Pago la renta con sexo, Viejos usan mi cuerpo

Pago la renta con sexo, Viejos usan mi cuerpo

Pago la renta con sexo, Viejos usan mi cuerpo.

Esta historias es absolutamente real, como no tengo perfil, estoy usando el de mi mejor amigo y confidente. Mi nombre es Verónica, tengo 24 años, mido 1,70 metros, pelo castaño claro largo, soy delgada, de piernas largas y colita parada, pero lo mejor que tengo son mis lolas, gorditas y paraditas. Hace dos que estoy casada con Pablo, a quien amo con toda mi alma. Todo comenzó inmediatamente después de casarnos, ambos trabajábamos y decidimos alquilar un departamento en la ciudad de Mendoza. Esta decisión no fue fácil, ya que mi marido antes de casarse vivía con su madre en una casa bastante cómoda, y por lo tanto su idea era que fuéramos a vivir con mi suegra, con el principal fundamento de que pese a trabajar ambos, no teníamos sueldos importantes para pagar un alquiler sin sobresaltos.

Pero yo no quería vivir en casa de mi suegra, y fue una lucha muy grande que al final gané al alquilar el departamento para nosotros solos. Volviendo un poco, les cuento que estuve de novia cuatro años y nunca tuve relaciones sexuales con nadie hasta casarme el 12 de julio de 2002. La noche de bodas y mi debut en el área sexual no fue tan espectacular como siempre me imaginé. Llegamos a un hotel de Mendoza a las 6 de la mañana, nos tiramos en la cama, nos quedamos dormidos, y mi primera relación sexual la tuve al despertar como a las once de la mañana. Pablo estaba encima mío, me besó en el cuello, me acariciaba con ambas manos, me corrió mi bombachita, me metió un dedo, y me causó bastante dolor, él se dio cuenta y me sacó el dedo y rápidamente bajó su cara y me besó mis labios vaginales y empezó a meterme su lengua, todo era increíble, luego se incorporó, me apuntó y me penetró sin miramientos. Todo me encantó pero fue como demasiado rápido.

Pero el motivo de este relato es una experiencia que me tiene traumada pese a que ya se terminó. El departamento alquilado estaba ubicado en un edificio de tres pisos y cuatro departamentos por piso, excepto en planta baja, en donde habían unos locales comerciales y el departamento de Don Pedro, el dueño del edificio. Don Pedro tenía en ese entonces 65 años, era alto, corpulento, bastante panzón, con el pelo blanco y barba incipiente. Los primeros meses fueron muy lindos en todos los sentidos, con mi marido estaba todo bien, sexualmente habíamos mejorado mucho y estábamos muy felices, con la sola excepción de las contínuas escenas de celos por parte de Pablo.

Él me celaba con un compañero de trabajo, y con quien solo me mirase. Pero yo lo amaba y amo, y aunque a veces me hace llorar con sus escenas, después me olvido y todo sigue bien. Con Don Pedro, estaba todo bien hasta el sexto mes, a mi me quitaron en mi trabajo unas horas que cumplía en la tarde, mi sueldo bajó considerablemente, aparecían más gastos, y la cosa se complicó, y fundamentalmente con el pago del alquiler. Mi marido aprovechaba la situación para recordarme por enésima vez que si viviéramos con mi suegra no pasaría todo esto, etc.

Ese mes sólo pudimos hacer un par de pagos parciales del alquiler y a Don Pedro esto no le gustó mucho. La cosa siguió mal y al mes siguiente ya debíamos un mes y medio, y esto según el contrato de alquiler era causal de desalojo, estaba perdiendo mis sueños y tenía que volver a vivir con mi suegra. La última chance de quedarme era tratar de hablar con Don Pedro y proponerle pagar la deuda en un plan de pago financiado, pero esto era muy difícil, por lo que había escuchado de otros inquilinos. Pero yo ya estaba jugada y sin que se enterase mi marido, una tarde fue a verlo al dueño del edificio, eran como las cinco de la tarde, faltaba una hora para que llegara Pablo de su trabajo. En su departamento me atendió su esposa, una mujer de más de sesenta años, bajita y gordita, fue a buscar a su marido, regresó sola y me indicó el camino hasta una habitación que hacía las veces de taller, en donde Don Pedro tenía todas sus cosas y herramientas.

