a la joven al agacharse, a quien parecía salirse del sostén. Realizo igualmente unos ejercicios de flexiones con las piernas, mirando fijamente hacia el hombre, abriéndose de piernas, dejando que aquel pudiera ver totalmente sus bragas y hasta los vellos que salían por fuera de la misma. El vecino absorto, aunque aquel panorama, se fijó que la joven debía tener unos labios vaginales bastante abultados, ya que incluso en la braga (que utilizaba sin salva-slip), se distinguían plenamente.  La joven hacia ejercicios, adoptando posturas sexuales provocadoras. Al terminar, se acercó dónde estaba y le dijo: -¿Te ha gustado?. ¡Veo que te has empalmado! ¿Qué cabron?… ¿seguro que ahora iras a tocarte? ¿me equivoco?

-Mejor que tocarme, podíamos hacer otra cosa. ¿no crees? ¡Veo que estas necesitada de una buena polla! le comentó el hombre con total descaro.

Ella le miró, y admirada por la decisión del hombre, le contesto: -Ya, pero, ¿no creo que tengas polla suficiente para una hembra como yo?.

El hombre totalmente lanzado le dijo: Uno de esto días te voy a dar una buena montada. “Está buscando macho y lo vas a encontrar”. Veo que eres una putita necesitada.

Jaja… acaso crees que me voy a entregar a ti. Le dijo recogiendo la lona para marcharse. Antes de retirarse le comentó: ¿Qué hiciste con las fotos?

-No hace falta que te lo diga. .¿Creo que te lo imaginas? Le dijo sonriendo.

Varios encuentros similares tuvieron lugar durante los días posteriores. Aquello servía a ambos para sus masturbaciones. Jamás pensó Alberto   que pudiera tener nada con aquella joven, a la que le triplicaba la edad, pero las provocaciones y en encuentros verbales con aquella le servían para luego masturbarse.

Una mañana, tras desayunar, mientras estaba pensando si esa mañana acudir al gimnasio o quedarse en casa, al mirar hacia el jardín de los vecinos, visualizó a la joven dirigirse hacia el huerto posterior a su casa, el cual estaba lleno de maleza y prácticamente intransitable. Se quedó sorprendido al ver que la misma se perdía dentro del huerto sin poder verla. Tras esperar un rato, intrigado al ver que no regresaba, con la misma ropa de deporte que tenía puesta se dirigió hacia el huerto de su propiedad, por ver si la localizaba. Durante un tiempo estuvo observando y buscando, pero no logro hallarla.  Había llegado hasta el final de su propiedad sin rastro de la joven. Cuando ya se volvía, al pasar por un ciruelo de gran tamaño que tenía sembrado en su huerto, el cual estaba dentro de una parte del terreno sembrado de maíz , observó movimientos en las ramas del árbol. Extrañado se metió entre el maizal hasta alcanzar el tronco del árbol. En ese momento divisó a la joven subida al mismo.

La joven tenía la experiencia de los ocurrido la otra vez, pero pese a todo, había visto desde su huerto, unas ciruelas rojas en aquel árbol del vecino y le apeteció coger algunas. Como el ciruelo estaba bastante alejado de la casa del vecino y sabiendo que aquel acudía a esa hora de la mañana al gimnasio, amparado por el maizal que le cubría, se introdujo en el huerto y decidió tomar unas ciruelas. Lleva puesto únicamente un corpiño y un pantalón corto tipo malla, así como unos tenis. Cuando observó al vecino en tronco del árbol, casi se caer, ante la sorpresa.  Oh …

-Vaya. Veo que no escarmentaste. ¡Vuelves hacer de ladrona!

-solo son unas ciruelas. Ya ve que tiene bastantes. Se le van a echar a perder en el árbol.

-Ya. Pero te dije que si necesitabas me las debías pedir. Y acto seguido comenzó a obtener fotos de la misma anclada en el árbol.

Mientras la joven bajaba, vio que tenía que abrirse bastante, por lo que volvía a mostrarse completamente los labios vaginales, en el corto pantalón, medio transparente que llevaba. Ella al ver su mirada le dijo: ¿Qué me está mirando?

-Pues que se te ve todo el coñito nena. ¡Es que usas una mallas que deja ver todo!

-¡Vd. lo que esta es salido! ¡viejo verde! – le dijo la joven sin aún terminar de bajarse del árbol.

-Ya. Y ¡tú lo que tienes ganas es que te den una buena follada nena! Se ve que estas ansiosa. ¿No te has visto que vas enseñando todos los labios de coño?

– ¿Cómo se atreve?  Ella, agitada se mira no obstante su entrepierna, y le responde: Además… si lo voy enseñando es mi problema.

– Por supuesto nena. ¡Anda termina de bajar, que te vas a hacer daño y luego no quiero tener que llevarte al médico! Le indicó aquel.

Ella terminó de bajar, pero cuando había llegado a los últimos metros, el hombre se colocó justo debajo de ella, a la altura del trasero de la misma, visualizando claramente el relieve de los labios vaginales. Para colmo el pantalón malla era blanco casi transparente, lo que le permitió visualizar toda la tanga y los vellos negros de su pubis.

Pese a todo, la joven continuó bajando, y al llegar al suelo, fue rodeada por los brazos del hombre. Aquel, no pudo soportar la tentación y la sujetó desde atrás, pegando el bulto de su pantalón chándal al trasero de aquella, instando a que constatara la dureza de su pene. La joven sorprendida la pregunto: ¿pero que hace? Suélteme…

-¡estas detenida!. Eres una ladrona. ¿No pensarás que esta vez de vas a marchar de rositas?

-¿Va a llamar a la Policía?.  Le comentó ella algo nerviosa, constatando el vecino cierto nerviosismo en la misma.

-es lo correcto. Salvo que me convenzas de que no debo hacerlo.  Le contesto.

La joven se veía sujeta por los brazos del vecino, percibiendo la tremenda fuerza del mismo que le impedía soltarse, pese a sus intentos. A su lado, ella parecía una chiquilla. Se dio cuenta del bulto del hombre que puyaba contra su espalda, y que no podía ser otra cosa que su pene. Reflexionó un momento, pensando que no quería verse metida en problemas de líos con la Policía. Estaba pendiente de unas oposiciones administrativas y necesitaba no tener antecedentes penales de ningún tipo. Ante la palabras del vecino, ella gira la cabeza y le pregunta: ¿Cómo quiera que le convenza?… ¿Qué es lo que quiere a cambio?

El hombre se acerca a su oído, y le susurra: ¡darte una buena follada!

-queee. ¡Está loco! ¿Cómo se atreve?

-Ya verás. ¿La policía o abrirte de piernas para mí? ¡Tú decides! Alberto   estaba bastante excitado, y aquella joven lo tenia encelado desde hacia tiempo. Sabía que estaba jugando con fuego, y que la joven podía acusarlo, pero el pensaba utilizar la excusa de ser una ladrona. Sentir el calor de la joven, más ansias de poseerla le entraban.

La joven guardo silencio. Valoró los pro y contra. Sabía que ella tenia una carácter bastante fuerte y conflictivo. Ni sus padres la iba a creer. Acudir a la policía, conociendo que el vecino disponía de fotos, corría el riesgo de salirle mal. Intentó soltarse, realizando movimientos para  zafarse del abrazo, pero durante el forcejeo lo que ocurrió es que el pequeño corpiño que llevaba se soltó, y durante el forcejeo, al ser una pieza tipo sostén, se desprendió  quedando los pechos la joven vecina a la vista.  Oh nooo

-Sabes que no te vas a escapar. Al darse cuenta de lo sucedido, Alberto   con una de sus manos se apoderó de uno de los senos, apretándolo.  Oh nena que pechos … joder que duros los tienes preciosa, mientras los manoseaba a placer.

Suélteme. oh no me toque ahí…  intentó retirar la mano del hombre de su seno, viendo que era prácticamente imposible. El hombre, continuó manoseando aquel pecho, viendo que su mano, aun con lo grande que era, no llegaba a poder agarrar la totalidad del mismo. Con el dedo anular le comenzó a frotar el pezón haciendo que la misma se agitara.  Oh no … cabron. Suélteme oo

Pero el vecino ahora estaba lanzado y no iba a dejar pasar la ocasión. Pronto su mano iba de un pecho al otro de la joven, manoseando los mismos desde atrás. Mientras la joven intentó taparse los pechos con sus manos, el vecino optó por bajar su mano y meterla en la entrepierna de la joven, pasando los dedos por entre la zona donde se localizaban los labios vaginales. Oh putita. vaya coñito que debes tener.

Oh no ahí no… cabrón ooo ….que me suelte. Exclamo sorprendida ante la acción del vecino.

El hombre si la retiró, para acto seguido, mientras continuaba sujetando a la joven con una mano por la cintura, con la otra tiró desde atrás por el borde del pantalón malla y braguita de la joven, bajándolo hasta casi dejar todo su trasero al descubierto. Oh no .. me va desnudar ooo… cabron noo

La joven forcejeó, y pese a la fuerza que empleo, ello resultó insuficiente, viendo como su pantalón y braga, eran retirados hasta más debajo de las rodillas. Al instante, sintió como el hombre le metió su mano por entre sus piernas alcanzó los labios vaginales, ahora totalmente libres. Oh no ooo voy a gritar oooo quite las manos de ahiii

-grita cuanto quieras putita. ¡Joder que mojadita estas!. ¡te resistes nena, pero tienes todo el coño empapado!… uf nena ¡¡te voy a dar una buena montada!

La joven intentó luchar, cerrando sus piernas, ante aquella invasión del hombre de su intimidad. Pero, estaba claro que aquel estaba decidido, y lejos de retirar su mano, la joven vio como aquel volvía a tirar fuertemente de las prendas hacia abajo, y tras el forcejeo, se las terminó de sacar por los pies. Ahora, se encontraba completamente desnuda, en pleno campo y debajo de un árbol, y con el vecino sujetando.

-¡oh me ha desnudado.!… ¡lo voy a matar…!.. lo denunciaré…

El hombre, sin inmutarse, colocó a la joven contra el árbol, obligándole abrir las piernas. Al propio tiempo, bajó su pantalón, extrayendo su falo. Se miró su pene, contemplando que estaba con una empalmadura de mil demonios. Aquella situación lo había puesto sumamente excitado. Paso los dedos por entre las piernas de la joven, y logró alcanzar por primera vez en vivo, los labios vaginales de la joven. Oh nooo pero pese a revolverse, el vecino logró introducir algunos dedos dentro de su ranura. oh nooo

La joven estaba nerviosa, pero a la vez excitada. Había encelado al hombre con sus movimientos y forma de vestir, y ahora, se veía que estaba detrás de ella como una animal desbocado. Al instante percibió el pene desnudo del hombre tocar sus desnudas nalgas, frotándose contra ellas. En su intento de reiterar el pene de su trasero, echa una mano hacia atrás, logrando atraparlo en su mano. En ese instante su cuerpo sufrió una tremenda descarga. Quedó anonadada al comprobar las dimensiones de pene del vecino. Lo mantuvo en su mano durante unos momentos, mientras intentaba que no siguiera puyando contra sus nalgas, pero a la vez percibía que aquella verga nada tenía que ver con los penes de los amigos con los que había follado.

Tuvo poco tiempo para pensar, ya que pronto observó como el vecino la forzó a agacharse contra el árbol, mientras ella se veía obligada a soltar el pene, el cual pronto sintió por debajo de sus nalgas. Intentó cerrar sus muslos, pero el hombre la forzó abrirlos, dejando espacio suficiente para que pronto su pene alcanzara sus labios vaginales.

Alberto  , se dio cuenta de la lubricación de la joven. Tras embadurnar un poco su pene con los propios fluidos de la joven, enfiló el mismo con el firme propósito de penetrar el coñito de la joven vecina. Era una locura, pero estaba decidido hacerlo.

Verónica observó que aquel hombre, estaba decidida a follarla. Y además, lo iba hacer a pelo. Ella nunca lo había hecho de esa manera. Siempre había tenido la precaución de hacerlo con preservativo. Por ello, muy nerviosa le dijo:  Oh noo a pelo no. No estoy protegida. Al menos hágalo con condón.

-¿Con condón¿. Jamás he follado con eso. Eso es para los niñatos. “Nena te va a follar un hombre de verdad”. Vas a disfrutar de mi polla como dios manda.

Y sin esperar otra respuesta, Alberto   presionó, viendo como más de la mitad de su verga ingresaba en la estrecha vagina de la jovencita. No se esperaba que la misma fuera tan estrecha. Era como si la estuviera desvirgando por primera vez. Se percató entonces que aquel coño era bastante estrecho, singo evidente de que tampoco le habían metido algo tan grande. oh putita que estrecha estas ufff nena…

-oh sáquela me hace daño.  Replicó la joven, notando como se retorcía de dolor, ante al ingreso en su vagina del tremendo falo del vecino. La joven sintió como de pronto su vagina de vio obligada abrirse al máximo para permitir el paso de aquel tremendo instrumento varonil. Era un pene sumamente grande y muy superior al que su cuevita había recibido. En ese momento pensó que el vecino la iba a romper.

Pero el hombre no estaba para florituras. La estrechez de la vagina de la joven más enceló al mismo, quien, tomando impulso, sujetó a la joven por las caderas, y de un golpe de riñones le alojó íntegramente la totalidad de su falo. El grito desgarrador de la joven se escuchó a lo lejos. Menos mal que al estar rodeados del maizal y encontrarse casi al final de su huerta, era poco propicio que nadie los oyera, pero las quejas y lamentos de la joven se hicieron evidentes. Ohhh nooo que dolor ooooo sáquela…

Lejos de sacársela, el hombre se la dejó clavada durante unos momentos. Su experiencia le decía que debía esperar que el coñito de la joven se acostumbrada al grosor y dimensiones de su pene. La joven no dejaba de bufar, gritar y maldecir al hombre, mientras aquel permanecía dentro de su cuquita totalmente ensartada. Solo, cuando el vecino considero que era el momento adecuado, viendo que las paredes de la vagina de la joven comenzaban a dilatarse y los fluidos hacían el resto, fue cuando decidió sacarla un poco, para luego volver a meterla, repitiendo esta acción varias veces. Viendo que cada vez la penetración resultaba más placentera para la joven, comenzó a follarla con mayor ímpetu

La erección del hombre no bajaba ni un ápice.  Ahora tenía a la joven hija de los vecinos, completamente en cueros, bajo un ciruelo, en su huerto, atravesada por su potente pene. Contemplar el cuerpo completamente desnudo de aquella joven, con sus pechos colgado, mayor excitación le produjo, lo que motivaba que su tranca parecía endurecerse con cada penetración.

-Uf preciosa. Que buen coñito tienes. Se ve que tenías ganas de que un macho como yo te montara ¿verdad putita?¿ Has visto cómo te abre el coño mi polla?

Oh me va a reventar oo.. no sigas ooo- Verónica, se sentía completamente abierta. Su coño estaba totalmente lleno de aquel tremendo pedazo de carne. Nada que ver con los penes que hasta la fecha habían visitado su coñito. Además, al hacerlo sin protección, sentía claramente las palpitaciones y rugosidad de aquel tremendo falo. El frotamiento del nabo contra las paredes de su vagina la enardecían, viendo que con cada penetración parecía que su coño se abría cada vez más.

Y no era para menos. Alberto   sacaba su pene casi íntegramente, para luego volver a envainárselo hasta los mismos testículos. Notaba como su vástago iba abriendo cada vez más el coñito de la joven, y cada vez le resultaba más placentero. Lleva tiempo sin follar, y tenía sus testículos cargados de leche. Por otro lado, jamás había follado con una joven como aquella. Al ver los pechos de la joven bamboleándose, acercó sus dos manos y acarició los mismos suevamente, manoseándolos, echando un poco su cuerpo sobre el de la joven. Pronto sus dedos paretaron los pezones de la misma, haciendo gemir entrecortadamente a la joven: oh… cabron ooo me vas a reventar oooo te voy … ooooo

Cuando menos se lo pensaba, observó como la joven comenzó a apretar fuertemente las paredes de su vagina contra su pene, señalando que aquella estaba entrando en trance. Aquella vecinita, rebelde y protestona, ahora estaba a punto de alcanzar un orgasmo, montada por su vecino. Es más, se sorprendió al comprobar que ahora era la joven la que reculaba yendo al encuentro de su falo, agitándose, y convulsionándose. Su venido fue tan impetuosa que tuvo que ser sujetada por el hombre, quien la tenía agarraba por sus dos pechos, para que no desfalleciera. Pero en ningún momento dejó de penetrarla: oh me vengo ooo siii oooo …

Entre estertores, echando su cuerpo hacia atrás, la joven se pegó al pecho del hombre, y comenzó a venirse, mientras sentía como la enorme tranca del vecino no paraba de clavarla. Era tal el gozo, que ante el ímpetu del vecino, y la fuerza con la que la penetraba, motivo que la joven volviera alcanzar un segundo orgasmo casi simultáneo con el primero. Ohhh otra vez ooo me vengo …

Alberto   tuvo que sostener a la joven para que no se cayera, ya que aquellos dos orgasmos la dejaron tan relajada que casi desfalleció.  Se vio obligado a sacar su falo del coño para sujetarla. Luego, la  hizo girar, dejándola ahora mirando hacia el, mientras no dejaba de tenerla entre sus brazos y sujeta. La joven, comenzó a recuperarse, y mirándolo a la cara, le dijo: que cabronazo… me las has metido a pelo… oh me has abierto mucho… .

-Eres una buena hembra. Pero esto aún no ha acabado. Necesito correrme ahora yo.

La joven, le miro, y apartándose un poco, echó un vistazo a la polla del hombre, observando por primera vez en directo el falo de aquel. No pudo por menos que exclamar: que cabrón… ¿todo eso me metiste? que grande la tienes…

-Verdad que te ha gustado nena. Has disfrutado. Pero todavía te queda disfrutar más.

Sin más comentario la tomó de la cintura y la elevó en alto, sorprendiendo a la joven. La sujetó por los muslos manteniendo el cuerpo de la joven sobre él, haciendo que se abriera, obligando aquella a pasar las piernas por sus caderas para sujetarse y no caerse. El poderío del hombre sorprendió a la joven. La tenía elevada en alto como si fuera una muñeca.

Tras ello, Alberto   acercó su pene al coñito de la joven, y comenzó a puyarla con la misma, como si le estuviera dando besitos. Al final la abrió un poco de los muslos, lo suficiente para que, de un nuevo golpe de riñones, le volviera a encajar su verga, pese a las dificultades de aquella posición. La joven comprobó nuevamente como el cipote del vecino volvía incrustarse en su vagina, en una posición increíble: oh… otra vez oooo

La joven no paraba de sorprenderse con el vecino. Jamás la habían follado de aquella forma. Ver la corpulencia del hombre y el ímpetu con el que la perforaba, le hizo abrazarse a su cuello, colaborando con el mismo para disfrutar de semejante polvo: oh cabron… ahora sigue… oh si follame así…. que bien ooo

-Sabía que te iba a gustar. Uf nenita, tienes un coño perfecto. ¿te gusta mi polla? ¿te gusta como te la estoy metiendo? Le estimulaba el vecino, mientras no paraba de perforar su coñito.

Se la estuvo follando en aquella difícil posición, manteniendo el cuerpo de la joven en alto, mientras la clavaba una y otra vez.

-oh si cabron. Me gusta … sigue así… o joder más vas a hacer correr otra vez… terminó por exclamar la joven, entre gemidos y suspiros …

Mientras se venía, se apretó contra el cuerpo del hombre, atrapando al mismo con sus piernas cruzadas a su cintura, permaneciendo con las manos al cuello del hombre, mientras saltaba, clavándose y desclavándose el pene del hombre en aquella difícil posición. El hombre la ayudó tomándola por las nalgas, impulsándola hacia arriba para luego dejarla caer, clavándose una y otra vez su enorme daga hasta la empuñadora. Alberto   observó el bamboleó de los pechos de la joven ante sus ojos, lo que le hizo mantener en todo momento la dureza de su pene. Oh me vas a reventar… oh papito… me vengo otra vez… oh dámela toda ….oh siiii

Alberto   siguió perforándola mientras la misma se corría. Momento en que se percató de que él tampoco podía más. Veía como su semen ya subía candente por el interior de su pene buscando una pronta salida.

Mientras la joven se venía, se dio perfecta cuenta de que el vecino estaba por venirse. Percibió que lo iba hacer dentro de ella. Y ella no estaba protegida.

-Oh cabron… lo vas hacer dentro ooo joder… me vas a preñar … oooo

-Oh putita ya me viene. Uf te voy a llenar ese coñito… oh siiii

Sorprendentemente, ambos terminaron corriéndose al unísono. Mientras la joven apretaba su coño atrapando el pene del vecino, al propio tiempo, sintió las primeras lechadas del caliente semen del vecino regar el interior de su vagina. Era la primera vez que alguien se corría dentro de ella a pelo. Oh … como te siento… oh siento tu semen…. Oh….

Alberto  , comenzó a apretar el trasero de la joven contra su cuerpo con ambas manos, mientras le introducía al máximo su pene en la vagina, abriendo totalmente el coño, y vertiendo su semilla, entre borbotones. Llevaba tiempo si hacerlo, por lo que se percató que su eyaculación estaba siendo bastante copiosa.

Ambos acabaron pegados los cuerpos el uno al otro. La joven se mantenía empalada por la tranca del vecino, mientras este la sujetaba por debajo de su desnudas nalgas. La joven recostó su cabeza al pecho del hombre totalmente rendida. Nunca pensó que podía disfrutar tanto de un polvo con un hombre que podía ser su padre.

El hombre la mantuvo abrazada y en alto durante un buen rato. Cuando ambos se recuperaron, ella lo miró a la cara, y le dijo: ¡hijo puta al final me has montado! Era la que querías ¿verdad?  .. ¿querías montarte a la hija de tu vecino?  ..

-Cierto Verónica. Pero en el fondo lo has disfrutado. He visto cómo te has corrido.

Ella se volvió a recostar sobre su pecho, diciéndole casi al oido: – pero te has corrido dentro. Me has llenado mucho. ¿y si me has embarazado?

Alberto   le responde de forma casi cariñosa: No creo que estuvieras ovulando. Y luego le pregunta: ¿lo había hecho a pelo alguna vez?

Ella le vuelve a mirar y le dice: jamás. Siempre lo he hecho con condón.

-Pero te ha gustado. ¿Verdad que te ha gustado sentir mi leche dentro de tu coñito? ..además, llevaba tiempo sin hacerlo,  uuuf me has vaciado mis testículos…

La joven le sonríe por primera vez, y le responde: claro que me ha gustado. Me ha gustado sentir tu leche en mi vagina. Luego, mirándolo le dice: ¿me bajas, o me vas a tener toda el día así con tu polla dentro?

No me importaría- le comentó el hombre sonriéndole. ¡Tienes ese coñito tan calentito que mi polla no quiere salir del mismo!

La joven sintió como el pene del hombre comenzó de nuevo a recuperarse dentro de ella, por lo que le dijo: ¿No pretenderás continuar? que cabron… ¿se te esta poniendo dura de nuevo?

El le sonrió, y la hizo descabalgar, saliendo de su vagina, para dejarla en el suelo. La joven entonces se miró su coño, viendo como sus labios vaginales, bastante abultados, estaba enrojecidos por los frotamientos y penetraciones del vecino. Además, vio como una hilera o mancha de liquido blanquecino, descendía por sus muslos, constatando que eran restos del semen varonil.

La joven le dijo: ¿ha visto como me has dejado?… ¡me has abierto totalmente mi vagina!. Y aún tengo gran parte de tu semen dentro. ¡me has violado! ¡te voy a denunciar!

El vecino le sonrió y le contesto: ¿Quién va a denunciar a quién? Además, tenías ganas de un buen polvo. En el fondo estabas deseando que este macho te montara.

-que cabronazo eres.  Y mirando hacia el pene del mismo, lo observó con detenimiento, percatándose que pese a estar casi en reposo, era un pene de unas dimensiones colosales. Por ello, le dijo: ¿te gastas una buena polla?… joder si que es grande…¿¡no puedo creer que me hayas metido todo eso?

-te la comiste todita. Y mirando a la joven, aun desnuda ante él, le dijo: Verónica. Te había visto con esas mallas en el jardín y ya me parecías estar bastante buena. Pero ahora, viéndote así totalmente desnuda, reconozco que eres lo que se dice una “buena hembra”.  Solo verte así se me levanta el nabo al momento.

Pese a la brusquedad y vulgaridad en el hablar del vecino, a la joven la agradó aquellos comentarios, sonriendo y diciendome: me voy a vestir. ¿me dejaras llevarme las ciruelas?

-las que tu quieras. Además, vente cuando quieras.

¿me das permiso para volver a entrar a robarte la fruta? Le pregunto con una sonrisa en la boca la joven.

Aquel le respondió: Por supuesto. De todos formas pienso cobrármelas. Se que a partir de ahora estarás deseando que este macho te vuelva a montar. Y yo estaré esperándote para hacerlo.

La joven no le contesto. Se vistió, y tras recoger las ciruelas se marchó. Mientras caminaba el hombre se fijó en que a la joven le costaba algo caminar. Ella se gira y le dice: ¡que cabronazo me has dejado mis partes inflamadas!

Luego la joven se perdió entre la maleza del huerto de sus padres, y Alberto   regresó a su vivienda. Mientras regresaba a la casa no podía dejar de pensar en lo ocurrido. Jamás se lo hubiera creído. Había tenido un encuentro sexual con la joven hija de los vecinos, siendo uno de los polvos que jamás olvidaría.