Me detuve en la puerta esperando algún gesto, y él me solicitó que pasara y cerrara la puerta. Me invitó a sentarme y en ese momento le explique el motivo de mi visita. Cuando le hice mi oferta (del plan de pago) respiró fuerte y sonoramente, fijó su mirada en una vieja radio que estaba desarmando, y de pronto movió su cabeza en forma negativa. Me quería morir, mi última posibilidad de quedarme en ese departamento se estaba esfumando rápidamente. Luego de explicarme que él no acostumbraba a hacer financiaciones, me negó todos los caminos para encontrar una solución, excepto uno, que cuando me lo explicó me dio ganas de insultarlo y salir gritando para que su mujer escuchara y supiera el marido que tenía. Primero me preguntó que hacía yo ahora en las siestas desde que no trabajaba en la tarde, y yo ingenua le dije que nada, creo que en ese momento me imaginé que me iba a ofertar algún trabajo. Sin embargo me dijo:

– Le hago una propuesta, si usted me deja pasar con usted una siesta por semana, y es buena conmigo, le perdono la deuda y sin que se entere su marido le bajo el valor del alquiler a la mitad.

Pero usted está loco, ¿Qué se ha creído? Y salí casi corriendo.

Me encerré en mi departamento y había decidido contarle todo a Pablo, para que le pegara una trompada al viejo y nos fuéramos, aunque sea a la casa de mi suegra. Lloré y lloré, y lentamente entré en una sensación contradictoria que no sabía explicar: Sentía odio, asco, bronca por lo que me pasó y porque tenía que irme a mi suegra. Pero empezó a pasarme algo muy raro, de solo recordar las palabras de Don Pedro, su mirada degenerada, imaginar lo que me propuso, empecé a excitarme, sí es increíble, pero sí, y ya no sabía nada, ¿ Qué quería ? Esa noche no le dije nada a mi marido, hice silencio, necesitaba más tiempo para pensar todo lo que había pasado. Al día siguiente sonó el timbre como a las dos de la tarde, atendí y era el asqueroso Don Pedro, me dieron ganas de colgarle pero el se anticipó y me dijo que quería pedirme perdón y me pidió autorización para visitarme y hablar de nuevo de mi problema, no supe qué decir, él insistió y me pidió perdón de nuevo, y accedí, diez minutos más tarde estaba tocando el timbre en mi puerta.

Yo estaba vestida con un short bastante ajustado pero tenía encima una remera muy amplia y larga que disimulaba muy bien mis formas. Entró, nos sentamos en el living, yo no sabía qué decir, pero él sí, me pidió perdón por enésima vez, y me dijo que no sabía por qué me hizo esa proposición, que él hacía mucho que no tenía sexo, y que yo desde que llegué al edificio había alimentado todas sus fantasías, yo le interrumpí diciendo que eso no le daba derecho a faltarme el respeto, y me puse a llorar de los nervios, yo estaba sentada sola en el sofá, y cuando me sintió llorar se cruzó hasta mi lugar, se sentó a mi lado y me puso una mano en mi cabeza, y a hacerme caricias, me apretó mi cabeza contra su pecho, y sentí su corazón galopando, también sentí ese olor a loción de viejo, mezclado con transpiración y tabaco, y de pronto sentí que me dio un beso en mi pelo, y luego otro, yo no hice nada, creo que intenté separarme pero no pude, el seguía apretándome contra su pecho, seguía besándome por toda mi cabeza y se acercaba a mi cuello, su mano derecha ya me acariciaba circularmente en la espalda, yo ahí ya hice un claro gesto de separarme, pero volví a fracasar. Me levantó la remera desde atrás, y ya me acariciaba directamente sobre mi piel, yo a esa altura ya nno luchaba por separarme, me había quedado quieta, y él lo tomó como aprobación, y avanzó más, me introdujo varios dedos entre mi pantalón y mi cola, y jugó unos instantes con la parte superior de mi tanga.

De repente sacó su mano derecha de mi cola y sin soltarme con la otra mano mi cabeza, se desprendió la camisa y hundió mi cara en su peludo pecho, yo afirme mis labios sobre esa selva de bellos pero no atiné a nada. Quiero agregar que todo esto transcurría en el más absoluto silencio. Despacio empezó a empujar mi cabeza hacia abajo, pasé por sus tetillas, su panza y me encontrá con su pene totalmente erecto apuntando hacia arriba, no sé en qué momento lo había liberado de su pantalón, era gordo y bastante largo, y con una cabezota inmensa y brillante, me apretó más contra su pija y me ordenó, rompiendo el silencio:

Chupame la pija, flaquita, sé buena con papito.

Dije no…pero debilmente

Dale abrí esa boquita hermosa y chupame la pija, ordenó.

Entreabrí mi boca, y debo confesar que mi excitación era muy grande, sentía miedo, sorpresa, nunca había estado con ningún hombre aparte de mi marido. Y todo empezó a pasar…. Comencé a chupar esa inmensa pija, estaba salada, él había perdido toda suavidad, de los pelos me indicaba los movimientos, así estuve mamando como cinco minutos y él me decía de todo, me encantaba cuando me decía flaquita.

Flaquita, sacame el pantalón, flaquita sacame el calzoncillo

Después me hizo parar, me sacó la remera, que ya la tenía casi en el cuello. Me bajó el pantaloncito, me sacó la bombachita y ante mi sorpresa se la guardó en el bolsillo superior de su camisa entreabierta, que era lo único que le quedaba puesto. Después me besó mis tetas, me chupó los pezones como dos caramelos, se sentó, yo quedé de pie, y empezó a bajar con sus besos, me levanto una pierna sobre su hombro, y me introdijo su lengua en mi chorreante vagina, se tragó todos mis jugos, estuvo así como diez minutos, yo jadeaba, era increíble estaba siendo por primera vez infiel, pero en realidad estaba siendo violada por ese viejo asqueroso. Si supiera mi marido que no lo estaba engañando con ninguno de los hombres que él se imaginaba erróneamente, sino por el dueño del edificio, un viejo de 65 años, panzón y sucio.

Don Pedro me dio vuelta, se levantó y me empezó a besar mi espalda, me hizo inclinar y afirmar mis brazos sobre el sofá, me hundió su lengua en mi rayita y buscó desesperadamente mi ano, cuando sentí su lengua dentro de mi orificio anal creí desmayarme, luego fue más allá y volvió a mordisquearme mis labios vaginales y mi clítoris, yo ya estaba en las nubes. Se incorporó, sentí su verga entre mis nalgas, primero me asusté, porque puerteó mi culito, y por allí nunca nadie había entrado (hasta ese momento), pero después su punta gruesa y lubricada encontró mi vagina y de un golpe violento, me la enterró hasta el fondo, sentí dolor pero también un placer indescriptible, y empezó a bombear y a bombear, parecía un adolescente, no paraba, yo acabé como tres veces y él seguía, hasta que dio un grito y sentí su leche invadiendo todo mi ser. Recién allí me dí cuenta del peligro, no tenía profiláctico ni nada, yo tomaba pastillas pero no regularmente, pero al sentir su semen chorreando por el interior de mis muslos me encantaba, y me dieron ganas y lo hice, le besé su verga y se la chupé hasta dejarla limpia, estaba como poseída, creo que fue como agradeciendo todo lo que me hizo vivir este viejo inmundo.

Se vistió, me dio un beso de lengua y me dijo que a partir de ese momento se terminaban mis problemas económicos, pero que todos los miércoles en la siesta tenía que ser su «sirvienta» palabras textuales de mi amante. Y fue cierto, se terminó el peligro de irme a vivir con mi suegra, y fui varias veces violada con mi consentimiento por mi viejo locador. Todo se fue complicando con el tiempo porque Don Pedro, tenía planes cada vez más locos, conmigo, pero eso será motivo de otro relato.

Antes de proseguir con la relación que cambió mi vida, les ruego lean o relean la primera parte de este relato, para estar bien al tanto de cómo empezó todo, agradeceré su valoración y comentarios para darme fuerzas para seguir contando esta historia.

No lo podía creer, veía como Don Pedro se prendía su camisa y su pantalón, con dificultades por su prominente panza, se arregló su escaso pelo con ambas manos e intentó darme un nuevo beso, yo di vuelta mi rostro y no lo logró, él esgrimió una sonrisa sarcástica y se alejó de mi hacia la puerta, antes de cerrarla se despidió con un doloroso «hasta el miércoles que viene».

Yo había quedado en el piso, sólo con mi remera puesta, el viejo se había llevado mi tanga en su bolsillo, y eso me asustaba, tenía mis piernas recogidas con las rodillas contra mi pecho, inmediatamente me quedé sola y estallé en llanto, me sentía pésimo, sucia, de cuerpo y moral, no tenía consuelo. Me levanté rápidamente, limpié algunas gotas de flujo y de semen que habían quedado en el piso, como testigos de mi entrega al viejo, y me fui corriendo a darme una ducha interminable, estuve bajo el agua cuarenta minutos reales, me jaboné diez veces, pero era inútil, seguía sintiéndome sucia, era increíble pero sentía su olor en toda mi piel.

Me sentía fatal, es que sacaba mis conclusiones de lo ocurrido y todas ellas me daban miedo, si él le contaba a marido se terminaba mi incipiente matrimonio, lo mismo ocurriría si se las daba de ganador y contaba sus andanzas, con la vecinita nueva, por el barrio o edificio, quedaría como la peor y mi esposo seguro terminaría por enterarse y todo se acabaría de la peor manera. También me daba asco y terror lo que pudiera pasar dentro de siete días, el próximo miércoles en la siesta, cuando Don Pedro acudiera a mi departamento para su segunda cita.