Tras lo ocurrido en la huerta, la joven quedó herida en su orgullo, aunque, en el fondo reconoció que no esperaba que el vecino tuviera una daga tan grande, ni que conservara el poder físico que demostró mientras se la follaba. La experiencia de aquella tarde nada tenía que ver con los anteriores encuentros con jóvenes de su edad. Tal es así que, al día siguiente, comprobó su vagina, verificando, vio sorprendida que, aún sus labios vaginales continuaban aún inflamados.

Por su parte, el vecino Alberto   estaba asombrado por lo que había ocurrido. Nunca hubiera imaginado que pudiera acceder a tener un encuentro sexual con la joven vecina. Jamás había sido infiel, pero reconocía que había disfrutado de lo lindo con aquella jovencita. Solo pensar en la misma, notaba como se le volvía a endurecer el nabo. Aunque pensó que, una oportunidad como aquella no se le volvería a presentar.

Tras lo sucedido, transcurrió casi una semana en que la joven no salió a hacer gimnasia en el jardín. Según supo Alberto  , aquella tuvo que acudir al centro de la ciudad para inscribirse en unas pruebas, y con temas burocráticos, pasó casi toda la semana fuera. Cuando había transcurrido unos diez días de aquel primer encuentro, el jubilado, se sorprendió agradablemente, al comprobar que la joven volvió a poner la música y hacer gimnasia en el jardín. Se acercó entusiasmado, comprobando como la joven, volvía aparecer portando aquellas mallas sumamente ajustadas, mostrando todo el relieve de su coñito, así como un pequeño sujetador o corpiño que, apenas le cubría sus pechos.

Al verlo acercarse, la joven comenzó a hacer movimientos con su cuerpo y posturas bastante sensuales, extremadamente eróticas con la finalidad de excitar al vecino. Tras dejar aquel disfrutara viéndola hacer gimnasia de aquella forma, se acercó hasta el borde del jardín y le pregunto al mismo: Hola ¿Qué?… ¿se le ha vuelto a poner dura viéndome?

Alberto   la observó, y sonriendo, le contesto: ¡Veo que te has fijado en el bulto de mi pantalón! Llevaba días sin verte. ¿Qué te ha pasado?

-¿me echabas de menos viejo?.. le contesto mirándolo retadoramente. Luego, añadió: ¿Cuántas pajas te has echado pensando en mí?

-Unas cuantas preciosas. le contesto sonriendo Alberto  . Viendo que la joven iba a retirarse le dijo: las ciruelas se van a echar a perder. ¡Creo que están en su punto! ¿no te apetece volver a cogerlas?

La joven lo miro, se sonrió, y tras pensarlo unos minutos, le contesto: ¿No me digas que quieres volver a montarme? ¿Es eso lo que deseas?,… ¿eh cabronazo?

Alberto   sin poder evitarlo, se pasó la mano de forma descarada por el bulto de su bragueta, tocándose el bulto:: ¡tengo una buena ración de leche bien caliente y espesa! ¿No te apetece que vuelva a regar tu cuquita?

Alberto  , comprobó como a la jovencita se le iluminaron los ojos ante su grosería. Pero era evidente que esa forma de hablar, excitaba a la jovenzuela. Aquella terminó contestándole: – ¡Ja ja… ¿eso quisieras tu viejo verde? Y, sonriendo continuó haciendo la gimnasia.

La joven comenzó a sentirse excitada con la proposición del vecino. Llevaba días sin follar, y la pretensión del vecino de volver a cogerla, la hizo mojar la malla. No pudo continuar haciendo gimnasia. Por ello decidió recoger los utensilios que utilizaba para la gimnasia, y acercándose al vecino le pregunto: ¿seguro que las ciruelas están en su punto? ¡A lo mejor me paso a la tarde a recoger unas cuantas!  Y sonriendo se marchó para el interior de la casa. Aquella era una manifestación en toda regla. ¡La joven estaba invitando al vecino a volver a cogérsela!

Alberto   quedó con una excitación de caballo. Había quedado con unos amigos para salir esa misma tarde. Pero se la ingenió para disculpar su ausencia, y esperó ansioso ver salir a la vecinita camino de los frutales. Cuando pensaba que aquella no iba aparecer, por fin la vio dirigirse hacia la huerta de su padre, perdiéndose en la misma. Al momento, ni corto un perezoso Alberto   se dirigió a su huerto, llegando al fondo del mismo, donde se ubicaba el ciruelo. A través del maizal, atravesó el mismo hasta alcanzar la base del árbol. En ese momento observó que también hacia su aparición la joven. Se percató de que la vecinita solo llevaba puesto una faldita muy corta y un sujetador donde sobresalían claramente sus pechos. ¡Era evidente que aquella nena iba pidiendo guerra!

¿qué hace por aquí? ¿Ha venido a vigilarme? Le comenta la joven. ¡Recuerde que me dio permiso para coger las ciruelas! ¿Puedo hacerlo sin que me denuncie?

-¡pues claro preciosa!. Uy.. pero ¿te vas a subir al árbol con esa faldita? ¿Sabes que te voy a ver toda otra vez? le comento Alberto  , quien mostraba una manifiesta empalmadura a la altura de la bragueta de su pantalón. La visión de aquella joven lo había envarado.

La joven echó un vistazo al bulto del pantalón, y se sonrió. En el fondo le agrado ver como excitaba al vecino. Luego, comenzó a trepar por el ciruelo. Mientras ascendía le dijo: ¿porque crees que me he puesto esta faldita? ¡¡Sabía que vendría!!…. ¡Es un viejo verde que disfruta con verme así!

Comenzó a subir por el árbol, comprobando el vecino que la joven solo llevaba una tanga tan minúscula, que se le metía por entre las nalgas del culito. Tanto que dejaba totalmente a la vista parte de su entrepierna. Mas sorprendido se quedó cuando la joven abrió las piernas para sostenerse entre dos ramas, con lo que quedó a plena vista, la entrepierna de la joven. La tela de la tanga que llevaba apenas podía cubrir su vagina, ya que aquella se metía totalmente dentro de su raja, dejando fuera todos los labios vaginales. La verga de Alberto   se volvió a poner de nuevo en forma ante aquella visión. Ver los labios vaginales de la joven le hizo alcanzar una erección casi total. Aquella joven se iba a llevar una buena follada esa tarde, pensó. Lo estaba poniendo como una moto.

-¿me está viendo bien? le dijo la joven desde el árbol. ¿Ha visto mi coñito?

Con clara morbosidad se abre un poco más, a fin de excitar totalmente al hombre. Mas osada, le pregunta: ¿No lo ve bien?, ¿quiere que me quite las braguitas?… Y acto seguido, sin esperar respuesta, haciendo unas posturas raras en el árbol, terminó por retirarse su tanga. Se quedó con el coñito al aire subida en aquel árbol. Luego, más lasciva, comenzó abrirse de piernas, utilizando dos ramas, dejando al aire la totalidad de la raja de su coño. El vecino tuvo entonces una visión inmejorable del coñito de la joven. ¿Así me ve mejor? ¿verdad? Le dijo, al tiempo que le tiró la tanga dejándola caer, siendo recogida por el hombre que la tomo en vuelo.

Alberto  , con la braga en su mano, acercó su nariz al lugar de la tela en que dedujo que había estado en contacto con la cuquita de la joven, y aspiró profundamente el olor que desprendía la prenda. Al instante su nariz se impregnó del olor a hembra en celo. Aquella nena tenía que estar bien caliente, se dijo. Además, comprobó que ya se había mojado, ya que la prenda estaba húmeda.

La joven se limitó a observar desde arriba la acción morbosa del hombre y eso la incitó a tocarse como puedo su conejito. Bajo un poco y cuando estaba más cerca del mismo, se apoyó en una rama, abriéndose bien de piernas, para que el hombre pudiera contemplar bien su coño. Luego utilizando sus dedos se fue se va ensanchando la vagina. Le mostró su coño abierto al hombre. Más morbosa, paso unos dedos por toda la raja.

Alberto   estaba enloquecido. Parecía un toro embravecido.  Su envaramiento aumentó, cuando presenció como la joven tomo una ciruela, y tras darle una mordida, se la pasó por todo el coño, y desde arriba, y luego de la tiró al vecino. Este, totalmente excitado logró atrapar aquella fruta, la olió, y comenzó a comérsela con autentico sabor. Aquello excitó a la joven que decidió bajar del árbol. Se notaba con una calentura de mil demonios.

Cuando estaba terminando de bajar, a media altura, aún agarrada al tronco del árbol, mientras descendía, sintió como el hombre la toma por sus desnudas nalgas y comenzó a lamerla, desde el trasero, hasta alcanzar la raja de su coño.

Oh no…oh me voy a caer. Oh ¡se está aprovechando! oooo

Tras unos momentos lamiendo la panochita de la joven, el vecino la ayudó a descender. Acto seguido, tremendamente enardecido, colocó a la joven contra al árbol. Se agachó tras ella, y le abrió las piernas. Al contemplar el chochito de la joven, no pudo reprimirse hasta acercar su boca para comenzar a lamer aquel suculento manjar: oh sii siga o joder que bueno…. oh si ..cómamelo ooo

La joven llevaba varios días sin correrse, por lo que, los tremendos lengüetazos que el vecino le propinó a su maltrecho coñito, la pusieron como una hembra necesitada de macho. Mientras el viejo no paraba de lamer su coñito, la joven se vino, corriéndose entre gemidos y suspiros que fueron escuchados en toda la parte baja de la huerta.

Cuando terminó, se giró, observó la cara del jubilado, y sonriendo le dijo: ¡me he corrido en toda tu boca! “Que gusto me has dado cabronazo”. ¿Para la edad que tienes conoces muchas cosas? ¿No me digas que aún le haces esto a tu mujer?

El hombre se incorporó, y le respondió: ja ja. mi esposa ya poco purula en esto. Tras la menopausia poco entusiasmo tiene. Pero yo sigo teniendo bastante.

Ella le comenta: ya lo veo. “Joder como se te ha puesto la polla”.

Sin poder contenerse paso la mano por el paquete del hombre, a la altura de la bragueta del pantalón. Y tras unos momentos de incertidumbre, le desabrochó el cinto y le dejó caer los pantalones al suelo. Miró el bulto del slip, se sonrió, mordiéndose el labio. Luego le dijo: Uy..¿cómo la tiene?. ¡Pobrecito se le va a romper!

Y, sin más, tiró del slip hacia abajo del slip, dejando al aire el tremendo cipote del vecino. Este blandía una empalmadura singular. Tras el manoseo de la joven, su verga se había puesto como un misil. Oh joder…. ¡Le sigue creciendo!… ¡que bárbaro!

La joven morbosamente, tomó aquella daga en su manita, la manoseó, masajeando la misma a lo largo y ancho de aquel manubrio, recreándose con el tacto y la vista de la misma. Se percató como su coñito se hacía agua. Era consciente de que pronto, aquel cipote iba a estar dentro de su caverna. Tantos días sin un polvo, ver aquella tremenda verga, la joven percibió la necesidad irresistible y apremiante de clavársela de inmediato. Por ello, observó miro a su alrededor. Observó un trozo de tronco de árbol seco junto al lado del tronco del ciruelo, y que se utilizaba para poder acceder mejor al citado frutal. Se percató que podía servir de asiento. Por ello, tomó al vecino y lo obligo a sentarse sobre el citado tronco, pegando aquel su espalda contra el tronco del árbol.

La joven contempló como el vecino quedó desnudo de cintura para abajo y con toda su herramienta en vertical, allí sentado a su merced. Excitada se echó mano al coñito y le dijo: -Uf como se le ha puesto. Me has mojado el coño cabronazo. ¿Te has dado cuenta como lo tengo?

-Ya veo preciosa. Necesitas una buena polla.

-Si. Una como la tuya. Pero me vas a terminar de reventar.  ¡Joder que enorme la tienes! – le comentó, mientras se abría de piernas dispuesta a sentarse sobre el cipote del jubilado.

Ni corta ni perezosa, acercó su coñito hasta la cabeza del nabo del hombre. Una vez a su altura, le dio como unos brochazos por toda su rajita, embadurnando el pene con sus fluidos vaginales. Luego apoyó las manos en los hombros de Alberto  , y comenzó a descender flexionando sus piernas, engullendo poco a poco aquella hermosa tranca. Oh.. me va a romper oooo  siiii……o joder…. Me abres mucho ooo

Alberto  , observaba atónito sin decir palabra, como la jovencita se iba clavando ella misma, todo su cipote. La joven descendía poco a poco, deteniéndose para tomar respiro. Se le notaba ansiosa, pero temerosa. Luego continuó descendiendo, hasta que, por fin, se la terminó de clavar hasta la misma empuñadura. Oh siii… exclamó con cara de triunfo y de dolor al mismo tiempo. Se sentía satisfecha al comprobar que había sido capaz de clavársela totalmente.