Mientras esperaba con mi mejor cara a mi marido, ideé un plan, saldría a conseguir un nuevo trabajo en la tarde, cueste lo que cueste, de esa manera recuperaría mi poder adquisitivo, podría pagar mis deudas con dinero y no en especies, y lo mejor encontrar un nuevo departamento lejos de ese viejo que me violó y sepultar todo y empezar una vida feliz con Pablo, a quien amaba profundamente.

Esa noche hice el amor con mi esposo, quería tener su olor en mi y no el de Don Pedro, todo estaba bien como si nada hubiera pasado. Al otro día empezaba mi búsqueda de empleo, y como algo caído del cielo, en el segundo lugar al que iba, me dijeron que necesitaban una persona de mis características para atender una librería, el dueño era un señor grande en todos los sentidos, medía como un metro noventa, era delgado y de aproximadamente 60 años, me dijo que escribía y que mi labor sería atender al público mientras él escribía o pasar en computadora sus manuscritos. El horario a cumplir sería de 16 a 20 horas y el sueldo ofrecido si bien no era muy alto, me permitiría cumplir con mis dos objetivos, pagarle lo adeudado a Don Pedro e irme a a vivir a otro lugar.

Estaba muy feliz por lo conseguido, comenzaba a trabajar el próximo lunes, dos días antes del temido miércoles. Finalmente llegó ese día, no había tenido ningún contacto con Don Pedro en toda la semana, es cierto que busqué no verlo, terminé de almorzar, me bañé y me cambié de ropa, me puse una falda corta, no minifalda, pero arriba de la rodilla, preparada para ir a mi tercer día de trabajo, me quedé esperando a que apareciera Don Pedro para hablar con él, dudaba si vendría, quizás se arrepintió de lo que me hizo hacer. A las 14.30 horas sonó el timbre de mi puerta, abrí, era el viejo, se notaba recién bañado, pero igual me dio asco verlo, se había puesto una camisa amplia, un pantalón corto ¡corto! Y unas pantuflas, está bien que no necesita salir a la calle para venir a mi departamento, pero igual me pareció ridículo, lo hice pasar, se sentó en mi living, y le dije que no se hiciera ilusiones de volver a vivir lo de la semana pasada, que yo estaba enamorada de mi esposo y no podía aceptar estar con otro hombre bajo ninguna circunstancia y que le iba a pagar mi deuda como correspondía porque había conseguido un nuevo trabajo. Él me miró de arriba abajo, con su mirada degenerada de siempre y me preguntó que cuando le iba a pagar , le contesté que dentro de tres semanas cobraría mi primer sueldo y lo utilizaría para saldar lo adeudado con él, me contestó rápidamente: —- eso significa que me quedan tres miércoles para cogerte.

Me quería morir al escuchar eso, le dije de todo, que no podía hacer eso, que yo le iba a pagar, pero no había caso, me dijo que hasta que él no viera el dinero, se tenía que «cobrar» de la manera convenida. Le dije que eso no iba a pasar y en ese momento dijo lo que tanto temí:

Muy bien, entonces le cuento a tu marido que sólo cogimos una vez y que ahora no me querés pagar más.

No podía ser tan bajo, lloré, imploré, pero nada, ni se perturbaba. Me dijo queél aceptaba el pago dentro de tres semanas, pero que mientras tanto yo tenía que dejarme hacer el amor por él tres veces más, y que era la única manera de que mi marido no se enterara. Todo me salió al revés, quedé petrificada. Entonces me preguntó ¿que hacemos? Yo solo lloraba, él se acercó y me empezó a manosear, yo no sabía que hacer, lo odiaba, me odiaba por dejarlo hacer, pero lo único que sabía con seguridad era que mi marido nunca debía saber lo ocurrido, y dejarme coger por el viejo tres veces más era la única opción.

Es increíble, lo único que atiné a decirle es que sólo tenía media hora libre, porque me tenía que ir a trabajar, ahora me acuerdo y me da risa, era como decir está bien le voy a ser infiel a mi amado esposo pero sólo media hora.

El viejo me desprendió la camisa y me la sacó, quedé sólo con mi corpiño conteniendo mis grandes pechos, y empezó a manosearlos por encima de él, me los besaba y hasta ensayaba algunos pequeños mordiscos, que lograron excitarme un poco, los pezones se marcaban en el brassiere, después fue el turno de mi falda, me giró dándole la espalda, me afirmó su bulto en mi cola, y me apretaba ambos senos con sus grandes manos, de pronto me bajó el cierre trasero de la falda y me la bajó, a esa altura de la recatada esposa fiel quedaba poco, se había convertido en una «víctima» semi excitada, en bombacha y corpiño, esperando ser sodomizada por un viejo de 65 años. Llegó el turno de sacarme el corpiño, no pudo abrirlo y le dio un tiró desgarrando el broche , lo que me hizo doler. Me giró nuevamente y se dedicó a chuparme mis senos con devoción, parecía un bebé mamando, jugaba con mis grandes pezones, los mordía suavemente, amasaba mis tetas como le daba en ganas. Además me refregaba su bulto en mi cola, y ya mi temperatura se había elevado considerablemente, ya había perdido gran parte del asco previo que sentía por el viejo, de pronto de un empujón muy poco cortés me hizo sentar en el sillón, mi cara quedó a la altura de su verga, la que liberó al quitarse sus pequeños pantalones, no sé si no traía calzoncillos o se quitó todo junto, su aparato me miraba amenazanta y apuntaba directamente a mi boca, él la apoyó contra mis labios, los entreabrí, hizo presión y me obligó a recibir en mi boca media pija, al principio no me gustó el sabor, pero pronto lo olvidé en parte por la calentura que ya tenía y por otro lado, Don Pedro prácticamente me estaba cogiendo por la boca, a la fuerza. Entraba y salía sin parar, así estuvo como cinco minutos, hasta que hizo que me recostara en el sillón, corrió mi tanga y empezó a lamer mis labios vaginales que estaban hinchados y empapados en mis jugos, yo ya estaba volada, ya quería ser poseída por el viejo, ya no me importaba nada, me hacía retorcer de placer, llegué a un terrible orgasmo, él se dio cuenta y me dijo algunas barbaridades como :

Te estoy comiendo la concha mamita, te gusta? Ya pronto te la voy a abrir con mi pija, querés mi pija?

Me obligó a contestarle, le dije sí,

Sí qué

Sí quiero su pija

El viejo empezó a reirse, sabía que había ganado una batalla y estaba por cogerme de nuevo. Sin sacarme la bombacha me penetró sin miramientos, entraba y salía, la sacaba totalmente y me la volvía a clavar, había alcanzado mi segundo orgasmo, el viejo ya todo transpirado estaba todo encima mío, me besaba en la boca, lo que me daba cierta aversión, me lamía el cuello y mis orejas, eso me encantaba. Hizo que me pusiera en cuatro patas sobre un almohadón en el piso, quedé con mi cola a su merced, me metió dos dedos en mi culito, dí un salto y le dije que no, él me contestó que no preocupara que hoy me iba a salvar de darle mi culito, eso va a pasar la próxima semana amenazó, buscó mi vagina chorreante y me penetró desde atrás, sentí que me partía en dos, me sentía una auténtica perra, en todos los sentidos, por la posición y porque estaba sintiendo mucho morbo y placer con el viejo, sentía sus huevos golpear contra mi cola, me la clavaba hasta el fondo y yo veía las estrellas, me apretaba contra su cuerpo y me decía cosas ofensivas, puta, yegua, tomá mi pija, ahora te voy a llenar de mi leche, etc., y luego de serruchar como diez minutos dio un grito que me asustó y sentí todo su semen en mi interior, esto ya no me preocupó tanto ya que había normalizado hace varios días la toma de pastillas anticonceptivas. Don Pedro me abrazó, su cuerpo transpirado estaba pegado al mío por detrás, parecíamos abotonados, después de lagunos minutos se salió, y risueñamente me dijo:

bañate y andate a trabajar, que el próximo miércoles te rompo el culo.

Se vistió y se fue, dejándome igual que hace una semana, llena de asco y dolorida.

Espero que valoren mi relato y prometo muy pronto contarles mis siguientes sesiones de sexo con Don Pedro que fueron con sorpresita.

Aquella tarde después de lo sucedido me bañe y me fui a trabajar, mi sensación era la misma de una semana antes, me sentía sucia, y con un gran cargo de conciencia, pero sabía que en el fondo todo era para salvar mi matrimonio con Pablo.

Las cosas en mi nuevo trabajo transcurrían bien, Crecencio era el nombre del dueño de la librería y mi relación con él era muy cordial, tenía 62 años, era muy alto, superaba el metro noventa de estatura, era delgado, su hobby era andar en bicicleta, y eso lo había mantenido bastante bien, se peinaba su pelo blanco hacia atrás constantemente con sus inmensas manos, y vivía solo, ya que era soltero. Era un persona muy correcta, muy caballero, me trataba muy bien, pero no sé si era por mi experiencia con Don Pedro, pero yo me imaginaba un cierto interés de parte de Don Crecencio, quizás yo estaba muy susceptible, pero cuando él me pasaba algo, sus dedos se tocaban con los míos más de lo normal, y sentía sus ojos siempre sobre mi, pero quizás era solo mi imaginación. Yo en esa época de calor iba a trabajar con ropa liviana, no me vestía provocativa, pero era inevitable ir con faldas cortas y remeras ajustadas, que por las generosas medidas de mis pechos, parecían romperse.