Se quedó quieta, con síntomas de dolor en su rostro. La presión que ejercían las paredes de su vagina al dilatarse al máximo para permitir la instrucción de semejante herramienta, fue un proceso doloroso. Excitada, viéndose empalada por el vecino, le dijo: ¿así me querías tener? Oh cabroncete…”me tienes toda abierta”.  Luego miro hacia su entrepierna, y le dijo: ¡Me le ha clavado totalmente!

-Uf nenita. Tienes un coñito perfecto. Y bien calentito. Oh si nenita…¡eres una campeona”. Vamos comienza a moverte. ¡Se que gusta mi polla!… ¿verdad que te gusta tenerla bien adentro? Le comenzó a decir el vecino, ante la emoción de sentir que tenía clavada totalmente a la joven vecina. Su polla estaba dura como un risco, y notaba la estrechez de las paredes de la vagina apretando su falo, concediéndole una sensación de autentico placer.

-¡Oh si .. joder .. la tiene buenísima!… Uf…- le comentó la joven, mientras comenzaba a subir y bajar, flexionando sus piernas, subiendo y bajando, teniendo siempre como eje aquel enorme falo. Pronto sus jugos fueron tan abundantes, que comenzaron a descender por todo el nabo del hombre hasta bañar los propios testículos del jubilado. La joven resoplaba, tomaba aire, y continuaba cabalgado la polla del hombre. Gemía y gritaba durante los movimientos de sube y baja. Parecía una autentica joven amazona.

-Oh si nenita… sigue así… que jineta….

El hombre se encontraba alucinado viendo como aquella muchachita cabalgaba su enorme nabo. Vio que pronto la joven tomo carrerilla y comenzó a cabalgarlo a una velocidad trepidante. Gemía alocadamente, percatándose que estaba a punto de alcanzar el orgasmo. De hecho, tras unos minutos más de autentico galope, la joven se quedó sentada, apretando al máximo la polla del vecino con las paredes de su vagina, como si tratará de triturarla, para terminar, convulsionando de su pequeño cuerpo, con movimientos que la extenuaron, teniendo que apoyarse en el torso del hombre, completamente agotada.

Tras la intensa corrida de la joven, se quedó abrazada al hombre durante unos instantes, en la misma posición, el hombre sentado y recostado sobre el tronco del árbol, y la joven sentada sobre los muslos del varón, con todo el cipote de éste, introducido en su vagina.

Una vez recuperada miró al hombre con cara de auténtica satisfacción. ¡me has hecho correr de lo lindo! ¡jamás me había corrido de esta manera!

Mientras se lo decía, comenzó a realizar movimientos nuevamente de subir y bajar. Alberto   comprobó que la joven quería continuar. Esta vez, quiso participar de otra manera. Le abrió la blusa a la joven dejando su pequeño sostén al aire, que apenas podía albergar una pequeña porción de sus grandes senos. Sus ojos se iluminaron cuando destrabó el sostén, quedando aquellos fabulosos pechos a la altura de su boca. Sin previo aviso, comenzó a devorar aquellos, introduciendo gran parte de los mismos dentro de su ávida y voraz boca. Comenzó a lamer, chupar y succionar, levantando auténticos gemidos de pasión a la jovencita. ¡Oh!  ¿qué me haces? ¡Oh si cómetelos oooo!

Luego, los mantuvo asidos a sus dos manos, mientras la joven comenzaba de nuevo a cabalgar. Luego comenzó alternar las manos con la boca del hombre en los pechos de la joven. Eso hizo alcanzar a la joven un nuevo orgasmo. Tras este segundo orgasmo, aquella quedó bastante agotada, por lo que se recostó totalmente en el torso del hombre.

Tras volver a recuperarse, le miró a los ojos y le dijo: ¿veo que aún sigues con la polla dura? ¿no pretenderás correrte dentro de mi otra vez? ¡eres un cabronazo!

-¡Nenita tengo que descargar. ¡Llevo días sin hacerlo! ¿acaso no quieres volver a sentir mi lechita calentita dentro de tu coñito?… ¡seguro que quieres recibirla!  ¡te prometo que te lo dejaré bien regadito! – le contestó el hombre, que deseaba eyacular cuanto antes, y hacerlo dentro de la joven, aunque volviera a ser una temeridad.

La chica, excitada le respondió: – ¡que cabronazo eres! ¿Acaso pretendes embarazar a la hija de tu vecino? Ya vi cómo te corriste la vez anterior.

Sin embargo, la joven se incorporó descabalgando al varón, y observando como la mandarria del mismo continuaba en vertical y con una erección pronunciada, sintió la imperiosa necesidad de volver a ser clavada por aquella verga. Observó la misma, totalmente descapullada, y embadurnaba por los fluidos de su vagina, y con algunas manchas blanquecinas reveladoras de las dos corridas que la joven había tenido.

En ese momento contempla como el vecino se incorpora, y la joven se coloca a cuatro patas sosteniéndose en la banqueta que había servido de soporta el jubilado, abriéndose de piernas, y mostrándole todo el trasero al varón, colocándose en disposición para ser penetrada.

Alberto  , al comprobar la receptividad de la vecinita, se deleitó observando aquel trasero completamente desnudo, con la raja del coño abierta y asomando gran parte de su pelambrera, lo que le llevó a que su verga creciera aún más. Se colocó detrás de ella, y tomándola en su mano, la fue introduciendo hasta situarse a la entrada de la vagina. Luego despacio presionó viendo cómo se deslizaba sin problemas dentro del coñito de la joven, que estaba bastante lubricado por sus propios fluidos. Oh… despacio oo sii ….me llenas de nuevo… -exclamo la joven al sentir como la tranca se alojaba íntegramente dentro de su cuquita.

El vecino, comenzó a bombear a la joven, haciendo entrar y salir su falo dentro del coñito de la misma, aumentando cada vez más la intensidad de sus penetraciones, abriendo totalmente a la joven, con arremetidas que hacían estremecer todo el cuerpo de la joven. Es más, Alberto   al ver como colgaban los pechos de la chica, alargó sus manos y sin dejar de penetrarla, comenzó a manosear aquellos pechos, amasándolos entre sus manos, haciendo suspirar a la joven. El espectáculo era digo de la mayor morosidad y erotismo: en medio de una huerta de maíz, debajo de un ciruelo, se encontraba aquella pareja compuesta por un hombre bastante alto y fornido, montando a cuatro patas a una jovencita de pequeña estatura, que soportaba estoicamente las tremendas arremetidas del pene del varón, mientras éste, masajeaba sin para los pechos de la joven que colgaban libres del torso de aquella.

La tremendas clavadas del hombre a la joven, inconcebibles a la edad del mismo, llevaron a la jovencita a alcanzar un tercer orgasmo en aquella posición. Mientras la joven se convulsionaba con ese tercer orgasmo, Alberto  , viendo que ya estaba a punto de eyacular, aprovechó la oportunidad y sin decirle nada a la joven comenzó a lanzar sus primeras lechadas de la tarde dentro de la caliente vagina. La chica al sentir el calor del semen del varón dentro de ella aceleró e hizo más extensa su venida, terminando completamente agotada. Fue tanto su agotamiento que, tuvo que ser sostenida por el hombre, quien la mantuvo bien sujeta por las caderas, mientras continuaba martilleando el coño de la joven, lanzando sin parar, cual autentico surtidor, su semilla dentro de ella.

Cuando por fin acabaron, el hombre se retiró de la joven, ayudándola a incorporarse. Verónica, aún agarrotada de tanto puyazo del hombre y de la intensidad de sus tres orgasmos se apoyó en el mismo, al tiempo que observaba su entrepierna, viendo el discurrir el semen saliendo de la abertura de su vagina, exclamando: que loco… te has vuelto a correr dentro. ¿mira cómo me ha dejado?… ¡vas a terminar preñándome!

Como estaba tan agotados el hombre se sentó sobre la banqueta de nuevo, y la joven, completamente desnuda, ya que la blusa estaba abierta y dejaba al aire sus pechos, igualmente se volvió a sentar sobre los muslos del hombre mirando hacia él. Su agotamiento la llevó a abrazarse a éste, y quedarse en esa posición durante varios minutos descansando y recuperándose. Tras pasar más de un cuarto de hora en esa posición, ella le miró y le dijo: ¡me has llenado bastante! Aún siento tu leche dentro de mi cuquita. ¿y si me has dejado embarazada?

Alberto   la miro y le contesto: ¿estabas en época fértil?

-No ¿creo que no? Pero aun así es peligroso. Luego se mira hacia abajo, en la misma posición en que se encontraba, y observa toda su raja abierta muy cerca de la polla del hombre, y le dice: ¿te has fijado como me has dejado mi vaginita? Le tengo toda abierta… y llena de leche …. Le dijo, sonriéndose.

El hombre le observa la vagina, y se da cuenta de que los labios vaginales de la joven vuelven a estar inflamados y enrojecidos. Pero, ver la vagina de la misma, abierta, con restos de su semen, le excitó, viendo como su polla se comienza a endurecer de nuevo. Ella, mucha más sorprendida, al verlo, le comenta: ¿se te va a poner dura de nuevo?… pero… ¿de que este hecho? ¿No pretenderás volver a metérmela? Me tienes muy abierta, y me va a costar caminar. Además, tengo tana hambre que me voy a comer todas las ciruelas de este árbol.

Ja ja. claro preciosa. Acaba con todas, pero deja alguna para que puedas volver. Le contestó aquel.

Justo en ese momento, ambos se asustan al escuchar uno pasos cercanos, que se dirigían directamente al ciruelo. Asustados, rápidamente solo les da tiempo para recoger sus ropas, y aún desnudos, se retiraron hasta colocarse detrás unos matorrales algo tupidos que existían entre el maizal. Como había hierba algo seca se echaron sobre la misma, para esconderse la vista de la persona o personas que allí acudía. La joven le pregunta: ¿Quién puede ser?  ¿tu mujer?

No lo se. Ella apenas acude a esta parte de la huerta.

Se quedan callados, y entre los matojos de hierbas, logran divisar a la persona que acababa de llegar debajo del ciruelo. Se trataba nada mas y nada menos, que la madre Verónica. Llevaba un vestido a media rodilla, y al tiempo que contemplan como la misma comienza a tirar algunas ciruelas con un palo. El hombre extrañado le dice a la hija: ¡vaya veo que la afición por las ciruelas viene de familia!

La jovencita estaba totalmente alucinada al ver a su madre igualmente bajo el ciruelo. Se dio cuenta que ahora se encontraba justo al lado del hombre, allí recostados uno junto al otro, echa su culito desnudo hacia atrás buscando el contacto con el cuerpo también desnudo del vecino. Al primer contacto se da cuenta que Alberto  , pese a todo, vuelve a estar envarado. Era una situación rarita, pero excitante. A pocos metros tenía a su madre recogiendo ciruelas, y ella allí desnudita, en medio del maizal con aquel vecino igualmente en pelotas. Su morbosidad fue tal, que echó la mano para atrás y tomó la verga del hombre, viendo que estaba volviendo a crecer en su mano hasta alcanzar la potencia suficiente. Varios minutos después, aquel semental estaba nuevamente excitado y con su nabo preparado para penetrarla. Hacerlo, sabiendo la presencia de su madre, la animó la abrirse un poco de piernas, y mirándolo a la cara al vecino le dije: “móntame de nuevo”.

Alberto  , ante aquella imprevista invitación, no tardó en colocarse adecuadamente para introducir en aquella posición lateral, y desde atrás, el coñito aún encharcado de la vecinita. La excitación al saberse que podían escucharlos, le hizo endurecer tanto su nabo al hombre que la joven sintió entrar aquel falo como si de una barrena se tratara. Su vecino estaba nuevamente envarado y la estaba penetranda al máximo.

Mientras follaban observaban lo que, hacia la madre de la joven, contemplando como al rato, tras haber tomado unas cuantas ciruelas, la mujer hacer algo inesperado y sorprendente: se mete las manos por debajo de su vestido, y se baja las bragas. Luego, hace algo que deja boquiabierto a los dos: la mujer toma sus dedos y comienza a pasarlos por su vagina, frotándose la misma, tocándose con otra mano los pechos. ¡La madre de la jovencita se estaba masturbando en pleno campo, bajo el ciruelo!.

Aquella escena, de ver a la propia madre de la joven masturbándose, aceleró la venida de los dos hasta el punto de que se corrieron al unísono, descargando el varón nuevamente toda su simiente dentro de la cuquita de la joven. Ambos quedaron quietos, aún la joven con la polla del hombre dentro del coñito, mientras terminan de contemplar como la mujer se agita y con pequeños gritos acaba su orgasmo masturbatorio. Luego, la madre de Verónica observa las ciruelas que Verónica tenía recogidas para llevarse a casa, y metiéndolas en una bolsa plástica, se decide a llevarlas con ella. Al ver que aquella se volvía por donde había venido, el hombre le comenta: ¿sabías que tu madre hacía esto?

La joven Verónica, completamente sorprendida le contesta: jamás. Pensé que mama era de esas mujeres conservadoras que no rompen un plato. Me ha dejado … ¡pero casi nos pesca!