Un día él me estaba dictando una nota, yo estaba sentada escribiendo en la computadora y él parado atrás sobre un costado, no podía concentrarme en lo que escribía, porque sentía su mirada clavada en mi escote, desde su posición tenía una vista inmejorable, para colmo se empezó a apoyar inconcientemente o ex profeso en mi hombro, por su altura lo que me apoyaba era su muslo, toda esa situación me puso muy nerviosa, estaba como agitada, pero la cosa no pasó de allí. Otro día hacía un calor increíble, estaba hecha agua, me corría la transpiración por todo el cuerpo, Don Crecencio se dio una ducha y salió como nuevo, y me invitó a que yo me duchara, mi primera respuesta fue no, le dije que estaba bien, que no era necesario, pero insistió y acepté. El baño está al fondo del salón, entrando por un pasillo, una vez adentro del baño, trabé la puerta con un pasador, y empecé a desvestirme, me pareció escuchar un pequeño ruido tras la puerta, pero no le di importancia, me bañé y luego procedí a vestirme, me cambié la bombachita por una que siempre llevo en mi cartera de repuesto, cuando terminé de vestirme volví a sentir ruidos en la puerta, como si alguien se alejara, la puerta estaba cerrada pero tenía el orificio de la cerradura libre, me imaginé que Don Crecencio estuvo tras la puerta mientras me bañaba y quizás me vio algo por la cerradura, pero quizás fue solo mi imaginación.

Pasaron un par de días, y comencé a sentir algo que cambió mi vida para siempre, estaba una siesta recostada en mi cama sólo con bombacha y corpiño, pensando en nada, de repente adopto una posición que me permitía verme en un gran espejo que llega hasta el piso y está ubicado en la pared que da al mi costado de la cama, me gustó lo que veía, me sentía linda, mis pechos, mis piernas, y de repente Don Pedro y Don Crecencio ocuparon mis pensamientos, no lo podía creer, en lugar de pensar en mi marido, un hombre de 32 años, apuesto, que era la envidia de mis amigas, estaba pensando en hombres sin ningún atractivo que lo doblaban en edad, lo peor de todo es que empecé a tocarme y a imaginarme que estaba con alguno de ellos, el asco que me originaba Don Pedro se estaba transformando en deseo, cuando comprendí lo que pasaba, me lo negué mil veces, no podía ser de ninguna manera y me repetía una y otra vez, que yo por mi inquilino sentía asco, aversión y odio, porque era un ser despreciable que me obligaba a entregarme bajo amenazas.

Traté de concentrarme en el amor que siento por mi marido, esa noche lo esperé vestida muy sensualmente, le preparé una cena especial, luego de comer, él entró a bañarse, y yo lo seguí, nos besamos apasionadamente e hicimos el amor bajo el agua, en un momento yo me incliné hacia delante y apoyando mis manos en las llaves del agua, le ofrecí mi cola paradita, mi esposo aprobó la invitación y me penetró vaginalmente desde atrás, yo lo estaba disfrutando, cuando mi mente me traicionó otra vez, comencé a imaginar que quien me tenía desde atrás era Don Pedro, y terminé en un orgasmo profundo, que me dejó algo de angustia por lo que pasaba por mi imaginación.

Finalmente llegó el tercer y último miércoles, almorcé sola, ya que mi marido trabajaba en horario corrido, y luego me bañé, me perfumé y me vestí con pantalón corto y una musculosa, mi ropa interior era normal, pero pequeña tal cual es mi costumbre. Y me dispuse a esperar a Don Pedro, mi cabeza daba mil vueltas por minuto, sabía con seguridad que estaba enamorada de mi esposo y que él era lo más importante para mi, también sabía que Don Pedro, era un ser despreciable que se estaba aprovechando de su calidad de acreedor de una deuda que nunca tuve que tener y que bajo amenazas lo estaba a punto de repetir, aquellos pensamientos calientes en donde me imaginaba estar con él, habían desaparecido, rogaba que no fuera miércoles, no lo quería ver, quería terminar de una vez por todas con esa situación. Pero sabía que la única manera de hacerlo era estar una última vez con el viejo.

Llegó puntualmente a las 14.30 horas, lo recibí y le pedí que se sentara que quería hablar con él, accedió y entonces le expliqué que ya no soportaba más esa situación, que yo amaba a mi esposo, que en tres o cuatro días le pagaría todo lo que le debía y que por favor respetara lo acordado y no me molestara más. Él me prometió cumplir con su palabra y si yo le pagaba todo, se terminaría esta «relación» y nunca más me molestaría. Pero inmediatamente después agregó:

Bueno pero hoy tenés que hacer todo lo que yo te diga.

A qué se refiere?

Que me tenés que hacer caso, y si sos buenita conmigo te prometo que todo se termina acá.