Ya, pero gracias a eso hemos echado un polvo tremendamente excitante. ¿No te parece?

La jovencita, aún desnuda y echada al lado del joven, se gira hacia él, ahora cara a cara y le contesta: ¡Me has hecho correr cuatro veces! Jamás lo había hecho tantas veces. ¿Seguro que tardamos un poco más y me vuelves a coger?

-¿quién sabe?. Era una fierita. Me gusta montarte.

-pero debemos tener cuidado. Debemos hacerlo con condón o terminarás embarazándome. Aquello suponía que pensaba continuar follando con el mismo. Era algo que Alberto   no se esperaba.

Tras arreglarse, se fueron bajo el ciruelo, y cuando la joven se iba a retirar, aquella se mira hacia atrás, y le pregunta a Alberto  : ¿No te habrás follado también a mi mama?

El vecino se queda alucinado y le contesta: ¡claro que no! ¿qué te hace pensar eso? Además, como me has dicho siempre he pensado que tu madre era una conservadora.

Alberto  , tras marcharse la joven, quedó pensando en todo lo ocurrido. No se lo podía creer. Pero, haber visto a la mujer del vecino, y madre de la joven, masturbándose bajo el ciruelo, le dejó igualmente excitado. Aquella mujer parecía una santita y conservadora, pero veía que era tan caliente como su hijita.

Vale, que así se llamaba la citada vecina, no tendría más de cuarenta años, ya que había tenido a su hija Verónica a muy temprana edad, por lo que era aún una mujer fértil y era de suponer con sus deseos sexuales casi intactos, como así lo había acreditado bajo el ciruelo.

Alberto  , continuó su vida normal, sin que nada ocurriera durante las dos siguientes semanas. Se extrañaba no haber visto a la joven vecina en el jardín de su casa, ni en su huerto, pese haber hecho aparición él en algunas ocasiones. A través de su esposa, supo que la joven había marchado fuera para terminar sus estudios y presentarse a unas oposiciones.

Una tarde, observó desde la ventana de su casa que daba hacia el jardín, como Vale la vecina, y madre la Verónica, se adentraba dentro de la huerta que dichos vecinos tenían detrás de su casa, viendo que perdía entre la misma. Recordó lo que ocurrió bajo el ciruelo, y excitado se dirigió hacia su huerto, con suma cautela. Entró entre el maizal hasta llegar donde se localizaba el ciruelo. Sabía que aún quedaban bastantes ciruelas en el árbol, y era posible que la vecina volviera a por ellas. Al acercarse, se percató de que sus sospechas se habían hecho realidad: allí bajo el árbol se encontraba Vale quien con un palo tumbaba las ciruelas, ya que le era imposible a ella subirse al frutal. El tenía a mano su móvil y le gabó. Continuó agazapado observando a la vecina, que llevaba puesta un traje bastante cerrado, como siempre acostumbrada, y realmente bajo.

Mientras esperaba pudo comprobar como la vecina tras tomar unas cuentas ciruelas, se pegó al tronco del ciruelo, y de espaldas al mismo comenzó a pasarse sus manos por los pechos, aún sobre el propio traje que llevaba, tocándose éstos, para ir bajando una de sus manos hasta comenzar a tocarse su entrepierna. ¡Aquella mujer volvía a masturbarse bajo aquel ciruelo! No lo llegaba a comprender, parecía una mujer super conservadora, que no mataba una mosca, de estricta moralidad, y, sin embargo, allí estaba, masturbándose al aire libre bajo aquel árbol.  Obviamente la excitación del hombre se puso de manifiesto, especialmente al comprobar como la vecina comenzó a subirse el traje hasta la cintura, dejando a la vista sus bragas bastante grandes de color rosado. Su mayor contraste fue comprobar el intenso color blanco, casi lechoso de los muslos de la mujer. Pronto, comprobó como aquella apartó un poco la braga, apareciendo una buena mata de vello bastante negro que cubría su vagina. Su verga se endureció bajo el pantalón ante aquella visión. Esta fue en aumento, cundo observó como se introdujo unos dedos y comenzó a masturbarse con gemidos entrecortados. Alberto   no salía de su asombro, y su verga estaba tan fierra que parecía que iba a romper su pantalón.

El vecino n perdió detalle de la escena y la grabó casi en su totalidad, tomando al propio tiempo varias fotos de la mujer. Los gemidos de aquella comenzaron a hacerse más intensos, hasta verificar como aquella alcanzaba el orgasmo, para luego recostar contra el tronco del ciruelo, mientras se relajaba. Luego se bajó el traje, tomó las ciruelas y marchó de nuevo por donde mismo había venido.

Alberto   no pudo evitar tener que masturbarse ante lo que había visto. Era evidente que Vale era una mujer muy caliente, pero que, dado el estricto control de su esposo, hombre sumamente conservador a ultranza, casto religioso, no le permitía a la misma expresar y realizar sus deseos sexuales como ansiaba. Eso lo dejó perplejo.

Transcurrió una semana más, durante la cual mantuvo al acecho a la vecina. Estaba jubilado y disponía de tiempo suficiente. Por fin una tarde, pudo ver de nuevo a la vecina, viendo cómo se dirigía de nuevo hacia el huerto. Esta vez llevaba en la mano, una prenda que le pareció a una toalla o similar, para luego perderse en la lejanía. Alberto  , se excitó ante la posibilidad de captar de nuevo a la vecina en plena faena. Por ello se dirigió de nuevo al ciruelo. Sin embargo, comprobó que la mujer no estaba por allí. No por ello se quedo quieto. Su excitación y curiosidad le llevó a acercarse hasta el límite entre ambas propiedades, adentrándose en la del vecino. Este estaba lleno de bastante hierba alta y matorrales. Intentó como pudo sortear los matorrales, pensando que aquella mujer tenía que estar en algún sitio. Pronto llegó como a una pequeña senda, creada entre aquella maleza, observando que por allí había pasado gente. Esa senda traspasaba la huerta del vecino y se adentraba en una zona más boscosa y de intenso y tupido matorral que pertenecía a los pastos de entidad pública. Raras veces de había adentrado en aquella zona pública, dada la dificultad para acceder.

Esta vez decidió hacerlo. Se fue acercando con el menor ruido posible, hasta que pronto descubrió un claro entre todo aquel matorral. Se acercó más, quedándose perplejo al observar que allí estaba la mujer del vecino. En ese momento, observó que la misma coloco la toalla en el suelo, y para proceder a bajarse el cierre de la falda que llevaba puesta, hasta retirarla, quedando únicamente con unas enaguas, que al momento igualmente se quitó, quedándose únicamente con una braga de color rojizo. Dado que hacía bastante calor y el sol brillaba, Alberto   pudo comprobar el intenso color blanco de los muslos y piernas de aquella mujer, donde solo destacaba algún lunar negro o rojizo. La mujer se sentó sobre la toalla, y luego se retiró igualmente la blusa, quedando únicamente con el sostén blanco que resguardaba unos pechos algo voluminosos. El vecino estaba excitadísimo.

Estaba contemplando por primera vez el cuerpo de la mujer del vecino, y estaba sorprendido al verificar que aquella mujer mantenía una figura bastante buena, esbelta, con un trasero bien redondo, totalmente blanquecino, y no resultaba nada gruesa pese a su edad.  No dejo de tomar fotos nuevamente de la mujer.

Observo como luego, se recostó sobre la toalla y se dispuso a tomar sol. Alberto   la contempló durante unos minutos, viendo que, al rato, la mujer miro para todos lados, y viendo que hallaba sola, alejada, entre aquellos matorrales, se desprendió del sostén, quedándose con sus pechos desnudos. Alberto   pudo contemplar por primera vez los pechos de vecina. Estos eran voluminosos, terminados en aureolas, con unos pezones algo negruzcos bastante pronunciados. El hombre se dio cuenta que aquella mujer tenía un cuerpo delicioso, y que no había llegado a detectar por estar escondido baja las prendas tan conservadoras que siempre usaba.

El pene de Alberto   se encabrito. Agitado, decidió seguir observando, comprobando como la mujer poco después comenzó a tocarse los pechos, masajeándoselos, para ir bajando su mano hasta introducirla por dentro de su braga, alcanzado por fin su coño. Al instante vio como comenzó a tocarse allí, excitándose y moviéndose sobre la toalla. Alberto   no pudo más. Tenía una erección a rabiar. No se lo pensó dos veces y decidió hacer su aparición ante la vecina.

La mujer al verlo se quedo de piedra, sorprendida. Detuvo lo que estaba haciendo, colocándose sus manos sobre sus pechos, exclamando: oh ¿qué hace aquí? ¿quién le ha dado permiso para venir hasta aquí?

Buenas tardes vecina. ¿Acaso no puedo estar aquí? ¡Que yo sepa esto es público o, al menos no de nadie conocido! Le contesto. Pasaba por aquí y la he visto y me he acercado.

-Pero, …. salga de aquí. ¿No ve que estoy desnuda? Le manifestó la mujer agitada y nerviosa.

-¿Lo dice porque usted esta desnuda y yo no?. No se preocupe. ¡Eso tiene fácil solución!  Y ante la sorpresa de la mujer, el hombre se bajó el pantalón, y retiró la camisa, quedando solo con un slip, donde se mostraba el abultamiento de su pene, que parecía romper el mismo.

La vecina, se agitó al ver lo que estaba haciendo su vecino, diciéndole: ¿pero ¿qué hace? ¿Por qué se ha desnudado?

-¡Tú lo estas!. ¿Qué problema hay en que yo haga lo mismo?

La mujer mantenía sus manos sobre sus pechos, al tiempo que sus ojos, se habían concentrado en el tremendo bulto de su vecino. La mujer no nada crédito a la visión de aquel el slip a punto de reventar. Era una mujer sumamente casta, y jamás había visto desnudo a ningún otro hombre que no fuera su marido. En ese momento tenía ante su presencia, al vecino jubilado, que parecía disponer de una buena verga.

-El lugar esta perfecto para tomar sol, en pelotas. ¿La verdad es que no pensaba que estuviera este descampado aquí? – le comentó Alberto  , acercándose más hasta la mujer. De hecho, se interpuso entre donde se hallaba aquella tendida sobre la toalla, y donde se localizaba el traje y sujetador de la mujer. Pretendía que aquella no pudiera en un arrebato intentar vestirse.

Oh por favor, Alberto  … debe marcharse. Esto no es correcto.  Por favor…

Alberto   había comprobado como la vecina, pese a todo, continuaba observando el bulto de su slip. Eso le demostró que aquella mujer se había quedado impresionada con el bulto de su pene. Por ello decidió complacerla, y en un arrebato de auténtica locura, se bajó aquella prenda, quedándose en pelotas ante su vecina. Dejo al aire su tranca con una empalmadura, que permitía tener el pene enfilado hacia delante, y con un buen grosor.

Oh que hace … oh dios mio… ¡tápese…!  ohhh exclamó Vale, al contemplar lo tremendos atributos masculinos del vecino. Jamás había visto algo parecido. Intentó inicialmente no mirar, pero su morbosidad pudo más, y aunque protestando, volvió a mirar el tremendo falo que blandía con una erección considerable. Tampoco pudo evitar fijarse en los tremendos testículos del hombre, que colgaba entre sus piernas. Se quedó alucinaba. No pensó que pudiera existir penes de aquel tamaño. Había visto en muy contadas ocasiones el pene erecto de su marido, pero era una mendicidad al lado de aquel tremendo falo.

-oh por favor tápese. Volvió a decirle tímidamente.

El hombre al ver que la vecina tenía la mirada fija en sus genitales, le manifestó: ¿Que pasa vecina?. ¿acaso no ha visto a su marido en pelotas?

-¡Oh que dice! oh, Dios mío. Por favor debe marcharse. Si mi esposo sabe esto lo matará y a mí también. Exclamó aquella.

-No se preocupe por su esposo. “Nadie sabrá que la he visto desnuda”. Pero, reconozco vecina que es una mujer bastante bonita y hermosa. Debería colocarse prendas más ligeras que dejen apreciar su preciosa anatomía. Le dijo el hombre, viendo que ella se mantenía sobre la toalla, ahora sentada, con las manos intentado cubrir algo sus hermosos pechos.

-Oh ¡no me siga mirando! Y, al ver que el hombre se sentaba junto a ella, intentó como alejarse diciéndole: pero no se acerque…. ¡voy a gritar!

-relájese, ¡aquí nadie la va a oír! Tampoco querrá que la vean desnuda con el vecino, aqu´`i entre estos matorrales ¿verdad? le dijo.

La mujer lo miró algo aterrada. Sabía que estaba en una encrucijada. Era evidente que había sido pillada por el vecino, en una zona pública, pero bastante oculta. Gritar y que apareciera cualquier vecino, las consecuencias serían catastróficas. Su marido se divorciaría de ella. Su reputación por el piso. Por ello, tímidamente le pregunto: -¿Qué es lo que pretende?… ¿no pretenderá abusar de mi?