Está bien Don Pedro, pero por favor le pido que me respete un poquito, no se olvide que soy casada y que nunca antes estuve con nadie que no fuera mi esposo.

Tranquila, por favor, ponete de pie y empezá a desvertirte, pero lentamente…Así, muy bien, mirame siempre a los ojos, mostrame esos lindos pechos, te dijeron antes que son espectaculares?

Sí muchos por la calle, pero solo los había visto desnudos mi marido.

Bueno ahora yo tendré el gusto de chupártelos, acercate un poquito.

Yo me acerqué, él se puso uno de mis pezones en su boca, y empezó a chuparlo como a un caramelo, me manoseaba ambos pechos con maestría, con firmeza pero sin hacerme daño. De repente bajó una de sus manos y me tocó la cola, por sobre el pantaloncito, me metió algunos dedos, pero seguía concentrado en mis lolas. Pasaron varios minutos y me pidió que me sacara toda la ropa, me saque el pantalón y la bombacha, y me dijo:

Ahora quiero que me saqués la ropa a mi, vení mamita, sacame los zapatos… ahora el pantalón…

Yo estaba arrodillada en la alfombra del living, y sin querer rocé mi cara con su entrepierna y aún con los calzoncillos puestos noté su gran erección. Al bajar su boxer, saltó su verga hinchada y me apuntó directamente a la cara.

Ya sabés lo que me gusta flaquita, chupame la pija, yo sé que a vos te encanta mi pedazo, dale.

Y empecé a besárcela, por surte estaba con olor a recién bañado, realmente es muy grande la pija de Don Pedro, acostumbrada a la de mi marido, ésta era cuatro centímetros más larga (19 cm) y por lo menos un centímetro más de ancho (5 cm), con mi boca siento esta diferencia, Don Pedro me empujaba su aparato dentro de mi boca, y me costaba mucho recibirla. Ya a esa altura mis pensamientos ya estaban a contramano otra vez, lo que sentía en ese momento era morbo, estaba realmente excitada, me quería comer esa enorme pija, Don Pedro entraba y salía, como si estuviera cogiéndome por la boca, en un momento creí que iba a acabar y me llenaría mi boca con su semen, porque los sentí muy agitado, me dio un poco de asco pensarlo, pero a esa altura ya no me importaba nada, estaba poseída. Me hizo poner de pie, me apretó fuerte contra su cuerpo y me dio un beso terrible, con la boza totalmente abierta, me pasó su lengua por toda mi cara, cuello y orejas, sus manos mientras tanto exploraban mi sexo con cierta violencia, pero ya estaba muy lubricada por lo que solo me daba placer, de pronto con su mano derecha comenzó a manosearme la cola y uno de sus dedos lubricado en mi vagina logró ingresar en mi apretado ano, muy poco pero lo suficiente como para causarme dolor, hice un movimiento de separación y él con una sonrisa sarcástica me dijo:

Estás muy sensible, no te hagas problema, ya lo vamos a lubricar bien y no te dolerá nada.

En ese momento se sentó en el sillón doble del living con su pija apuntando al techo, se veía grande, gruesa y brillante, me invitó a sentarme sobre él, pasé ambas piernas por los costados de su cuerpo y me senté lentamente sobre su verga, se sentía realmente hermoso, estaba tan lubricada que resbaló fácilmente, él me tenía agarrada por la cintura y me levantaba y me bajaba sobre su pija, me la sacaba practicamente toda y me la volvía a enterrar hasta mis entrañas, así estuvimos largos minutos, entonces me pidió que fuéramos a mi dormitorio, le dije que no, que prefería quedarme en el living, que la cama matrimonial no, etc.etc., pero él insistió diciéndome que yo había prometido a acceder a lo que me pidiera ya que era la última vez y que lo quería hacer bien, acepté pero le pedí que no nos demoráramos tanto, es que tenía que dejar todo limpio y ordenado antes de irme a trabajar, ya que en muchas ocasiones mi marido volvía a casa antes que yo.

Se levantó de su asiento sin separarme de él, empezó a caminar hacia el dormitorio y me llevaba ensartada en su verga, sentía su prominente panza contra mi cuerpo, casi iba sentada sobre ella, luego de llegar al dormitorio, con mi ayuda porque primero entró equivocadamente al baño. Antes de continuar quisiera aclararles que los términos pija, verga, poronga que antes de esa experiencia no conocía ni en sueños, me los enseñó a decir Don Pedro, él siempre me obligaba a repetir cosas, yo a su pedido decía frases como:

Quiero su pija Don Pedro

Por favor métame la verga hasta el fondo

También hacía que lo tuteara:

Comeme la concha Pedro.

Todo esto que al principio me daba aversión, ahora me causaba un cierto placer, estaba saliendo a la luz, una Verónica desconocida, dormida en mi interior, me sentía una puta.

Ya en el dormitorio, me recostó y él sin salirse de mi, inició una nueva cogida, yo estaba de espaldas y con mis piernas abiertas y encogidas, él sobre mi y me penetraba con todo el peso de su cuerpo, quizás su estómago impedía una total penetración, pero yo igual sentía que me llegaba hasta el fondo. Luego de estar como cinco minutos en esa posición, me sacó su pija y subiéndose sobre mi la puso entre mis pechos, al ser grandes y con la yuda de las manos de Don Pedro, formaron un túnel perfecto para su pija, que al estar lubricada con mis jugos vaginales, inició un rápido movimiento que en su parte superior chocaba contra mi boca, él hizo que la abriera y en cada sube y baja metía la punta de su pene en mi boca, esto me producía mucho placer, no tanto por el estímulo sensitivo sino por el visual, veía su pija resbalarse por mis tetas y meterse en mi boca, realmente era todo muy zafado.

De repente se incorporó y me pidió que me acostara boca a bajo, empezó a besarme en la nuca, después bajó por mi espalda, todo con mucha saliva, sentía todo muy húmedo, fue bajando, empezó a recorrer mis nalgas, esto me hizo poner la piel de gallina, lo mismo cuando me besaba la parte posterior de mis muslos, posteriormente con sus dos manos abrió mis nalgas y pasó su lengua por toda mi canaleta, desde mi vagina, iba hasta mi culito con maestría, cuando la introdujo en mi orificio anal, creí desmayarme, me encantó, esa parte sí la había vivido con mi esposo, él en varios juegos preliminares llegaba hasta el beso negro, pero nunca pasó de allí, pero Don Pedro había tomado la decisión de pasar esa barrera, me puso las dos almohadas debajo de mi vientre, mi cola quedó levantada, me llenó mi agujerito con saliva, lo mismo hizo con su pija, igual ya estaba bastante lubricada, me la apoyó directamente contra mi orificio y empezó a hacer presión, yo estaba entre asustada, excitada y dolorida, pero ya no había vuelta atrás, mi esposo Pablo nunca ni siquiera me lo pidió, y ahora estaba entregando mi última virginidad a Don Pedro, el dolor aumentaba, ya era muy agudo y me quejé entre sollozos, me pidió paciencia diciéndome que ya se me iba a pasar, yo sentía que ya la tenía toda adentro cuando me dijo:

Ya entró la puntita, relajate flaca que te la voy a meter toda.

Por favor Don Pedro, pare que me duele mucho, ahhh!!!

Pero era inútil, no había ruego capaz de hacer cambiar de idea al viejo, juro que ya no sportaba el dolor, pensaba cómo podía haber personas que disfrutaran eso, lentamente entraron más centímetros de su verga, ya tenía la mitad adentro, según sus palabras, el dolor no había disminuído pero yo ya me había acostumbrado a él, entonces me concentré en la situación concreta, estaba siendo cogida por el culo por el viejo dueño del departamento en donde vivía, en la propia cama en donde duermo con mi marido y lejos de arrepentirme en ese momento, me puse a mil, me volví totalmente loca, y empecé a disfrutar de esa cogida, su pija entraba y salía, sus manos estaban aferradas a mis costados y me atraía y me alejaba con mucha fuerza, el dolor seguía estando pero había pasado a un segundo plano, me sentía una perra, Don Pedro empezó a insultarme, primero me extraño e inmediatamente ayudó también a mis sentimientos de puta, él empezó a respirar cada vez más fuerte, dio un par de ronquidos graves y pegó un grito que rogué no fuera escuchado por el resto del edificio, sentí su semen dentro de mi cola, me la enterró hasta el fondo o eso creí, la sentí palpitar dentro de mi y en ese momento estallé en un orgasmo impresionante que me llegó a doler, él se desplomó sobre mi cuerpo, todo transpirado al igual que yo, el roce de nuestros cuerpos producía un sonido acuoso, me dijo varios piropos subidos de tono, yo sólo le pedí que se fuera rápido, le pedí que se fuera de mi departamento y de mi vida, él se sonrió y me dijo que algún día yo le iba a pedir vivir otra vez lo que acabábamos de compartir, y recuerdo que me sonó a increíble, yo no quería verlo más.

Ese día llamé a Don Crecencio al trabajo y le dije que no me sentía bien, en realidad no podía caminar del dolor, inventé cualquier excusa para que mi marido no notara mi casi renguera, había terminado una experiencia crucial en mi vida, le había sido infiel por primera vez a mi marido, y las cosas para mi empezaban a tener otro color, con el tiempo descubrí que sigo amando a mi marido, que él es mi vida, pero que en determinados momentos necesitaría algo más, y prometo contarles pronto lo que sucedió.