El hombre la miró, mostrando una cara de tremenda morbosidad, contestándole: Vale. Jamás pensé que estuviera tan buena. Además, ¡sé que es una persona que necesita que alguien la haga gozar! Su marido no la satisface como vd desea. ¿o me equivoco?

-que dice… ¡está loco!… ¿de dónde saca eso? – exclama aquella.

El hombre entonces le comentó: -he visto que antes de llegar se estaba masturbando. ¿lo va a negar?

-¡eso es mentira…! le comento aquella con cara de enrojecimiento al verse sorprendida.

El hombre toma su cámara y le mostro el video. Aquella se quedó perpleja y le recrimino: ¿me ha estado grabando? Eso es ilegal. ¡Un delito!. Le voy a denunciar.

-haga lo que quiera. Pero no creo que su esposo le guste ver las fotos y videos de su mujer desnuda junto al vecino. Luego la miró y le dijo: ¡también la he visto bajo mi ciruelo!

La mujer lo miro más aterrada. Evidentemente se dio cuenta que el vecino la había espiado. Se quedó nerviosa, y nerviosa le pidió que le diera su la ropa para vestirse, pero el hombre le contesto: ¿Por qué tiene tan prisa? Aquí nadie sabe que estamos. ¡Se que necesita desahogarse un poco!

La mujer le miro, observando nuevamente el pene del hombre que seguía manteniendo una tremenda erección, y le dijo. Pero… ¿Qué es lo que quiere? Sabe que soy una mujer casada y nunca le he sido infiel a mi esposo. Oh… pero ¿es que no se le va a bajar? Terminó por preguntarle al ver como el pene del vecino seguía enfilado.

El hombre entonces la mira y le dice: ¡Mire Vale! Vd tiene muchos deseos sexuales sin explotar, y necesita desahogarse. Mi esposa tampoco me satisface tras su menopausia. ¿Por qué no aprovechamos y nos desahogamos juntos?

La mujer salto como un resorte, sonrojada, alterada ante aquellas palabras. Diciéndole: ¿quiere que me acueste con vd?  ¿Cómo se le ocurre pedirme eso?

Alberto   la miro, le muestro su herramienta y le dijo: Vamos Vale. No se haga la modesta. Sabe de sobra que la he visto masturbándose aquí y bajo mi ciruelo. “Necesita que le echen un buen polvo”. Y, ¿Cómo ha visto, tengo una buena mandarria para hacerla disfrutar?

La mujer estaba fuera de sí. Jamás se había encontrado ante una situación similar. Aquel vecino le estaba pidiendo follar en aquel recóndito lugar. No es que no lo necesitara, pero hacerlo con el vecino era algo que no lo tenía claro. Sin embargo, la visión de aquel enorme nabo, blandiendo entre las piernas del vecino, la tenían excitada. Pensó, que, aunque aceptara, tenía cierto miedo ante la dureza y longitud que presentaba aquel tremendo falo. Y encima, ella era una mujer fértil aún, y no estaba protegida.

-Por favor, Alberto  . ¡Creo que debemos dejar esto como esta! Debería vestirse y marcharse.

-¡No pienso marcharse sin antes darte una “buena montada”.  Exclamó el hombre con total cara dura, y decisión. ¡He visto tu precioso cuerpo, sé que lo necesitas! “Le voy a echar un polvo de los que no olvidará”. Le terminó diciendo, completamente decidido, intentado acercarse hacia donde se encontraba la mujer. Aquella al ver su cercanía se echó un poco hacia un lado saliéndose de la propia toalla.

Pero el hombre, con total decisión se echó encima de la mujer, agarrándola, forcejeando con aquella sobre la hierba verde de aquel lugar. Resultó sumamente erótico contemplar aquellos dos cuerpos desnudos, hombre y mujer, sobre aquel manto verde de hierba, revolcándose, forcejeando, hasta que, tras varios movimientos, el hombre logró quedarse encima de la mujer, metido entre las piernas de la misma, obligándola abrirlas, al tiempo que la sujetaba por ambas manos.

-oh cabrón… ¡quítate de encima de mí!… oh me vas a mancillar… no… sueltamente…

La mujer no paraba de forcejear, de maldecir y lanzar toda clase de insultos e improperios contra el hombre que se encontraba encima suyo, viendo que, pese a todo, no conseguía soltarse. En el fondo renunció a gritar. Era consciente de que tampoco le interesaba. Aunque mostró oposición continuada. Pero esa tenacidad y defensa fue cediendo al contemplar que no le deba resultado. Por otro lado, veía como el vecino que estaba sobre ella, la mantenía abierta de piernas, permaneciendo ella con todo su pecho descubierto, y sus manos estaban a ambos lados de su cuerpo, sujetas por las del hombre. Estaba claro que estaba siendo sometida sin consentimiento. Pero, era una mujer ardiente sexualmente, y su esposo no la satisfacía. De hecho, buscaba momentos para poder desahogarse y satisfacerse mediante la auto masturbación.

Por tal motivo, pese a estar siendo sometida contra su voluntad, Vale se encontraba excitada, y hasta, deseosa de sentir la daga de aquel vecino. Sentir la fortaleza de aquel hombre, mayor que ella, pero que parecía seguir conservando una vigorosidad envidiable, la seducía. Jamás hubiera pensado nada semejante de su vecino. Ver la fortaleza que el mismo mostraba entre sus piernas, aumentaba más su excitación.

Alberto   por su parte, comprobó que tenía a su completa disposición a la mujer del vecino. Algo que nunca hubiera imaginado. Tampoco pensó que se conservara tan bien aquella mujer. Observó los hermosos pechos de la misma, y agachándose sobre ella, acercó su boca hasta alcanzar los exuberantes pechos. Su excitación se incrementó. Comenzó a saborearlos. Primero con algunos lengüetazos ambas aureolas y los sobresalientes pezones, para luego continuar chupando y succionando los mismos, logrando obtener los primeros gemidos de la mujer.

Vale, se veía indefensa ante aquel hombre, su vecino, que se estaba apoderando totalmente de sus senos. Lejos de molestarla, la acción de aquel varón sobre una de sus partes más sensibles, la agitó:  Oh no … los pechos no …ooo… déjame ….oooo . Vale intentó levemente, y sin convicción, mostrar su oposición a tales actos tan seductores que aquel hombre aplicaba a sus delicados pechos. En el fondo los ansiaba.

Por supuesto Alberto   no cedió ni un ápice. Al contrario, intensificó el chupeteo de su boca sobre aquellos hermosos senos, casi blanquecinos como el resto de su cuerpo, viendo como la mujer pese a su oposición, comenzó a gemir entrecortadamente ante el placer que le producían los lengüeteos y chupadas que le estaba propinando el vecino.

Mientras se concentraba en los pechos de la mujer, Alberto   fue acercando su mandarria hasta colocarla, “justo en los labios de la vagina de la mujer”. Su enorme tranca se hizo paso entre la tupida pelambrera de vellos, hasta alcanzar los labios vaginales. Pese al estremecimiento manifestado por la mujer: Oh no … no puedes meterla, Alberto   decidió pasar primero todo su pene por encima de los labios vaginales, embadurnando su glande con los fluidos de la mujer, al tiempo que realizó movimientos como de penetración, pasando su pene por encima de los labios vaginales, sin llegar a penetrarla. Esa acción agitó más a la vecina. Vale sentía la dura pieza del vecino frotándose con toda la raja de su coño, llegando incluso a sentir los grandes testículos del mismo.

-Oh que haces ooo por favor…. Manifestaba una y otra vez, ante la agitación que le producía sentir aquella gran polla frotándose contra los labios de su coño.  Oh no … oh por favor … no la meta…-oyó Alberto   que le rogaba la mujer.

Vale, a pesar de su miedo por la enormidad de aquella pieza, ansiaba que se la metiera. Los frotamientos la estaban haciendo sufrir. Necesitaba sentir aquella barrena en su coño. De hecho, se abrió bien de piernas, para facilitar la acción del vecino, que no paraba de excitarla, pasando su mandarria por encima de los labios vaginales.

Alberto   tampoco podía más. Necesitaba clavar a la vecina de una vez. Se había percatado de la tremenda lubricación de aquella mujer. Era evidente de que, pese a su negativa, y las palabras de oposición, en el fondo se encontraba excitada mientras sentia el paso de su pene por toda la ranura del coño. Ese frotamiento estaba acabando con cualquier oposición de la mujer.

-Te has dado cuenta preciosa. Tengo una buena daga. Uf Vale, tu coñito se haciendo agua con solo frotártelo por encima. Le comenzó a decir, sin dejar de frotarse contra ella. ¿Estas deseando que te le clave ya verdad? ¡Uf me estas poniendo como una moto! No pensé que la mujer de mi vecino pudiera estar tan buena. Le comentó Alberto  , sin dejar de pasar su tranca por encima del coño de la mujer.

-Oh Alberto  … oh no siga. ¡No se loco… no haga algo de lo que luego se vaya arrepentir! Le contestó la mujer.

Mientras el hombre le contestaba: seguro que no me voy arrepentir. Eso te lo aseguro. Al propio tiempo, decidió clavar aquella hembra. Dirigió su falo a la entrada del coño, y de una perfecta estocada, le envaino más de la mitad de su verga.

Oh… nooo. Oh ¡que grande…me vas hacer daño… sacala ¡…- le contestó la mujer, sorprendida ante el avance e invasión de la mandarria del vecino. Oh cabrón…. lo has hecho ooo- exclamó Vale al sentir como la verga del vecino se introducía por primera vez dentro de su cavidad vaginal.

Pese haber tenido una hija, parecía que, debido a la escasa actividad sexual de su esposo, su vagina daba la impresión de hubiera vuelto a cerrar. Ella misma notaba la estrechez de sus paredes vaginales, que se abrían de forzadamente ante el paso del grueso pene del vecino. Aunque apenas tuvo tiempo de rechistar, ya que, de una segunda estocada, el hombre le ensartó la totalidad de su verga. Sintió claramente los testículos colisionar con sus nalgas. Signo evidente que la había atravesado totalmente. Oh que daño… oh me la has metido toda…ooo

Alberto   se sorprendió al comprobar que aquella mujer parecía bastante estrecha. Pero esa circunstancia no lo contuvo. Sentir como su verga iba abriendo las paredes vaginales de la mujer, lo excitó de tal manera, que arremetió con todas sus fuerzas, en una segunda estocada, clavando su verga íntegramente en aquel ardiente coño.

-Uhm… Vale. ¡Que buen coño tienes!… Uf que delicia… Estas tan estrecha como una jovencita, pero ya la tienes toda dentro. ¿la sientes verdad? ¿sientes mi polla? le dijo el hombre, para excitarla aún más.

La mujer, pese a sentirse ultrajada y sometida por aquel vecino, comprobó que tenía dentro de su vagina una verga como dios manda. Era un pene de unas dimensiones bastante grandes y bien grueso. Nada que ver con el de su esposo, que para colmo la mayoría de las veces le entraba medio flácido. Notaba la extrema dureza del sable del vecino, como había abierto las paredes de su vagina, y se encontraba totalmente alojado en su coño. Se notaba llena, como si aquel sable la fuera a reventar.

La sensación de sentir la tremenda dureza de aquella verga en su coño, hizo olvidarse a la mujer de todos sus prejuicios y temores. A los pocos minutos, comenzó a colaborar. Necesitaba saborear ese momento. Por ello, miró al hombre a la cara, viendo que aquel interpretó que es lo que deseaba. Deseaba que comenzara a bombearla. Necesitaba que la hiciera correrse como una verdadera fulana. Estaba entregada.

Alberto  , comenzó entonces a perforar aquel coño, realizando los movimientos de mete y saca. Primero de forma tímida, para ir aumentando, sintiendo como las paredes vaginales iban cediendo en su presión, y facilitaban la entrada de su verga. Eso lo animó a acelerar sus bombeos, metiendo y sacando con gran poderío su tranca, sacándola hasta la misma entrada vaginal para luego volver a meterla hasta la misma base. El hombre estaba extrañado. Se estaba dando cuenta que follar aquella mujer le parecía incluso más placentero que follar a su propia hija. Por ello, tomó las caderas de la mujer y comenzó a clavarla una y otra vez, viendo como su polla se abría paso hasta lo más profundo de la vagina.

-Oh Alberto  … me abres mucho…. Oh si cabronazo… sigue asi…. Vas hacer que me corra… oh si .. sigue…exclamó una y otra vez la mujer, excitada y notando que pronto alcanzaría el orgasmo. Llevaba mucho tiempo sin alcanzar el orgasmo con el pene de su marido dentro, por lo que, en ese momento, necesitaba alcanzarlo a toda costa.

-Si preciosa… Uf Vale …. ¡que buena estas! … así… ¿te gusta mi polla verdad? ¿Tenías ganas de polla verdad?

-Oh cabronazo … calla … y ..”continua metiéndomela”. Y cuando estaba a punto de alcanzar su orgasmo lo miró fijamente a los ojos y le dijo: si cabron… “estaba necesitada de polla”. ¿Qué esperas para reventarme? Clávame tu puta polla hasta el fondo…. Oggg  asíii…

Alberto   ante las peticiones de la vecina, arremetió con tal fuerza que todo el cuerpo de la mujer se comenzó a palpitar y estremecerse, ante cada penetración. Observó claramente como la vecina alcanzaba el orgasmo. Eso lo animó a perforarla una y otra vez, como si fuera una autentica apisonadora.

Vale, sintió que se fraguaba el primer orgasmo de la tarde. Se iba a correr. Lo necesita. Aquel semental del vecino, la estaba volviendo loca. Pedía una y otra vez que se le metiera más adentro. Que la terminara de reventar. Jamás había sentido una sensación tan gratificante. Aquel pene la llenaba totalmente. La hacía suspirar y gemir entrecortadamente, hasta que no pudo más. Comenzó a convulsionarse de una forma casi escandalosa, agitando su cuerpo sobre la hierba, mientras se retorcía, hasta alcanzar el clímax deseado:  Oh si ooo…. me vengo oooo

Alberto   observó atónito, como aquella mujer comenzó a convulsionarse, moviendo hacia arriba las caderas, haciendo palpitar su verga dentro de la vagina, retorciéndose de autentico gusto. Los movimientos de la mujer fuero tan agitados, que parecía que le pretendiera partir su pene dentro. Hasta que, por fin, tras algunos minutos de autentico vaivén con su cuerpo, la mujer se quedó relajada, aflojando sus miembros, manteniendo toda la verga dentro de su coño.

El vecino dejó que aquella se recuperara. Mantenian sus cuerpos uno encima del otro, y las caras bastante cercanas. En ese momento Vale miró al vecino. Se le notaba cara de auténtica felicidad. Había tenido el mejor orgasmo de toda su vida. Aquel vecino la había llevado a la gloria. Por ello, en un acto reflejo, acercó su boca a la del vecino, y ambos se fundieron en un ardiente beso. Alberto   se dio cuenta que aquella mujer estaba entregada. Se besaron sin parar.

Esos besuqueos, aumentaron la excitación de ambos. Vale al ver que la verga del vecino seguía invicta, y dura como una auténtica roca, lo hizo girarse sobre la hierba, para posicionarse ella sobre el hombre. Pese a que se había desencajado el pene, no tardó mucho en sentarse sobre la mandarria del vecino, clavándosela hasta la misma base: ¡oh cabron … que buena polla tienes!

Sin poder contenerse, la vecina, presa de auténtica lujuria, comenzó a cabalgar la polla del vecino. Se hallaban en pequeño descampado, rodeados de una tupida maleza. La mujer, excitada, comenzó a saltar sobre la verga del vecino, profiriendo auténticos gemidos, hasta gritos de autentico placer.

Alberto   la dejó, viendo como al poco tiempo la mujer volvió alcanzar el segundo orgasmo, retorciéndose nuevamente de forma casi alocada, saltando encima del mismo, clavándose y desclavándose la verga. Al terminar quedó completamente agotada recostándose sobre el cuerpo de Alberto  , aún con toda la verga dentro de ella. El sol de la tarde resplandecía sobre el cuerpo de la mujer, que se mostraba completamente desnuda sobre el cuerpo del vecino.

Paso un tiempo, el suficiente para que la mujer se recuperara. Miró a la cara al vecino y le dijo: Oh Alberto   me has hecho correr dos veces, y aún sigues así. Noto tu pene duro dentro de mi coño. Le miró fijamente y le pregunto: ¿seguro que estás pensando en correrte dentro? Pero no puedo permitirlo. Yo aún soy una mujer fértil, y podrías embarazarme. No tomo nada.

Alberto   le contesto: “Pues tengo ganas de regarse por dentro”. Se que también anhelas sentir mi leche calentita. Llevo días sin correrme, y “debo tener bastante espeso mi semen”.

-¿estás loco?. ¿Sabes lo peligroso que es? ¿Y si me dejas embarazada? Le recriminó la vecina, agitada ante la pretensión del vecino.

El hombre no le contesto. Dora se quedó bastante preocupada. Era verdad que ansiaba sentir la leche del vecino en su coño. Sentir que la regara por dentro. Pero era una temeridad. No sabía si podía estar en sus días fértiles. De hecho, dada la escasa actividad sexual de su esposo, hasta había perdido la cuenta. Sabía que debía estar cerca. Un estremecimiento la abordó.

Sin pensarlo, decidió conocer por ella misma el volumen de semen que tenía depositado el vecino en sus pelotas. Por ello, retirándose de encima del mismo, observó el pene que continuaba recto como una viga. Vio los tremendos testículos del mismo, los cuales alcanzó con sus manos. Los palpó descaradamente, apretándolos entre pequeñas manos, constatando que parecían dos bolas de tenis. Un nuevo estremecimiento recorrió su cuerpo. Aquel semental debía tener una buena carga de semen en sus pelotas. No le cabía la menor duda. Sin retirar su mano de los testículos del hombre, le miró a la cara y le dijo: Joder. ¿Los debes tener llenos? ¿Y pretendes correrte dentro de mí?

El vecino le dijo: ¿Tampoco sabes si estas ovulando? Anda Vale. ¡Déjame que te riegue ese coñito! ¡Que sientas mi leche calentita dentro! ¡Te aseguro que jamás nadie te habrá regado como yo!

La mujer volvió a mirar los huevos del hombre, que no dejaba de masajear, respondiéndole: ¡de eso estoy completamente segura! Se quedó indecisa. Y tras unos momentos, le volvió a decir: Oh Alberto  . Mira, mi marido, apenas me hace el amor. Por eso me he tenido que masturbar. ¿No es que no quiera sentir tu leche? Pero, es que temo poder quedar embarazada de nuevo.

El hombre le volvió a decir: ¿no pretenderás dejarme así? Ya has visto como me tienes. Necesito descargar.

-¿quieres que te toque una paja? Le dijo aquella tímidamente.

El hombre le contesto: ¡a mi eso no me va!. ¡Quiero vaciarme dentro de su ardiente coño!

La mujer se dio cuenta que el hombre estaba decidido hacerlo. Se quedo preocupada preguntándole: ¿no pretenderás hacerlo a la fuerza?

Alberto  , agitado, le contesto: Vale, desde que te vi bajo el ciruelo, he tenido la firme decisión de follarte y llenarte con mi leche. No quiero hacerte daño. “Pero, tengo la firme intención de llenarte. Y te juro que voy a conseguirlo”.

-Pero Alberto  . Que cabronazo eres. Veo que “eres capaz de violarme de nuevo”.

Alberto   y Vale seguían en el descampado, completamente desnudos. La mujer estaba preocupada ante la decisión del vecino de querer volver a penetrarla para correrse dentro. Justo cuando el hombre hizo amagos de volver a subirse sobre el cuerpo de la mujer, sintieron como una bandada de pájaros salía volando de los matorrales, como si algo o alguien los hubiera asustado. Inmediatamente decidieron cubrirse ante la posibilidad de ser descubiertos.

El hombre se acercó hasta el lugar, comprobando que se trataba de un gato que había asustado a la bandada de pájaros. Para cuando volvió al descampado la vecina ya se había marchado. Aquel maldito gato le había fastidiado la tarde. Se había quedado sin poder correrse.

Pese a lo ocurrido, el hombre continuó espiando por si la vecina se atrevía nuevamente acudir a esa zona. Pero, todo fue en vano. Fueron pasando los días y sus esperanzas se desvanecieron, al igual que tampoco regresó la hija de los vecinos.

Sin embargo, aquel encuentro en el descampado había causado un gran impacto en Vale, la vecina. La casi nula actividad sexual de su esposo, pronto la hizo añorar aquellos momentos. Cuando fueron pasando los días, cada vez que veía en el jardín de la casa del vecino a Alberto  , sus hormonas se revolucionaban. Ansiaba volver a sentir la verga de aquel semental en su vagina, que la atravesara una y otra vez hasta volver a correrse como una autentica puta. Pero, no se cuidaba. Pensó en volver a tomar anticonceptivos, pero tenía la experiencia lo mal que le habían ido, y que le ginecólogo le había recomendado que dejara de tomarlos. Pese a las consecuencias, era consciente de que aquel hombre la volvería a coger.

Una mañana se levantó bastante acalorada. Había intentado hacer el amor a su marido, pero se quedó a medias. Aquel no estaba en condiciones y al poco tiempo perdió la erección. Se sentía decepcionada. Era media mañana, su esposo se había marchado a trabajar, y comenzó hacer la comida. Desde la ventana de la cocina observó al vecino que se dirigía al huerto. Dedujo que iría a realizar algún trabajo en el mismo, ya que poseía varios frutales en aquella zona. Aún recordaba que quedan ciruelas, y otras frutas empezaba a estar propicias para recoger. Ya casi había terminado la comida del medio día. En ese momento recibió una llamada de su esposo diciéndole que no le esperara para comer, que comería en un restaurante con unos compañeros y luego volvería al trabajo. Tenía toda la mañana y hasta casi la noche para ella sola. Se notaba tan caliente que estuvo tentada de marchar al encuentro del vecino y que le pegara una follada. Una y otra vez lo intentaba y desistía.

Alberto   por su parte, se había olvidado de la vecina, pensando que nunca más volvería a tener una ocasión similar. Se había puesto a regar unas hortalizas que tenía sembradas, y limpiar algunos hierbajos. Hacía calor, por lo que se había calzado únicamente un pantalón corto y una camiseta recortada. En un momento dado, sintió pasos, verificando una persona se hallaba bajo el ciruelo. La posibilidad de que fuera Verónica o su madre, lo hizo ponerse en guardia. Dejó lo que estaba haciendo, se lavó las manos y decidió acercarse. Como esperaba encontró a la vecina bajo el ciruelo, la cual con un palo intentaba hacer caer unas ciruelas que colgaban de una de las ramas del ciruelo.

Vale, había estado dudando sobre si acercarse o no. Al final su excitación era tal, que fue al baño, se lavó sus partes, y se colocó una braga nueva, ya que la que tenía estaba mojada por la excitación. Siempre usaba ropas bastante conservadoras, pero esta vez, localizó en el armario una falda de su hija. Tenían casi las mismas medidas, comprobando que le servía, aunque dejaba a la vista gran parte de sus blancos muslos. Busco una blusa blanca, y dejó suelto varios botones, para que pudiera entreverse su hermosa delantera. Se miró en el espejo y se excitó. Si su esposo la hubiera visto con aquella indumentaria la hubiera regañado. Sabía que presentarse así ante el vecino, era una completa provocación. Pero era lo que pretendía. Estaba tan caliente que se olvidó de sus prejuicios de mujer conservadora, casta y estrictamente religiosa. ¡Necesitaba un polvo!

Observó como el hombre se dirigía hacia ella. Su corazón se agitó. Aquel se fue acercando, y observó la cara de sorpresa del mismo ante la vestimenta que llevaba.

Y no era para menos. Alberto  , al ver la forma en que iba vestida la vecina, dedujo al instante lo que iba a ocurrir. Su verga emergió bajo el pantalón mostrando un abultamiento difícil de ocultar. Observó los hermosos muslos blancos de la vecina, quien, al intentar alcanzar las ciruelas, se alzaba pudiendo dejar a la vista una parte de las bragas blancas que portaba. Llegó hasta ella, casi sin decirle nada. Una vez a su lado, le dijo: ¿te ayudo?

La mujer se giró, y lo observó. ¿Cómo? … ¿ah estabas ahí? le comentó haciéndose la sorprendida. Tras mirarlo a la cara, no pudo evitar bajar la vista y contemplar el abultamiento que mostraba en la entrepierna el vecino.

Alberto   se acercó colocando su cara cerca del cuello de la mujer, diciéndole al oído: Uhm Vale. Me encanta como vas vestida. ¡estás encantadora! ¡pareces una jovencita!

La mujer sin girarse, le contesta: ¿de verdad te gusta? ¿si mi esposo me ve así se divorciaría de mi?

_pero, ¡tu esposo no está ahora aquí! ¿Te he hecho mucho de menos? Le comentó mientras la tomaba por la cintura y la atraía hacia él, haciéndole sentir la dureza de su falo.

El corazón de la mujer comenzó a revolucionarse. Había percibido la dureza del pene del vecino, y dada su extrema calentura, aquello la excito. Notó como mojaba su braga. Girando la cabeza, le contesto: ¿de verdad me echabas de menos? Y echando la mano hacia atrás, hasta atrapar los genitales del hombre sobre el pantalón. Al notar la dureza del nabo del vecino, exclamando: ¡ya veo que si!.  ¡Oh cabronazo, ya estas empalmado!

-Es que se alega de verte. Le dijo Alberto  , mientras comenzó a subir sus manos al encuentro con los pechos de la mujer, atrapándolos sobre la blusa. Los apretó, manoseándolos, haciéndola gemir. Decidió soltar los botones de la blusa, dejando aquella abierta, para poder palpar los pechos de la mujer, para lo cual metió las manos bajo el sostén hasta terminar subiéndolo y dejando al aire sus hermosos senos.

-Uf preciosa. Ansiaba volver a sentir esos pechos. ¿Oh Vale como me pones?

Pero el vecino no se quedó ahí, sino que su mano fue descendiendo hasta meterse por entre las piernas de la mujer, alcanzando la braga que llevaba. Quedo sorprendido al percatarse  de que la prenda estaba mojada. ¡La vecina estaba bien caliente! Oh… que mojadita estas. ¿Andas caliente verdad vecina? Le comentó el oído, mientras la toqueteaba desde atrás, intentando calentarla aún más. ¿Veo que estas bien necesitada? Volvió a comentarle. La mujer gemía y no le contestaba. La realidad es que Vale lo estaba buscando, y había decidido entregarse. Alberto  , la hostigaba con su lenguaje soez, con la finalidad de ponerla a punto: ¿Necesitas mi verga verdad? ¡Has visto como me tienes!  ¡oh vecina te voy a dar mucha verga!

La mujer se dejó manosear, e incluso apoyó las manos sobre el tronco del árbol, abriéndose de piernas para que le vecino pudiera toquetearla a placer. Sintió los dedos del mismo abriéndose paso por entre sus labios vaginales, para introducirse en su panocha, agitándose y aumentando su excitación.

Og… uhhh gimió Vale, al sentir los dedos del semental penetrando su vagina. Pero se dejó hacer, viendo como le tomó las bragas por los laterales y pronto acabó de bajárselas, extrayéndolas por sus pies. La vecina estaba a la completa disposición de aquel potro. Notaba a la tremenda excitación del vecino, sintiendo como aquel pasaba toda su mano por su vagina, y recreándose igualmente con su trasero.

-¡Uf Vale!. ¡Que clavada te voy a dar! Uf… vecina, “tienes falta de polla”. ¡Lo tienes bien mojado!. Le dijo, sin parar de manosearla y toquetear su trasero, hasta terminar por levantar la falda más arriba de la cintura. Luego, sin poder contenerse, se bajó los pantalones, dejándolos caer al suelo, haciendo lo mismo con su slip. Observó la tremenda erección de su nabo. Agitado lo acercó al trasero de la mujer, diciéndole: ¿Sientes mi polla? ¿Quieres sentirla dentro?

La mujer entonces, presa de auténtica excitación, al saber que estaba cerca de ser nuevamente penetrada por el vecino, se dignó contestar: ¡que esperas para clavarme! ¡ Si cabronaza,…estoy bien caliente! ¡Vamos … no esperes más… atraviésame!

Alberto   ante la suplica de la vecina, abrió un poco más las piernas de la mujer, acercando su falo hasta los mismos labios vaginales. Aquel coño le pareció tan mojado y lubricado, que no hizo falta nada más. De dos estocadas, le terminó de ensartar la totalidad de su falo. ¡Nuevamente estaba dentro del coño de la vecina! Su ego aumento de forma considerable. No solo tenía clavada a la vecina, sino que percibía con sorpresa la tremenda calentura de la misma. ¡Aquel coño ardía! Era como si la vagina de la vecina fuera una caldera en ebullición. Eso más lo enardeció. Su verga se pasó rígida como una viga dentro de aquel coño. -Uhm vecina. ¡como tienes ese coño!¡parece una caldera hirviendo!

El hombre decidió aprovechar aquel momento y la excelente receptividad de la vecina. Por ello se empleó a fondo, bombeando sin para a la mujer, clavando una y otra vez su mástil en el coño, con gran potencia y vigorosidad. Esa dureza y vigorosidad fue advertida por Doña, que se sintió sorprendía ante el poderío que estaba demostrando su vecino. Su agitación aumentó cuando sintió como el vecino alcanzó sus desnudos pechos, sobándolos y masajeándolos, sin dejar de perforar en ningún momento su encharcado coño. Vale se vio obligada a sujetarse con fuerza al tronco del árbol, a fin de poder aguantar las tremendas arremetidas que le propinaba aquel semental. Alberto  , la estaba culeando de una forma, que ningún hombre lo había hecho. ¡Era lo que necesitaba!

Estaba tan caliente que no tardó mucho en alcanzar el primer orgasmo de la tarde. Sus bramidos, y gritos de placer se hicieron evidentes, mientras el vecino le ensartaba una y otra vez su pene hasta los mismos testículos. Tan intenso fue el orgasmo, que tuvo que ser sostenida por el hombre tras acabar su éxtasis. Había tenido un  orgasmos descomunal, viendo que le fallaban las fuerzas.

Alberto   entonces, salió del coño de la misma. Miro y vio el tronco en forma de banqueta que había utilizado con la hija de la vecina, y sentándose en el mismo, invitó a la mujer a que lo montara.

Vale, observó que aquel semental continuaba con su verga inhiesta y mirando hacia el cielo. Estaba anonadada contemplando el mástil. No se la había bajado ni un ápice. Excitada, se abrió de piernas, para irse sentando sobre los muslos del hombre, acercando su coño justo a la altura del tremendo cipote. Una vez encima, se fue dejando caer, hasta volver a clavarse íntegramente el falo del vecino. ¡Nuevamente se retorció al sentirse llena por aquel sable!. Ahora estaban frente a frente. ¡Oh cabronazo como la tienes! Joder… Alberto  ,  ¿parece que la tuvieras mas rígida que el otro día?. Uf me llenas…

-Eres tu la que me la pone así. Uhm Vale deseaba volver a tenerte. No sabes cuanto ansiaba volver a clavarte. ¿Jamás pensé que la mujer de mi vecino estuviera tan buena? Vamos… preciosa…sigue así… ¡sé que quieres volver a correrte de nuevo!…

-Oh si… oh joder como me abres… Uhm gemía la vecina, subiendo y bajando, clavándose una y otra vez la verga del hombre. Lo cabalgó, disfrutando del polvo, intensificando su cabalgada como una auténtica amazona. Alberto   mantenía su completa erección, viendo como los voluminosos los pechos de la mujer, se bamboleaban ante la subidas y bajadas de su cuerpo.  No pudo resistir la tentación, y decidió tomar en sus manos aquellos hermosos senos. Sus manos se apoderaron de los mismos, acariciándolos mientras la mujer lo seguía cabalgando. Esa acción fue el acicate suficiente para que, Vale volviera alcanzar el segundo orgasmo de la tarde.

La mujer al sentir que le llegaba su segundo orgasmo, se retorció sobre los muslos del hombre, apretando fuertemente las paredes de su vagina, como si intentara estrangular entre sus músculos vaginales el pene del varón. Al propio tiempo realizó movimientos como si retorciera su cuerpo, disfrutando del tremendo polvo, hasta terminar, viniéndose de forma ostentosa, vociferando y gritando, mientras llegaba al éxtasis.

Tras acabar, apoyó su cabeza en el pecho del hombre. Se sentía tremendamente satisfecha. Llevaba tiempo sin alcanzar el orgasmo, y el semental del vecino la había hecho venir dos veces. Le miró a la cara y volvió a besarlo en la boca. Se quedó unos momentos sobre los muslos del hombre, recostada sobre el mismo, permaneciendo con todo el falo dentro de su vagina.

Una sé hubo recuperado, se percató de que el vecino seguía con su pene como un mástil dentro de ella. ¡Tenía claro que aquel semental quería descargar! Y, ¡sabía que deseaba hacerlo dentro de ella! En la ocasión anterior, un gato había evitado que lo hiciera. Estaba vez era consciente de que no iba a poder evitarlo. Sabía que se hallaba bastante caliente, y que era temerario permitírselo, pero, ella también ansiaba sentir el semen de aquel hombre. Ese pensamiento la volvió agitar. Instintivamente se incorporó sacándose el falo de su vagina, comprobando la tremenda oquedad de su coño. Luego observó los genitales del hombre y metiendo sus manos alcanzó los testículos de Alberto  . Se quedó electrizada. Notó la gran dureza de los mismos, evidenciando que estaban bien cargados. Excitada lee dijo: – ¡Los tienes bien cargados! ¿No seguirás pensando en correrte dentro? Ya te dije que no me cuido.

– Vale. En el fondo quieres sentir mi lechita dentro. La otra vez te escapaste. Hoy no ocurrirá lo mismo. ¡Quiero llenarte con mi semilla! -le contestó el hombre, denotando la mujer que no lo decía en broma. Percibió que aquel estaba decidido hacerlo.

Vale se estremeció. Tenía claro que quería hacerlo dentro. Pero su agitación aumento, cuando le hablo de sembrarle su semilla. ¿Acaso quería embarazarla de verdad?  Eso la trastorno. Por ello le pregunto: Pero… ¿es que quieres dejarme embarazada?

-¡Me encantaría hacerte un hijo!. Aun eres una mujer preciosa, y como me has dicho, sigues fiendo fértil. Solo tienes una hija. Tu marido no creo que sea capaz de embarazarte más.  Le comentó el hombre con total descaro.

Vale no se creía lo que aquel vecino le estaba diciendo. Quería embarazarla. ¿Lo estas diciendo en serio? Me quieres preñar. … ¿estás loco o qué? . Asustada se levantó intentando marcharse.

Alberto  , no estaba por la labor. Tenía una excitación de caballo. Aquella vecina no lo iba a dejar a medias otra vez. Por ello, la tomó con fuerza, la sujetó, obligándola a apoyarse en cuatro obre el tronzo que había servido de banqueta, y pese a las protestas de la mujer, logró encajarle la totalidad de su falo nuevamente en el coño.

Vale sintió a la extrema dureza de la penetración. El vecino la estaba arremetiendo con tanta intensidad que hacia estremecer todo su cuerpo con cada una de las penetraciones.  Oh no para … no los hagas…. Oh me revientas …..

El vecino no quiso hacer caso a ninguna de las quejas de la mujer. Continuó perforando el coño de la vecina suma dureza. Su verga entraba como un misil dentro de la caliente vagina. Su excitación era tal, que pronto percibió como emergía por la ureta los primeros chorros de semen. ¡Se iba a correr dentro de aquella hembra! Era consciente de que la podía embarazar, pero necesitaba descargar. Había deseando hacerlo durante muchos días. En ese momento nada le importó. Lo iba a terminar haciendo. No tardo mucho.

Vale se sorprendió al percibir las primeras lechadas del vecino. ¡Se estaba corriendo dentro de ella! Se quedó paralizada. El vecino estaba cumpliendo su palabra, y se estaba viniendo dentro de ella. Pero su preocupación aumento al sentir la intensidad y potencia de aquellas lechadas, que, además, le llegaban bien adentro. Profundamente. Prácticamente el vecino estaba regando su coño. ¡oh cabrón lo estás haciendo!,ooo ….me vas a embarazar ooooo

-Oh si Vale … me vengo. Oh que placer… Uf te voy a regar bien ese caliente coño. toma … toma… ooo

La vecina estaba más sorprendida al ver que aquel semental no paraba de desecharse dentro de su caliente y receptivo coño. Sentía cada lechada, y pensaba que jamás había sentido el semen de su marido de esa forma. El semen del vecino le llegaba profundo, e intuía que estaba regando bien sus ovarios. Aquel cabronazo la iba a terminar embarazarla. Oh… joder… para …me llenas… oh joder…

Cuando por fin Alberto   acabó de vaciarse dentro de la vecina, salió de la misma. Observó que fluía del coño de la mujer restos de su semen, ya que la mujer realizó un intento de expulsar el mismo de su vagina. Él sabía que su corrida había sido copiosa, y que había sido lanzado bien adentro del caliente coño de Vale. Se quedó igualmente satisfecho, ya que había descargado a placer. Llevaba tiempo sin una descarga como aquella.

Vale se giró, e increpó al hombre: ¿Cómo te has atrevido? ¿Y si me has embarazado? ¡te dije que no te corrieras dentro!

El vecino, la atrajo hacia él, y la besó ardientemente en la boca. Pese a los intentos iniciales de Vale se retirarse, terminó aceptando. Oh Alberto  … ¿Por qué lo has hecho?…

El hombre la acarició y le dijo: Será un verdadero placer poder hacerte el amor embarazado. Ya me lo estoy imaginando. Vamos no te preocupes tanto. Seguro que no ocurrirá nada.

Tras unos momentos de descanso, ella le indicó que iba a marcharse. Cuando se retiraba Alberto   le susurro: ¿vendrás mañana?

Vale se sintió agitada ante la pretensión del vecino contestándole: ¿pretendes volver hacerlo mañana? ¡está claro que pretendes dejarme embarazada!

El vecino no le contestó. Simplemente le dijo: ¡te estaré esperando!

Vale se retiró dirigiéndose hacia su casa. Pensaba en todo lo ocurrido, y en el descaro del vecino que quería volver a cogerla al día siguiente pese a conocer que podía estar en días fértiles.

¿accederá la vecina? Se pregunto Alberto  Alberto  , viendo cómo se retiraba aquella.